Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 11

Iluminación De La Memoria 5: Lo Que Hace Pedazos Al Mundo

Parte 2

 

 

Las brujas eran capturadas por las fuerzas imperiales.

Algunas habían recibido disparos y aún sangraban, mientras que otras lloraban y gritaban.

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Sin embargo, las brujas no eran las únicas víctimas. Había tantos soldados imperiales sangrando en el suelo como brujas.

No era una lucha unilateral. Ambos bandos habían resultado igualmente dañados. Eve había liderado a varios contaminadores del poder astral que poseían poderosas habilidades.

Y habían puesto en práctica ese poder. El asfalto había quedado hecho pedazos, los tanques partidos por la mitad y los blindados destrozados hasta un grado irreconocible. Aquí no había vencedores. Soldados y brujas habían caído por igual, y ambos bandos habían sangrado.

―¿Qué es esto…?

La escena era tan espantosa que no pudo decir nada más.

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¿Cómo habían acabado así las cosas? Simplemente habían querido huir para vivir en paz. Las fuerzas imperiales habían venido a reprimir a las brujas y hechiceros que creían que habían incendiado la capital. No había un verdadero villano. Todos se habían limitado a hacer lo que podían para sobrevivir, y ninguno había hecho nada malo por ello.

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Ambos bandos seguían sufriendo daños.

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Entre ellos había una chica llamada la Gran Bruja.

―¡Eve!

―¡Eh! ¡Alice! ―Eve se dio la vuelta, más abajo en el camino principal.

Su cara estaba cubierta de hollín por el humo y las brasas. Su mejilla estaba cortada, como si alguien la hubiera rebanado y la sangre de su frente había corrido hacia su ojo.

―¡Eve, tus heridas…! ―Alicerose palideció.

Eve probablemente había sido rozada por las balas. Se había protegido de los impactos directos, pero algunos habían sido inevitables. También tenía una herida profunda que parecía provenir de alguien que le había clavado un cuchillo.

―¡Alto, Eve! Huyamos ―gritó Alicerose al ver las numerosas heridas de su hermana.

―¡Después de que salvemos a los demás! ¡Tú también, Alice! No vengas aquí. ¡Date prisa y sal de la capital!

―…

―¿Alice?

No dejó que su hermana mayor continuara. Alice se sacudió la mano de Crossweil cuando él trató de detenerla y corrió fuera de la cobertura y directamente al medio de la carretera. Extendió los brazos frente a los soldados imperiales y sus armas.

―Deténganse todos.

Su lamento resonó en la ardiente capital. Eve y Crossweil no tuvieron tiempo de detenerla mientras Alicerose corría hacia una madre y su hija agazapadas entre los escombros. Ambas eran contaminadoras del poder astral y simplemente buscaban un lugar seguro.

Los soldados imperiales llegaron a apuntarles con sus armas.

―¡¿Alice?!

―¡Alice, detente!

―Por favor, no hemos hecho nada. ¡Nosotros no provocamos este incendio…! ―Los ojos de Alicerose estaban rojos e hinchados mientras suplicaba a los soldados. Estaba protegiendo a la madre y a la hija de sus armas―. ¡Sólo intentamos salir del país! Por favor, escúchennos. Nadie quiere esta lucha. ¿Por qué…?

Sonó un disparo.

Entre el eco de los cañonazos y las brasas crepitantes, era poco probable que alguien hubiera oído el disparo.

Eve y Crossweil no.

Y antes de que pudieran entender lo que pasó…

Sangre brotó del hombro de Alicerose, que cayó hacia atrás.

Ella no gritó

Las rodillas de Alicerose cedieron y se desplomó silenciosamente ante los ojos de la madre y el niño encogidos.

―¿Alice?

Crossweil corrió tan rápido como pudo.

…Le habían disparado. ¿Dónde le dispararon? ¿En el hombro? ¡¿Le atravesó el pecho?!

…¡¿Fue sólo uno?!

Su mente se había quedado en blanco.

Pero entonces se dio cuenta de que las armas de los soldados imperiales le apuntaban a él a continuación. Agarró a su hermana cuando estaban a punto de abrir fuego.

So aves cal pile-ven, báculo de los cielos. Crack.

Al otro lado, donde el espacio parecía haberse fracturado, las balas dirigidas a él, a su hermana y a la madre y el hijo fueron engullidas.

