Koujo Denka (NL)

Volumen 7

Prologo: Entonces

Parte 1

“Entonces, ¿estamos ganando?” pregunté. “De hecho, lo estamos, Grant-aniue”.

El décimo día desde que lanzamos la Gran Causa, nuestra rebelión contra la Casa Real de Wainwright, me encontró a mí, el duque Grant Algren, en las afueras boscosas de la capital oriental, encerrado en una habitación secreta de la villa de mi casa. Conmigo estaban Greck, el mayor de mis hermanos menores, y su mano derecha, Earl Raymond Despenser. Habían hecho un regreso temporal en wyvern para informar sobre el estado de la guerra. Mi siguiente hermano menor, Gregory, también estaba presente, ocultando su delgado físico bajo una túnica gris.

“Mi ejército ha ocupado con éxito la capital real y la región central que la rodea”, declaró Greck, irradiando confianza mientras señalaba con el puntero el mapa del reino sobre la mesa. “No te sorprenderá saber que no estamos solos al ver las políticas recientes de la familia real como una amenaza para el orden social existente. También tomé la custodia de Gerard Wainwright, que había sido transportado a la capital real. Ya ni siquiera puede hablar, pero será un rey títere útil. Y”—su puntero señaló el norte y el sur—, también traigo buenas noticias sobre los Howard y los Leinster. Al parecer, hace unos días, ambas casas abrieron hostilidades en sus fronteras, con el Imperio Yustiniano y la Liga de Principados, respectivamente. Los informes iniciales dicen que los Leinster perdieron su primer enfrentamiento y están a la defensiva, mientras los Howard están en el proceso de retirar sus tropas y súbditos de Galois. Date prisa, Grant. Ha llegado el momento de que avances sobre la capital real.

“¡Bien hablado!” Me vi sentado en el trono. El títere Gerard lo ocuparía en realidad, pero para todos los efectos, yo sería el rey.

“Esperen un momento, Grant-aniue, Greck-aniue”, intervino Gregory. Me giré para encontrarlo inclinado sobre el mapa.

“¿Qué pasa?” preguntó Greck, molesto por haber interrumpido su propuesta. “¿Tienes algo que agregar?”

“Sí, tres cosas”. Un dedo pálido y larguirucho tocó el oeste del reino. “Primero, Gerard es el único miembro de la realeza que hemos logrado capturar. Y en el oeste, las Lebuferas, sus vasallos y la Orden de los Caballeros Reales siguen siendo una fuerza a tener en cuenta”.

Greck chasqueó la lengua desagradablemente. Tenía la esperanza de apoderarse de la familia real junto con su capital, pero la feroz resistencia de los caballeros de la guardia y la escolta personal de la realeza había frustrado ese plan.

“¡Soy muy consciente de eso!” chasqueó. “¡Pero estoy seguro de que hemos herido al rey, y las fuerzas occidentales no pueden abandonar sus puestos! ¡La Casa Ducal de Lebufera y la Orden de los Caballeros Reales no se han movido en doscientos años, no desde la Guerra del Señor Oscuro!”

“Precisamente. No pueden arriesgarse a debilitar las defensas…”                  respondió                  Gregory desapasionadamente mientras su dedo atravesaba el mapa nuevamente, deteniéndose en la frontera occidental del reino: Blood River, un campo de batalla que la raza humana nunca podría olvidar. Solo los recuerdos de una amarga derrota permanecieron allí, donde nuestros sueños de reclamar la tierra santa y derrotar al Señor Oscuro se habían desvanecido. “Para evitar que los demonios reanuden su marcha hacia el este”.

“Entonces, ¿qué propones-”

“Pero esa lógica solo se aplicaría si tuviéramos al rey y su familia en nuestras manos”, continuó Gregory, pasando rápidamente por alto la interrupción de Greck. “Según mi información, se han retirado a la capital occidental. Las Lebuferas no se moverán, pero temo que la Orden de los Caballeros Reales sí lo haga”.

