Lord of Mysteries (NW)

Volumen 1

Capitulo 165: Epitafio

“Somos guardianes, pero también un montón de desdichados miserables que luchan constantemente contra las amenazas y la locura”.

Las palabras de Dunn resonaron por toda la casa del Viejo Neil. Reverberaron a través del suelo corroído, las paredes y el techo, así como dentro de la mente y el cuerpo de Klein.

Nunca había tenido una impresión más fuerte de esa oración que la que tenía ahora.

Sintió que no olvidaría este sentimiento mientras viviera, incluso si regresara a la Tierra.

En medio de la atmósfera tranquila, Dunn caminó hacia el ‘cadáver’ del viejo Neil y se arrodilló. Sacó un pañuelo blanco del bolsillo de su gabardina y cubrió con él el ojo rojo oscuro, cristalino, que parecía dolorido.

En ese momento, Klein notó que las teclas del piano habían dejado de moverse. Apareció una figura débil y translúcida.

Esto…  Klein, que había activado su Visión Espiritual antes de entrar en la casa, se congeló.

¡No había notado esta extraña “alma” hasta ahora!

¿Fue porque Old Neil lo distrajo, o fue debido a las habilidades del viejo Neil después de perder el control? Klein vio la figura sin forma evaporarse rápidamente, desapareciendo ante sus propios ojos. Tenía una vaga idea de lo que estaba pasando.

Suprimiendo el sentimiento de pesadez en su corazón, escuchó la orden del Capitán: “Registra cuidadosamente la casa del viejo Neil en busca de posibles pistas”.

“Está bien.” Cuando Klein habló, le tomó un minuto reconocer su propia voz. Su voz era ronca y profunda, como si tuviera gripe.

“Está bien”, respondió Royale también.

La condición de su voz es casi igual a la mía… Es como si nuestras fosas nasales estuvieran bloqueadas…  Klein miró a su compañera de equipo, quien normalmente no tenía mucha expresión. Era como si la conociera por primera vez.

Colocando su bastón en un paragüero cerca de la puerta, se abrió paso evitando tocar el Artefacto Sellado 3-0611. Dio pasos pesados ​​hacia la sala de estar y subió al segundo piso. Luego buscó en cada habitación posibles pistas.

El viejo Neil contrató a alguien para que limpiara las habitaciones con regularidad, por lo que las habitaciones no estaban tan desordenadas como cabría esperar de un soltero. Todo estaba en orden, como si hubiera una presencia femenina en la casa.

Media hora después, Klein encontró algunas notas escritas a mano en una estantería en la habitación del Viejo Neil. Las notas registraban un ritual:

“Vida alquímica: Los materiales requeridos incluyen: 100ml de agua de manantial del Manantial de los Elfos (Manantial Dorado en la Isla Sonia), 50 gramos de cristal estrella, media libra de oro puro, 5 gramos de flogisto, 30 gramos de hierro rojo… Y un gran cantidad de sangre fresca de personas vivas”.

El viejo Neil anotó debajo de la parte sobre la sangre fresca de los vivos.

“Puedo considerar sacar mi propia sangre, acumularla poco a poco y preservarla usando magia ritual”.

Puedo considerar sacar mi propia sangre…  Klein cerró los ojos y aplastó las notas.

***

El jueves por la mañana a las nueve, hora de la luna. Cementerio de San Rafael.

Klein vestía su traje formal negro y sostenía su bastón. Se quedó en silencio en un rincón del cementerio.

Se había metido un pulcro pañuelo blanco en el bolsillo del pecho y sostenía una flor del Sueño.

Dunn, Frye, Leonard y Kenley llevaban un ataúd negro que contenía el cadáver del Viejo Neil. Caminaron lentamente hacia el frente de la lápida y en silencio la bajaron a la tumba.

Cuando vio que arrojaban tierra marrón a la tumba, Rozanne, que vestía un vestido negro y una flor blanca en el pelo, lloró.

“¿Alguien puede decirme si todo esto está sucediendo de verdad?

“¿Por qué perdió el control, por qué consumió la poción, por qué se convirtió en un Beyonder, por qué debe haber espectros y monstruos, por qué no hay una forma más segura? Por qué, por qué, por qué…”

Klein escuchó en silencio hasta que el ataúd del Viejo Neil estuvo completamente enterrado en el suelo, hasta que todos los signos de su existencia quedaron enterrados en lo profundo de la tierra.

“Que la Diosa lo bendiga.” Dibujó una luna carmesí frente a su pecho, luego dio unos pasos hacia adelante y colocó la flor del Sueño frente a la tumba.

“Que la Diosa lo bendiga.” Dunn, Frye y los demás se golpeaban el pecho en el sentido de las agujas del reloj.

Klein miró hacia arriba, enderezó la espalda y vio la fotografía en blanco y negro en la lápida.

