Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (NL)

Volumen 14

Capítulo 1: Los Reunidos

Parte 3

◇   Ragi Zwe Nento

Ragi había sido empujado al Departamento de Gestión de Chicas Mágicas gracias a la encarnación de uno de los Tres Sabios. Ragi se había opuesto a que una chica mágica fuera la encarnación e incluso había criticado en voz alta la idea.

Una chica mágica sólo debería ser una observadora y no estar al mando. Desviar un oficio diseñado puramente con la fuerza de la carne y el poder de la magia en contraposición a otro propósito era pura blasfemia y falta de fe. Lo que hacía que un Sabio fuera un Sabio era la estima por el intelecto y la virtud por encima de los atributos triviales que podían expresarse en valores numéricos.

Los pocos compañeros que habían estado de acuerdo con él habían cedido al soborno o temían las represalias; uno a uno, fueron apartados de la oposición. Cuando Ragi descubrió que el amigo que había jurado luchar con él hasta el final había desviado la información hacia el bando de los partidarios, Ragi se dio cuenta rápidamente de que no podía hacer nada por sí mismo, y finalmente se rindió.

Lo apartaron de la corriente principal y lo alejaron del trabajo de investigación. Empezaron a asignarle tareas de burócrata en lugar de trabajo de investigador, tras lo cual recibió un aviso de cambio de personal. “Tu trabajo ha sido tan bueno que hemos decidido que ocupes el puesto de forma oficial”, le dijeron, palabras lo suficientemente amables en apariencia como para que no pudiera negarse. Así fue como lo llevaron a ocupar el puesto de jefe del Departamento de Gestión de Chicas Mágicas. La suerte estaba echada.

Ese movimiento, básicamente una degradación, era acoso en toda regla. No era que Ragi no hubiera considerado renunciar. Incluso si conseguir un trabajo en la Facción Puk estaba descartado, sabía que sería posible cambiarse a la Facción Caspar y vivir más libremente— o dejar el servicio del Reino Mágico para retirarse. Pero ambas opciones eran irritantes a su manera, esencialmente reconocimientos de su derrota. Tal vez era un hecho que era un perdedor tanto objetiva como subjetivamente, pero admitirlo era una cuestión aparte.

Sobre todo, a pesar de su caída en desgracia, Ragi seguía venerando al Sabio Chêne Osk Baal Mel. Cuando había visto a Osk como joven mago, el Sabio había sido una majestuosa bola de luz que calentaba el cuerpo y el alma al acercarse. Y cuando el jefe de los magos de la época había invocado a Osk con su propia carne y sangre como catalizador, se había convertido en una Sabia en forma de anciana pacífica y elegante que guiaba suavemente a los magos perdidos y hablaba de la armonía con el mundo. Pero había sido incapaz de soportar un espíritu tan grande y poderoso: cuando su cuerpo se había desvanecido, ella se había desintegrado junto con él, todavía sonriendo.

No era más que un recuerdo sentimental, y eso era lo que lo hacía tan irritante. Un dios que debería haber sido objeto de reverencia y temor se convertía ahora en un juguete para los tontos. Aquella gente decía: “Eso no es cierto en absoluto; nos esforzamos por que el maestro Osk se manifieste con más fuerza”, pero si le preguntabas a Ragi, eso no valía ni como pretexto.

Amando y venerando a Osk, Ragi lamentaba la situación del Sabio mientras se enfurecía con la suya. Estos sentimientos negativos le impedían quedarse quieto, y en su despacho del Departamento de Gestión, el fuego de su ira ardía constantemente mientras trabajaba. Gestionaba el registro físico de nombres de las chicas mágicas, que cambiaba día a día, y cuando ocasionalmente le visitaban magos o chicas mágicas, les permitía ojearlo si tenían permiso oficial, y les echaba si no lo tenían. Una chica mágica que se acercaba era básicamente una ladrona que buscaba robar información personal. Una vez denunció inmediatamente una a Inspección, pero nunca habían aclarado las cosas, diciéndole sólo que el incidente “se había resuelto”.

Incluso si eso fuera cierto, ¿no merecían los infractores de las normas un castigo? Decían que la ladrona, que también era conocida como la Cazadora de Chicas Mágicas, seguía rompiendo las reglas para desenmascarar a los criminales. Este hecho hizo que la rabia de Ragi ardiera aún más.

El registro de nombres físicos se había vuelto más detallado que nunca después de haber heredado una gran cantidad de datos, que, según le dijeron, habían sido generados por el Departamento de Informática. Incluso guardaba un registro de la magia especial de cada chica mágica y una evaluación de sus habilidades. Había un sinfín de formas de abusar de esta información por parte de aquellos que tuvieran la inclinación de hacerlo. A Ragi se le ocurrían diez o veinte en un momento de reflexión. Esa información no debería usarse libremente, y mucho menos ser robada.

