Hazure Skill ‘Mapping’ Wo Te Ni Shita Ore Wa  (NL)

Volumen 7

Capitulo 8: Princess’s Legion y el Piso 21

Leyfa Southerndall se aferró a su brazalete mágico roto en una mano, afectada por un gran pesar.

No se suponía que fuera así. ¿Cómo han salido las cosas así?

Todo había empezado sin problemas. Aunque la princesa había sufrido un inesperado contratiempo al no poder reclutar a Note Athlon, había conseguido por casualidad a Miya Line y, posteriormente, había progresado de forma constante en la mazmorra. Pero ahora…

El brazalete que tenía en la mano era un objeto mágico capaz de evitar la muerte de su dueño una y sólo una vez. El hecho de que estuviera roto significaba que Leyfa estaba en una situación desesperada. Había utilizado las cuatro cargas de su escudo mágico, Luz de Sol, y el resto de sus objetos defensivos también le habían fallado.

En su arrogancia, había bajado completamente la guardia.

Pensaba que conquistar la mazmorra con su grupo, Princess’s Legion, sería pan comido. Después de que fracasaran en el piso 21, creyó que los Arrivers no eran rivales para ella. Ella sería la que reclamaría la gloria de ser la primera en despejar la mazmorra. Era simplemente una cuestión de tiempo.

O eso creía ella, pero al final, a Princess’s Legion no le había ido mejor en el piso 21. El jefe demoníaco que los Arrivers no pudieron derrotar ya había dejado deshabilitado a la mitad del grupo de Leyfa. Un miembro estaba herido, otro tenía sus poderes sellados, y un tercero aún estaba más allá del tratamiento con artes sagradas.

Todos estaban viviendo un tiempo prestado. Apenas habían hecho daño al demonio que blandía la espada, y no se sabía cuánto tiempo más podrían resistir. ¿Cómo habían escapado los Arrivers con una sola baja? Leyfa ya no tenía ni idea. No podía ver cómo ninguno de ellos podría sobrevivir a esta situación.

“¡Leyfa! Contrólate.” Podía oír una voz que la llamaba, pero eso era todo lo que oía. Su cerebro no procesaba las palabras. Sólo eran gritos sin sentido. “¡Contrólate y danos tus órdenes!”

“¡Si seguimos luchando así, será nuestro fin! ¡Apúrate y toma una decisión!”

¿Qué órdenes? ¿Una decisión sobre qué?

No podía entender lo que le pedían. Sus muertes estaban casi aseguradas ahora. ¿Qué sentido tenían las órdenes?

La expedición había empezado bastante bien. Los monstruos del piso 21 eran un poco molestos, pero nada que Princess’s Legion no pudiera manejar. Aparecieron en pequeñas cantidades, y la disposición del piso era simple. Despejar el piso 21 debería ser un juego de niños.

Leyfa incluso se había burlado de la falta de un jefe intermedio. Había pensado para sí misma: “Qué decepción. ¿Los Arrivers perdieron en un piso como este? Supongo que, después de todo, los antiguos favoritos para conquistar la mazmorra no eran para tanto.” Pero, oh, qué equivocada estaba la princesa. El piso 21 era astuto. Adormecía a los aventureros con una falsa sensación de seguridad antes de lanzarlos a una lucha sorpresa contra un jefe abrumadoramente poderoso y ágil en un santuario profano que anulaba las artes sagradas.

Princess’s Legion se construyó en torno a Gilbert como base, por lo que tener sus artes sagradas inutilizadas había sido especialmente devastador. Con su tanque repentinamente fuera de servicio, habían intentado reagruparse a toda prisa… pero la temible destreza del jefe demoníaco los tenía desorganizados.

El demonio esquivó los ataques de Miya con facilidad. Y cuando Onz cargó directamente contra él, el demonio simplemente lo ignoró. Entonces descendió sobre su retaguardia. Leyfa activó su escudo justo cuando el jefe bajó su espada mágica. Era encomiable que hubiera reaccionado a tiempo. Una vez que el demonio estuvo completamente a la vista, ya había gastado una carga de su escudo.

Al ver esto, exhaló aliviada, su primer error. Los ataques continuaron en rápida sucesión, y ella, por reflejo, siguió confiando en Luz de Sol. En cuestión de segundos, había agotado todas sus cargas. Y cuando buscó en su bolsa otro objeto defensivo… ya era demasiado tarde.

Su cabeza salió volando. Se encontró mirando su propio cuerpo decapitado. Todavía podía sentir la sensación de buscar un objeto, pero observaba el gesto desde una perspectiva en tercera persona.

Inmediatamente después, se oyó un ruido de estallido. Era el sonido de la rotura de su brazalete de protección contra la muerte. Entonces se produjo un retroceso que desafió las leyes del mundo. Un perdón único del dios de la muerte. Leyfa sólo se dio cuenta de que lo había gastado cuando se llevó las manos a la cabeza, que ahora volvía a estar unida a su cuerpo.

