Hazure Skill Kage Ga Usui (NL)

—…Y así el Señor Demonio se ha ido.

Estaba en los aposentos privados del rey. Después de derrotar al Señor Demonio, había informado de las buenas noticias al Rey Randolf, el hombre que me había contratado para la tarea.

—¡Oh! ¡Ohhh…! Has hecho un trabajo excelente.

Con algo más de cuarenta años, el Rey Randolf era un hombre de buen carácter que yo describiría como ni autoritario ni tonto.

—Nunca hubiera imaginado que el Señor Demonio más fuerte, y posiblemente más siniestro, de la historia sería tan fácil…

—El informe puede haber hecho que parezca fácil, pero si Almelia y los demás no hubieran estado allí, nunca habría podido ni siquiera poner un pie en el castillo.

Aunque yo era probablemente el más fuerte del grupo cuando se trataba de combates uno a uno, Almelia, la heroína, y Lina, la maga, eran más poderosas contra múltiples oponentes. Mi habilidad no tenía la potencia de fuego necesaria para los grupos grandes. Serafín, el alto clérigo, resolvía los problemas de forma inesperada, y Elvie, la Paladín, protegía a todo el mundo, y su fuerte sentido de la justicia nos ayudaba a menudo a tomar las decisiones correctas. Con las cualidades únicas de cada persona combinadas, pensé que formábamos un buen equipo.

—Aunque fuera yo quien te lo pidiera, me sigue costando creer que hayas derrotado al Señor Demonio por tu cuenta…

—La especialidad de un asesino está en las batallas uno a uno. Eso es todo.

No podía hablar por otros asesinos, pero mis técnicas de eliminación no suponían enfrentarse a varios enemigos. Así me habían enseñado, y ese era el estilo de combate al que me había dedicado. Los héroes, los magos y las demás clases se entrenaban asumiendo que se enfrentarían a todo tipo de situaciones, pero ese no era el estilo del asesino. Esperábamos a que se dieran circunstancias particulares, o incluso las creábamos, y buscábamos la oportunidad de realizar un asesinato garantizado.

En eso consistía el trabajo de asesino.

—¿Usaste algún tipo de habilidad especial?— preguntó el rey.

—No especialmente— respondí.

Lo único que podía usar era “Discreción”. Naturalmente, no podía llamar “especial” a algo así. En realidad, se consideraba una de las habilidades de eliminación. Podía usar algo de magia, pero una capacidad en ese sentido habría sido un juego de niños cuando se enfrentaba a un señor de los demonios.

Al parecer, se aceptaba generalmente que las habilidades directas utilizadas para atacar, defender, curar o potenciar eran las ganadoras. Lo había escuchado por todas partes mientras estaba con el grupo. Claro, si una persona común y corriente usara mi habilidad, sería un gran fracaso. Lo único que conseguirían sería evitar que los demás se fijaran en ellos durante un momento fugaz. Después de todo, no te hacía realmente invisible. Sin embargo, con el apoyo de mis técnicas de asesinato, mi destreza física y mi experiencia en la batalla, esa habilidad perdedora adquirió una luz diferente.

Desde que me di cuenta de que la Invisibilidad tenía una especie de sinergia útil con el asesinato, había estado trabajando duro todos los días tratando de idear nuevas formas de sacar provecho de eso.

—Supongo que el asesinato del Señor Demonio podría llamarse la culminación de tu carrera.

—No es tan dramático. Simplemente… necesitaba hacerlo para poder vivir.

—Por los dioses, eres un hombre modesto.

—Es la verdad.

—Bueno, he recibido informes personales de Almelia y los demás. Según ellos, las cosas no iban bien antes de que te unieras. Sus capacidades de combate y cooperación parecen haber subido rápidamente desde que te involucraste.

—Me dan demasiado crédito.

—No tiene sentido. Mataste al Señor Demonio, una hazaña que se decía imposible. Y lo hiciste sin ayuda, nada menos. No fue sólo Almelia… Elvie, Lina y Serafín dijeron lo mismo de ti. Me dijeron que nunca habrían llegado al castillo del Señor Demonio sin ti, Roland.

—Es un dar y recibir… Lo mismo podría decirse de cualquiera de ellos.

—Realmente no admitirás el triunfo que has logrado, ¿verdad? Tu victoria sobre el Señor Demonio te convertirá en una leyenda viviente.

—Por favor, eso es suficiente. Tal renombre es una carga demasiado pesada de llevar. No me conviene. Prefiero permanecer en la oscuridad.

—Bueno, está bien, pero me permitirás preparar un banquete para ti. Podrás pasar un tiempo en el castillo a tu antojo.

—Tendré que declinar educadamente. Al final, fueron el héroe Almelia y los demás los que derrotaron al Señor Demonio… ¿No es así?

La luz del mundo era demasiado cegadora para una persona de las sombras como yo.

