Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 13

Capítulo 92: La Gran Guerra Humano-Dragón.

Parte 4

 

 

“Ahora, ¿estamos todos de acuerdo que, en un futuro, ni los dragones antiguos ni sus subordinados molestarán a Pacto Carmesí?”.

Los dragones reunidos asintieron.


“Y, como disculpa, nos dejarán tener un poco de sus cuernos…”

Asintieron de nuevo—

“¡¿Qué?!”.

El comandante del escuadrón de combate empezó a asentir por reflejo, pero se detuvo frenéticamente. Su verdadero líder era completamente inútil en este momento, por lo que el líder de los soldados había intervenido como negociador. Obviamente, Pauline era la representante de Pacto Carmesí.

“¡¿Nuestros cuernos?! Por favor, ¡cualquier cosa menos eso! Nuestros cuernos son nuestro orgullo y alegría, y dejar que los corten sería una vergüenza para las generaciones venideras…”.

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Ante sus palabras, ella se sintió un poco mal por ellos. Supuso que no podía insistir.

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Sin embargo, ¿cuál sería el precio de un fragmento de cuerno de dragón antiguo?

No cabía duda de que los beneficios de una escama o una garra no serían nada despreciables… ¿Pero un cuerno? En polvo, se decía que era una panacea, una poción de eterna juventud… Aunque eso no era más que un rumor, que no se podía confirmar en la vida real. Aun así, había algo tentador en la noción de integrar una parte del cuerno de un dragón antiguo en tu cuerpo… Además, dada la imposibilidad de cualquier humano de conseguir algo así, habría poca posibilidad de que alguien tratara de falsificarlo.

Aunque no tenía planes inmediatos de establecer un negocio,  Pauline  siempre  buscaba  artículos  que pudieran distinguirla cuando montara su tienda en el futuro. De hecho, con un artículo así en stock, cuando llegara el momento, ¡podría incluso encontrarse en conversaciones inmediatas con el palacio!

“Hmm…”.

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Ya que odiaba rendirse tan fácilmente, Pauline se lo pensó mucho. Entonces…

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“¿Y si hacemos que Lady Mile los recorte? Como con las garras de Sir Kragon…”, propuso Berdetice.

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“¡Oh!”, corearon los otros dragones.

En su encuentro anterior, Pacto Carmesí había reclamado una sección de la garra de Kragon lo suficientemente grande como para hacer una espada o un cuchillo, lo que significó que una uña terminó más delgada que las otras. Preocupada por los efectos que una garra dañada pudiera tener en sus cortejos, Mile había tallado una obra maestra en las garras de Kragon para ocultarlo. Había tallado la garra dañada en un diseño intimidante, y lo había complementado con un bello dibujo en otra.

“Sir Kargon, ese talón suyo ha sido un éxito con las hembras, ¿verdad? Escuché que has sido inhundado con peticiones de cortejo…”.

“!¿¡¿En serio?!?!”, gritaron los soldados. Aunque ellos mismos habían oído rumores, aún tenían que confirmarlos con el propio hombre, o dragón. Se volvieron hacia Kragon. “¿E-Es cierto?”.

Ante una pregunta tan directa, no había más remedio que dar una respuesta directa. Así, Kragon dio una respuesta un poco tímida, pero sincera.

“S-Sí… Ha habido siete… no, ocho creo. Ayer mismo

hubo una de Haruru…”.

“¡¿Qué?! ¡¿¡¿De H-Haruru?!?!”, gritaron tres de los soldados, con la cara desencajada. Al parecer, esta chica era toda una belleza, a la que todos habían echado el ojo.

“¡Te lo ruego! ¡Decora también la mía!”.

“¡No, seré yo quien les provea una astilla! ¡Después de

que recortes un poco, sólo haz que se vea super—!”.

“¡¿Qué estás diciendo?! ¡No podemos renunciar todos a nuestros preciados cuernos! Yo, como comandante, llevaré la carga de…”.

“¡¡¡Cállate la boca!!!”. “Aha…”.

Como de costumbre, la situación empeoró rápidamente.

“Bien, entonces cada uno quiere una garra genial y otra atractiva. Y en cuanto a los cuernos, no sabemos qué pensaran las damas, así que comenzaremos con uno a modo de prueba. ¿Suena bien?”.

“Si. Sin embargo, si las damas lo encuentran favorable,

¿quizás podrían hacer lo mismo con los demás?”. “Claro, claro…”.

