Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (NL)

Volumen 7

Capítulo 1: Más Allá Del Prisma

Parte 5

✰  Princess Tempest—Mei Higashionna

Qué gran fracaso. Un verdadero fracaso masivo.

¡Nunca pensé que Aka estaría aquí…!

La única persona que no debería haber venido estaba presente. Mei hubiese preferido un millón de veces que estuviesen sus padres a ella.

Iba a convertirse en una chica mágica pasara lo que pasara. Y para ello, haría cualquier cosa, soportaría cualquier entrenamiento doloroso, daría la bienvenida a cualquier prueba que se le presentara. Pero Akari Hiyama no podía estar allí.

Mei Higashionna estaba en segundo curso. Su altura era media y su peso un poco inferior a la media.

Akari Hiyama, una estudiante de primer año de secundaria, era tan alta que Mei tenía que estirar el cuello para mirarla. Estaba bastante desarrollada en todos los lugares adecuados, pero seguía siendo bonita y delgada. Llevaba el cabello teñido de un rojo intenso y estaba maquillada. Akari también trabajaba a tiempo parcial en una tienda de comestibles; era básicamente una adulta. Siempre estaba al frente y tomaba la delantera en el club de niños del barrio. Incluso el grupo de chicos revoltosos que no hacían más que travesuras se comportaba cuando ella estaba cerca. Las chicas también la respetaban. Mei también respetaba en secreto a Akari.

Mei no quería enemistarse con ella, si era posible. Pero aun así, tenía que superarla.

Akari siempre era el centro de atención, y Mei estaba a su lado. Eso era precisamente lo que le daba una buena visión de lo que la gente sentía por Akari.

El verano pasado, Shou Minamida, de segundo curso, se trasladó a la ciudad debido al trabajo de su padre. Era muy diferente a los demás chicos de la zona, que eran todos estúpidos y groseros. Sus rasgos, de alguna manera teñidos de melancolía, la amabilidad que mostraba a los niños más pequeños, esa sonrisa digna… esos rasgos habían estado muy ausentes entre los lugareños antes de su llegada. Hablaba con cortesía y reserva, algo que difícilmente podría ser propio de otros chicos del pueblo.

De hecho, había muchas chicas de cursos superiores que se susurraban en secreto de quién estaban enamoradas, pero Mei ya había superado esa fase. En lugar de eso, optó por el estilo adulto de no decirle a nadie sobre su enamoramiento, manteniéndolo oculto en su corazón.

Cuando Shou recién se mudó, Mei no le había prestado mucha atención. Lo máximo que había pensado de él era que era bastante diferente a los demás.

No fue hasta la excursión de otoño del año pasado cuando empezó a fijarse en él.

Estimulada por toda la emoción, Mei se precipitó por el sendero de la montaña, pero resbaló y se cayó. Por suerte, no estaba malherida. Pero le dolía la pierna, y el raspón de la rodilla manaba sangre. Su ropa se había ensuciado y su sombrero había volado hasta un matorral cercano.

Su amiga estaba un metro por encima de la caída, mirando hacia abajo con preocupación, pero también tenía miedo de caerse, así que no podía ayudar. Y cuando Mei se sintió impotente y a punto de llorar, el que corrió hacia ella fue Shou.

Inesperadamente, para su imagen de niño flaco, les dijo a los niños cercanos que fueran a llamar a un adulto, y su voz al pedirle a Mei que no se preocupara fue muy tranquilizadora. Ella nunca olvidaría la sensación de sus brazos cuando vino a recoger a Mei para ponerla a salvo mientras daba vueltas por una pendiente más suave.

Sujetada en sus brazos como una novia, mirando desde abajo para robar una mirada al rostro de Shou, su corazón seguía latiendo como un loco. Un poco más y podría haberse detenido por completo. Todo lo que podía ver desde abajo era su barbilla, pero aun así, su corazón no se calmaba.

Una vez que se percató de la presencia de Shou, se dio cuenta rápidamente de algo: su atención estaba puesta en Akari. En cualquier ocasión, miraba hacia ella, e inmediatamente iba a ayudarla en las cosas más pequeñas. No era sólo que Akari fuera el centro de atención; cuando Akari venía a ayudar en el club de niños, Shou sonreía más de lo normal. Se mostraba más proactivo y también empezaba a hacer bromas.

Todos los demás allí eran sólo niños, y estaban desatentos e insensibles y descuidados, así que no notaron los cambios en Shou. Sólo Mei, que lo observaba, se dio cuenta.