—Eso ciertamente concuerda con la petición que te hice…

La petición del Rey Randolf había sido que apoyara al grupo de héroes y asesinara al señor de los demonios. Sin embargo, también había pedido que los héroes recibieran el crédito por la victoria.

—La heroína Almelia Felind es también la primera princesa del Reino Felind. Su linaje y su talento la convierten en la candidata ideal para ser convertida en leyenda. Como padre orgulloso, seguro que estarás de acuerdo.

—Olvidaste mencionar que también es inteligente y hermosa, Roland.

Tiene razón , pensé mientras esbozaba una sonrisa forzada ante el mimoso comentario del Rey Randolf.

Era cierto que Almelia era inteligente y hermosa. Había pensado que la razón por la que el rey me había pedido que matara al Señor Demonio y protegiera a Almelia y a los demás había sido para mantener la imagen de fuerza e influencia política del Reino de Felind sobre otras naciones. En realidad, puede que simplemente estuviera preocupado por su hija.

—Aun así, enviar a casa a un asesino legendario con las manos vacías sería una desgracia para la familia real de Felind, Roland. ¿No hay nada que desees? Puedo darte damiselas de belleza incomparable. Si prefieres dinero, nombra la suma que quieras. Si deseas una casa, te prepararé una de inmediato.

—Lo que deseo…

No tenía muchos recuerdos de la infancia. Había sido criado por mi maestro asesino en lugar de mis padres. La mayor parte de mis años de formación los había pasado perfeccionando mis habilidades. Ni siquiera sabía mi verdadero nombre. Sinceramente, no tenía ni idea de qué pedir.

—Si me preguntaras cómo matar a alguien, sería capaz de decírtelo enseguida, pero no tengo ni idea de lo que yo mismo deseo.

Hasta ese momento, me había ocupado de matar a varias personas y monstruos.

—¡Oh!— exclamó el Rey Randolf, dándome una pausa. —Dije que te dejaría tener hermosas damiselas, pero no puedes tener a Almelia. A ella no. Sólo tiene dieciséis años. No es lo suficientemente mayor para convertirse en una novia.

Arreglar un compromiso entre una princesa de dieciséis años y el príncipe de una tierra extranjera no me parecía tan extraño, pero aparentemente, el rey no tenía planes de casar a su hija tan fácilmente. Aunque no la entregara, probablemente habría tantos pretendientes para su mano como estrellas en el cielo.

—Harrumph— El Rey Randolf se cruzó de brazos mientras refunfuñaba. —¡Cómo… sin embargo, Roland… si dijeras que quieres la mano de Almelia en matrimonio…! Yo, Randolf, lloraría lágrimas de mi propia sangre, pero la dejaría…

—No, gracias. No la necesito.

—¡¿No la necesitas?!

Ahhh, bien. El Rey Randolf parecía genuinamente aliviado. Realmente era un rey bastante simpático.

—Sin embargo, es un poco decepcionante a su manera escuchar que no la quieres…

Al parecer, este orgulloso padre no podía aceptar que hubiera rechazado la mano de Almelia.

Traer a colación a la princesa me hizo recordar algo. En algún momento de nuestro viaje, Almelia había dicho que quería intentar “vivir una vida normal” . Nos habíamos preguntado qué era realmente “normal” , pero ninguno de nosotros lo sabía. Nadie en nuestro grupo había experimentado tal cosa. Los únicos estilos de vida que había conocido eran vivir en las montañas con mi maestro durante el entrenamiento y mis días de trabajo como asesino.

Dudo que nada de eso fuera normal.

—…Una vida normal.

—¿Hmm? ¿Qué pasa con eso?— preguntó el Rey.

—Me gustaría intentar vivir lo que tú llamarías una ‘vida normal’. En lugar de vivir como un asesino, me gustaría una vida sencilla y mundana. Del tipo que llevaría una persona normal.

En una posición así, podría ganar dinero sin tener que matar gente o monstruos. Podría estar en paz sin engañar a nadie. No tendría que preocuparme por las traiciones.

—¿Estás seguro de que eso es todo lo que quieres? Estar rodeado de una multitud de mujeres hermosas y pasar los días retozando con ellas tampoco es una mala vida.

—No me metas en el mismo saco que tú, Rey Randolf.

—¿Qué estás diciendo? Engendrar hijos es una parte legítima de mi trabajo— replicó el Rey Randolf indignado, aunque en broma. —Haz lo que quieras, supongo. Creo entender por qué es relativamente difícil obtener lo normal . Además de asignarte tu nueva vida normal, te proporcionaré cualquier otra cosa que necesites.

La recompensa original era que él cumpliría cualquier deseo que yo tuviera.

—Imagino que necesitarás algo para cubrir los gastos de la vida— declaró el Rey, dándome una suma de alrededor de un millón de rins. —¿Es suficiente?— preguntó, pareciendo inquieto.

