Koujo Denka (NL)

Volumen 7

Capitulo 1: ¡No Es Verdad!

Parte 1

“¡No es verdad! ¿Esperas que crea que mi sensei, que Allen se quedó atrás para enfrentar una muerte segura y nunca regresó al Gran Árbol? ¡Me niego a aceptarlo!”

El grito de mi hermana menor, Tina Howard, llenó la oficina de nuestro padre en las afueras de la capital del norte. Su pequeño cuerpo tembló, y tanto su cabello (platino ligeramente teñido de azul) como la cinta blanca como la nieve atada detrás de su cabeza se levantaron con el maná que irradiaba inconscientemente.

“Stella-oneechan”, murmuró la chica con uniforme de sirvienta a mi izquierda, con lágrimas en los ojos, y abrazó mi brazo. Ellie Walker era la asistente personal de Tina y prácticamente una segunda hermana mía.

“Está bien, Ellie”, le dije. “Tina, cálmate. Escuchémosla primero”.

Ellie se quedó en silencio. Después de unos momentos, Tina murmuró:

“Está bien”.

Había adoptado un tono tranquilo para su beneficio, pero si no hubieran estado aquí, yo también podría haber estado llorando. Una tormenta rugía en mi corazón.

Allen-sama. ¡Allen-sama! ¡Allen-sama!

“Continúe con su informe”, instó un hombre de cabello platinado de complexión poderosa sentado en una silla: el padre de Tina y el mío, el duque Walter Howard.

“¡Sí, señor!” respondió Celerian Ceynoth, la dama caballero de la guardia real que había llegado con noticias de la guerra en la capital del este. A pesar de sus muchas heridas, permaneció de rodillas, con la cabeza baja y cerró los ojos mientras continuaba con su informe. “Lanzamos una búsqueda desesperada de Allen-sama tan pronto como regresamos de New Town, pero no pudimos localizarlo. Luego, uno de mis compañeros caballeros y yo obtuvimos grifos de la Compañía Skyhawk y escapamos de la ciudad. Yo fui al norte, y él, al sur. Me disculpo sinceramente por mi llegada tardía; me vi obligado a hacer una serie de desvíos en el camino”.

Ya habían pasado diez días desde el estallido de una rebelión noble conservadora encabezada por la Casa Ducal oriental de Algren. Habíamos pasado el tiempo intermedio reuniendo inteligencia lentamente, incluidas algunas noticias innegablemente buenas, como un informe de que Su Majestad y el resto de la familia real estaban vivos y bien en la capital occidental. La noticia de que mi amiga Felicia Fosse, que había estado trabajando en Allen & Co. en la capital real cuando comenzó la insurrección, estaba a salvo en el sur también había sido un alivio. Pero la situación en las capitales real y oriental seguía siendo un misterio. Según el hombre cercano a la vejez que esperaba detrás de mi padre, nuestro jefe de espías y mayordomo Graham Walker, el ejército rebelde en la capital real no estaba haciendo ningún movimiento, pero su análisis no había revelado nada más.

“Sabía que se esforzaría demasiado”, gimió el erudito caballero con anteojos que estaba junto a mi padre, presionándose la frente con la mano izquierda. El profesor era uno de los amigos más antiguos de mi padre y uno de los mejores hechiceros del reino.

“¡Allen es un tonto! ¡Un idiota absoluto!”

Casi protesté, pero una mirada al profesor me convenció de callarme. Su rostro era una máscara de arrepentimiento y su ira estaba consigo mismo.

“Sé que podría haber escapado solo si hubiera tenido la intención de hacerlo, pero fiel a su nombre, eligió seguir los pasos de Shooting Star”, continuó el profesor.

“Celerian, ¿cuánto tiempo puede aguantar Richard?”

Shooting Star era una leyenda del clan de los lobos. Cuando los humanos y los demonios se enfrentaron en la Guerra del Señor Oscuro, él lideró una brigada mayoritariamente de gente bestia. Y Allen-sama era su homónimo, como Karen, la hermana menor de Allen y mi mejor amiga, una vez me lo había dicho felizmente.

“Las palabras del vicecomandante fueron ‘Somos guardias reales. Duke Howard y el profesor sabrán lo que eso significa’”, respondió Celerian.

“Luchará hasta el final, entonces”, dijo el profesor. “No esperaría menos del hijo de Liam”.

“Admiro su determinación”, agregó mi padre. “Pero su situación debe haber sido demasiado grave para dar una respuesta definitiva”.

Ambos hombres gimieron.

Toqué la pluma de grifo verde mar escondida en el bolsillo izquierdo de mi pecho, un regalo de Allen- sama. Él y Karen estaban en mis pensamientos.

“¿Y qué hay del ejército del sur del imperio?” preguntó mi padre, cambiando su mirada a Graham.

“Deberían estar listos para marchar pronto. Calculo su número en doscientos mil”.

