Magdala de Nemure (NL)

Volumen 1

Prologo: El Alquimista Inquieto

La luz de las velas parpadeó cuando abrió los ojos.

Un viento helado agitó sus ojos en medio de esta fría noche.

Se podía escuchar el golpeteo de pasos en las escaleras desde lejos. Lo más probable es que haya llegado el momento de que los guardias cambien de turno.

“¿Cómo está el interior?”

Una voz se podía escuchar vagamente a través de los huecos de la puerta de la barra de hierro. También se escuchó el sonido del traqueteo de la cota de malla.

“Está callado…”

Sintió miradas desde el otro lado de la puerta, todos mirando en su camino juntos en el intercambio secreto.

Les faltó valor para mirar directamente a través de los huecos de las barras de hierro. “¿Está dormido?”

“¿Quién sabe…? Pero escuché que no puede dormir…” “Creo que su nombre es Kusla¹.”

“Kusla… un nombre tan vil. Creo que dos de mis buenos amigos se arruinaron por las deudas.” Los guardias de una prisión estaban destinados a infundir terror a sus convictos.

Sin embargo, en el sentido de estar sujeto tras las rejas de hierro, un convicto no era diferente de los guardias. Sólo el lado de las rejas en el que se encontraban podía distinguirlos.

“¿Qué crimen ha cometido?”

“Creo… que fue una blasfemia contra Dios. Si, eso. Robó los huesos de un santo y los consumió o algo…”

¹ Significa interés.

Y ahora me tratan como a un monstruo, señaló Kusla con ironía. El pensamiento invitó a su vena tortuosa.

Había estado encarcelado durante aproximadamente dos semanas, y contar las estrellas que brillaban a través de las rejas de metal de su ventana se volvió aburrido.

“¡Oye!”

Kusla gritó desde dentro de su celda.

En el interior, recordaba los pastizales, llenos de insectos otoñales que piaban mientras volaban por los rincones sombríos de la contención.

Esta vida vibrante alrededor de Kusla se detuvo en el momento en que habló.

Para Kusla, lo único que no pareció detenerse fueron las ráfagas de escarcha, expandiendo sin piedad el toque helado del clima.

“Charlemos.”

Quería ponerse de pie, pero su cuerpo frío y exhausto estaba tremendamente rígido. Este hombre, Kusla, era temido por todos; aunque en realidad no era diferente a los demás. Su altura estaba ligeramente por encima del promedio, pero su físico no tenía nada especial. Se consideraba de tez intrépida, pero nunca lo habían llamado un hombre guapo.

Entre la multitud, era muy probable que nadie lo reconociera. Una vez fue atropellado por un carruaje y su muñeca rota nunca se reparó adecuadamente debido a negligencia, lo que le otorgó una característica única.

Dada su propia apariencia de peatón común, las últimas dos semanas de vida en prisión hicieron que el cuerpo de Kusla se debilitara naturalmente. Kusla sintió el dolor en las articulaciones y un ligero mareo mientras se esforzaba por ponerse de pie.

Sin embargo, los guardias al otro lado de la puerta de la celda no lo sabían.

Kusla arrastró el grillete helado y la bola encadenada a sus tobillos mientras se tambaleaba hacia la puerta de la prisión, llevando su rostro a los barrotes de hierro.

“Hablemos.”

La luz trajo dolor a sus ojos, lo que hizo que los entrecerrara un poco, pero esto evidentemente hizo que su expresión fuera atroz. Los dos guardias al otro lado de las rejas permanecieron en su lugar sin responder, como si las liebres se cruzaran en el camino de un cazador.

“Relájense, esto no será malo para ustedes.”

Kusla intentó sonreír, pero rápidamente descartó el pensamiento al darse cuenta de que solo podía asustarlos en la situación actual. “Solo tengo algo que quiero pedirles…”

Las solicitudes hechas por las personas en prisión fueron en su mayoría las mismas, ya sea una solicitud de calor, una solicitud de comida, un permiso para escribir cartas o una súplica por una muerte más temprana.

Los dos guardias retrocedieron sorprendidos, aunque estaban muy acostumbrados a escuchar este llamamiento de los presos.

Se miraron el uno al otro y el mayor habló. “¿Q-Qué tipo de petición?”

“Hmn. Es muy sencillo.”

Kusla respondió mientras señalaba a través de un hueco en los barrotes. “¿Podrías usar esa llave para abrir esta puerta?”

Badum. Cuando las mandíbulas de los dos guardias cayeron parecieron hacerlo audiblemente.

Ya era pasada la medianoche. Este era el tiempo del diablo, un tiempo en el que todos los miembros del sacerdocio dormían profundamente.

Los guardias, recuperándose rápidamente de la alarma, retrocedieron y levantaron sus lanzas. “¡T-Tonto! ¡Es imposible para nosotros hacer eso!”