Se había llegado a un acuerdo. Aunque Kragon parecía un poco molesto por la repentina aparición de rivales, el hecho de que un dragón acaparara a ocho damas era inexcusable, si no para los dioses, al menos para Mile. Era la misma Mile que nunca, en toda su vida, había tenido un pretendiente de su misma edad cronológica.

Obviamente, los seis soldados también se opusieron.

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Si un dragón perdía su garra, al menos le crecía una nueva. Lo mismo ocurría con sus cuernos, aunque no era nada parecido a la muda anual y el nuevo crecimiento de la cornamenta de un ciervo. Aun así, si el diseño tallado por Mile no les gustaba a los dragones, podían quitárselo. Podría doler un poco, pero volvería a crecer bien.

“¡Mm-hmm!”

Mile resopló ferozmente, con una expresión de logro en el rostro. Delante de ella había seis dragones con las garras completamente adornadas. Uno de ellos, el comandante de los soldados, tenía un cuerno tallado en forma de taladro retorcido.


“Hmmmm…”.

“Bueno, es bastante …”.

“Si…”.

“¡¡¡Nunca he visto nada más genial!!!”.

Las tallas de Mile recibieron críticas muy favorables. Como Mile no tenía ni idea de cuál sería el sentido de la estética de un dragón antiguo, se había preocupado un poco, pero al parecer había dado perfectamente en el blanco. Pauline, por su parte, recogió diligentemente hasta el último fragmento que se había desprendido en el proceso, sin dejar escapar ni una sola partícula. Además, como prueba de que no se trataba de falsificaciones, hizo que cada dragón grabara sus marcas en las escamas que les habían arrancado. Sólo eso certificaba que no eran productos de origen desconocido, sino auténticos objetos de un dragón antiguo concreto.

Falsificar el sello de un dragón antiguo sería una afrenta atroz a todos los dragones antiguos y un grave pecado. Por lo tanto, ni el más turbio de los mercaderes se atrevería jamás a intentar algo tan ilícito.

Aunque no era el tipo de cosa que se discutiera con frecuencia, había bastante historia sobre este tipo de cosa. Sin duda, muchas historias—todas las cuales inevitablemente terminaban en tragedia para los humanos envueltos…

“………”.

Detrás del grupo, Berdetice tenía un aspecto sombrío. Obviamente, él también había solicitado ser incluido en la decoración, pero los soldados se lo habían negado unánimemente, diciendo que era “demasiado pronto” y que podría tener su turno “cuando te conviertas en un verdadero soldado”. Por supuesto, no se trataba precisamente de una valoración imparcial, dado lo popular que solía ser incluso sin las decoraciones de Mile, y el hecho de que Shelala, la hija del anciano, siempre parecía estar a su lado últimamente.

Dragones antiguos o no, no parecían tener ningún reparo en poner zancadillas a los jóvenes cuando se trataba de asuntos de cortejo. Era… refrescante ver a individuos tan entregados a sus propios apetitos.

Junto a Berdetice estaba el líder dragón antiguo, con el mismo aspecto hosco. Dado que Berdetice había sido excluido por ser “demasiado joven”, no había forma de que el líder, incluso más joven que Berdetice, pudiera entrar en acción. Normalmente, los soldados no podían ir en contra de los deseos de su líder sin una buena razón, pero para cuando ofreció su débil: “¿Y-Yo también?”, Berdetice ya había sido rechazado, así que Mile tenía una buena razón para excluir también al líder. Si Berdetice estaba fuera por su falta de edad y experiencia, dijo, entonces el líder, que tenía aún menos, estaba obviamente fuera también…

Para empezar, Mile no tenía una opinión muy favorable del líder. Había ignorado infantilmente la orientación de sus mayores e insistido en su propio curso de acción insensato. Había involucrado a Pacto Carmesí en sus tonterías y luego había ordenado fríamente su muerte para calmar su propio ego. Además, él mismo no había hecho nada de eso, contentándose con observar cómodamente desde lejos mientras otros llevaban a cabo su voluntad. Aunque su comportamiento inmaduro podía justificarse por el hecho de que probablemente aún era un niño, en términos de dragón antiguo, Mile no sentía ninguna simpatía por él. Por lo tanto, no tenía intención de cumplir sus deseos.

¡Conoce tu lugar, niño! pensó Mile en su interior, con sorna.


