Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Uh-oh. Esto es malo.

Siguió tosiendo mientras la lenta y familiar sensación de pánico comenzaba a instalarse de nuevo. Ya casi había terminado. Sus dedos casi habían tocado la línea de meta. Pero al final, la papa caliente acabó en sus manos. Ahora, como última oradora, tenía que transmitir el mensaje más importante. ¡Y con la garganta rasposa, para colmo!

Espera… Podría ser capaz de convertir esto en algo bueno. Si sigo tosiendo así, tal vez alguien hable en mi lugar.

¡Había una ola! Sólo tenía que darse cuenta. Justo cuando estaba a punto de subirse a la corriente dudosamente útil, oyó que llamaban a la puerta.

Entró su súbdita más leal, Anne.

“Disculpe, mi lady. Pensé que estarías sedienta después de bailar, así que le traje algo de beber.” Le tendió una bandeja en la que había un vaso de zumo.

“¡Vaya, Anne, qué momento tan perfecto! Qué considerado eres — ¡Hack!”

A pesar de su incomodidad faríngea, Mia miró el vaso con vacilación. El zumo parecía delicioso, pero si lo bebía, seguramente le aliviaría la garganta. Sin su tos, se vería obligada a hablar. Decidir, más bien, qué hacer con Echard.

Hnnnngh, no hay manera de salir de esto. Debería haber pensado en esto mientras todos seguían hablando. Si lo hubiera sabido…

Cogió el vaso de Anne, se lo llevó a la boca y lo inclinó ligeramente. Cuanto más despacio bebiera, más tiempo podría aguantar. Un sabor refrescante se extendió por su lengua, agrio pero agradable. Un aroma cítrico le hizo cosquillas en la nariz. Saboreó la experiencia.

Esto sabe cómo un sorbo de rocío matutino recogido de una flor que crece en lo profundo de un bosque que acaba de despertar al calor de la primavera… La dulzura refrescante me recuerda a los hongos de—

Se agarró a sí misma antes de añadir “zumo” a su lista de posibles conocedores.

De acuerdo, contrólate. No es momento de ponerse poético. Tengo que pensar en algo inteligente para convencer a Sion y al rey Abram de que suavicen la sentencia de Echard…

Sus cejas se fruncieron en pensamiento, luego se desarrugaron en sorpresa cuando Anne habló de nuevo.

“Mi lady, tengo un mensaje para usted de parte de Ludwig.” La expresión de Anne era totalmente seria.

“Cielos… ¿Qué es?”

“Ha dicho: ‘Por favor, haz lo que consideres necesario, porque nosotros nos encargaremos del resto.’” Anne se puso lentamente la mano sobre el pecho. “Yo… soy de la misma opinión, mi lady. Lo que creas que debes hacer, adelante, hazlo. Pase lo que pase después, te cubrimos la espalda.”

“Anne…”

Pronunció unas suaves palabras de agradecimiento a su doncella — y a cuatro ojos, aunque lo mantuvo en secreto. Cerrando los ojos, recordó el último acto de lealtad de Anne, hace tanto tiempo, así como la tenaz determinación de Ludwig para salvar el imperio. Oyó el eco de su “haré algo al respecto” — la frase que decía a cada problema que surgía, sin mostrar nunca ni siquiera una mueca…

Espera, en realidad hizo una mueca. Hacía muchas muecas. Y fruncía el ceño. Y miraba fijamente. Oho ho, qué terriblemente nostálgico. Se rió suavemente. Seguro que viajamos mucho, ¿no? Arriba y abajo del imperio. Quiero decir, yo hice la mayor parte del trabajo, pero supongo que tengo que darle al estúpido cuatro ojos algo de crédito. Él también ayudó. Una división de seis a cuatro entre él y yo, diría…

En realidad, era más bien un dos-ocho. ¿Por otra parte, ella era una carga directa a veces, así que tal vez uno? ¡Más que cero, sin embargo, seguro! ¡Ella ayudó! A veces.

Por desgracia, sus esfuerzos no estaban destinados a dar frutos. Las semillas que ella y Ludwig sembraron incansablemente… habían muerto en el suelo.

Huh. ¿Saben qué? Pensar en esto me está molestando. He trabajado tan duro. ¡No es justo!

Una ola de rabia le subió por el pecho. Se sintió atrapada por algo entre la frustración y la indignación. En ese momento, se le ocurrió que ésta podría ser su oportunidad… de vengarse.

Así es… Este tipo de oportunidad no se presenta a menudo. ¡Debería obtener algo de venganza! ¡Muy bien, es hora de igualar el marcador!

Una vez establecido su objetivo, Mia se encontró con que su estado de ánimo se había refrescado al instante. Tomó un sorbo más de zumo, sólo para asegurarse de que su garganta estaba en perfectas condiciones.

“Gracias, Anne. La bebida es muy apreciada.”

Devolvió el vaso a la bandeja y se giró de nuevo hacia su público. Esperaron en silencio a que hablara. Con lo que supuso que era una grandeza majestuosa, levantó la barbilla y resopló indignada por la nariz.

“Nosotros, como personas”, declaró en tono solemne, “debemos recoger lo que sembramos…”

Esa era una lección que había aprendido de primera mano, una verdad eterna que nunca olvidaría.