Como resultado, aumentó la seguridad de su oficina en el Departamento de Administración. La hizo resistente a todo tipo de magia: teletransporte, lectura de la mente, control mental, adivinación, análisis de información, curvatura del espacio, manipulación causal, alteración de conceptos, saltos dimensionales, control de áreas limitadas… y ahuyentó a todos y cada uno de los tontos imprudentes que aparecieron uno tras otro. Desde el robo por parte de aquella Cazadora de Chicas Mágicas, no había dejado que se filtrara ni una sola información. Su principal motivación era la ira, y mientras fuera jefe de la División de Gestión de Chicas Mágicas, ésta seguía brotando indefinidamente.

Y así, Ragi pasaba todos los días en su despacho del Departamento de Gestión, ahora convertido en un espacio independiente recortado para convertirse en una isla aislada, rodeada de sigilos mágicos que flotaban en el aire mientras intentaba convertirla en una fortaleza indomable de defensa absoluta e invencible, puliendo continuamente su seguridad día y noche hasta que, un día, llegó una carta.

En un espacio sin arriba ni abajo, rodeado por cinco formaciones de figuras mágicas, Ragi sujetó un sobre blanco. Tenía un aire demasiado fuerte de ‘este mundo’ para ser algo utilizado por los magos. “¿Qué es esto?” Preguntó.

“Me han dicho… que es una invitación.” La que había traído la carta era, por desgracia, una chica mágica. Su traje de aspecto cálido y esponjoso le ponía de los nervios por alguna razón. En su cabeza, la apodó Oveja.

Respondiendo con un bufido, Ragi sujetó el sobre blanco sellado con cera.

Sólo con tocarlo, la información fluyó hacia él. Ragi frunció el ceño. Fruncir el ceño le hizo sentir sus profundas arrugas, lo que hizo que todo su cuerpo se tensara. Forzó su expresión rígida para volver a la normalidad. Incluso el mero hecho de cambiar su expresión era un esfuerzo, comparado con cuando era joven, pero no tenía ganas de hacer algo al respecto con la magia.

El que envió esta carta —Lyr Cuem Sataborn— era un mago que vivía para sus aficiones. En un abrir y cerrar de ojos, estaba metido hasta el cuello en nada más que experimentos de pasatiempos. Experimentos y más experimentos antes que nada. Eran su prioridad número uno, para exasperación de todos a su alrededor. Tampoco tenía familia. Evitar la asociación con gente de carácter, entre otras cosas, le había puesto en una situación similar a la de Ragi, pero como Sataborn había heredado la riqueza familiar, su fortuna le había ganado el derecho a profundizar en sus investigaciones a su antojo y hacer lo que quisiera, viviendo libremente y a su antojo sin estar atado a organizaciones y facciones como Ragi. Si se rastrea su árbol genealógico, se remonta a mucho tiempo atrás, lo que significa que su familia tiene estatus. Su familia estaba asociada a la Facción Osk, formalmente hablando, pero Ragi nunca había oído que Sataborn trabajara con ellos para nada. El estilo de vida irresponsable y sin obligaciones de Sataborn le irritaba, pero Ragi también le envidiaba. Aunque esa envidia estaba directamente relacionada con esa irritación.

“Así que murió… Ya veo.” Murmuró Ragi.

Al parecer, era cierto que había muerto durante un accidente. Ragi cerró los ojos y rezó por la paz de Sataborn en el más allá.

“¿Pero por qué me dejaría algo a mí?” Se preguntaba Ragi.

“L-Lo siento.” Tartamudeó Oveja. “Todo lo que me han dicho es lo que estaba en el testamento…”

¿Había sentido Sataborn simpatía por Ragi, pensando en él como un compañero de fuera? Era difícil creer que Sataborn le hubiera respetado en privado, pero ¿acaso no había ninguna posibilidad? Lo único que podía decir Ragi era que no entendía la mente de aquel excéntrico investigador.

“Pero esto es inescrutable.” Dijo Ragi.

“Um, ¿sí?” Respondió Oveja tímidamente.

“¿Por qué una de las condiciones de la lista es que lleve conmigo chicas mágicas?”

“Bueno… tampoco me han dicho el motivo, así que… me pregunto. Tal vez para atender sus necesidades personales o como guardaespaldas… supongo.”

Ragi volvió a fruncir el ceño y luego trató de relajar su expresión una vez más, pero ésta se congeló en una mirada ligeramente contrariada. “¿No bastaría con un homúnculo o un gólem?”

“Hay varios herederos más, y aparentemente van a llevar chicas mágicas con ellos… Realmente no sé si una sola persona no las tiene…”

¿Y si sólo Ragi, que tenía una tenue conexión con el difunto, llevaba homúnculos como acompañantes, mientras que los otros herederos llevaban chicas mágicas? Imaginando eso, parecía incómodo. Ragi golpeó el suelo con su bastón, y Oveja, encogida, tembló, agarrando los puños de sus mangas.

