Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

La repentina interjección del Conde Lampron dejó a Mia desconcertada.

“…¿Perdón? ¿Subordinarse a mí? ¿Como líder de la organización? Por favor, eso es lo último que querría que hicieran. Sería tan an — rrogante de mi parte.”

Ella oho ho, reflexivamente mientras una gota de sudor frío rodaba por su espalda.

Dulces lunas, casi dije “molesta” … Vale, tengo que ponerme las pilas.

Al darse cuenta de que una nueva corriente se había desarrollado en la conversación, volvió a centrar su mente, tratando de seguir su flujo.

Muy bien, mi salvada “arrogante” me ha cubierto en el frente de la humildad, pero me deja muy abierto en términos de responsabilidad…

En empresas como ésta, la suposición natural era que quien tuviera la idea asumiría la responsabilidad de la misma. Dado que la organización era una idea de Mia, la obligación de dirigirla y gestionarla podría recaer en ella. Pero eso sería mucho trabajo. Lo que necesitaba era un razonamiento que la eximiera de la carga de trabajo.

Y entonces se le ocurrió. “Creo que la tarea debería recaer en alguien designado por Forkroad o Cornrogue”, dijo, conteniendo una sonrisa de satisfacción.

Una idea brillante, si es que lo digo yo. Si nombrara a alguien de mi propio imperio, eso podría irritar a algunos, pero si viene de un tercero… y no de un tercero cualquiera, sino de un comerciante — un experto en la materia — nadie podrá quejarse de que tengo favoritos. Además, si la persona mete la pata de alguna manera, no será mi responsabilidad.

“¿Cederías el prestigio y la gloria a otra persona?”, preguntó sorprendido el conde Lampron.

Sus cejas se crisparon ante esta pregunta.

“El prestigio y la gloria…”, susurró musitando. Si las palabras tuvieran sabor, éstas serían amargas.

Mia no era ajena a la gloria. Como princesa del Imperio Tearmoon, era muy consciente del prestigio que le proporcionaba. Sin embargo, también era consciente de otra cosa — la guillotina. La gloria… El prestigio… La eminencia social… Nada de eso impediría que una cuchilla le cortara el cuello. Un caballo rápido era mucho más útil. De hecho, ella estaría más que feliz de cambiar toda su gloria por un pastel de zanahoria. El pastel de zanahoria, al menos, podría alimentar a Kuolan y mantenerlo corriendo.

Dicho esto, huir implicaba que su cabeza ya corría peligro de rodar. Prefería evitar que la guillotina fuera a por ella en primer lugar. ¿Y cuál era la mejor manera de hacerlo?

Miró al conde Lampron y habló con el tono lento y ligeramente condescendiente que se emplea cuando se explica algo a un niño especialmente denso. “En mi opinión, conde Lampron, poder comer en todo momento comidas abundantes y deliciosas es una gran bendición.”

Así es. Una barriga llena al día mantiene alejada la guillotina. Comer un pastel hoy y saber que mañana habrá guiso de hongos es una bendición mayor que cualquier gloria. Sin embargo, el pleno disfrute de comer dicho pastel dependía de una determinada condición — los estómagos llenos de todos los que estaban cerca. Nada despojaba a un pastel de su dulzura tan rápidamente como la visión de gente hambrienta bajo los muros del castillo.

“¿Qué mayor gloria hay que proporcionar eso a toda la gente? ¿Que todos descansen tranquilos por la noche sabiendo que siempre habrá pan por la mañana?”

No fue la gloria lo que evitó la guillotina, sino las tripas hartas. La gente necesitaba tener la seguridad de que hoy podría comer hasta saciarse y que mañana seguiría habiendo comida en abundancia. Eso era lo que realmente mantenía las cabezas sobre los hombros, porque ¿qué le ocurría a la gente después de comer tanto? Comas alimenticios. Después de comer tanto, la gente empieza a sentir que hay un cerdo que les pesa. Les entra sueño. Su cuerpo se ralentiza; su mente se embota. Dejan de preocuparse tanto por las cosas — como las princesas de dudosa competencia — con tal de poder disfrutar de una buena noche de sueño y otra buena comida mañana. Bueno, ella dejó de preocuparse tanto, al menos, y seguramente no era tan diferente de los demás.

Ese era el mundo ideal de Mia. Un mundo donde todos eran felices. Y sin preocupaciones. Y con un riesgo severamente elevado de desarrollar F.A.T.

Con ese pensamiento en mente, favoreció a los invitados de la sala con una sonrisa, subiendo la cordialidad de la expresión todo lo posible para enmascarar cualquier avance de la petulancia, y dijo: “El hambre mata a las naciones. Mata a su gente, a su nobleza y a sus reyes y emperadores por igual. Es nuestro enemigo común. ¿No deberíamos entonces unirnos y luchar contra esta amenaza como uno solo?”

El enemigo era el hambre. Así era para las masas, así era para la nobleza. Reyes y emperadores, Sunkland y Tearmoon — era lo mismo para todos. Y el enemigo de un enemigo… ¡tenía que ser un amigo! Ese era el significado implícito de su declaración y su verdadero objetivo — arrancarle a Sunkland personal capaz para la organización. Poco después de hacer su declaración, supo que había triunfado…

“Princesa Mia, estoy profundamente impresionada por su profundo ingenio. Sería un honor para nosotros ayudar a elaborar esta gran visión suya.”

…Pues el propio Rey de Sunkland Abram le expresó su apoyo a su causa. La cordialidad en su sonrisa no duró durante este desarrollo. Con una leve suficiencia perceptible, se dirigió a la sala.

“Perdónenme todos. Les he robado demasiado tiempo. El invitado de honor para esta ocasión no soy yo, sino el príncipe Echard y mi muy buena amiga Esmeralda. Se han unido a través de una propuesta de matrimonio, y les deseo lo mejor.”

Al cambiar rápidamente el foco de atención hacia Esmeralda, intentó enviar un mensaje a sus oponentes. Sí, ella no podía impedir que el matrimonio se celebrara. En ese sentido, había perdido la batalla. Pero más vale que disfruten de su victoria mientras dure, porque no han ganado la guerra. El desarrollo de las cosas a partir de ahora dependía totalmente de Esmeralda, que era, como Mia había mencionado, su mejor amiga.

“Que este maravilloso acuerdo se desarrolle con la suavidad y la alegría que merece.”

Añadió la última frase para que sirviera de ejemplo, como una especie de “Adelante, cásense. Ni siquiera me importa.” Luego, giró sobre sus talones y se alejó con lo que supuso que era un aire de elegancia en lugar de, bueno, uvas agrias.

Las uvas hacia las que caminaba , sin embargo, no eran definitivamente agrias. Tampoco lo era todo lo que la rodeaba. Se dirigió a la sección de dulces de la mesa del buffet.

Uf, eso fue demasiado trabajo mental. Empiezo a sentirme mareada. Necesito azúcar.

El proceso había agotado sus reservas de energía, dejando a su cuerpo en extrema necesidad de dulces.

Y así, Mia siguió adelante, cada paso la acercaba más a su mundo ideal. Literalmente. Un mundo del F.A.T. la esperaba en esa mesa.