Koujo Denka (NL)

Volumen 7

Capitulo 4: ¡Oh, vaya!

Parte 5

Eso sacó a Edith de su sorpresa. “¡Soy una nueva apóstol, elegida por la Santa misma! ¡Y haré que te arrepientas de haberme tomado a la ligera!”, rugió, sacando dos viales de su manga derecha y rompiéndolos juntos en el suelo. Una mancha se extendió desde las vasijas rotas y luego corrió por la tierra, formando rápidamente una intrincada fórmula de hechizo en carmesí, gris y negro.

“¡¿Qué diablos…?!” exclamé, mirando a mi alrededor con los ojos muy abiertos de asombro.

“Las sombras de los imperiales que murieron aquí hace cien años acabarán contigo por mí”, alardeó Edith mientras, bajo su capucha, aparecían diseños serpenteantes en sus mejillas. “¡Solo ustedes tienen la culpa de convertir su posición en un viejo campo de batalla!”

Sentí un siniestro pulso de maná. El suelo retumbó: una gran cantidad de algo intentaba liberarse. Luego, un bosque de brazos esqueléticos brotó abruptamente del suelo. Apenas pude reprimir un grito mientras me preparaba para más combate.

-Podría ser este hechizo…

A mi alrededor, los soldados esqueléticos continuaron  levantándose.  Los  uniformes  que algunos todavía llevaban los identificaban como los muertos de guerra de Rostlay.

Edith llenó el aire con carcajadas estridentes. “¡Contempla el Ensueño de los Renacidos Inquietos, uno de los hechizos tabú creados por el brillante Demonio del Fuego! Eres fuerte, héroe, ¡pero ni siquiera tú puedes vencer a un ejército de muertos que se cuenta por decenas de miles! ¡Maldita sea tu pobre elección de campo de batalla!”

Alice no dijo nada.

-Ella está en lo correcto; estas son probabilidades imposibles. Pero…

¡¿Pero qué importa eso?! Seguí tejiendo toda la magia de hielo que pude reunir, decidido a no rendirme. Después de todo…

“¡Soy estudiante de Allen-sama!” grité. “¡Se necesitará más que esto para derribarme!”

“No sabes cuándo estás vencido”, dijo Edith con un resoplido desdeñoso. “Simplemente ríndete. ¡A estas alturas, tu llave defectuosa está muerta en la torre del Demonio del Fuego! Y Su Santidad seguramente estará complacida cuando regrese con la sangre del Héroe y los Howard. Pero no tengas miedo, en realidad no morirás. Su Santidad desea un mundo de felicidad para todos. Una vez que el experimento esté completo…” Bajo su capucha, sus labios se curvaron hacia arriba en una sonrisa de éxtasis.

“¿Qué experimento? ¿Son ese dragón esquelético y este tabú reconstruido meros subproductos? Y…

¿han encerrado a Allen-sama, a quien llaman una “llave defectuosa”, en la torre del Demonio del Fuego?”

“Buscamos la restauración completa y total del gran hechizo que el legendario Santo una vez ejerció: ¡la Resurrection!” Edith declaró, embelesada. “¡Su Santidad nos traerá un mundo donde ningún niño necesite llorar!”

Con dureza, grité: “¿Estás fuera de tus…?”

Alice levantó su mano izquierda para detenerme y dijo: “Mmm, capto la idea”. Aunque sonaba distante, los guerreros no muertos que nos rodeaban ya superaban los diez mil. “Tu amante es inteligente, hace que las cosas suenen bien y es difícil no estar de acuerdo contigo. Incluso yo anhelo hablar con los muertos a veces”.

Recordé el rostro sonriente de mi difunta madre, Rosa Howard.

“Pero la vida eterna”, continuó Alice, su tono se endureció. “No existe. Todas las personas mueren. Humanos, elfos, enanos… e incluso medio lobos como tú tienen eso en común”.

Edith se puso rígida.

Después de un momento, un susurro “¿Qué?” escapó de mis labios.

Alice sostuvo su espada en alto. “Pero por eso las personas transmiten sus sentimientos y los conservan, porque sostenidos por esos sentimientos, siguen adelante. Si niegas eso y matas al mundo con la desesperación que llamas esperanza…

“Imposible”, tartamudeó Edith.

“Increíble”, susurré mientras el cuerpo de Alice liberaba un estallido sobrehumano de maná, bañándonos en relámpagos. Luego, las luces cegadoras se fusionaron en alas brillantes, en las que ella se elevó hacia el cielo.

“En nombre de Alvern, los administradores de este mundo en el que los dioses han perecido”, declaró el Héroe, “los detendré”.

Una ráfaga violenta echó hacia atrás la capucha de Edith, revelando orejas de bestia, más pequeñas que las de Karen pero aún inconfundibles, y dos pequeños cuernos. “¡Cállate!” gritó, rechinando los dientes tan ferozmente que pude oírlo desde donde estaba. “¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Su Santidad se acercó y salvó incluso a un miserable como yo! ¡No dejaré  que  lo  niegues  y  viviré  para  contarlo!

¡Soldados resucitados, quiero a esa mujer muerta!”

El ejército de difuntos se retorció, formó filas y se precipitó como un río hacia Alice en el aire… quien bajó su espada con una leve mirada de tristeza.

“Thousand Bolts”.