“Pero no todos”, gruñó Greck y golpeó el mapa con el puño. “¡Podemos manejar un destacamento!”

Nuestro fracaso en capturar a la familia real había sido un error de cálculo. Le hice señas a Gregory para que continuara. Mi segundo hermano más joven estaba aumentando en mi estimación, a pesar de su fragilidad y la sangre vulgar en sus venas, debido a sus útiles conocimientos sobre la situación aquí en la capital del este. En manos de un jugador habilidoso, cada pieza tenía su utilidad.

En segundo lugar, los Howard y Leinster.

“Ambos están en retirada”, respondió Greck. “Mi inteligencia está actualizada y corroborada por múltiples mensajes de wyvern y grifos. ¡Incluso los Caballeros del Espíritu Santo confirman que ambas casas han abierto hostilidades!”

Nos habían informado de que nuestros camaradas en el Imperio Yustiniano y la Liga de los Principados habían dirigido ambas potencias hacia el expansionismo, pero planeaban detener sus ejércitos después de recuperar el territorio perdido. Consideré el engaño en ese frente altamente improbable.

“No dudo que hayan ido a la guerra”, respondió Gregory, sonando inseguro de sí mismo. “¿Pero no crees que la noticia ha llegado a la capital real antes de lo que debería?”

“¿A qué te refieres?” pregunté, mirando el mapa. Numerosas piezas violetas, nuestros aliados, cubrieron el este y el centro del reino. Las únicas otras piezas cerca de la capital real representaban a los marqueses Crom y Gardner, que aún no habían mostrado sus colores. Piezas de azur, escarlata y esmeralda marcaban a nuestros enemigos en el norte, el sur y el oeste. Más allá de nuestras fronteras, marcadores claros representaban el Imperio Yustiniano del norte y los principados del sur de Atlas y Bazel. Y gracias a la intercesión de los Caballeros del Espíritu Santo, pudimos contar entre nuestros aliados a ambas potencias extranjeras. A vista de pájaro, nuestra posición parecía inexpugnable.

“Las comunicaciones entre las casas ducales están cortadas”, murmuró Gregory. “Así que simplemente me pregunto cómo la capital real, y solo la capital real, puede enterarse de los eventos tan rápidamente”.

“Oh, ¿eso es todo?” Greck se rió con desdén. “El imperio y la liga deben haberlos superado en número tres a uno al menos, ¡y no se puede discutir con números! ¿No es así, Raymond?

“Es cierto”, respondió Raymond, rompiendo su silencio. “Naturalmente, hemos recopilado inteligencia de múltiples fuentes, y todo apunta a los hechos de que los Howard abandonaron Galois y los Leinster sufrieron una derrota inicial”.

Gregory inclinó la cabeza hacia Greck. “Te pido perdón”, dijo, concediendo el punto sin más argumentos. Greck dejó escapar un resoplido triunfal.

Estuve de acuerdo en que los acontecimientos se estaban moviendo demasiado rápido, pero mientras la mayor parte de nuestros enemigos estuviera inmovilizada en el norte, el sur y el oeste, no teníamos nada que temer.

“¿Y tu tercer punto, Gregory?” pregunté.

“Por supuesto”. Gregory vaciló por un momento. Entonces, “La capital del este y su Gran Árbol aún no están completamente bajo nuestro control”.

Greck me miró con incredulidad.

“¿Qué quieres decir con eso, Aniue? Solo tenías que lidiar con un puñado de guardias reales y esos animales engreídos que estaban en cuclillas en nuestra ciudad. ¿Cómo podrían resistir durante diez días completos?!”

Recordé mi enfrentamiento con el hijo mayor de los Leinster, una bestia ficticia, el primer día de la Gran Causa. Me crucé de brazos y mantuve mi irritación bajo control mientras le explicaba la situación.