—Es bastante, y estoy seguro de que será una gran ayuda. Gracias— respondí.

—¿Qué estás diciendo? Soy yo quien debería darte las gracias.

El Rey Randolf y yo intercambiamos un firme apretón de manos.

Scritch-scratch. Scritch-scratch-scritch. Se oyó un sonido de raspado en el exterior, y un gato negro entró por una rendija de la puerta.

—¿Un gato…? ¿Ha entrado un gato callejero…? No, parece que tiene un collar— murmuró el Rey.

Miau. El gato negro lanzó un maullido. Le acaricié la cabeza y le rasqué el cuello cuando se acercó a mis pies.

—Roland, si encuentras que hay algo más que necesitas….

Sacudí la cabeza y interrumpí al Rey Randolf antes de que pudiera terminar. —Esto es suficiente. Es tu trabajo convertir el mundo en un lugar donde no se requieran mis servicios.

El rey me dedicó una sonrisa tensa. —Así es. Entonces recemos para que no volvamos a encontrarnos. Y menos como enemigos.

—Eso debería estar bien. No creo que la gente normal tenga regularmente audiencias con los reyes.

Después de decir eso, salí de los aposentos del Rey detrás de mí. El gato negro me siguió.

Miau, miau, exclamó y empezó a rascarse el collar con su pata trasera.

—Muy bien, lo entiendo.

El collar era una especie de equipo mágico. Era un objeto bastante raro, pero me alegré de llevarlo conmigo.

Después de tocar el collar y dirigir algo de magia a través de él, el gato brilló débilmente y se transformó en una forma humana.

—Esa forma felina no me sienta bien; no puedo evitarlo.

Se apartó el pelo rojo que había llegado a posarse en su hombro. Su nombre era Rileyla Diakitep. Como su nombre real era largo, me había dicho que la llamara Rila.

—Imagino que pronto te acostumbrarás.

—No pude evitar escuchar que el hombre legendario que me derrotó, el Señor Demonio, deseaba una vida normal … Qué hombre tan extraño eres.

Rila se rió.

—¡Mira quién habla! Tú eres el insignificante señor de los demonios que ni siquiera pudo oponer resistencia a ese extraño hombre durante diez minutos.

Además de cambiar de forma, el collar restaba fuerza al portador en proporción a la cantidad de maná que poseyera. El objeto especializado, que incluso podría llamarse la peor pesadilla de Rila, era algo que había traído para contrarrestarla. Vendiéndolo habría ganado sin duda lo suficiente para construir mi propio castillo.

Cuando el Señor Demonio había “muerto”, habíamos dejado un cadáver falso hecho por Rila en la sala de audiencias. Una vez hecho esto, abandoné el castillo del Señor Demonio.

— Elaboré esta obra maestra reuniendo la esencia de mis artes mágicas. Ni siquiera los altos mandos de mi ejército demoníaco serán capaces de ver a través de tal artimaña. Y eso suponiendo que hayan sobrevivido.

Rila estaba totalmente segura.

En cuanto a los humanos, yo era el único que había visto de cerca al señor de los demonios.

Tras derrotar a Rila, le había puesto un collar que nunca podría quitarse. En ese momento, el ser conocido como el Señor Demonio había muerto, por así decirlo.

—Eres un hombre inesperadamente caritativo.

—La única razón por la que te dejé vivir fue porque no tenía otra forma de usar el collar. Incluso si lo vendiera, habría una posibilidad de que se utilizara mal. Además, no tendría ningún uso para el dinero que obtendría por él.

Aunque había dejado a Rila para que viviera como un gato el resto de sus días, me había seguido de todos modos.

—Independientemente de lo que pueda parecer, te agradezco que me hayas liberado de la responsabilidad de ser el señor de los demonios— Mientras Rila hablaba con voz cantarina, enredó su mano en la mía. Por alguna razón insondable, al parecer le había caído bien. —Realmente ahora, eres un asesino, y no lograste hacer el trabajo. Ha-ha-ha-ha.

—Sí, así es. Por eso me retiro del trabajo de asesino a partir de hoy— respondí.

—Entonces, ¿a dónde vas ahora?— Rila parecía regocijada mientras se agarraba a mi codo.

Como eso dificultaba la marcha, intenté apartarla, pero sus brazos eran como una prensa y se negaba a soltarme. A pesar de haber perdido su maná, parecía que aún tenía la fuerza de una mujer normal.

— Eso es obvio. Me dirijo a un lugar que no es ni urbano ni rural; voy a un pueblo normal.

—Oh, esa basura normal de nuevo… La perspectiva apenas me suena emocionante en absoluto…

—No lo hago por ti.

Rila me mostró un mohín mientras desaparecíamos entre la multitud de la capital real.