Pensé que estaba acostumbrado al sonido de la magia del rayo después de ver tanto de Karen, pero el hechizo de Alice era único en su clase. Me di cuenta de que Edith estaba gritando, pero no pude entender sus palabras, ya que instintivamente me cubrí la cara con las manos. Ni siquiera pude oír mi propio grito en medio del estruendoso estruendo y el resplandor de luz blanca que envolvía todo Rostlay. Casi podía creer que el mundo se estaba acabando.

Finalmente, el destello y el estruendo cesaron, y bajé las manos.

“¿Qué?” Murmuré de nuevo, estupefacto. Había al menos diez mil soldados no muertos, y ese único hechizo los había matado… ¡¿a todos ellos?!

Edith no estaba a la vista, y su barrera también había desaparecido. Tampoco podía sentir a los soldados de hechizos contra los que Mina y los demás habían estado luchando. Aparentemente, la explosión de un rayo los había eliminado a todos. Sin embargo, la fuerza de su maldición permanecía.

“Se escapó”, se quejó Alice mientras se posaba en silencio frente a mí, sus alas desapareciendo, y devolvía su espada a su vaina. “Odio cuando lo único que saben hacer bien es correr. ¿Estás herido, Saint Wolf?”

“No, pero gracias por tu preocupación y por tu ayuda”, respondí, inclinándome ante ella. Luego crucé mi varita y mi estoque sobre mi cabeza, y una mezcla arremolinada de maná blanco y azul comenzó a formarse a mi alrededor.

Alice parecía desconcertada. “¿Qué vas a hacer?”

“Haré todo lo que pueda para purificar este lugar antes de que el maná se filtre en la tierra”, dije. “De lo contrario, esto se convertirá en un terreno baldío donde nada puede crecer”.

Ella hizo un ruido extraño, que sonaba como “Ahumph”, luego se balanceó de un lado a otro con evidente deleite. “Stella, eres mucho mejor pareja para él que la llorona escarlata. Acabas de pasar un mal momento, pero aún piensas en los demás tan pronto como termina. Si no fuera por tus pechos malditos, podríamos haber sido camaradas. Qué vergüenza. ¿Alguna vez pensaste en arrancarlos?”

“¡C-Ciertamente no!” exclamé, apresuradamente envolviendo mis brazos protectores alrededor de mi propio pecho.

Alice sonrió muy levemente, sacó su espada y la acercó a mi varita y estoque.

¿Qué es este sentimiento? Me recuerda un poco a la vez que vinculé el maná con Allen-sama.

“Te debo algo”, dijo, “y no creo que le importe que pague parte de mi deuda con uno de sus estudiantes. Purifica lo más fuerte que puedas. Ayudaré”.

“¡C-Correcto!” Empecé a construir el hechizo de purificación basado en hielo y luz a partir del segundo cuaderno que me había dado el Allen-san.

Es extraño, en este momento siento que puedo hacer cualquier cosa.

Ya no podía escuchar el estruendo de la batalla cercana. Para todos los efectos, parecía que estábamos en medio de un alto el fuego. Por el rabillo del ojo, vi a Mina y las otras doncellas corriendo hacia nosotros, junto con la princesa imperial Yustiniana y sus guardias.

Gracias a Dios. Todos parecen estar a salvo.

Entonces la voz ansiosa de mi padre estalló en mi orbe de comunicación. “¡Stella!” gritó. “¡Responde!

¿Estás a salvo? ¡Esta… tú! ¿Estas bien? ¡Voy en camino!”

“Padre”, dije lentamente.

“El lobo es demasiado ruidoso”, se quejó Alice. Luego, con una voz burlona y cantarina, “Pero eres muy amada, Saint Wolf”.

“Todos   los    que    tienen   un   orbe   pueden   oírlo, ¿verdad?”

Terminé de construir mi hechizo y envié una comunicación propia: “Para todos los que puedan escucharme, esta es Stella Howard, y estoy a punto de purificar este terreno. Esto no es un ataque. Por favor, mantengan la calma y observen el resultado”.

“¡Stella!” Mi padre rugió de nuevo. “¿Qué está sucediendo? Explica—”

Desactivé mi orbe y miré fijamente a los ojos de Alice. “¡Estoy listo!”

“Mm-hmm”.

Con todas mis fuerzas, lancé el hechizo de purificación compuesto de hielo y luz llamado Immaculate Snow-Gleam. Una pálida nevada azul cubrió Rostlay, limpiando la tierra profanada.

Mi magia está siendo amplificada. Y más allá de mis sueños más salvajes, en eso.

“Sus fórmulas de hechizos siempre son bonitas”, comentó Alice felizmente mientras observaba la purificación en curso con mudo asombro. “Pero no me gusta que este sea solo para ti, Saint Wolf. Te intimidaré más tarde”.

Mientras caía la nieve encantada, ocurrió un cambio extraño a nuestro alrededor. Por alguna razón, tanto nuestras propias tropas como los soldados enemigos, que habían estado al borde de la derrota, comenzaron a rodearnos y a juntar sus manos. Podía escuchar a todos murmurar.

“Debe ser una santa”

“Es un milagro”.

“Oh, ¿qué hemos hecho?” “Ha venido a guiarnos”

Alice dijo: “Felicitaciones, Saint Wolf. A partir de hoy, eres una celebridad”.

“No quiero ser famosa”, respondí con rigidez. “Quiero ser-”

“¿Su esposa?”

“Por supuesto que yo—”

Me sonrojé furiosamente y me quedé en silencio. Su burla furtiva casi me había hecho revelar mi deseo más secreto.

¡¿Q-Quién me creí que era para apuntar tan alto?!