Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (NL)

Volumen 12

Capitulo 3: No Hay Chicas Magicas en Esta Vista de las Flores

Parte 1

Esta historia tiene lugar tiempo antes de que comenzase del Proyecto de crianza de chicas mágicas

***

Miró hacia arriba. Sobre ella había ramas llenas de flores de cerezo de color rosa pálido tan delicadas que prácticamente se podía ver el cielo azul a través de ellas. Un solo pétalo flotó lentamente, con suavidad, y se posó justo en la frente de Sanae. Era como si todos los cerezos en flor de aquellas ramas se acercaran. Por muy hermosas que fueran, tantas de ellas a la vez parecían prácticamente grotescas.

Nunca había pensado en cosas así. Solía tener montones de cosas que hacer que eran más importantes que contemplar o pensar en los cerezos en flor. Pero ahora, Sanae tenía tiempo libre para tomárselo con calma y ver caer los pétalos. En otras palabras, se quejaba de lo dura que era su vida.

Tras completar su periodo de formación, Sanae había sido asignada a su primer puesto en un departamento importante. Se había motivado muy repentinamente. Reduciendo el tiempo que dormía, aprovechando los momentos entre las horas normales de trabajo, había detectado las ineficiencias, grandes y pequeñas. Había muchas áreas en las que se podían reducir los costes si se corregían. Organizó un plan para reducir las alianzas inútiles y hacer que la empresa fuera más eficiente y ágil.

Sanae había estado orgullosa de su trabajo. Pero una semana después de su asignación, cuando había redactado los problemas de su situación actual, su jefe la había mirado como si fuera basura. Sus ideas no habían sido adoptadas y, desde entonces, había acabado chocando con su jefe y sus superiores por cualquier cosa, ganándose la reputación de empleada problemática.

Había tenido la mala suerte de que la pusieran bajo una dirección insensata. Su jefe era un idiota que creía obstinadamente en que si no está roto, no lo arregles; en su mente, el cambio conducía al fracaso. Eso había llevado a un cuello de botella. Su primer paso, que debería haberle abierto las puertas a una carrera de éxito, había arrojado a Sanae a las entrañas del infierno. El traslado a una filial en el quinto pino no era, evidentemente, una buena forma de ascender a la dirección.

Ahora que había acabado trabajando en la oficina de Ciudad N, a Sanae sólo le tocaba hacer el tipo de trabajo que cualquiera podía hacer. Apretó los dientes en todas las tareas mundanas hasta que le pidieron que vigilara un lugar para una fiesta de observación de los cerezos en flor.

En sus tiempos de estudiante también había habido muchas irritaciones en su vida, y esas irritaciones no habían hecho más que aumentar desde que entró en el mundo laboral. Debería haber subido más alto y abrirse paso por puertas más estrechas, pero cuanto más lejos llegaba, más fuerte y mayor era la resistencia de quienes la rodeaban. Tanto si se trataba de una escuela de primer nivel como de una de las empresas de comercio general más destacadas de Japón, siempre había incompetentes, y éstos arrastraban a Sanae hacia abajo.

Desde la infancia, Sanae Mokuou se había empeñado en insistir en que lo correcto era lo correcto. Su memoria e ingenio excepcionalmente fuertes habían respaldado que estaba en lo cierto.

Ya fuera en los exámenes de ingreso o en cualquier tipo de prueba de calificación, Sanae siempre salía ganando. Si lo decía alguien que ocupaba el primer puesto de la clase en el instituto educativo más alto del país, eso hacía que la afirmación fuera correcta. Siempre había sido así.

Pero si se le preguntara a Sanae si es una ganadora ahora, la respuesta sería no.

Tal vez si hubiera podido ir al extranjero, habría sido juzgada de forma diferente por hacer las mismas cosas. No—los idiotas que no tienen lo que se necesita para estar en una posición de liderazgo nunca deberían haber conseguido un papel de gestión por la vieja y desagradable costumbre de la promoción basada en la edad en primer lugar.

Reconocer que había perdido por culpa de unos idiotas era lo único que no quería hacer en absoluto. Y después de conseguir un trabajo en una buena empresa recién salida de la universidad, sintió que encontrar un puesto más nuevo y de nivel más básico en algún lugar también sería una pérdida. Aunque habría sido perdonable si hubiera fracasado por su propia culpa, no podía tolerar en absoluto perder por culpa de idiotas. Dejaría su trabajo actual cuando le conviniera.

Esto no era terquedad. Sólo era un poco exigente. No soportaba tirar de la paja corta cuando no había hecho nada malo. Era esta exigencia la que le hacía dar siempre el 110% en cualquier trabajo que se le asignara, a pesar de su insatisfacción con su situación, e incluso cuando la tarea era del tipo que cualquiera podría hacer.