“¿D-Doscientos mil?” repitió Tina, aferrándose a mi brazo derecho y temblando nerviosamente. Su mechón colgaba fláccido.

“E-Eso es demasiado”, intervino Ellie, atónita.

“¿El Imperio Yustiniano?” Celerian murmuró en estado de shock, la sangre abandonando su rostro.

Luché para evitar que mi confusión interna se mostrara.

No, Stella. Tina y Ellie se preocuparán si tú también entras en pánico. Puedes llorar cuando estés solo.

“La situación ha cambiado”, dijo mi padre, volviéndose hacia el profesor. “Necesitamos aplastarlos antes de lo planeado”.

“Haremos un trabajo rápido con ellos”, estuvo de acuerdo el profesor. “Las tropas imperiales están mal abastecidas y mal disciplinadas. ¿Cómo va la evacuación civil?”

Ya he informado al subduque de Galois. Alojaremos a la mayoría de las mujeres, niños y ancianos en las afueras de la capital del norte. Shelley supervisará la mudanza”.

Shelley Walker era nuestra doncella principal. Aparentemente tenía antecedentes militares, aunque yo no tenía ni idea de eso hasta unos días antes.

“¡Ja!” El profesor se golpeó la rodilla. “¡Nadie en el reino maneja la logística como ‘la mente maestra’! Digo que dejemos nuestro escalón de retaguardia en sus hábiles manos. Graham, ¿qué has estado haciendo?”

“Para empezar, he estado difundiendo rumores a lo largo de la frontera de que los Howard están intimidados por el tamaño del ejército imperial”, respondió Graham.

—Un excelente plan —dijo lentamente mi padre.

“Que se sientan superiores hasta el último momento”, añadió el profesor.

Los tres hombres asintieron. Las miradas en sus rostros eran positivamente escalofriantes.

Luego, vacilante, Celerian habló.

“Allen-sama me confió un objeto para ser entregado a Su Excelencia, Tina Howard”.

“Sensei… ¿Allen me envió algo?” repitió Tina, limpiándose los ojos.

Celerian sacó un pañuelo blanco limpio y doblado de un bolsillo interior y se lo entregó a Tina. Su mano temblaba.

Tina tomó el pañuelo con ambas manos y lo desdobló. “¿Pero por qué?” preguntó ella, mirando aturdida al caballero.

“E-Ese es el que vinculaste con el personal de Allen- sama”, agregó Ellie, igualmente sorprendida.

El paquete contenía una cinta azul.

“Allen-sama desató las cintas de su bastón y nos las dejó cuando se quedó atrás para proteger nuestra retirada”, explicó Celerian, luchando por contener las lágrimas.

Por un momento, Tina no dijo nada. Luego, lágrimas frescas brotaron de sus ojos, goteando sobre la cinta mientras murmuraba: “¿Lo hizo?” Flores heladas comenzaron a girar en el aire.

Ellie y yo la abrazamos. “Tina-Ojou…”

“Tina, cálmate”.

“¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¿Por qué él no… por qué Allen no me llevaría con él hasta el final?” Gritó Tina, enterrando su rostro en mi pecho. Por un instante, la cinta azul brilló. Mientras lo hacía, la marca del gran hechizo Frigid Crane brilló en el dorso de su mano derecha, suprimiendo y disipando su hielo.

¿Podría Allen-sama haberlo imbuido de magia para mantener bajo control el gran hechizo?

Intercambié una mirada y un asentimiento con Ellie.

“Allen-sama también dejó un mensaje”, continuó Celerian, con voz temblorosa. “‘Porque Tina seguramente llorará’, dijo”.

Tina miró a Celerian, su rostro arrugado instó silenciosamente al caballero a continuar.

Celerian se enderezó y recitó: “‘No te apresures. Mantén la calma y ten cuidado. Mientras te apegues a eso, tengo fe en que estarás a la altura de cualquiera, incluso de Lydia’”.

“No lo creo”, sollozó Tina. “Sensei, ¿cómo pudiste?”

Ellie y yo murmuramos su nombre, y las tres compartimos otro abrazo.

“Bien hecho, Ceynoth”, dijo mi padre. “Déjanos y pasa tu tiempo aquí recuperándote”.

Con un levemente retrasado “¡Sí, señor!”, el caballero se retiró de la habitación, luciendo profundamente aliviado.

Mientras acariciaba la espalda de mi hermana que lloraba, miré la cinta azul y luego al profesor. Él asintió levemente. Tenía razón sobre la fórmula del hechizo pacificador.

“Stella, Ellie, ya estoy bien”, murmuró Tina, secándose los ojos y alejándose de nosotros. Luego se ató la cinta azul alrededor de la muñeca derecha y declaró resueltamente:

“¡Padre, tengo una petición! ¡Por favor, permítame ayudar en la sede!” Más flores de hielo llenaron el aire, haciéndose eco de sus emociones, pero no había nada salvaje en ellas. Parecían casi sagrados.