Akari Hiyama, estudiante de primer año de secundaria. Shou Minamida, estudiante de segundo año de escuela media. Mei Higashionna, alumna de segundo curso de primaria.

Era injusto. ¿Cómo podía aceptar una confesión de amor de una niña de primaria un chico de escuela media que admiraba a una chica mayor? La escuela de Akari era mixta, y Shou podría entrar fácilmente. En el peor de los casos, dentro de dos años, Akari y Shou estarían en la misma escuela: ella, en tercer año, y él, en primero. Si eso ocurría, Mei, que aún estaba en la escuela primaria, no tendría ninguna posibilidad de ganar.

Mei había estado empapando su almohada de lágrimas, pensando que no podía haber una niña de segundo grado más desgraciada que ella, cuando había llegado ese correo de solicitud: ¿Quieres ser una chica mágica? Estaba segura de que sería su última oportunidad.

Una niña no era un buen partido para un chico en la escuela media. Pero, ¿y si fuera una chica mágica? Mei sabía bastante sobre las chicas mágicas. Los lunes por la mañana, hablaba con sus compañeros de clase sobre el episodio de Cutie Healer que se había emitido el día anterior.

A veces, cuando una chica mágica se transformaba, su cuerpo también cambiaba por completo. No se limitaba a adornarse con un disfraz, una batuta, un espejo compacto, una pandereta u otros accesorios similares. Una niña pequeña podría transformarse en una niña mayor, en edad de ir al colegio o al instituto. Y, por supuesto, tendría un aspecto impresionante.

Si las chicas mágicas que estaban sondeando ahora eran ese tipo de chicas mágicas, entonces Mei podría obtener el derecho a apoderarse de su felicidad. En otras palabras, se confesaría con Shou, y si las cosas iban bien, entonces podría salir con él.

Sabía que debía trabajar duro para proteger la paz del mundo y hacer feliz a la gente. Y siendo consciente de ello, pensó que mantendría su verdadero objetivo en secreto cuando se convirtiera en una chica mágica. Si había muchas chicas mágicas, seguramente algunas tendrían sus propios motivos impuros. Pero si hacía todo lo correcto una vez que se convirtiera en una chica mágica, seguro que sería una buena chica, independientemente de los motivos que tuviera para conseguirlo.

Pero ahora Akari también estaba aquí. Como no podía ganar en la misma arena, Mei había pensado en resolver su situación convirtiéndose en una chica mágica, para que Akari no pudiera convertirse en una.

“Y esto es muy importante. Como todas ustedes saben, una chica mágica nunca debe dejar que se conozca su identidad. Si rompen esta regla…”

Mei se tranquilizó mientras tomaba notas. Miró a Akari, que parecía aburrida. No parecía que estuviera escuchando realmente. Ni siquiera había sacado un cuaderno o un lápiz.

No había forma de que Akari se convirtiera en una chica mágica si no iba a tomárselo en serio. Y aunque lo hiciera, la despedirían enseguida. Eso era obviamente lo que pasaría.

Incluso si, por algún error, Akari no terminaba expulsada, si Mei era la diligente y Akari no, seguramente Mei se convertiría en una gran chica mágica. Y cuando eso sucediera, Shou sólo tendría ojos para Mei.

Mirando a las otras dos chicas, Mei pensó que parecían estar escuchando, pero no estaban tomando notas. Esto podría acabar con la victoria de Mei en solitario. Subrayó con un rotulador los puntos que la profesora había dicho que eran más importantes. El sonido chirriante que hacía al frotar el papel era de alguna manera agradable.

“Muy bien, entonces, tomen.” De su sobre de manila, la profesora sacó cuatro pequeños espejos de mano y gemas y los repartió uno a cada una.

Las rocas eran demasiado grandes para llamarlas gemas, así que tal vez fueran falsas. Tenían forma de huevo, eran lisas y redondas, y medían cinco o seis centímetros. Cada una era de un color diferente: la de Akari era roja, la de la chica de la escuela media era azul, la de la chica de la universidad era amarilla y la que tomó Mei era blanca. Los colores eran profundos y vibrantes. No parecían simples bolas de cristal.

Los espejos de mano tenían unos diez centímetros de ancho, con asas de plástico y etiquetas de precio que indicaban que cada uno costaba cien yenes, impuestos incluidos. Lo más probable es que fueran de una tienda de cien yenes.