Si le pedían que sirviera té, buscaba en Internet e iba a la biblioteca para buscar libros que la ayudaran a descubrir un método de remojo y vertido que hiciera que las hojas de té baratas tuvieran un sabor ligeramente mejor. Si le pedían que hiciera copias, se leía todo el manual de la fotocopiadora de cabo a rabo hasta que era capaz de hacer todo, desde arreglos rutinarios hasta reparaciones con las que incluso un profesional podría tener problemas.

Y conseguir un lugar para ver los cerezos en flor no fue diferente. Recorrió Ciudad N con su bicicleta plegable para encontrar el mejor lugar. El lugar tenía que ser poco conocido, una especie de joya escondida, pero los cerezos en flor tenían que ser tan hermosos como en los lugares conocidos, de lo contrario no tenía sentido. La búsqueda en Internet sólo le proporcionó los lugares más populares, así que tuvo que encontrar un lugar a pie, a la antigua usanza. La fusión de ciudades había hecho que Ciudad N fuera ridículamente grande, y recorrer la ciudad era realmente agotador. Se le hinchaban los muslos y las pantorrillas y le temblaban las rodillas, y al día siguiente apenas podía mantenerse en pie en el trabajo.

Encontrar el parque Jounan costó mucho tiempo y esfuerzo, pero era perfecto en todos los sentidos: situado en el centro de la ciudad, rodeado de edificios como si se hubiera abierto un agujero en ese espacio, y con muy poca gente alrededor. Los cerezos en flor estaban separados por uno o dos metros, en plena y densa floración, como si compitieran en altura. Sin embargo, el espacio no estaba totalmente vacío. Aparte de Sanae, había un puñado de personas que habían colocado lonas, pero había mucha menos gente que en el parque más céntrico, lo suficiente como para no tener que reservar un sitio. Pero se esforzaría al máximo en la tarea. Protegería este lugar con su vida hasta que su oficina cerrara por el día.

Claro, ella sabía que estaba exagerando un poco.

Sacudió la cabeza. La negatividad alejaría el éxito. Sacó su teléfono del bolso y abrió una aplicación: el juego que había empezado hace poco, Proyecto Crianza de Chicas Mágicas.

Sanae nunca había jugado a los videojuegos, ni siquiera de niña. Pensaba que pagar dinero para perder el tiempo era una estupidez. Pero ahora Sanae tenía mucho tiempo, así como mucho estrés que descargar. Se podría suponer que seguía pensando que los videojuegos eran una tontería, pero su teléfono estaba en su mano y el juego se había descargado antes de que se diera cuenta. Y cuando lo intentó, el juego la recompensó precisamente por la cantidad de esfuerzo que puso. Era mucho más amable que el mundo real. Así que por eso siempre hay más adictos a los videojuegos, eh, había pensado, y teniendo en cuenta cómo estaba ahora, tuvo que reírse de sí misma.

Sanae había escogido Proyecto Crianza de Chicas Mágicas porque era gratuito. Era demasiado mayor para querer ser una chica mágica; había creído que las chicas mágicas existían de verdad cuando era sólo una niña. Por aquel entonces, Sanae había pensado que, si te esforzabas, podías convertirte en una chica mágica, pero su actual situación en la vida era la prueba de que eso no era cierto. En retrospectiva, quizá ése había sido el primer fracaso de Sanae.

La pantalla de su teléfono se iluminó y apareció un bonito avatar de chica mágica con un campo de tulipanes como fondo. Llevaba su tiara de estrella, su cetro de águila, su capa de emperador y sus zapatillas de cristal de Cenicienta: todos ellos objetos raros lo suficientemente imponentes como para abrirse camino allá donde fuera su avatar.

Incluso en un videojuego, si iba a hacer algo, se lo tomaba en serio, con pleno compromiso.

Su nombre de chica mágica era Ruler. Se le ocurrió a partir de la palabra inglesa, que significaba “comandante” o “monarca”, pero nadie lo había descubierto. Cada vez que abría el chat del juego y otros jugadores veían el nombre de Ruler, sólo decían cosas como: “Es muy cómodo poder moverse de una ciudad a otra al instante, ¿eh? Pero no me gusta golpearme la cabeza cuando lo uso en interiores.” Así que se arrepintió de haberlo elegido, pensando que debería haberse puesto un nombre que incluso los idiotas pudieran entender, pero Proyecto Crianza de Chicas Mágicas no te permitía cambiar tu nombre.

Sanae estaba rodeada de idiotas allá donde iba. La mayor parte del mundo estaba formado por idiotas.