―Ahora lo entiendo…

Oyó una voz desde arriba. El cielo de la capital imperial estaba oscuro, como si de repente se hubieran materializado nubes de lluvia. Un siniestro miasma negro se arremolinaba, bloqueando incluso la luz del sol.

En el centro, la Gran Bruja miraba sin emoción a las fuerzas imperiales.

―En este mundo no hay héroes ni salvadores. Si los hubiera, ¿por qué habrían herido a mi familia…? Corran… sólo saldrán heridos…

Corrientes oscuras de aire comenzaron a unirse. Un báculo negro y retorcido apareció en la mano derecha de Eve.

―Destruiré el Imperio.

Con su báculo mágico, se parecía exactamente a las brujas de los cuentos de hadas.

―Soy una bruja, y los soldados imperiales son enemigos.

Ella bajó su bastón. En el momento en que Crossweil vio eso, el aire chirrió. El espacio se rompió. Los edificios volaron como si fueran castillos de arena. Las carreteras de asfalto se desprendieron del suelo y se convirtieron en partículas al saltar por los aires. Los carros blindados y los tanques volaron como hojas al viento mientras surcaban el cielo. La destrucción no iba acompañada de ningún sonido.

Antes de que se diera cuenta, las calles de la capital imperial se habían transformado en un páramo de escombros.

―Cállense.

Utilizando su báculo, volvió a acribillarlos con el vacío.

Una onda expansiva mayor que la de un misil resonó y voló cinco tanques -los de refuerzo- a través del horizonte.

El camino quedó en silencio.

―…

Eve miró desde el cielo. Probablemente observaba a los soldados caídos, débiles e incapaces como hormigas. Las tornas habían cambiado.

Debido a que la Gran Bruja Nebulis despertó, las fuerzas imperiales ya no eran los cazadores. Se habían convertido en la presa de la bruja.

―Debería haber hecho esto desde el principio ―murmuró Eve, con los ojos todavía hundidos―. El Imperio lastimó a mi hermana, así que más me vale hacerlo desaparecer.

Preparó su báculo. Apuntó a los soldados imperiales que habían estado observando todo desde las sombras de los escombros.

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―¡Retirada! ¡Rápido!

Docenas de soldados tiraron sus armas y corrieron.

Eve levantó su báculo por tercera vez.

―¿Creen que los dejaré escapar?

―…Eve…detente… ―murmuró Alicerose entre los brazos de Crossweil.

Crossweil la había oído susurrar mientras le pasaba la mano por el hombro enrojecido.

―Basta… Estoy… bien. Detente. No quiero que lastimes a nadie más… sólo porque me hirieron…

Pero su voz no llegó a su hermana.

Los edificios se derrumbaron con un rugido atronador. Las llamas crepitaron al extenderse. No había forma de que la pequeña voz de Alicerose llegara a su hermana.

―Eve…

―¡Eve, es suficiente! ¡Basta! ―Crossweil gritó en su lugar.

Ante la crueldad de Eve, las fuerzas imperiales seguramente estaban heladas de miedo. Que las brujas prendieron fuego a la capital -un escenario que se había difundido a través de mentiras- ahora se había convertido en realidad.

…Debido a la batalla con Eve, las fuerzas imperiales casi han sido aniquiladas.

…Los edificios han sido destruidos, y el suelo quedó pulverizado.

Ya no podían llamar a esto un malentendido.

Viendo esta destrucción, ninguna persona podría decir que no temía a las brujas. Que eran monstruos peligrosos probablemente quedaría grabado en los corazones de los imperiales para siempre.

―¡Es  suficiente,   hermana!  ―Crossweil   gritó―.   ¡Las  llamas  se   han extendido y tenemos que salir de aquí!

―…

Ella tampoco actuó como si su voz le hubiera llegado.

Y fue con gran ironía que no lo había hecho. A pesar de que Eve había montado en cólera porque su familia fue herida, ella estaba tan lejos en su rabia que ya no podía oír a su familia.

―Desaparece, Imperio.

La bruja blandió su báculo.

Estaba haciendo caer el báculo de los cielos sobre los soldados imperiales que huían cuando una pequeña figura saltó de la sombra de un edificio.

―Espera.

Era alguien pequeño que llevaba un gran impermeable.