“Los espejos no son ningún tipo de objeto mágico. Los he traído para que se vean después de transformarse. Las gemas son mágicas. Se las confiaré, pero si las pierden, se acabó. Por favor, tengan cuidado de no perderlas nunca.”

Eso fue bastante sensato.

“Ahora, por favor, levántense. Tome su gema con la mano derecha y hagan que toque su frente, por favor. Sí, así. Sujétenla bien y tengan cuidado de no dejarla caer. Ahora cierren los ojos, por favor. Piensen en las chicas mágicas. No importa en qué forma. Bien, ahora, digan, ‘Modo Princesa: Encendido’. Pueden susurrarlo o gritarlo en voz alta. Esta habitación está totalmente insonorizada.”

¿Gritarlo o susurrarlo? En la oscuridad de sus párpados, Mei dudó un momento.

¿Qué haría Cutie Healer? Generalmente lo gritaba. Pero tuvo la sensación de que Cutie Blade, que había traicionado al bando enemigo, Dark Eden, para convertirse en aliada, lo había susurrado. Ese tipo de secuencias de transformación no ortodoxas eran una de las cosas que habían hecho popular a Cutie Blade.

Pero en este momento, no ha habido ningún acontecimiento de héroe oscuro como traicionar a las fuerzas enemigas o algo así. En otras palabras, Mei debería seguir actuando como una chica mágica clásica.

“Modo princesa: ¡Encendido!” Gritó.

Tuvo la sensación de que algo había cambiado. Aunque también tuvo la sensación de que nada había cambiado. No, eso no era correcto, algo había cambiado. Había algo en su espalda.

“Ahora bien, abran lentamente los ojos y comprueben los espejos, por favor.”

Mei ya no poseía la calma necesaria para obedecer tales indicaciones. Sólo quería saber cuánto antes en qué se había convertido. Tomó el espejo y miró su reflejo. Allí había una chica hermosa.

Sus ojos eran grandes y brillantes y de color verde tenue. Sus rasgos faciales eran aterradoramente perfectos.

Llevaba el cabello salpicado de gemas doradas y atado en dos coletas que salían por detrás como si fueran alas. Sobre su cabello castaño pálido había una diadema con otra gema encajada. Era la que había utilizado para transformarse. Estaba envuelta en una luz vacilante, como una llama, y brillaba tenuemente.

Movió el espejo para poder examinar todo su cuerpo. Su atuendo era muy expuesto, como un traje de baño usado por una modelo pin- up, y la tela que rodeaba la parte inferior de su cuerpo, en particular, era inquietantemente parecida a un taparrabos. En la espalda llevaba un gran anillo de hojas y de la cintura colgaba una gran espada que brillaba bajo el brillo de la luz fluorescente.

Sus ojos se sentían más altos que antes. Miraba el mundo desde una mayor altura. Sus miembros eran largos y delgados. Parecía estar en la adolescencia.

“¡Sííííííííí!” Gritó Mei, levantando un puño en el aire. Ella no era el tipo de chica mágica barata, del tipo que sólo tiene un cambio de vestuario. Ella era del tipo que tiene una transformación total de su apariencia. Con este cuerpo, estaría a la altura de Shou. Era bonita, tenía la edad adecuada, y no había nada de lo que él pudiera quejarse.

“Felicidades.”

“¡Sí! ¡Muchas gracias!” Inclinó la cabeza un montón de veces ante la mujer mayor, que hacía un pequeño aplauso. Ahora, los sueños de Mei podrían hacerse realidad. Por fin podría estar en la línea de salida. Hoy era el día en que comenzaría.

Al mirar a su alrededor, vio a una chica con cola que llevaba un gran martillo, a una chica de color azul con un tridente, y a una chica cuyo cabello ardía en las puntas y que tenía algún tipo de arma grande, y las tres parecían aturdidas. Tenían los ojos muy abiertos, las bocas colgando, y estaban intercambiando miradas. Sin embargo, habían llegado aquí sabiendo que se convertirían en chicas mágicas, así que

¿por qué estaban tan sorprendidas? Al fin y al cabo, Mei era la más estupenda del grupo. Ahora estaba segura de ganarse el corazón de Shou.

La mujer mayor terminó sus aplausos con un par de palmadas. “Excelente, ahora les explicaré sus trabajos.”