“Tanto si las semillas son buenas como si son malas, tanto si germinan en fortuna como en tragedia, debemos cosecharlas con nuestras propias manos. Así es como funciona el mundo. ¿No está de acuerdo, Su Majestad?” Miró a Abram en busca de confirmación.

Los ojos del rey brillaron con sabiduría. “Sí, así es como funcionan las cosas…”

Al oírle afirmar la veracidad de su afirmación, una intensa emoción se encendió en su interior — la ira. Estaba enfadada . ¿Y por qué no iba a estarlo? Era tan injusto. ¿Así que, si por casualidad sembraba una mala semilla, no tendría más remedio que cosechar cualquier horrible desastre que brotara de ella? ¿Aunque supiera que iba a arruinar su vida? No hay segundas oportunidades. No se puede enmendar. Sólo su inevitable destrucción.

¡Eso no puede estar bien!

Era un repudio a todo lo que había hecho para cambiar el curso de su vida. Había llegado a saltar en el tiempo, por el amor de Dios. Que le dijeran que todo ese trabajo duro había sido en vano… Eso la enfureció.

Así que buscó su venganza. ¿Aligerar la sentencia de Echard y darlo por terminado? ¿Todos se dan la mano y no vuelven a mencionar esto? ¡No! Esas soluciones evasivas ya no la apaciguarían. ¡Exigía una satisfacción! ¡Del tipo de venganza!

“Es cierto que hay que recoger lo que se siembra…”, dijo, con los ojos cerrados y la voz impregnada de solemnidad oracular. “Pero el momento de cosechar no es ahora.”

Hizo una pausa, dando un sentido de finalidad a su declaración antes de continuar.

“Todas las flores, sin importar su forma o esencia, comienzan como una semilla. Una vez sembrada la semilla, debe brotar, crecer y florecer antes de dar el fruto de la consecuencia. Pero ese proceso lleva tiempo. Tiempo… que debemos conceder al Príncipe Echard. Llegará el día en que coseche lo que ha sembrado, pero es un día que debemos dejar que llegue, ¿no?”

Su petición era de tiempo.

“¿Así que estás sugiriendo… una sentencia suspendida?”, preguntó Sion.

Mia le hizo un gesto de asentimiento con las palabras en la boca.

“Eso es precisamente lo que estoy sugiriendo.”

Sin embargo, no bastaba con conseguir el tiempo. Había que aprovechar ese tiempo.

“Además…” Procedió a definir el propósito del indulto. “Si sigue sembrando más semillas… Diferentes. Buenas . Y muchas, muchas de ellas, entonces quizás…”

Su mirada se volvió profundamente distante, como si mirara a través del tiempo mismo hacia algún pasado irrecuperable, buscando la figura de un sujeto leal que nunca más podría ver.

“Tal vez incluso las semillas de la culpa puedan expirar en sus cáscaras, para nunca brotar…”

Su voz temblaba un poco, como cuando uno reza por algo con todo su corazón. Dentro de sus palabras había una súplica sincera que la Mia de una línea de tiempo pasada había elevado desesperadamente a los cielos. Un deseo. Una esperanza. Un deseo que había compartido con ojos tan nostálgicos. Juntas habían luchado, sabiendo con dolorosa claridad que debían cosechar las semillas de la ruina sembradas tan profundamente en el suelo de Tearmoon, pero buscando, sin embargo, la manera de mantenerlas dormidas. Con incansable esfuerzo, la Mia de allá había buscado — en vano — otro resultado, uno en el que las semillas se pudrieran sin brotar en la tierra.

Ella había buscado la redención. Tal vez fue una tontería por su parte hacerlo. Tal vez la redención no existe, y la cosecha de las semillas sembradas era tan absoluta como el ciclo del sol y la luna.

¡Pero eso es absurdo! ¿Sólo por haber cometido un error, estoy destinado a la destrucción? ¿Sin posibilidad de enmendarlo? ¡Inaceptable! ¡No puede ser así, y voy a demostrarlo ahora mismo! ¡Utilizando al Príncipe Echard!

Mia tuvo un sueño. Un sueño en el que Echard regresaba a Sunkland expiado y triunfante. Un sueño en el que la gente aplaudía sus muchas hazañas redentoras, aliviada por haber evitado su muerte. También era un sueño sobre ella misma… de un pasado truncado y un futuro que podría haber sido.

Ella iba a hacer realidad ese sueño. Y cuando lo hiciera, finalmente señalaría a esas malditas semillas y les diría lo que había querido decir durante tanto tiempo.

“¡Te lo mereces!”

Estar de pie sobre sus cadáveres disecados, con sus consecuencias amenazadas y podridas para siempre, y reírse. Esa sería su venganza.

Se me negó una segunda oportunidad… pero esta vez, ¡la daré! ¡Daré muchas! ¡Todo el mundo tiene una segunda oportunidad!

La causa y el efecto podrían ir a comer tierra. ¡No habría cosecha, porque en lugar de una guadaña, ella había traído un martillo!

“Entiendo… Así que esa es la opinión de la Gran Sabia del Imperio…” murmuró Sion. Sonrió. “Cada vez, Mia, estás…”

Se interrumpió, el sentimiento no expresado se perdió en el vacío infinito de los pensamientos no expresados. Con un breve suspiro, se volvió hacia Echard.