Hazure Skill Kage Ga Usui (NL)

Volumen 4

Capítulo 8: Incidente Del Secuestro, Parte II

Parte 2

 

 

—… ¿Tus padres o algo así? ¿Tus amigos?

—H as leído demasiada ficción — Forcé una sonrisa y continué — . L a respuesta es uno mismo. Tienes que matarte a ti mismo antes que a cualquier otra cosa. Si puedes hacerlo, no habrá necesidad de mantener tus emociones bajo control. Pase lo que pase, serás tan inquebrantable como un lago tranquilo.

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—B ásicamente… no tienes un sentido del yo…

—P odría ser algo así.

—O h-ho — Víctor me miró con lo que parecía ser respeto.

Desde que atravesé su Invencible, evidentemente había perdido toda la voluntad de luchar. No había ninguna posibilidad de que me golpeara.

—H ablaremos de los detalles más tarde. Primero, suelta a tu rehén.


—M uy bien.

Víctor encontró la llave y me guió por el pasillo. —P or aquí —dijo .

Como ya no necesitábamos a la falsa Maylee, desinvoqué a la sombra.

Víctor descorrió la cerradura y abrió la puerta.

—¿ Qué? ¿Se ha ido? ¿Dónde ha estado? ¡Estaba aquí antes!

La habitación estaba vacía, excepto el tsunorabi. Su nariz se movió.

Mientras Víctor entraba en pánico, le dije: —J usto ahí. He venido a salvar a este tipo.

Me dirigí al interior y recogí con cuidado a l conejo cuern udo .

Después de que Víctor me contara todo, volví al gremio con el tsunorabi.

Rila y Roje también estaban allí, viendo a los empleados trabajar con Maylee.

Cuando los ojos de Roje se encontraron con los míos, se apartó rápidamente.

—G rrr … — Aunque me gruñó, también bajó la cabeza y susurró en voz baja: —… Lo siento.

—N o, está bien. Me alegro de que el seguro haya sido útil.

Le di una palmada en la espalda a Roje y le entregué el tsunorabi a Maylee, que me miraba con curiosidad.

—O hh… es el conejito. ¿Lo has traído hasta aquí por mí?

—S í. Creo que quería verte.

Acaricié el pelo de Maylee mientras apretaba el tsunorabi.

Pensé que sería conveniente que le informara a Leyte de lo que había ocurrido, así que me dirigí a su despacho y llamé a su puerta.

— Soy Roland. Tengo un informe para Lady Leyte.

—P or favor, entra.

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Abrí la puerta y me dirigí al interior para encontrar a la reina mirando unos documentos.

—¿ Está ocupada, Lady Leyte?

—P or favor, sin tono formal. Estamos solos, ¿no ? — dijo Leyte con una sonrisa.

Cambiando a mi voz habitual, respondí: —T ienes razón. Lo siento. Para ir al grano, Maylee-Alias fue secuestrada.

—¡ ¿Qué?! Pero ella sólo estaba…

—S í. Me di cuenta de lo que pretendía el enemigo y preparé algunas cosas con antelación. Para ser más exactos, secuestraron a una falsa Maylee.

Le expliqué todo lo que había ocurrido.

—N o puedo creer que todo eso haya ocurrido en sólo una hora. Es una suerte que estuvieras aquí para evitarlo, Roland. Gracias.

—N o hace falta que me des las gracias.

—P or supuesto que sí. Por favor, permítame ofrecerle mi gratitud. Si se hubieran llevado a Alias, no sé qué habría hecho. Estoy segur a de que me habría pasado factura mentalmente también…

—P or favor, no te preocupes. Ella es… importante para mí, también.

Dey me había dicho que sería más fácil de entender si utilizaba esas palabras.

—J a-ja. Me alegro de que alguien tan asombroso como tú se haya aficionado a mi hija.

Según Víctor, era poco probable que hubiera un segundo intento de secuestro ahora que el primero había fracasado, ya que el objetivo estaría más atento que nunca. Si iban a secuestrar de nuevo, sería más eficiente ir a por otro.