***

✰  Princess Quake—Chiko Satou

Chiko no había pensado que se convertiría en una chica mágica. La razón por la que había venido era que pensaba que descubriría el propósito detrás de ese absurdo correo electrónico de chica mágica enviado por quienquiera que fuera esta gente. O para ser más exactos, esa era su razón secundaria.

No le importaba si se trataba de una nueva religión, de la venta de información, de una estafa piramidal o de un dudoso seminario de autoayuda, siempre que fuera suficiente material para llenar su blog durante el día.

Habían dicho que sería en una sala de conferencias de la biblioteca pública. Ella no iba a ser secuestrada en un lugar como ese. Si pasaba algo, podía huir. No parecía tan peligroso, y ella tenía tiempo libre.

Reclutar a la gente utilizando a las chicas mágicas como gancho era algo inaudito, así que si Chiko reunía algo bonito y lo publicaba en Internet o en su blog, podría incluso conseguir un pequeño rincón en una web de noticias.

Podría ser una buena entrada para ella, si eso ocurriera. Y si pudiera, sería genial ganar un poco de dinero como afiliada.

Aunque había venido con la intención de convertir a algún estafador en el hazmerreír, en realidad había resultado ser algo verdadero. Ahora ella no podía hacer una historia de esto.

En su espejo se reflejaba una hermosa chica que llevaba un martillo absurdamente grande. Su piel era pálida y fina como la de alguien que nunca ha realizado ningún trabajo físico, así que ¿cómo podía cargar con un martillo que parecía pesar tres veces su cuerpo? Cuando intentó bajar el martillo al suelo, un fuerte escalofrío recorrió el suelo y el linóleo emitió un desagradable sonido de crujido. No era de cartón piedra. Era un martillo de verdad.

Una chica con el tipo de hoja peligrosa que sólo serviría para un propósito violento estaba rebotando alegremente. A Chiko le impresionó que pudiera ser tan feliz en una situación tan anormal. Para un adulto, sería normal sentir pánico o aturdimiento.

Recordó que antes de transformarse, aquélla había sido sólo una niña. Chiko sintió —no por primera vez— lo sorprendentes que eran los niños, que aceptaban con tanta facilidad incluso esta situación completamente imposible.

Esa era esencialmente la razón número uno por la que Chiko había venido aquí. Sentía que si algún niño podía ser engañado por este estafador, tenía que salvarlo. No quería ver ni oír hablar de niños que encontraran la desgracia.

Chiko Satou nunca había experimentado lo que podría llamarse una infancia. Un niño es una persona a la que se quiere incondicionalmente. Otros podrían describirlos como lindos o dulces, e incluso términos como mocoso o rata tienen una nota de dulzura en ellos. La dulzura es una condición necesaria para ser un niño, y al no haber sido nunca llamado linda, Chiko nunca había sido una niña.

Se parecía a su padre en el aspecto, y su solo silencio le acarreaba reacciones indeseables, como “Es tan sombría” o “¿Por qué te enfadas?” o “Da miedo” o “Lo siento”, etc. Los chicos desconsiderados y groseros le habían puesto apodos como “gorila” o “gigantona” o “golpeadora” y así sucesivamente, sólo cosas que más bien sonaban a insultos, y si hubiera sido una chica más sensible, le habría dolido mucho.

E incluso Chiko, que no era tan sensible, acabó pasando la mayor parte del tiempo dentro, lo que aceleró su descenso al polo opuesto de la lindura.

Sentía mucha curiosidad por saber por qué otros niños eran adorados por ser infantiles. Observando, analizando e investigando, sus sentimientos hacia los niños se profundizaron.

No estaba celosa. Sentía un anhelo por esa cosa que le faltaba, pero también sentía respeto por ella. Se sentía muy atraída por la naturaleza de los niños, especialmente de las niñas: su química emocional, cómo se moldean, etc.

Recientemente, había tomado como pasatiempo sentarse en un banco del parque infantil desde donde podía mirar hacia la escuela primaria y observar a las niñas en la piscina chapoteando. Lo más maravilloso de estar en la universidad era el horario flexible. Una vez que se había hartado de los músculos flexibles de las chicas que se ondulaban bajo la suave grasa; de las curvas redondas que conformaban sus formas; de las huellas de las quemaduras del sol; de la juventud que ella nunca había tenido; de las sonrisas brillantes; de los deditos cortos, volvía a casa a dibujar, agradecida a sus padres por su visión de los veinte años.