“Por supuesto, no estarían haciendo esto sin una recompensa.”

Los guardias tuvieron que soportar el frío de la noche al igual que los prisioneros para mantener la guardia; el suyo era un deber de tarea. Aun así, la gente tenía buenas razones para acudir en masa a un puesto vacante de guardia, ya que no era solo la paga lo que los atraía, sino también la esperanza de recibir sobornos.

Mirándose el uno al otro en busca de una respuesta, los dos guardias revelaron sin saberlo que estaban abrumados por la tensión.

Sin embargo, era cierto que dos personas juntas podían reunir más valor que por separado. Esta vez, habló el más joven.

“Y-Ya has sido condenado a muerte por la Iglesia, y ahora no eres diferente de un hombre muerto. Entonces… ¿por qué deberíamos aceptar algo de ti? Si tienes una petición, podemos escucharla. ¡Conoce tu lugar!”

“Bien, solo abran esta puerta como de costumbre y quítenme mis ataduras.” Dijo como si los guardias pudieran.

No era raro ver a personas encarceladas por robar pan: les quitaban sus posesiones y los abandonaban en el frío para morir. Esta era una prisión, un lugar temido.

Sin embargo, a pesar del inmenso pavor y el miedo asociados con las prisiones y sus cautivos, fueron los cautivos llevados a prisiones que no eran visibles para el público los más aterradores.

Las prisiones se construían a menudo en forma de aguja, en un lugar alejado de la gente, pero en el lugar en el que los habitantes de la civilización del captor podían verlas con mayor claridad: desde el puente arqueado hecho sobre un río que pasaba por el centro de la ciudad.

Los dos hombres se quedaron sin habla. Si fueran engañados por la astucia de un prisionero, su orgullo como guardias estaría en juego.

“T-Toda pertenencia de un hombre condenado por La Iglesia pertenece a La Iglesia, ya sea ropa, herencia o vida… por eso no podemos tomarlas.”

No se atrevieron a entrar en una celda tan aterradora, pero aún tenían que proteger su dignidad como guardias.

Esta razón por la que respondieron por no abrir la puerta fue lo suficientemente razonable.

Sin embargo, Kusla simplemente se encogió de hombros mientras hurgaba en el interior de su camisa, descuidando ingeniosamente sus excusas cuando dijo: “Oigan, ¿no les dije que tendrían una recompensa? Déjenme mostrarles algo bueno.”

“… Bien, ¿algo bueno?”

“Correcto. ¿No se han encontrado con una o dos cosas que les enfurecen en este trabajo?” “…”

Estando borrachos, los guardias lucharon por entender las palabras de su detenido. En su estado afectado, pudieron ver dos sombras bailar ante ellos mientras fruncían el ceño en la celda de la prisión.

“Piensen en sus superiores y colegas.” “¿Superiores…?”

“Sí, sus superiores. Esos fanfarrones incompetentes pueden alardear con la cabeza en alto debido a sus familias acomodadas. En esta ciudad, están los miembros de la familia Luts, la familia Barrows y la familia Judith, todos ellos, altos y poderosos con sus grandes espadas empuñadas a un lado mientras galopan sobre sus caballos en una exhibición llamativa, bebiendo su tés sentados junto a la chimenea y descansando nada menos que en una cama de piel de cordero. Durante el día, casualmente vendrán y se llevarán el poco dinero que lograron ganar de los convictos la noche anterior, y su único derecho es la indignación. En este sentido, no sé quiénes son realmente los prisioneros.” Una vez más, el dúo intercambió miradas.

Esta vez, sin embargo, también tragaron saliva al unísono. “… ¿Qué es esto… ‘algo bueno’?” Bingo.

Kusla sonrió. Su sonrisa tortuosa tentó aún más al par de guardias. “Esta cosita.”

Kusla sacó una pequeña botella de su palma, sacudiéndola detrás de las barras de hierro. Los ojos de los guardias lo persiguieron como un gatito al hilo.

“Simplemente deslicen una pequeña cantidad de su contenido en la comida de la persona que odian.” Al instante, sus rostros se llenaron de incomodidad.

Ninguno de los guardias miró directamente al otro, pero sus ojos se desviaron. “Oye, no me digas que esto es…”

Kusla sintió que podía escuchar sus verdaderos pensamientos en el tono del guardia.

Hubo muy pocas personas a las que se les dio el ominoso título de ‘Interés’, la pena de muerte por parte de la Iglesia, y se les dejó sufrir en una celda de prisión. Para Kusla, había muchas razones para esperar a ver a los guardias abrazar la oscuridad.

Ambos dieron un paso adelante al unísono. “¿Exactamente qué está… adentro?” “Arsénico.”

“¿Arsénico?”

“Está refinado del mejor Réalgar. En el pasado, un compañero que solía trabajar conmigo lo lamía por su curiosidad desenfrenada.”

“¿L-Lo lamia?”