El viejo Neil vestía su clásico sombrero negro; su pelo blanco asomaba por los bordes. Las arrugas junto a sus ojos y boca eran profundas, sus ojos rojo oscuro un poco turbios.

Estaba tan en paz, ya no sentía pena, dolor o miedo.

Había un epitafio tallado debajo de la fotografía. Provenía del contenido de la última entrada en el diario del viejo Neil: “Si no puedo salvarla, la acompañaré”.

La brisa de la mañana soplaba suavemente. El silencio y el vacío del Cementerio de San Rafael se cernía sobre todos.

…

Por la tarde, Klein llevó un formulario firmado por el Capitán a la armería.

Abrió la puerta entrecerrada y vio a Bredt con una espesa barba negra detrás de la mesa.

Klein se congeló visiblemente antes de entregar el formulario.

“Cincuenta rondas de balas ordinarias”.

Durante su pedido, miró la lata sobre la mesa. Sintió como si pudiera oler la fragancia del café molido a mano y escuchar las palabras descaradas en sus oídos: “Pero, ¿por qué debes esperar hasta tener dinero extra? “¡Puede presentar una solicitud a Dunn y hacer que apruebe los gastos!”

…

Bredt notó la expresión de Klein y suspiró.

“Puedo entender lo que estás sintiendo en este momento. Yo mismo no puedo creer que el Viejo Neil nos deje así. A veces, incluso siento como si esto fuera un sueño conjurado por el Capitán”.

“Tal vez este sea el destino de muchos Halcones Nocturnos”, respondió Klein con una sonrisa amarga.

Después de este incidente, sintió mucha más decepción y odio hacia los niveles superiores de la Iglesia por mantener en secreto el ‘método de actuación’.

“Esperemos que haya menos tragedias de este tipo, que la Diosa nos bendiga”. Bredt dibujó una luna carmesí frente a su pecho. Tomó el formulario de solicitud y entró en la armería.

…

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

El olor a pólvora llenaba el aire. Klein descargó sus frustraciones en el objetivo al que estaba disparando, hasta que terminó de disparar las balas que le había pedido. Luego se recobró y tomó un carruaje público a la casa de Gawain.

Completó series y series de ejercicios, como si se estuviera torturando a sí mismo, hasta que Gawain le dijo que se detuviera.

“El ejercicio no es para hacerse daño”. Gawain miró a Klein con sus turbios ojos verdes.

“Lo siento, profesor. Estoy un poco deprimido hoy”. Klein exhaló e intentó explicar.

“¿Qué pasó?” preguntó Gawain sin una oleada de emoción.

Klein pensó por un momento y luego dio una respuesta simple: “Un amigo mío falleció repentinamente”.

Gawain guardó silencio durante unos segundos. Se acarició el bigote rubio y dijo con voz fugaz: “Una vez perdí a 325 amigos en el lapso de cinco minutos, entre ellos había 10 por los que habría dado mi vida”.

Klein suspiró al darse cuenta. “Esa es la crueldad de la guerra”.

Gawain le lanzó una mirada y soltó una carcajada autocrítica.

“Lo más cruel de todo es el hecho de que nunca podré vengarme por ellos. Nunca podré cumplir sus sueños, y la respuesta se me escapa para siempre.

“En cuanto a ti, todavía tienes esa oportunidad. Aunque no sé exactamente qué pasó, sé que todavía eres joven. Todavía tienes muchas oportunidades”.

Klein se quedó en silencio por un momento. Tomó aire y se recompuso.

“Gracias, profesor.”

Gawain asintió y dijo sin ninguna expresión: “Tómate un descanso de diez minutos, luego haz diez series más de los ejercicios que estabas haciendo hace un momento”.

“…” Klein momentáneamente no estaba seguro de qué expresión debería mostrar.

***

Viernes por la mañana, en la sala de descanso de los Halcones Nocturnos.

Klein, Seeka Tron y Frye estaban sentados alrededor de la mesa redonda, pero no estaban jugando a las cartas. Uno de ellos estaba hojeando el periódico, el otro miraba aturdido por la ventana y el último sostenía un bolígrafo, queriendo escribir algo pero no lo hacía.

La habitación estaba en silencio. Nadie habló, y nadie bromeó. El ambiente era pesado.

“Uf…”  Klein exhaló. Bajó su periódico y planeó concentrarse en leer los materiales que había encontrado.

En ese momento, Dunn Smith llamó a la puerta y entró en la habitación. Miró a su alrededor antes de decir: “Klein, sal un momento”.

¿Qué pasó? Klein, que tenía una premonición de lo que estaba pasando, se puso de pie y salió de la sala de descanso.

Dunn se paró en la entrada de la escalera que conducía al sótano. Se volvió y miró a Klein.

“La persona que envió la Santa Catedral está aquí”.

¿La persona que me examinará está aquí? Los nervios de Klein se tensaron.