A causa de la capucha que cubría su rostro, Crossweil no podía ver sus rasgos, pero fue el único en contener la respiración. Era la voz que le resultaba más familiar después de la de su familia: su compañero de conversación.

―¡¿Yunmelngen?!

―Hola, Crow. Parece que las cosas no fueron bien para ninguno de los dos, ¿verdad?

Yunmelngen se quitó la capucha. Cuando lo hizo, Alicerose y la madre y el niño detrás de Crossweil gritaron.

Era una bestia. Con orejas gigantes en lo alto de la cabeza, y una cola como la de un zorro apenas visible bajo la gabardina.

―No pareces muy sorprendida, Eve. Bueno, supongo que somos parecidos, cuando se trata de ser monstruos.

―…

La Gran Bruja miró a la persona bestia desde el cielo. Los dos seres que poseían los mayores poderes astrales del mundo se encontraban por primera vez.

―Oh, quizás fue atrevido por mi parte asumir que nos tuteáramos. Así te llamó Crow, así que yo también lo hice, pero supongo que Nebulis sería más apropiado.

―Tú…

―Incluso en este estado, sigo siendo el Príncipe Heredero. Nos conocimos en el Ombligo del Planeta, ¿recuerdas? Por desgracia, yo no, pero Crow me ha hablado mucho de ti.

La   persona  bestia  miró  al cielo. En    lugar de mirar    a   Eve,  observó las interminables brasas que fluían a su alrededor.

―La capital imperial acabará quemada hasta los cimientos.

―¿Y qué?

―No fuiste tú quien creó el fuego, ¿verdad?

―¿Y?

Sus respuestas eran frías, casi despiadadas. Las llamas que envolvían la capital eran probablemente obra de los planes de alguien. Sin embargo, Eve pretendía destruir la ciudad a pesar de todo. Habían herido a los contaminadores del poder astral y a su hermana menor. Ella sabía que el Imperio cometió esos actos.

―Me gustaría hablar ―Yunmelngen miró a la Gran Bruja―. Te dejaré ir. Daré la orden de retirar a los guardias de las fronteras para que puedas marcharte. Así que, por favor, no destruyas la capital más de lo que ya lo has hecho.

—   ¿Qué dijiste?

―Mira, la capital ha sido incendiada.

Bajo el cielo rojo, los edificios ardían y se carbonizaban. Esto ya no era una batalla entre contaminadores del poder astral y soldados Imperiales. Era simplemente un incendio sin precedentes. Si no trabajaban para apagar el fuego inmediatamente, las cosas acabarían en catástrofe.

―Decenas de miles ya han perdido sus hogares. Me gustaría evitar más víctimas.

―¡¿Crees que tienes derecho a decir eso?! ―bramó desde los cielos―.

¡Los imperiales! ¡¿A quién le importa?! ¡Nos enfrentamos a la persecución y el abuso a sus manos mientras sus fuerzas trataron de provocarnos!

―Sí. Y es culpa mía por no impedirlo… como puedes ver.

La gabardina salió volando. Mostró su forma plateada mientras las llamas seguían ardiendo en el fondo.

Había marcas de balas y sangre púrpura en su pelaje.

Si hubiera sido una persona normal, habría muerto al instante. Sólo había sobrevivido porque ya no era humano. A Crossweil se le ocurrió que sus heridas eran de bala.

…Sólo la policía militar y los soldados imperiales tienen armas.

…¡¿Le dispararon?!

Era la prueba de que alguien había intentado acabar con la vida del Príncipe Heredero.

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―Como  puedes  ver,   Nebulis,  hay   alguien   que   está   intentando destrozar el Imperio.

Yunmelngen simplemente mostró su forma ensangrentada a la bruja del cielo.

―Ellos fueron los que agitaron al público para que se volviera contra los contaminadores del poder astral. Engañaron a la asamblea imperial y a las fuerzas imperiales. Pero no tengo pruebas concretas.

―…

―Y Nebulis, estoy seguro de que te has dado cuenta, y que el poder astral que posee tu cuerpo también te lo ha dicho. No tiene sentido luchar aquí.

―¿Por qué? ―preguntó ella.

―La verdadera calamidad aún permanece en el núcleo del planeta.

Se hizo el silencio. Crossweil y Alicerose también guardaron silencio. No sabían lo que era esta verdadera calamidad.

