Hazure Skill Kage Ga Usui (NL)

Volumen 4

Capítulo 10: Diario De Aventuras De La Princesa Alias

Parte 2

 

 

—¿ Así que por eso lo hicieron?

Maylee se volvió hacia sus cinco guardias que la esperaban detrás. Tod a s se rieron nerviosamente.


—A unque no implique luchar, encontrar un objeto perdido es bastante difícil. Normalmente ha sido robado, o los recuerdos del propietario son demasiado vagos para dar suficientes pistas.

Cuando Maylee se dio cuenta de que Roland la halagaba, empezó a sentirse más orgullosa de sí misma.

—P edir ayuda a los comerciantes que son buenos en la recopilación de información para difundirla es digno de elogio. Lo has hecho bien.

Roland le dio una palmada en la cabeza, que hizo que sus piernas se sintieran como gelatina. Maylee no se atrevía a mirarle directamente a los ojos negros cuando la miraba con tanta atención.

—¿ De qué va a servir que un a niñ a se enamore de ti ? — dijo Rila con cierta exasperación tras saltar a la encimera.

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—T odo lo que hice fue elogiarla.

—H a-ha. Un hombre que no hace nada bueno. Eso es lo que eres”.

—¿ En qué sentido?

Maylee sintió una ligera punzada en el pecho al ver a los dos hablando de forma tan casual e íntima. Reconoció que no era la favorita de Roland.

—… ¡Me voy a casa ahora!

Cuando la princesa se puso en pie e intentó salir corriendo del gremio, Roland dijo: —E spero que te esfuerces tanto en tu próxima misión de rango F.

Y de repente, volvió a sentirse feliz de que él contara con ella.

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—¡ No!

Sin embargo, Maylee le sacó la lengua. Ignoró todas las objeciones y se apresuró a salir con sus guardias corriendo detrás. A pesar de lo que había dicho, Maylee sonreía.

◆ ?? ◆

—… Amy, parece que el secuestro de la princesa Alias fue un fracaso murmuró el conde Barbatos Guerrera en su despacho, como para sí mismo.

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Una mujer apareció por detrás de él.

—S oy consciente. Después de todo, fui yo quien resolvió el asunto.

—S í, por supuesto. Siento haberme repetido. Los malos hábitos mueren con fuerza.

El conde firmó documentos mientras conversaba, y la mujer se sentó en el borde de su escritorio.

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—S egún Víctor, el hombre que llegó a salvarla fue rápido, casi como si supiera que se la habían llevado. Además, la princesa Alias no estaba en la habitación en la que se suponía que estaba atrapada.

—¿ No lo e staba ? Tut, tut, Amy. ¿Qué capturaste entonces? ¿Aire caliente?

—E stoy segur a de que fue la princesa… Pero la verdadera cuestión es que alguien sabía del secuestro de antemano. Debe haber ideado un contraplano de…

—L as excusas no dan buena imagen.

—E sto sólo se convirtió en una faena porque la empresa estaba involucrada. Cuanta más gente sepa, más fácil es que se filtre la información. No creo que yo sea el responsable del fracaso.

—B ueno, tienes un punto. Tienen muchas cabezas, pero no muchos cerebros.

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—E l hombre que vino a rescatarla se dio cuenta de la habilidad de Víctor casi inmediatamente. Después de luchar contra un hombre que no conocía durante sólo un minuto, comprendió todo lo que necesitaba para ganar. Nos enfrentamos a alguien con habilidad. Son peligrosos. Lo suficiente como para que incluso yo tenga que estar en guardia.

La pluma del Conde Guerrera se detuvo bruscamente.

—… Qué inusual. Rara vez elogias a los demás — Apenas lanzó una mirada a la mujer sentada en su escritorio mientras leía en silencio sus documentos. —T e envié un mensaje como último recurso porque no podía ponerme en contacto. Nunca lo leíste, ¿verdad? Me entristece mucho pensarlo, Amy. Me costó tanto trabajo redactar esa carta de amor.

—O h, bueno, eso es muy malo. Pero considérate un hombre afortunado, Barbatos. Si hubiera sido una carta de amor y la hubiera leído, habría hecho pública la cosa.

El conde no escuchaba. En cambio, susurraba para sí mismo mientras leía sus papeles. Luego los dejó en el suelo y volvió a escribir y firmar.

—P odrías simplemente usar a los asesinos que seleccioné para ti como guardias. Incluso si esa división especial de bienestar público viene, deberías estar a salvo. Los asesinos te protegerán.

—S in embargo, prefiero que me vigile. Soy del tipo que trabaja su as hasta el hueso. No tiene sentido una carta de triunfo que nunca se juega, ¿verdad?

—¿ Serás capaz de reunir los fondos?

—N o inmediatamente, pero creo que tenemos buenas perspectivas. Habría sido mucho más fácil si el secuestro hubiera sido un éxito.

