Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (NL)

Volumen 7

Interludio 3: No Era Una Broma

Los papeles estaban apilados delante de ella, encima de la mesa con su mantel de encaje Battenberg. El material que Ripple había preparado para ella incluía perfiles y fotos de retratos.

Gracias a la firme disciplina y a la orientación incondicional de Frederica, Ripple era ahora una trabajadora de pleno derecho.

Había pasado bastante tiempo desde que dejaron el lugar donde Frederica la había educado, pero la alegría del crecimiento de una alumna —una alegría que no se podía cambiar por nada— había embelesado a Frederica en todo el sentido de la palabra.

Con su bola de cristal apoyada en el borde de la mesa, Frederica estaba absorta en la lectura de los periódicos. Cualquiera —incluida ella misma— reconocería a Frederica como una entusiasta de las chicas mágicas, y pasó este tiempo fundiéndose en cuerpo y alma en la mayor de las felicidades.

Cada una de estas chicas mágicas tenía sus propias peculiaridades. Algunas buscaban la fuerza, otras buscaban otro tipo de poder, estos bultos de ambición o de curiosidad irreprimible, simplemente rebosaban de energía.

De vez en cuando dejaba los papeles para dar un sorbo a su té y morder una galleta, y luego volvía a tomar los materiales para hojearlos.

Antes, Frederica había archivado el cabello de las chicas mágicas en una colección. Su anterior colección había sido confiscada por las autoridades, pero estaba agradecida por tener simplemente la oportunidad de reunir otra, y tenía suficiente positividad para permitirle pensar eso.

Los materiales de Ripple, por desgracia, no incluían cabello. Bueno, eso no tenía remedio. Eran el tipo de profesionales con los que había que tener mucha precaución. Había un truco para arrebatar un mechón de cabello. Quizás Frederica tendría que pasarle esa habilidad a Ripple.

Sorteó su té y trituró sus galletas. Echó un vistazo a su bola de cristal para comprobar lo que estaba pasando. Era una multitarea.

Fuera de la ventana, las sábanas y el yukata ondeaban al viento. La indulgencia de colgar la ropa en un lugar que pudiera verse desde las habitaciones de los huéspedes no le resultaba en absoluto desagradable.

Barriendo las migas de galleta de la mesa, pasó una de las páginas.

Snow White. Se había vuelto más dura. Su mirada era buena, menos ingenua, comparada con la de antes.

Marika Fukuroi. Era una cara conocida. No era del gusto de Frederica, pero su pureza era deseable.

Cuando estaba a punto de pasar a la siguiente, su mano se detuvo. Había un solo cabello entre los materiales, pegado cuidadosamente con cinta adhesiva.

Ya veo. Así que lo redujo al objetivo más suave del cual recoger el cabello, ¿eh?

Evitando a aquellos que estaban destinados a descubrirla si un acosador sin experiencia intentaba cosechar su cabello, como los mercenarios de los que había que desconfiar, los cazadores con los nervios tensos y las chicas mágicas asociadas a ciertos departamentos, había reducido a la que vivía de forma despreocupada y fácil, y cosechó su cabello. Este método cauteloso no era algo que Frederica le había enseñado. ¿Era esta tendencia simplemente la naturaleza de Ripple? No era en absoluto algo malo. Frederica podía sentir su sinceridad, que hacía lo mejor que podía dentro de lo posible.

Con el pulgar y el índice de la mano derecha, Frederica despegó con cuidado el cabello para evitar que se dañara y lo sostuvo a la luz.

Se quedó aturdida por un momento, exhalando un ohhh.

Probó a dejarlo en la palma de la mano. Incluso cuando no se sostenía a la luz, brillaba. No había torceduras en él. Incluso en este cabello, podía distinguir gradaciones de blanco, azul y púrpura.

Inmediatamente miró de nuevo los materiales. Tenía curiosidad por saber qué tipo de chica mágica era la dueña de este cabello.

A Frederica le encantaba el cabello de niña mágica. Pero rara vez tenía una reacción así. Un cabello hermoso tenía una historia. Fue en base a esa historia que el cabello se volvió hermoso, para empezar.

La horripilante media vida de Cranberry.

El estilo de vida audaz y firme de Archfiend Pam. El brillante futuro de Snow White.

Todas las chicas mágicas que tenían la luz y la oscuridad de la que carecía Frederica.

Saboreaba sus cabellos con los ojos, la nariz y la lengua, y experimentaba sus vidas indirectamente. Ese era el tipo de placer que sentía al amar el cabello de las chicas mágicas.

Este cabello era diferente. Antes incluso de descubrir de quién era, una estaca se había clavado en su corazón. Una cadena rodeaba su cuerpo y nunca la dejaría ir. Para esta única hebra ordinaria, una historia era innecesaria.

Brillaba como una gema, pero eso no era lo que la hacía preciosa. Si le gustaban las gemas, podía simplemente ir a robarlas. La magia de Frederica también podía usarse para ese tipo de cosas. En este cabello, había un mundo que iba más allá de las historias. Sólo su existencia era hermosa. Cautivaba y robaba los corazones de quienes lo veían.

Lo miró desde arriba, desde abajo, lo puso sobre la mesa, acercó su nariz y lo olió. Quería comérselo, si era posible, pero como ésta era su única hebra, no podía hacer nada precipitado. Si se lo comía impulsivamente y luego se enteraba de que no volvería a tener otro, aquella comida demasiado lujosa se acabaría. Si conservaba la hebra, podría disfrutarlo más.

Cuando probó a cambiar el ángulo, descubrió en él una maravilla totalmente diferente. El simple hecho de cambiar ligeramente las cosas que colocaba detrás, el paisaje que veía a través de él, los accesorios que lo acompañaban, hacían que surgieran nuevas emociones en ella, y abrumada, se cayó hacia atrás. No pudo contenerse y se golpeó la nuca contra el tatami para quedarse allí, embelesada.

Ahora que lo pienso, pensó y se levantó. Los materiales incluirían no sólo este cabello, sino también una foto. ¿De qué tipo de cabeza salió este cabello? ¿Cómo se arreglaba ese cabello? ¿Cómo estaba peinado? Tenía que verlo. Había una belleza en un cabello individual. Pero el conjunto también tendría una belleza colectiva.

Excitada por esta nueva pasión, se lanzó a la mesa. Un suspiro salió de sus labios. ¿Una chica tan mágica había permanecido sin descubrir en ese pueblo? ¿Y nadie lo había cuestionado? “El mundo está mal.” Gimió.

El poder destructivo simplemente en ver esta imagen. Si Frederica viera esto en carne y hueso, podría morir. Esto no era una broma.

No era como si quisiera morir. No sentía que morir le pareciera bien: el mundo estaba lleno de alegría y felicidad. Quería experimentar más, más de eso.

Pero aun así, Frederica no pudo contenerse.

Sujetando el extremo del cabello en su boca, lo enrolló alrededor del dedo meñique de su mano derecha.