Sin embargo, no se puede ser demasiado precavido.

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—S é que se opondrá, pero tendré otros guardias con Roje la próxima vez. Estoy seguro de que Maylee preferirá gente que no se sienta como un soldado. Si le parece bien, conozco algunos aventureros que serían perfectos. Puedo hacer los arreglos.

Leyte aceptó mi propuesta.

Mientras Maylee estuviera en el castillo, tendría sus guardaespaldas, y también habría más caballeros apostados fuera del palacio.

Primero pensé en el escuadrón de chicas guapas para los guardias.

Parecía que se llevarían bien con Maylee. Cada un a tenía un largo camino por recorrer, pero era importante que los protectores de la princesa se llevaran bien y funcionaran como una unidad.

Hay varias maneras de mantener a una persona a salvo. Ser capaz de luchar contra el enemigo era una de ellas, pero incluso si se perdía contra el enemigo, mientras la persona vigilada estuviera bien, entonces la misión era un éxito.

—M e enteré de algo por Víctor, uno de los secuestradores — declaré.

Gracias a la información de Víctor y a lo que Dey aprendió de Bale, por fin tuve una idea de la situación general.

—H ay dos grupos detrás del intento de secuestro de Maylee. El primero es la compañía Welger, y el segundo son las personas con habilidades que contratan.

Bale había formado parte de los primeros. Víctor era uno de los segundos; había sido contratado como aventurero a través del gremio clandestino. Aunque Víctor no tenía detalles, creía que la persona que había secuestrado a Maylee había sido otro aventurero contratado.

Los hombres que había matado en la casa habían sido de la compañía Welger. El trabajo de Víctor había sido protegerlos de quien viniera a rescatar a Maylee.

—L a que se llevó a la princesa fue una joven llamada María. Apuesto a que te preguntas por qué no está aquí, ¿verdad? Originalmente, se suponía que iba a quedarse, pero cambió su contrato. Le gusta salirse con la suya y sólo hizo la parte del secuestro porque era interesante. El resto la aburría, así que se fue.

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María… no había escuchado ese nombre antes.

Habían pasado cuatro años desde que dejé mi trabajo de asesino para unirme al grupo de héroes, por lo que es probable que se haya dado a conocer recientemente.

Muchos de los que operaban en los bajos fondos de la delincuencia dejaban de cambiarse el nombre una vez que se hacían con una reputación. La fama les daba más trabajo. Aun así, probablemente no era su verdadero nombre, sino uno falso.

Al igual que mi Maestra , cambiaba de identidad con regularidad, excepto cuando trataba con personas de confianza.

No conocía el nombre común de María, así que sólo podía adivinar cuál era su nombre entre sus allegados.

No era como si los agentes de primera clase declararan abiertamente: “ M e llamo fulano . Soy el que mató a ese tipo . Al menos, no los pocos que yo conocía.

Muchas identidades desaparecieron después de medio año, así que no tenía sentido recordarlas.

Tenía la costumbre de olvidar mis trabajos. Guardar esos recuerdos sólo aumentaba la posibilidad de tener problemas. Las personas que intentan ocultar sus recuerdos y las que no recuerdan en absoluto actuaban de forma diferente. El mejor camuflaje era borrar las experiencias de tu mente.

Aun así, podría recordar algunos trabajos si viera las caras de mis anteriores clientes.

—I nvestigué un poco más la empresa Welger — me dijo Leyte — . E l 40% de su dinero proviene de fuentes poco fiables. Por desgracia, con tantos comerciantes en sus filas, son funcionalmente intocables.

—T ambién está la cuestión de qué parte de la organización es corrupta. No creo que haya que asumir que el desmantelamiento es la única solución.

Leyte asintió. —P or supuesto.

—V íctor aceptó el trabajo a través de un grupo que actuaba para la compañía Welger. Esta no es una operación amateur. Dijo que seguramente aparecerá gente más peligrosa.

—M ás … — El rostro de la reina se nubló con evidente preocupación.

—S eguiremos constantemente sus movimientos y trabajaremos para que esto no se convierta en un asunto grave — le aseguré.