…Yunmelngen, ¿de qué estás hablando?

…¡Nunca me lo habías mencionado!

―Lo siento, Crow. Quería decírtelo en un momento menos emocionante ―Yunmelngen se mantuvo de espaldas a Crossweil―. Pero Nebulis, sé que al menos lo has sentido. Que no estoy mintiendo. Los poderes astrales que llegaron a la superficie procedían del núcleo del planeta.

―…

―Necesito tus poderes. Tu enemigo no es el Imperio.

―¿Eso es todo lo que querías decir? ―Lo pronunció con tal veneno, casi como una maldición de bruja.

Cuando su voz resonó desde arriba, Crossweil pudo sentir la ira y el odio en su voz.

―¿Dices que los imperiales se enfurecieron por alguien? Eso no disminuye la gravedad de sus crímenes. ¡Detesto a los soldados que hirieron a mi hermana y a los que degradaron a mis amigos! Yunmelngen, ¡no me importa esa calamidad de la que hablas!

―¿Así que simplemente nos aniquilarás?

―¡Lo haré! ¡Para proteger a mis amigos y a mi familia!

―Desafortunadamente, te has transformado en una bruja hasta el fondo de tu corazón.

Hubo un destello de la bestia. Había mostrado un destello de sus afilados colmillos por la comisura de los labios.

―En ese caso, supongo que tendré que detenerte para proteger a mi país.

―¿Tú? ¿Detenerme?

―Con mi poder, no es imposible, aunque se tome una decisión

equivocada sobre quién es el ganador.

Un torbellino comenzó a formarse.

A medida que las llamas que envolvían el Imperio se hacían más fuertes, entre la bestia y la bruja comenzó a fluir un viento lo suficientemente frío como para congelarles el sudor.

Estaba empezando. O mejor dicho, ya había empezado.

Los dos que más se habían fusionado con sus poderes astrales estaban a punto de luchar, posiblemente hasta la muerte.

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…Espera, no pueden estar hablando en serio.

…¡¿Realmente es lo único que pueden hacer?!

¿De qué serviría luchar? Pero cuando lo pensó, los dos también habían llegado a las mismas conclusiones sobre el futuro. De ahí había surgido el plan de huida. Yunmelngen, que hizo la sugerencia primero, se lo recomendó a Crossweil mientras decidía entre bastidores quedarse en el Imperio. Eve también había liderado el plan de fuga a pesar de ser despreciada por los demás como la Gran Bruja.

…¡Los dos hicieron más que nadie por los contaminadores del poder astral!

…¡¿Por qué están luchando entre ellos ahora?!

¿Realmente no había otra alternativa? ¿Su querida hermana o su genial amigo? No quería perder a ninguno de los dos. ¿Cómo podía detenerlos?

…No tiene sentido simplemente decirles que paren o se calmen.

…Tiene que haber un incentivo que haga que ambos se detengan.

¿Qué podría hacer? La única ruta que evitaría que los dos pelearan ahora mismo era…

―¡Esperen! ―Mientras las llamas se acercaban a él, Crossweil gritó tan fuerte como pudo―. ¡Eve, Yunmelngen! ¡Los dos!

Sin embargo…

Ni la bestia ni la bruja estaban dispuestos a darle la razón sin más.

―Lo siento, Crow, esto es algo que no puedo evitar.

―Fuera de mi camino, Crow. Tienes que salir de la capital con Alice tan rápido como puedas.

―…

Dio un paso adelante en silencio y se detuvo justo delante de los ojos de Yunmelngen. Entonces, por primera vez, se volteó hacia Eve, que flotaba sobre él, y extendió los brazos. Estaba protegiendo a Yunmelngen.

―¡¿Crow?! ―Eve abrió mucho los ojos―. Qué haces? Quítate de en medio. Tengo que borrar de la faz del planeta a la persona que está detrás de ti.

―Lo he pensado…

Se dirigió a Eve, a Alicerose, que estaba detrás de él, y a Yunmelngen, que lo miraba sorprendido.

―Voy a quedarme en el Imperio.

―¡¿Eh?! Crow! ―La cara de Eve se crispó.

No podía entender lo que le dijo su hermano menor. Pero era la única conclusión a la que él pudo llegar en esta batalla en la que cada segundo importaba.