Hoy era viernes, y un nuevo evento del juego estaba a punto de comenzar, en unos treinta segundos más o menos. En primer lugar, comprobaría de qué evento se trataba; si podía hacerlo en solitario, se apresuraría a realizarlo por completo, y si necesitaba ayuda, crearía un grupo con el menor número de personas posible y tomaría la iniciativa esa tarde. El traje de Ruler dejaba claro que era una jugadora capaz. Reclutar a los miembros del grupo le supondría una auténtica avalancha de candidatos, y ella se limitaría a seleccionar a quien le pareciera más útil.

Aunque fueran idiotas o incompetentes, si tuvieran habilidades mágicas raras o fuertes habilidades de combate, serían buenos peones. Un excelente líder al mando les permitiría rendir por encima de sus capacidades.

En el momento en que abrió la ventana para iniciar el evento, el efecto de sonido de activación sonó, sobresaltándola. Pero eso no podía ocurrir; Sanae siempre jugaba a Proyecto Crianza de Chicas Mágicas en silencio. Si alguien la viera haciendo algo tan infantil como jugar a un videojuego a su edad, la vergüenza la mataría.

Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la había oído y entonces descubrió el origen del sonido. Una mujer en un banco cercano estaba mirando atentamente su smartphone. La luz que se proyectaba en su cara era la de Proyecto Crianza de Chicas Mágicas. Sanae había estado esperando a que comenzara el evento para poder activar su misión, y el teléfono de la mujer debió de emitir el sonido de activación casi en el mismo momento, lo que hizo pensar a Sanae que era su propio teléfono.

La mujer de mediana edad que estaba sentada en el banco era un espectáculo absoluto: tenía las piernas abiertas, llevaba una camiseta de manga larga con estampado de leopardo y apenas maquillaje; tenía una mirada desagradable, el cabello teñido de color castaño en el que se veían las raíces negras y una taza de sake en la mano. Si Sanae se hubiera dado cuenta de que una mujer como ella estaba cerca, habría elegido un lugar en otro sitio. Parecía que la mujer había llegado después de Sanae, sentándose ella misma en aquel banco en algún momento.

Espero que se vaya antes de que empiece el visionado de las flores, pensó Sanae, y como no quería involucrarse con la mujer, desvió rápidamente la mirada.

La mujer también jugaba a Proyecto Crianza de Chicas Mágicas, pero Sanae no sentía ninguna afinidad con ella. Las cosas gratis siempre atraen a la escoria de la sociedad. Por eso se ven tantos idiotas, incluso en los videojuegos.

Cuando Sanae echó un rápido vistazo a su alrededor, vio que la mayoría de la gente que había venido a ver los cerezos en flor no miraba las flores sino las pantallas de sus teléfonos.

El que estaba sentado en el banco al lado de la mujer de mediana edad era un chico de aproximadamente la edad de la escuela media, también en su teléfono. A juzgar por su peinado, su complexión, su onda, y también por el balón de fútbol que tenía a sus pies, este chico era un deportista, pero estaba totalmente absorto en su teléfono.

A poca distancia, había una chica alta apoyada en un cerezo. Llevaba el uniforme de una escuela secundaria bastante prestigiosa en esta ciudad; ella también estaba absorta en su teléfono.

Y aquella niña de allí llevaba el uniforme de una escuela primaria privada. Parecía que aún estaba en primer o segundo grado, así que ¿le parecía bien estar en su teléfono en lugar de jugar con sus amigos?

¿Qué hacían sus padres?

Y junto a ella había una joven pareja…

Vaya.

Sanae no pudo evitar quedarse sin aliento, haciendo una doble toma. Sobre una manta de picnic para una sola persona había una pareja apretada el uno contra la otra. Se miraban los teléfonos, susurraban y sonreían, y se mostraban increíblemente sensibleros de una forma que normalmente daría asco a Sanae, pero el hombre era absolutamente guapo. Tenía una complexión delgada y un encanto ligeramente femenino que se desprendía de la encantadora sonrisa de sus labios.

No hay muchas estrellas del pop o actores que sean tan guapos. Si Sanae tuviera a su lado a un hombre como él, que le susurrara cosas como: “Nadie más tiene que saber lo buena que eres” o “Me divierto más mirándote a ti que a las flores”, incluso una tarea mundana como elegir un lugar para ver los cerezos en flor sería emocionante.

Con cuidado de no quedarse mirando, Sanae disfrutó de echar un vistazo, y luego, como una idea tardía, también miró hacia la mujer que estaba a su lado. Era sencilla, con el tipo de rostro que se puede encontrar en cualquier parte, del tipo que se autodenomina de talla grande, pero que luego la gente llama gorda a sus espaldas.

Justo cuando Sanae había estado de tan buen humor, ahora estaba enfadada de nuevo. El mundo era injusto y poco razonable. Las cosas no eran como debían ser. Su irritación aumentó. Volvió a preguntarse por qué tenía que estar en un lugar así, y eso la enfadó de nuevo.

“Hey, señorita.”