“Sí. La gente como nosotros somos idiotas desesperados. Tenemos que probar esas cosas cuando tenemos la oportunidad, es como una adicción. Entonces, ese tonto que lo lamió…”

“¿Qué le pasó? ¿Al tonto?”

Kusla fingió indiferencia en su respuesta. “No pasó nada.”

“… ¿Eh?”

Los dos guardias gritaron en el instante de excitado furor por haber sido engañados.

“Pero a la mañana siguiente, cuando entré en la habitación de ese tipo; encontré su piel toda podrida, su rostro negro carbonizado, sus manos arrugadas y parecía un cadáver quemado. Realmente me sorprendió. Los mitos detrás del asesinato del antiguo rey de Eolo eran realmente ciertos, y esta fue la causa.” Kusla volvió a agitar la botella. “Lo bueno de este arsénico es que una persona no morirá al consumirlo. Hay un intervalo de tiempo antes de que surta efecto, lo que significa que no se sospechará de usted. El cadáver será realmente feo, esa persona se verá como si hubiera sido abandonado por Dios y la gente pensará que su muerte fue una retribución divina. Nadie pensará realmente que el polvo en esta pequeña botella los mató, ¿verdad?”

La sonrisa de Kusla se ensanchó al escuchar cómo sus clientes potenciales tenían expresiones serias.

“¿Pueden abrir la puerta a cambio este polvo?”

Era medianoche, el sol se había puesto hacía mucho tiempo, e incluso los siervos de Dios no estaban cerca, por lo que no quedaba nadie para vigilar aparte de los guardias. Ambos miraron a Kusla, casi obsesionados por él. En este mundo podrido, no quedaba nadie que no quisiera matar al menos a uno o dos de sus enemigos jurados.

“…”

Los dos guardias tenían gotas de sudor frío goteando en medio del aire helado, sus cuerpos rígidos.

Sin embargo, sus ojos revelaron que estaban tratando de perdonarse mutuamente sus pecados. Kusla se rió entre dientes al oír el ruido de las llaves en la cintura del guardia.

Sus vidas fueron una pesadilla negra. Esto fue suficiente para tentar a actuar a los guardias. No había nada de malo en lo que estaban haciendo.

Si hubiera alguien a quien culpar, sería Dios por crear un “opuesto”. “¿H-Hablas en serio…?”

El hombre de la cadena de llaves en la cintura habló con voz ronca.

Al mismo tiempo su mano alcanzó las llaves, lo que le hizo perder el equilibrio.

La sonrisa de Kusla se asomó a las comisuras de la boca mientras rugía el justo trueno de Dios. “¡¿Qué es lo que están haciendo ustedes dos?!”

Si esos golpes divinos podían matar a un hombre, esto era al menos muy parecido.

Los guardias se sobresaltaron, dando tumbos con torpeza al intentar probablemente girarse y enfrentarse a la voz en atención.

Colapsándose en el suelo, levantaron la cabeza y miraron hacia la persona que hablaba, y en ese momento sintieron firmemente que eran los verdaderos prisioneros.

El que habló fue el alcaide, que tenía autoridad sobre la prisión: un caballero de alto rango vestido con ropa glamorosa, con una barba blanca que mostraba muchos cabellos relucientes a la luz del día.

“Creí haber enfatizado que no se debía hablar con este hombre. Si se habla con él, creará un grave peligro. ¡Aquellos que actúen fuera de la ley serán considerados herejes y no podrán comparecer ante Dios!”

“¡! ¡…! …”

Los dos guardias casi olvidaron sus instintos de respirar cuando sintieron una gran tensión tanto en el cuerpo como en la mente al mismo tiempo. El anciano caballero se acercó descuidadamente a la celda de Kusla. Detrás del anciano caballero, Kusla pudo identificar dos figuras más, ellos mismos jóvenes caballeros siguiendo las órdenes del otro. Se podía saber con una sola mirada que estaban bien entrenados; una hábil unidad muy diferente de los aturdidos vigilantes.

La banda de recién llegados usaba cascos de metal que cubrían completamente sus rostros. Su armadura probablemente era para resistir cualquier cosa que Kusla pudiera intentar, es decir, su supuesta “magia”.

Seguro que llegaste tarde. Las pupilas de Kusla todavía enfocaban la luz que se filtraba a través de los barrotes de la puerta de su celda.

“Te espera tu veredicto.” “¿Una quema en la hoguera?”

El alcaide se burló en respuesta: “¿No me digas que estás empezando a preocuparte por tu vida ahora de todos los tiempos?”

Kusla se encogió de hombros y se alejó unos pasos de la puerta.

Uno de los caballeros le arrebató a la fuerza las llaves a uno de los guardias derrumbado, cada una repiqueteando en el anillo.

“Sal, Kusla.”

La puerta de la celda se abrió con un gemido bajo. “El Alquimista Inquieto.”