Antes de que ella pudiera decir algo, Ragi rechinó los dientes. Esto era tan molesto e indignante. “¿Qué creen que son las chicas mágicas?

¿Objetos de estatus personal o accesorios? Tonterías… qué absoluta tontería que Sataborn exija…”

Ragi lo pensó a pesar de su enfado por la situación. Podría conseguir algunos cuerpos orgánicos básicos. Si añadía sólo una leve cantidad de sentido y comprensión para no que generasen un ego, ¿no podría crear algo que se pareciera lo suficiente? Y entonces, si lo declarara una chica mágica, y pudiera, de alguna manera, pasar de largo…

“Probablemente no deberías hacer nada demasiado extraño…” Dijo Oveja.

“¡¿Qué demonios?!” Gritó Ragi. “¡Sinvergüenza! ¡¿Acabas de leer mi mente?! ¡Increíble! ¡Necesito más seguridad!”

“No, no te leí la mente… Estabas hablando en voz alta.”

Sus dientes rechinaron audiblemente. Parecía que tenía que llevar una, sin importar qué.

“De todos modos, ahora estaría demasiado asustada para leer tu mente…” Murmuró Oveja.

“¿Qué quieres decir?”

“Bueno, um, escuché cosas sobre eso.” “Dime qué.”

Oveja arrugó la cara como si fuera terriblemente difícil de decir, y luego miró hacia arriba, y luego hacia un lado. Parecía que estaba buscando a alguien que la salvara, pero no había nadie más que Ragi, y Oveja, y las figuras mágicas. “Um… Dicen que ahora mismo el Departamento de Gestión de Chicas Mágicas es un punto caliente.”

“¿Punto caliente? ¿Qué significa eso?”

“Dicen que tratar de robar información trivial del Departamento de Gestión de las Chicas Mágicas se ha convertido en una moda entre las chicas mágicas que son buenas en estas cosas… Es una competición llamada ‘robo extremo de información’, y la gente está aún más entusiasmada con ella porque la Cazadora de Chicas Mágicas ha sido la única que ha tenido éxito…”

La temperatura de Ragi por encima del cuello se disparó, haciendo que la cara de Oveja se torciera en una muestra aún más patética, tras lo cual saltó fuera del espacio una fracción de segundo antes de que Ragi pudiera gritarle. Al salir, se golpeó la frente con parte de la barrera y se fue de cabeza, golpeándose la nuca, retorciéndose de dolor mientras se arrastraba el resto del camino.

Qué incorregibles eran esas criaturas conocidas como chicas mágicas. Después de perseguir a Oveja, Ragi activó un hechizo de búsqueda. Él ya no consideraba absurdo llevar a una chica mágica para asuntos privados, pero seguía sin poder abusar de su autoridad como jefe de departamento para ordenar que le acompañara una. Así que eso significaba contratar a una autónoma, pero Ragi no tenía esos contactos. Sólo había habido una freelance que tenía una deuda con él

—se llamaba Tot Pop—, pero al parecer se había unido a una facción contraria al sistema y había provocado un incidente de fuga de la cárcel, durante el cual había muerto.

Los pensamientos de Ragi empezaron a desviarse, preguntándose por qué haría una tontería como esa, y se aclaró la garganta con fuerza.

Y también alguna otra chica mágica a la que conocía personalmente. No hace mucho, ese número había sido cero, pero durante el incidente del otro día en un evento llamado “El Gran Encuentro Atlético de Chicas Mágicas: Bolas de Arroz con Sabor a Caldo de Carne Incluidas”, se había familiarizado con unas cuantas. Por supuesto, no eran ni amigas ni socias, e incluso sería presuntuoso llamarlas conocidas, pero sería mejor que hacer una petición a alguien que no conocía en absoluto.

Menos de quince segundos después, que pudo percibir con precisión por medios mágicos, descubrió dónde estaban ahora mismo todas esas chicas mágicas mediante el hechizo de búsqueda. Una de ellas estaba buscando un compañero para competir en una batalla de ramen. Otra estaba montando un cortacésped en un viaje por un mundo paralelo. Y las otras también parecían ocupadas con trabajos o misiones y demás, pero la última no tenía ningún asunto en particular, y su agenda estaba abierta. Haciendo memoria, hablaba menos y era más tranquila que otras chicas mágicas, y no había mucho en ella que pudiera resultar molesto. Era justo decir que ella sería permisible para acompañarlo.

Ragi utilizó un hechizo de búsqueda para obtener la información de contacto de la chica mágica Clantail. En cierto modo, lo vio como un abuso de su posición, pero apartó ese pensamiento en un rincón de su cerebro, diciéndose a sí mismo que era una preocupación trivial.