—O h, no seas tan desagradable. Deberías alegrarte de que las perspectivas sean buenas. Me sorprendió escuchar lo que has estado haciendo después de no verte durante tanto tiempo. Te has vuelto muy ambicioso en mi ausencia. Ja, ja.

—¿ Realmente suena tan ambicioso anular el Reino Felind?

—M e sorprendió la meticulosidad de tu plan y su escala. Planea atrapar al parlamento de Bardenhawk bajo su pulgar, por lo que tiene su respaldo. Parece que has pensado mucho en esto, aunque tú mismo seas un aristócrata de Felind.

—A hora es el mejor momento para ganarse el favor de los nobles, ya que todos están preocupados por el castigo del rey Randolph. ¿Sabías, Amy? Más aristócratas se han ensuciado las manos que han mantenido sus narices limpias. Naturalmente, estarían aterrorizados de ser parte de la próxima purga. Con un hombre así como rey…

—¿ Entonces qué?

El Conde Guerrera hizo una pausa en su trabajo y se encontró con los ojos de Amy. —E ntonces tendré que hacerlo desaparecer.

—N o es una tarea sencilla. El héroe vive en el castillo de Felind, ese gran héroe de verdad que salvó el mundo.

—E xactamente. Esa princesa-héroe acabará siendo un obstáculo en nuestro camino para aplastar a Felind. Por eso quería reunirme contigo directamente para hablar de esto, Amy.

—…

—P refiero usar mis ases siempre que pueda. Guardarme uno en la manga sería un desperdicio. Aun así, este trabajo puede ser demasiado grande, incluso para ti.

—E scúpelo. Si parece interesante, lo haré.

—N o es nada tan mezquino como un secuestro. Esta vez, me gustaría que asesinaras a nuestro héroe.

—Q ué interesante.

El Conde Guerrera suspiró, decepcionado.

—E sa es una mala costumbre tuya: basar tu trabajo en si es entretenido. ¿Cuándo te convertiste en un asesin a tan extrañ a ?

—¿ Quién puede decirlo?

El Conde Guerrera negó con la cabeza, pero dio una palmada, como si de repente hubiera recordado un punto importante.

—T enía algo más que preguntarte. ¿Recuerdas cuando me dijiste que conocías a la persona que estaba detrás de todo el desastre de la arena subterránea?

—S í. ¿Y?

—B ueno, me alegró saber que era así después de ver cómo salía volando el brazo del carnicero. Me costaba creer que algo tan rápido fuera obra de una sola persona. Sin embargo, usted afirmó haberlo visto mientras observaba a mi lado. Bastantes personas adineradas estaban esperando ese evento, ya sabes.

—¿ Qué quieres esta vez?

—N o me apresures. Me gusta saborear el momento cuando tengo conversaciones con mujeres hermosas.

Amy lo rechazó, diciendo: —C laro, claro.

—D espués de eso, la arena fue destruida en una explosión debido a alguna fuerza. Y Lord Moisandle… No, supongo que ya no tiene título. Eso fue despojado junto con su territorio. De todos modos, un hombre entró en su casa y lo arruinó todo. ¿No crees que es extraño, Amy? Debe tener algo que ver con toda esta tontería de la división especial de bienestar público.

—¿ Así que este culpable que tiene a todos los nobles preocupados es parte de la división especial de bienestar público?

—S í. Y si son conocidos tuyos, preferiría que me lo dijeras.

—N o está sucediendo. No sé dónde está. Ni siquiera yo puedo encontrarlo.

—T e envié esa carta esperando que resolvieras esto, pero si te niegas, debo recurrir a otras medidas.

El conde colocó una hoja en blanco sobre su escritorio y mojó su pluma con tinta.


—E s culpable de haber perturbado la arena subterránea. Quiero que describas su aspecto y me des cualquier otra cosa que sepas sobre él.

—¿ Qué pretendes hacer ? — preguntó Amy.


—P resentaré una solicitud al gremio clandestino. Estoy seguro de que una recompensa aparecerá algo sobre él.

El Conde Guerrera intentaba presionar a Amy, pero ella parecía no inmutarse.

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—D udo que funcione —dijo ella, pero procedió a contarle todo lo que se le ocurrió.

Recompensa: Cuarenta millones

Edad: Veinte años

Sexo: Hombre

Ojos: Negros

Participó en el desmantelamiento de la arena subterránea

Otros datos: Posee una habilidad que obstruye su reconocimiento


—A h, claro, y la parte más vital: ¿Cuál es su nombre?

—A menudo se hace llamar Hamel, Bjorn, Leon o Kruger. Y también… Roland.

—T ener su nombre podría no ser de mucha ayuda, entonces. Todos suenan muy comunes — comentó el conde, pero los añadió de todos modos.

-FIN DEL VOLUMEN 4-

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