—G racias. Realmente eres confiable, Roland.

Con esto, concluy ó mi informe.

De regreso al gremio, pensé en Víctor. Me había preguntado cuánto estaría dispuesto a confesar, y resultó que me dio todo lo que sabía.

—¿ Estás seguro de que deberías hacer esto? — había preguntado — . ¿ Debes decirme todo esto?

—N o me importa. Ya que probablemente eres el único que podría matarme.

—I nvencible, eh… Parece una habilidad muy útil.

—¿V erdad? Así que… eres parte del Gremio de Aventureros, ¿verdad? Me gustaría trabajar allí alguna vez. Suena más divertido que estas cosas.

—N o te pagarían tan bien como trabajando en la clandestinidad.

—A mí tampoco me importa.

Víctor no había sido parte del plan para secuestrar a Maylee, y alguien había ejecutado el plan.

Sólo había estado presente para evitar un rescate, y como la princesa no estaba en la casa, no vio ninguna razón para luchar.

—S i estás interesado, entonces ven al Gremio de Aventureros de la capital. Tus habilidades serán bienvenidas allí —dije . Luego me fui.

A diferencia de mí, Víctor probablemente era una buena persona por dentro. Una parte de mí esperaba que él entrara en el gremio eventualmente.

Nunca apareció.

Pasó una semana y encontramos su cadáver. Un pescador descubrió el cuerpo cerca de un lago.

Una inspección minuciosa reveló que había sido apuñalado una sola vez con algo parecido a una daga, posiblemente un arma aún más pequeña.

Me impresionó la técnica. Victor probablemente no había sufrido, lo cual era el único resquicio de esperanza.

Ese hombre había confiado demasiado en su habilidad. Aunque imaginaba que era difícil no hacerlo, teniendo en cuenta lo poderoso que era Invencible. Sin embargo, a pesar de todo ese poderío, seguía teniendo una debilidad.

No existía la posibilidad de ser invencible.

Víctor había cosechado lo que había sembrado. Me hizo darme cuenta de nuevo de que tampoco había que subestimar el mundo subterráneo.

Una vez resuelto el incidente del secuestro, el escuadrón de chicas guapas se pasó por el gremio con una sincronización perfecta, y planteé la idea del trabajo de guardia.

Tod a s ell a s, incluid a la líder, Eelu, me dijeron inmediatamente que estaban encantad a s de hacerlo.

El castillo se animó cuando empezaron a vigilar a Maylee.

—M aestro Roland, por favor escuche. May trató de agarrar mi cola para tirar de ella.

Lyan vino a mi habitación después del desayuno, medio llorando.

Le di una palmadita en la cabeza para consolarla, y Maylee entró corriendo casi inmediatamente después.

—¡ Roland, no lo hice! No lo hice. Realmente no lo hice. Era tan esponjos a que quería tocarl a .

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—N o importa lo que haya pasado. Por favor, sólo llévate bien”.

Como l a s cuatro miembros del equipo de chicas guapas tenían que quedarse con Maylee, l a s tres restantes llegaron rápidamente.

—M ay… está cansada de Niton… Ahora quiere a Lyan — explicó Sanz en voz baja.

Parecía que Niton se había convertido en el nombre real del tsunorabi.

—N o me he cansado de Niton. Lo estoy cuidando bien — argumentó Maylee.

—T e olvidaste de darle de comer antes y tuve que hacerlo yo — replicó Eelu con una sonrisa, y Maylee se dio cuenta, sorprendida, de que en realidad podría haberlo olvidado.

—P or favor, no se lo digas a mamá… Se llevará a Niton.

—T odo irá bien. No le diremos nada a Lady Leyte — le aseguró Eelu. Mientras Maylee exhalaba profundamente con evidente alivio, Eelu continuó: —P ero asegúrate de concentrarte en algo más que en la aventura. También tienes que estudiar.

—U gh…

—S i no puedes… No tengo que terminar esa frase, ahora, ¿verdad?

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Cuando vio la intensa sonrisa de Eelu, Maylee se volvió hacia mí. —R oland, Eelu está siendo mala…

—N o lo es. Sólo está s tratando de eludir t us responsabilidades.