―Crow… ¡¿Qué quieres decir?! ―gritó Alice.

―Lo siento, Alice. No pudiste contar conmigo justo en el momento crucial.

Se apartó de la débil mirada de Alice. No podía soportar mirar su rostro tenso. Este había sido su último recurso, la opción sobre la que había agonizado y había estado inseguro.

―Pero ésta es la única manera… Es lo único que se me ocurre.

Evitó los ojos de Alicerose y miró a Eve.

―Eve, toma a Alice y a los demás y evacua ahora mismo. Eres la única que puede proteger a todos tras abandonar el Imperio.

―Crow, ¡¿qué estás…?!

―Estoy ayudando al príncipe.

Giró la cabeza para mirar a la persona bestia de pelo plateado que le devolvía la mirada con adoración.

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―Aunque te desboques en el Imperio, nadie te va a hacer caso. Él es el único que puede cambiar el Imperio desde dentro. Pero no puede hacer apariciones públicas como esta, ni siquiera como el Señor. Alguien más tiene que hacerlo.

―Crow… ―Pudo oír un sollozo amenazando con salir en la voz de Yunmelngen. El ya no humano Príncipe Heredero estaba a punto de decir algo.

Ris sia sohia, Ahz cia r-teo, So Ez xiss clar lef mihas xel-Lo liberaré ahora. Escucha la canción del fin del planeta.

El suelo bajo sus pies empezó a temblar desde el núcleo del planeta, provocado por las palabras mágicas pronunciadas. Y de repente, Crossweil se sintió mareado y un escalofrío lo invadió. Por un momento, pensó que iba a perder el conocimiento.

Todavía hace más frío.

…¡¿Qué fue esa voz?! ¡¿Qué acabo de oír?!

No era humana. En el momento en que oyó la voz que parecía provenir de lo más profundo de la tierra, sintió como si le hubieran puesto grilletes en todo el cuerpo. No era sólo él.

―…¡No, no te acerques a mí!

―¡¿Yunmelngen?!

Yunmelngen se derrumbó en el acto. Estaba jadeando y gotas de sudor se habían formado en su frente.

―…¿Cómo estuvo eso…? Ahora lo entiendes, Nebulis… Debes haber sentido sus palabras de poder. ¿Todavía crees que necesitas luchar contra el Imperio?

―¡Tsk!

La chica cayó. Estaba arrodillada en el suelo y no podía mantenerse en pie, jadeando del mismo modo que Yunmelngen.

…No fui sólo yo.

…Eve y Yunmelngen también lo sintieron.

Pero no era lo mismo para todos. La madre y el hijo que estaban detrás de Alicerose miraban a su alrededor como intentando localizar lo que había pasado.

―…Silencio, Yunmelngen ―Eve apretó los dientes. Maldijo sus temblorosas rodillas mientras se levantaba y se tambaleaba hacia Alicerose―. Te permitiré vivir por el bien de Crow… Pero mi odio hacia el Imperio no ha disminuido lo más mínimo. ¿Quieres cambiar el Imperio? Me gustaría verte intentarlo…

Puso una mano en la espalda de Alicerose.

―Vamos, Alice. Estás sangrando mucho por el hombro. Necesitamos que te atiendan antes que nada.

―¡Espera, Eve! ¡¿Qué pasa con Crow?!

―… ―Eve guardó silencio.

Sabía que era su responsabilidad responderle.

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―Alice ―dijo, esta vez sin evitar sus ojos. Crow dedicó a su querida familia la mejor sonrisa que pudo―. Gracias. Así es como terminamos el medio año que pasamos juntos en el Imperio, pero fue muy divertido porque Eve y tú estaban presentes.

―…¡Huh!

―Cuida la   herida de   tu hombro. Tienes   que recibir   tratamiento  de inmediato una vez que llegues a un lugar seguro.

―¡Crow!

―Por favor, ten cuidado ―dijo.

Intentó demostrarle que no tenía que preocuparse por él.

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Maldijo sus piernas temblorosas y luchó por mantenerse alerta hasta que se fueron.

Entonces las gemelas desaparecieron. Fue el poder de Eve.

Fueron engullidas por un torbellino negro. Luego su familia desapareció por completo del Imperio.

―Adiós, hermanas…

Mientras la capital ardía, Crossweil se mordió el labio, completamente solo.

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