Después de eso, el pelotón de soldados, con aspecto triunfante a pesar de su clara derrota; el decepcionado Berdetice; el líder de los dragones; y Kragon, que parecía haberse suavizado bastante de repente, inclinaron la cabeza respetuosamente ante Pacto Carmesí y luego emprendieron el vuelo de regreso a la aldea de los dragones antiguos. (Obviamente, Mile los había devuelto a su nivel de autorización original para que esto pudiera ocurrir).

Cuando se marcharon, incluso el líder actuaba de forma más admirable, dejando a un lado parte de su arrogancia inicial, como si se hubiera tomado un tiempo para reflexionar y se hubiera dado cuenta de sus errores. ¿Se había olvidado de sus ideas sobre la supremacía de los dragones antiguos, o sus ilusiones sobre ser el rey del mundo, elegido por los dioses, habían sido destruídas? ¿O simplemente se había dado cuenta de su inferioridad ante un ser superior?

Probablemente sea por lo que le dije, pensó Mile… “Si vuelves a pelearte con nosotras, los espíritus de la magia te abandonarán. Y la próxima vez, no te devolveré tus poderes jamás…”. Supongo que fue una amenaza bastante efectiva. El problema ahora es cómo explicar a todas las demás lo que hice…

Mientras las formas de los dragones en retirada se alejaban, las miembros de Pacto Carmesí se volvieron hacia Mile, todas en completo silencio.

Y entonces, Mile ofreció su explicación de la escena que acababan de presenciar.

“¡¡E-Es un secreto de familia!!”.

Fue una explicación hermética.

***

 

 

Por la noche, se produjo un extraño fenómeno en las montañas del Imperio Albarn.

La cima de una montaña se abrió de repente, y cuatro enormes flechas llameantes salieron disparadas hacia el cielo. Cada una medía unos tres o cuatro metros de diámetro y unos diez metros de longitud.

“Una flecha en llamas” era el único lenguaje que tenía la gente de este mundo para describir semejante forma. Sin embargo, si Mile hubiera presenciado la escena, probablemente habría pronunciado las siguientes palabras:

¿Un cohete?

Efectivamente, eran cohetes desechables, con primitivos motores de reacción.

Dado el nivel tecnológico de los constructores, probablemente habrían podido fabricar un sistema de propulsión  más  avanzado.  Sin  embargo,  dada  su escasez de materiales y equipos, crear algo así llevaría tiempo. Y el tiempo era esencial…

En consecuencia, habían optado por confiar en los procesos de reacción básicos, que eran los menos fiables pero los más rápidos y fáciles de poner en marcha. Con sólo una centésima, o incluso una milésima parte, del esfuerzo necesario para alcanzar una fiabilidad del 99,9999%, era posible alcanzar una fiabilidad del 95%. Con una fiabilidad del 95%, si se disparaban veinte cohetes, diecinueve deberían dar en el blanco.

Era suficiente.

Uno tras otro, los racimos de flechas incendiarias emprendieron el vuelo hacia el cielo nocturno. El interior de sus cuerpos cilíndricos estaba repleto de suministros. Y en el exterior de cada flecha había tres de ellos, cada uno aferrándose fuertemente con sus seis brazos y cuatro patas.

Su destino: el espacio exterior.

En el vacío del espacio, donde no hay oxígeno ni humedad, los materiales no se deterioran. Mientras un objeto esté protegido de la luz y de los rayos cósmicos, es posible mantener su forma durante bastante tiempo. Así pues, el espacio era un lugar donde aún podrían encontrarse los restos de los creadores de los constructores, creadores distintos de ellos mismos, que sólo persistían mediante la reparación, la restauración y la reproducción repetida.

Sería absurdo pensar que un sistema destinado a proteger al mundo de invasores externos no hubiera incorporado un sistema de satélites, incluso si no se esperaba que los enemigos aparecieran desde fuera de la atmósfera.

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La órbita de un satélite. Un punto de Lagrange. Un cinturón de asteroides. Algo con un periodo orbital inmenso, como un cometa…

Hacia allí se dirigían. Se jugarían la vida en ello.

Antes, había habido limitaciones en el alcance de sus actividades, el alcance de sus reparaciones, y la población. Todas habían sido derogadas ante sus palabras.

Sigan cumpliendo las expectativas de la gente que los creó. Y por favor, protejan este mundo…

Seguirían adelante. Hacia el infinito…

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