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Lyan asomó la cabeza por detrás de mí. —A sí es. Porque siempre intentas saltarte las cosas de inmediato.

—… Pero siempre estás detrás de mí jugando con Niton y haciendo un gran problema de ello. Es tan molesto.

—L yan, tienes que dejar de molestar a Maylee.

—S anz, ¿siempre tienes que ser tan comunicativ a ? No te escudes del maestro Roland.

En un giro, Sanz había traicionado a Lyan.

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En realidad, Lyan había sido el primer a en delatar a Maylee.

—A hora, Princesa Alias, es hora de tus deberes — Eché a l a s cinco fuera, lo que hizo que Maylee frunciera el ceño.

—P ero siempre vas directo al trabajo, Roland. Y luego no juegas conmigo para nada cuando llegas a casa.

—J a-ja-ja, ha hecho enfadar a una dama, maestro Roland — comentó Eelu, aparentemente divertida. Roje y Su habían estado observando todo desde fuera de la habitación.

—A hora mismo, tu trabajo es estudiar —dije .

—¡ No! Estudiaré si juegas conmigo.

—J ugaré contigo si estudias.

—G rrrrr… Bien. Recógeme y llévame a mi habitación.

No parecía que Maylee fuera a permitir más compromisos, así que hice lo que me pidió, llevándola en un brazo.

—E so es muy injusto. Yo también quiero que el maestro Roland me lleve — se quejó Lyan.

—… llamo a su espalda.

Sanz se subió a mí.

—E ntonces yo también tomaré un brazo.

Eelu enlazó los brazos conmigo y Roje me señaló.

—L ord Rileyla, ¿ves su falta de decoro? Se rodea de mujeres y las mira… Esa es la verdadera naturaleza de este humano — Como siempre, Roje se esforzaba al máximo por arruinar mi reputación.

Rila, que estaba bajo nuestros pies, bostezó y no pareció importarle.

—C reo que el maestro Roland es siempre correcto.

—S u, por qué pequeñ a … ¡Eres un a elfo, y aún así te pones del lado del humano!

—L a raza no debería importar. Tiene una visión tan anticuada, Lady Roje.

Fuera de la habitación, Roje y Su se miraban fijamente.

Como compañer a s elf a s, había supuesto que se llevarían bien, pero me había equivocado.

Tod a s empezaron a hablar a la vez, y como no parecía que fueran a calmarse pronto, me fui sólo con Maylee, fingiendo que no había oído a ningun a . Llegamos a su habitación.

—A segúrate de esforzarte en los estudios.

—D e acuerdo.

Rila también se deslizó.

—S us guardias no están aquí, pero debería estar bien por ahora. Bunnyton y yo podremos manejar las cosas — Parecía muy confiada. Dudaba mucho que fueran capaces de manejar cualquier cosa — . A pesar de lo que pueda parecer, Bunnyton es un alma dedicada que cree en los caminos de la mascota.

—¿ Qué demonios pasó entre tú y ese tsunorabi?

—H ay más belleza en dejar esas cosas sin decir. Confíanos a Maylee. Puedes irte.

—H asta luego, Roland —dijo Maylee.

—B ien, me voy.

Rila y Maylee me despidieron mientras bajaba por el pasillo. Cuando llegué a los guardias de la princesa, que seguían discutiendo, les dije que volvieran al trabajo.

Milia e Iris me esperaban frente a la puerta del castillo.

—L lega tarde, Señor Roland. ¿Qué estaba haciendo?”

—C uidando a l a s niñ a s — respondí.

Iris sonrió. —J a-ja-ja. Parece que tenías las manos llenas.

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—N o, no fue tan malo.

Los tres bajamos la colina de suave pendiente hacia la ciudad.

Este país tenía un largo camino por recorrer antes de que las cosas volvieran a ser estables, pero si el Gremio de Aventureros crecía, el orden público se asentaría y menos gente sufriría.

Cuando lo pensé así, no pude evitar sentirme motivado para hacer mi trabajo.

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