Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Retrocediendo un poco en el tiempo…

“Hombre, qué viaje… Me alegro de que casi haya terminado. Una vez que termine el día, las cosas deberían calmarse.”

Connery, el capitán de la guardia a las órdenes del conde Lampron, dejó escapar un suspiro de cansancio mientras patrullaba el exterior de la sala. Desde que se dirigió a Tearmoon para recoger al invitado de honor de los Greenmoon, estaba más tenso que un resorte. Tampoco se le podía culpar; un etoilino era técnicamente de mayor rango que su propio jefe. Eso ya era suficiente para provocarle una o dos úlceras por estrés, pero luego tuvo que aparecer su “amiga” y convertir una mala situación en una completa y absoluta pesadilla. Ahora tenía que vigilar no sólo a una chica muy importante, sino a muchas, una de las cuales era posiblemente la más importante de todo Tearmoon. Hablando de dificultades inesperadas…

“Una vez que el baile termine, la chica Greenmoon debería volver a casa, a Tearmoon. El resto de sus amigos probablemente seguirán su ejemplo.”

Con ese pensamiento llegó un gran alivio, pero también una pizca de pesar. Esto se iba a poner muy tranquilo.

“Je… Al fin y al cabo, el recuerdo de pasear por la ciudad con una princesa y la hija de un duque no está nada mal como recuerdo.”

Sintiendo una oleada de cariño, entabló una agradable conversación con los guardias del castillo que pasaban por allí. Sin embargo, al doblar una esquina, una figura se cruzó de repente con su vista. Casi consiguió convencerse de que no había visto nada, pero para gran consternación de su ya dolorido estómago, su conciencia le obligó a detenerse. Haciendo acopio de toda la energía mental que le quedaba, miró hacia la figura.

Una larga cabellera del color del oro blanco se deslizaba detrás de la criatura mientras corría por el pasillo. Aunque iba vestida con un traje noble, sus modales evocaban más bien la picardía de una niña acostumbrada a las calles. Connery la reconoció.

Es… una de las chicas que la princesa Mia trajo con ella. Creo que se llama Miabel.

Tuvo un muy mal presentimiento, del tipo que se tiene cuando se ve algo que se sabe que definitivamente no se debería haber visto. Una vez más, le asaltó el deseo de fingir que había sufrido un momentáneo ataque de ceguera…

“Ah, soles abrasadores… No puedo ignorarla…”

Mancharía el honor de los caballeros de Sunkland si se alejara de una chica que se había perdido en el castillo. Ellos eran defensores de la justicia; ser amable con las mujeres y los niños era parte de eso.

Sirvo al Conde Lampron como caballero de Sunkland. No debo actuar de manera que manche la reputación de milord. Lo pensó de nuevo para sí mismo. Y luego otra vez por si acaso. Sólo entonces caminó hacia ella.

“Señorita Bel…”

“Oh, Sir Connery.”

Ella se dio la vuelta al oír su voz y se le escapó una sonrisa. Después de haberla mirado con un poco más de cariño que el que tenía por las verrugas de la nariz, la pura inocencia de su expresión le remordió la conciencia.

“¿Qué podrías estar haciendo en un lugar como éste? ¿Te perdist? Puedo llevarte de vuelta al vestíbulo si quieres.”

“Oh, no. En realidad estoy en una aven — recorrido. Estoy recorriendo el castillo. Para estudiar.”

La culpa que había sentido hacia ella se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos. En su mente, estaba gritando cosas como: ¿En serio acabas de intentar cubrir “aventura” con “aven — recorrido”? Te das cuenta de que básicamente acabas de decir lo mismo, ¿verdad? y ¿Quién demonios se va de aventuras a un castillo? ¡¿Estás loca?! Sin embargo, en voz alta, dijo: “Ya veo, ya veo. Pero ahora mismo hay un baile, y sospecho que todos esperan que estés presente. Estarán muy preocupados si descubren que has desaparecido.”

Connery apretó con firmeza el puente de la nariz, deseando mantener la calma. Los niños, razonó desesperadamente, eran criaturas aventureras. Por lo tanto, era natural que salieran de aventuras. Un castillo como éste era la oportunidad perfecta. ¿Cómo podrían resistirse? Además, él había sido igual, ¿no?

A mí también me encantaban las aventuras cuando era niña… Supongo que las jóvenes nobles son iguales. Espera… ¿Lo son?

Abandonó el hilo de pensamiento, sospechando que sólo lo dejaría más confundido.

“De todos modos, volvamos a la sala, ¿de acuerdo?”

“Oh, um, en realidad… Mientras estaba aven — recorriendo el castillo, vi a Keithwood y al general Dion, así que empecé a seguirlos. Estaba en medio de eso.”

Masticó los dos nombres. El primero era uno de los guardias de la princesa Mia. Connery apenas se consideraba un luchador veterano, pero incluso él podía decir que el hombre llamado Dion estaba en un nivel completamente diferente.

El rey Abram era una bestia con la espada en sus mejores tiempos, pero ni siquiera él habría sido rival para ese Dion. Ni siquiera estoy seguro de que alguno de nuestros caballeros de Sunkland pueda decir que es su igual.

Además…

“Keithwood, dices…”

Keithwood, joven asistente de Sion. Amigo, confidente y flecha en el arco del príncipe. La confianza del rey en él también era profunda. Que alguien como él se pasee por el castillo con alguien como Dion Alaia… no era especialmente extraño, pero Connery no pudo evitar percibir un olor a algo sospechoso.

Teniendo en cuenta que está con la princesa, parece razonable suponer que la Gran Sabia del Imperio vio algo en ella. Esa chica Citrina de los Cuatro Duques parecía una chica inteligente, así que esta chica Bel también podría tener algo bajo la manga. Tal vez vio a Keithwood y a Dion juntos y se le ocurrió algo.

El entusiasmo infantil que irradiaba parecía indicar lo contrario, pero…

“Por cierto, ¿dónde están esos dos?”

“Uh, están por allí.”

Empezó a caminar por el pasillo. Connery la siguió, frunciendo las cejas al darse cuenta de lo que había en esa dirección.

La habitación privada del príncipe Echard está por allí…

El mal presentimiento regresó, más fuerte e inquietante que antes.