Tenía montañas de cuadernos con dibujos de niños guardados en su armario, y si el azar hiciera venir a la policía, la vida de Chiko se acabaría en el acto. Pensar en lo que ocurriría si ella muriera en un accidente y sus padres vinieran a limpiar su apartamento le produjo un escalofrío.

No aspiraba a ser profesora de escuela o cuidadora de niños en un preescolar ni ningún trabajo específico de esa naturaleza. Nunca había tenido el tipo de personalidad que les gustaría a los niños y, a pesar de todas las pilas de investigación que había hecho, no podía poner nada de eso en práctica. Si llegara a ser profesora o trabajadora de guardería, ya no podría utilizar trucos como llamar su atención con caramelos.

Nunca olvidó que su afición era tan indecente a los ojos de la sociedad, que si la descubrieran, sería atacada por ello, o quizás incluso rechazada, y por eso siempre siguió en secreto. Sus investigaciones eran personales y se hacían de forma subrepticia, con discreta reserva y sin asustar a los niños.

Afortunadamente, Chiko era una mujer. Aunque en estos días la gente estaba más hipervigilante con los tipos sospechosos, en realidad eran principalmente los hombres los que merodeaban. Así que el enfoque de las autoridades gubernamentales, la escuela y la sociedad en general era laxo.

Por eso, incluso cuando miraba la piscina desde el parque, la gente no le lanzaba acusaciones por ello. Lo mismo ocurría con cualquiera de sus otras actividades de aficionada. Si lo continuaba en secreto, sin acercarse a los niños y sin hacerles daño, había cualquier cantidad de formas de hacerlo.

Pero…

Ahora ella misma se había convertido en una chica guapa. Aunque había estado muy satisfecha con lo que en la era Showa se habría llamado amor puro, o en la era Heisei, acoso —estar satisfecha sólo con amar de lejos—, estar en esta posición de menos de cero distancia… Que una niña estuviera allí, en el mismo eje que ella, era impactante.

Chiko había llegado a la decisión racional con respecto a su apariencia de que mientras estuviera limpia, estaba bien. Su ropa era de unos grandes almacenes baratos, ella misma se cortaba el cabello, no se maquillaba ni llevaba ningún tipo de accesorio. Ese severo estoicismo la hacía destacar como un pulgar dolorido incluso entre sus amigos otaku.

Nunca se había imaginado a sí misma como encantadora. Pero la versión de sí misma que estaba aquí ahora era, objetivamente hablando, incuestionablemente encantadora.

En el interior estaba Chiko Satou, una estudiante universitaria que había acabado convirtiéndose en adulta sin haber vivido nunca una infancia. La chica del espejo tenía una cola. Cuando se centró en ella, se movió, golpeando contra el suelo. Una cola de verdad. No estaba conectada a su trasero, sino a su espalda.

¿Así que esto era magia? La irrealidad estaba carcomiendo la realidad.

El miedo y la conmoción fueron lo primero. Lo siguiente que le vino a la cara fue la alegría, y finalmente, le esperaba la tristeza. Mientras estaba completamente absorta en mirarse en el espejo, pensando: Esta es mi espalda, mi cabello, el interior de mi boca, la parte inferior de mi cola… de repente, esta alegre ocasión terminó, y volvió a ser la antigua Chiko Satou. No era más que una estudiante universitaria con aspecto de tonta, hiperconcentrada en examinar su propio aspecto.

Al mirar a su alrededor, vio que todas habían vuelto a la normalidad. La niña de primaria hacía pucheros, mientras que las de escuela media y secundaria se miraban entre sí. La anciana dio dos palmadas para llamar su atención.

“En la actualidad, sus transformaciones seguirán deshaciéndose muy rápidamente. A partir de ahora, si se entrenan gradualmente, podrán permanecer transformadas más tiempo y aprender a utilizar sus distintos poderes. Primero, vamos a salir de aquí para poder mostrarles la base secreta. Sin embargo, las que no deseen convertirse en chicas mágicas, que lo digan. Borraré sus recuerdos y volverán a sus vidas normales.”

Murmurando: “Base secreta…” La alumna de secundaria levantó la mano y dijo: “¡Seré una chica mágica!” La alumna de primaria asintió con altanería, como si fuera obvio que lo haría, mientras que la de escuela media declaró, con expresión seria: “Yo también lo haré.” Por supuesto, Chiko no tuvo más remedio que participar.

Podía juntarse con las chicas para hacer cosas de chicas. ¿En verdad podría ser tan feliz?