Magdala de Nemure (NL)

Volumen 4

Epilogo: Un Arcoíris Resplandeciente

 

 

Se acercaba el amanecer y todos los preparativos estaban a punto.

Algunos optaron por escapar con los Caballeros, mientras que otros optaron por abandonarlos y permanecer en la ciudad.

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La mayoría de los que salieron eran caballeros o mercenarios, y pocos herreros y mercaderes.

Porque los Caballeros, victoriosos en el pasado, se dirigían hacia adelante, tímidos pero prestos a arriesgar sus vidas.

Sin embargo, nadie les culparía. Porque era la libertad personal de uno para vivir, y lo más importante, nadie sabía el resultado si elegían quedarse en la ciudad. Tal vez se verían abocados a un destino lamentable.

“… Déjame en paz, o te romperé las manos con un atizador.”

Irine siguió blandiendo el martillo hasta el final, y una vez que dijo esas palabras, perdió el conocimiento.

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Con esa sobresaliente habilidad de herrera, seguramente podría seguir viviendo en esta ciudad, pero teniendo en cuenta cómo reparaba los cuerpos de los dragones con mucho entusiasmo, sería arduo para ella quedarse. Era probable que Irine nunca tuviera la intención de obedecer las órdenes de Kusla.

Porque sabía que el mundo nunca satisfaría su curiosidad.

“Bien, siempre estamos ocupados~.”

Weyland empujó a una cansada Irine dentro del carruaje, murmurando.

“Esto es lo que llamamos una vida emocionante.” “Bueno, esto es emocionante~.”

Mientras Weyland respondía, se podían ver tres lanzallamas de dragón a su lado. Todos se movían sobre un carro modificado, cada uno de ellos conducido por cuatro caballos. Las reparadas y pulidas estatuas de dragón de bronce destilado esperaban ansiosamente el momento de cargar por el campo de batalla.

Kusla se sentó en uno de los vagones, en el que había un dragón y un trono encima.

Miró al que estaba sentado en el trono. “¿No tienes miedo a las alturas?”

Kusla se burló de una fastidiada Fenesis, que iba vestida como una diosa de la guerra, con casco y armadura, para evitar ser herida por las flechas. Probablemente quería mantener una fachada, pues había soldados custodiándola.

Además, se podía ver cómo cerraba los ojos, murmurando algo, probablemente una oración. Su ansiedad era evidente para todos, pero incluso Kusla no era una excepción.

Al otro lado de las puertas de la ciudad estaban los enemigos, sabiendo que los Caballeros tenían intención de escapar, frotándose las palmas de las manos, esperando. Seguramente esta sería una batalla feroz. Nadie estaría lo suficientemente calmado para enfrentar lo que viniera después. Si hubiera uno tan temerario, habría muerto en otro lugar.

Kusla escudriñó los alrededores, y divisó al Heraldo Alzen y al Archiduque Kratal. Ambos tenían el ceño fruncido, esperando el momento crucial.

Kusla sonrió entonces para sí mismo. Si, al igual que el plomo puede convertirse en oro, buscar un desarrollo imprevisible fuera una forma de alquimia, ninguna situación sería más adecuada.

Una vez abiertas las puertas de la ciudad, les esperaría la vida y la muerte. La estabilidad, y su significado, permanecería en una tierra extranjera en el fin del mundo. Nadie podía predecir lo que les esperaba una vez que atravesaran el cerco.

Sin embargo, Kusla siguió siendo optimista. “¡Todos! ¡Esten listos!”

La voz de Alzen sonó. Con un estruendo, los soldados empuñaron sus armas en respuesta.

En el fondo de la boca del dragón, los herreros encendieron una llama. El asfalto preparado de antemano retumbó como el bramido del infierno.





Y pensar que había cosas así en este mundo.


En este caso, seguramente no les esperará nada una vez que hayan cargado.

  1. “¡Hey!”

Kusla llamó a una Fenesis que seguía orando. “Después de esto te espera un regalo. Hazlo bien.”

Weyland e Irine, agazapados en el dragón detrás de él inclinaron la cabeza al unísono, pero Fenesis se limitó a sonreír sarcásticamente.

Parecía disgustada, pero a la vez eufórica. “No te creo.”

“Supongo que era de esperar.”

“Entonces, lo obtendré con mis propias fuerzas.”

Kusla fue tomado desprevenido, y Fenesis le enseñó los dientes, como lo haría Irine.

“¡Abran las puertas!” Las puertas se abrieron.

Kusla se recuperó y puso las manos en las alas.

Ahhh, así que esto es alquimia. El plomo se puede convertir en oro, pensó.

Pudo escuchar a Fenesis inhalando fuertemente. Y así, ejerció más fuerza en sus manos.


En ese momento, el camino hacia Magdala se iluminó con un arcoíris resplandeciente.

 

-FIN DEL VOLUMEN 4-

 

Magdala de Nemure Volumen 4 Epilogo Novela Ligera

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