Magdala de Nemure (NL)

Volumen 4

Capitulo 3: Lágrimas

Parte 1

La fiesta en sí estaba destinada a calmar al pueblo, pero este jaleo nocturno era ciertamente alborotado.

Los sonidos del vino que se derrama, las risas, las voces que cantan resuenan sin cesar.

Kusla y los demás se acostaron pronto, en parte por el cansancio que les invadía y también porque tenían mucho trabajo que hacer al día siguiente.

Kusla no bebió mucho, y al día siguiente volvió a la casa gremial y saqueó los archivos. En asuntos no relacionados, hubo docenas de colapsos en la plaza frente a la casa gremial, como Kusla había esperado, e incluso los guardias de guardia estaban borrachos. Si Irine hubiese bailado allí, era probable que hubieran aparecido cadáveres.

Sólo Kusla y Fenesis fueron a la casa del gremio, pues Weyland e Irine refunfuñaron que sólo podían leer ante el horno del taller, y se quedaron allí. Y para Irine, que era analfabeta, había leído todos los pergaminos de imágenes de los archivos, y no tenía nada que hacer aunque se dirigiera allí.

Kusla hurgó en los archivos en busca de información valiosa, mientras Fenesis seguía copiando lo útil.

La noche anterior había consumido carne, una rareza en ese sentido, y había tomado algo de vino, por lo que se había desplomado pronto, y parecía haber dormido durante bastante tiempo. De hecho, estaba trabajando de forma fiable.

Poco después, era mediodía, y cuando Kusla invitó a Fenesis a dar un paseo por el mercado, le preguntó: ¿Podemos comer en el taller?

Probablemente deseaba estar en su nuevo hogar un poco más. Kusla también quería ver el horno del nuevo taller, y no se opuso. Tomaron unos cuantos libros y salieron de los archivos.

Eso solo habría estado bien, pero Kusla había olvidado algo obvio. Como tenía que comprar el almuerzo, tenía que llevarlo de vuelta. Compró pan y queso, una olla para hervir sopa con el pollo que había sobrado del día anterior. Sólo entonces se dio cuenta de su locura.

“Qué impropio de mí…”

“¿Eh?”

Fenesis sostenía en ambas manos las notas para el taller.

Kusla tenía los libros guardados en bolsas de monje colgadas de los hombros, con comida en ambas manos, y se puso a decir débilmente: “Soy un alquimista. Ahora tengo comida en las dos manos para comer en el taller, como si estuviera trabajando para mi familia. ¿Qué ha sido de mí?”

Fenesis se llevó un bocadillo, y luego soltó una risita.

“Hay una estufa en el taller, así que tenemos que apresurarnos a preparar el estofado, ¿no?”

“… Qué redundante.”

“¿Es así? Ah, pero antes tenemos que limpiar. El taller no parece haber estado en uso durante bastante tiempo.”

La cama del día anterior era simplemente el suelo de tierra, sin ninguna manta, así que Kusla y los demás pasaron la noche en la posada. Irine pudo al menos llegar a la posada, pero Kusla tuvo que cargar con Fenesis.

Tal escena era probablemente una tontería para los transeúntes.

“En ese caso lo dejare en tus manos. Estás en la edad de jugar a las casitas.”

“Muuuu…”

Fenesis frunció el ceño, pero era evidente que no estaba realmente molesta.

Y aunque Kusla se había burlado de sí mismo, tal ineptitud no le parecía tan mala después de todo, así que lo dejó pasar.

Relajarse, ¿eh?

Kusla recordó lo que le había dicho Fenesis. “Compramos el almuerzo…”

Fenesis abrió la puerta mientras decía esto, sólo para detenerse a mitad de camino.

¿Qué? Kusla entró un poco más tarde, preguntándose qué estaba pasando.

“Qué impresionante.”

El taller era agradable y estaba limpio. “¿Hm? ¿No hay fuego en el horno?”

Al igual que en el gremio de herreros de Gulbetty, Irine tenía el taller bien ordenado. Aunque eso no era en sí mismo un malestar, Kusla estaba un poco tomado por sorpresa, habiendo asumido que estaría fundiendo con Weyland.

“Ah, bueno, los Caballeros vinieron poco después de que te fueras.” “¿Los Caballeros?”

“Sí. Las rutas comerciales aún no se han establecido, así que no debemos gastar combustible innecesariamente.”

“Ahh.”

Esta era la tierra de los paganos, lejos de la red de información y recursos en forma de telaraña que los Caballeros habían establecido. Incluso después de haber conquistado la ciudad más grande, pasaría algún tiempo hasta que se pudiera intentar establecer contacto desde aquí hacia el Sur.

“¿Así que Weyland se durmió?”

Kusla miró hacia un rincón del taller y encontró a Weyland durmiendo sobre el heno que debería estar envuelto en carbón, durmiendo como un mendigo.

Es capaz de dormir mientras el de al lado está trabajando. Kusla estaba un poco asombrada por esto.

“Cállate ya~.” “Comida.” “Fuahhh…”

Weyland era típicamente letárgico, excepto cuando se trataba de trabajar frente al horno.

Kusla depositó el almuerzo en la mesa de trabajo que Irine había limpiado y los cuatro se sentaron en las sillas.

De repente, Irine estalló en una carcajada. “Jaja. Esto parece un taller.”

“Uno de verdad~.”

“Esto no es lo que quería decir.”

Kusla entendió muy bien lo que decía Irine. Y como sabía, se volvió para mirar a Fenesis.

“Ahora, pues, demos gracias a Dios y comencemos.” Dios, esto realmente fue una comida indecente.

Después de la comida, Kusla se centró en la lectura de los libros que había conseguido, mientras Fenesis seguía escribiendo.

Probablemente a Irine no le quedaba mucho trabajo por hacer, así que tomó una fregona y un cubo y recorrió el taller. En cuestión de instantes, el trabajo restante estaba hecho, y sólo entonces volvió al lugar de trabajo. Seguro que lo tienes difícil, pensó Kusla en su corazón. Sin embargo, tuvo la sensación de que Irine estaba inquieta por alguna razón. Se paseaba por el lugar de trabajo, jugueteando de vez en cuando con los estantes y otras veces con las herramientas colocadas en ellos.

Sin embargo, pronto se aburrió y se cruzó de brazos ante la caldera apagada, gimiendo y permaneciendo allí.

Luego, tras parecer que se había decidido, se dio la vuelta. “Hey.”

Kusla tenía la intención de ignorarla, pero al notar que se aburría mucho, levantó una ceja y preguntó.

“¿Qué?”

Kusla ya sabía a qué se refería Irine, y ésta reclinó la cabeza mientras decía: “Tiene que haber algo que pueda hacer, ¿verdad?”

Kusla escudriñó los alrededores, y se quedó algo impresionado al ver el taller ordenado: “¿Qué tal si remendamos algo de ropa? Esta compañera debe tener algo de ropa de trabajo.”

Kusla señaló a Fenesis, cuyos ojos verdes giraron mientras se atusaba el cuello con confusión.

“He remendado durante el viaje.”

“Esto es muy malo. Un herrero no sirve de nada si no se puede utilizar el combustible.”

“Ugh…”

Irine hizo un gesto de agonía. Probablemente no podría soportar la ociosidad.

Kusla llamó entonces a Weyland, que estaba tumbado en un rincón de la habitación.

“¡Hey Weyland!” “…”

Weyland no contestó, pero era evidente que estaba tumbado y no dormía.