Leyfa recordaba muy poco después de aquello. Apenas sabía qué había hecho o cómo seguía viva. Lo único que sabía era que había utilizado todos los artefactos de su bolsa y que Mille había acabado gravemente herida en el proceso de cubrirla. Onz, Miya y Gilbert, que carecía de artes, seguían enfrentándose al jefe, pero se esforzaban por asestar golpes mientras ellos mismos se iban reduciendo poco a poco.

“¡Oye, princesa! Vas a conquistar la mazmorra, ¿verdad? Dijiste que el trono sería tuyo,

¡¿verdad?! ¡Así que date prisa y danos ordenes!”

¿Era la voz de Onz? Su tono era aún más áspero que de costumbre, así que Leyfa no estaba segura.

“¡Agh, olvídalo! ¡Ahora ella es inútil! ¡Vamos con el plan del viejo!”

¿Cuál era el plan del viejo? La conversación la superaba por completo. “¿Seguro?” Preguntó otra persona. “¿No necesitas el permiso de Leyfa?” “¡No está en condiciones de darlo! ¡Eh, Limuna!”

“¿Qué pasa?”

“¡Sal de aquí! ¡Huye de la mazmorra y ve a pedir ayuda!”

¿Pedir ayuda? ¿Creen que pueden huir?

Era cierto que no había sala de jefe en este piso. Eso significaba que más de seis personas podían luchar contra el jefe a la vez. En teoría, pedir refuerzos era un buen plan. Pero era inútil. Este era uno de los pisos finales de la mazmorra. Sólo un pequeño puñado de grupos podía llegar hasta aquí, y de ellos, Leyfa no podía imaginarse a ninguno de ellos acudiendo en su ayuda.

¿Lo harían por pura amabilidad? La gente no hacía nada por esa razón. ¿Pero lo harían por una recompensa? Quizá hubiera alguien que lo arriesgara todo por esa posibilidad. De hecho, si alguien viniera a salvarla ahora, Leyfa estaría dispuesta a concederle cualquier deseo.

Pero sin importar la recompensa, el riesgo era demasiado grande. ¿Quién se enfrentaría a una muerte segura por la promesa de un premio que nunca llegaría? No importaba lo que Leyfa tuviera que ofrecer, la muerte anularía su valor. Cualquier grupo de exploración de mazmorras lo sabía. Los que se jugaban la vida con regularidad conocían perfectamente los peligros que entrañaba.

“¿A quién llamo?” Gritó Limuna.

“¡A cualquiera! ¡Los Arrivers! ¡No me importa! ¡Sólo trae a cualquiera que pueda venir!” Onz gritó de nuevo.

Los Arrivers eran las últimas personas que Leyfa quería ver, y estaba segura de que el sentimiento era mutuo. No sólo había amenazado a Note y Neme, sino que ahora también habían acogido a Sofie. Leyfa había echado personalmente a la caballera del grupo por sus fallos. No había manera de que ella estuviera dispuesta a echar una mano a Leyfa en su momento de necesidad. En todo caso, probablemente celebraría la noticia de su inminente desaparición. Era natural después de lo que Leyfa le había hecho. Los humanos son naturalmente así de mezquinos.

En cualquier caso, no había ninguna garantía de que Limuna pidiera ayuda si lograba escapar. Tuvo la oportunidad de huir para salvar su vida, y no había ninguna razón sensata para que volviera a esta trampa mortal después del hecho. Prometer ir a buscar ayuda era el pretexto perfecto. Podía simplemente dejar el grupo atrás y seguir su vida como si esto nunca hubiera sucedido. Ese era seguramente su plan. Es lo que Leyfa habría hecho. Ella no quería morir aquí.

“Espera…” Leyfa llamó débilmente. Intentó levantarse, pero inmediatamente cayó al suelo. “¡¿Qué?! ¿Por qué no puedo levantarme?” La respuesta era obvia: su pierna había desaparecido por debajo de la rodilla. No tenía ningún pie para afincar, simple y llanamente. “Tengo que correr… Sé que tengo que correr, pero…”

“Princesa…”

“¡Limuna! ¡Ignórala y vete! ¡Yo asumiré la responsabilidad! ¡Ahora date prisa!” “Pero todo el mundo va a…”

“¡Vas a conseguir ayuda para salvarnos! ¡Mille aún respira gracias a ese objeto mágico!

¡La princesa tampoco morirá inmediatamente por sus heridas! ¡Todavía podemos arreglárnoslas gracias a las artes espirituales curativas de Miya!”

“¡Pero…!”

“¡Podemos aguantar otros quince, no, veinte minutos! ¡Así que ve a buscar ayuda antes de eso!”

¿Buscar ayuda en veinte minutos? Eso era imposible. No había forma de que duraran veinte minutos contra ese demonio. Serían aniquilados en los dos siguientes.

“¡No pierdas ni un segundo más, Limuna!” “¡Bien!”

Limuna le dio la espalda al jefe y salió corriendo. Corrió tan rápido como le permitieron sus piernas sin mirar atrás.

Qué injusto… Yo también quiero huir. No puedo morir en un lugar como este.

Leyfa observó a Limuna irse, con la mirada llena de resentimiento.