Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 17

Historia Corta (SS) 2: La Promesa de la Campanilla

Hestia se puso las cintas para el cabello. Solo ese era su único acto de desafío.

En el <Jardín> de la Diosa de la Belleza, la versión retorcida de Orario de Freya, a Hestia no se le permitió entrar en contacto con el chico.

Se vio obligada a seguir mintiendo diciendo que él no era miembro de su <Familia>. Todas las pruebas de su relación con el chico habían sido completamente borradas por la <Familia Freya>.

Excepto por las dos cintas que ataban el cabello de Hestia.

–… ¡Ah, um! Una tarde.

Hestia estaba caminando cuando se cruzó con un chico.

Su cabello era del color de la nieve pura, y sus ojos eran de un tono rojo rubí. Tenía una mirada agotada a su alrededor como si fuera un anciano, pero también parecía solitario y solo como un niño perdido.

Al principio solo la miro mientras se acercaban el uno al otro con una expresión muy dolorosa en su rostro, pero justo después de pasar al lado de Hestia, quien permaneció en silencio, se detuvo en su lugar, se dio la vuelta y la llamó.

–Ah, um… Esas cintas…

Las cintas azules se parecían a los pétalos de flores, y unidas a ellos había pequeñas campanas plateadas. Ese era el regalo que el chico, Bell, le había dado.

Cuando eran solo ellos dos y acababan de comenzar su <Familia>, el regalo que Bell le había preparado, la Campanilla de la Diosa1.

Antes de que la Diosa de la Belleza hubiera conocido a Bell como la “chica de la ciudad”… No había forma de que pudiera haber sabido que él se las había obsequiado. Era una reliquia de un recuerdo que solo los dos compartían.

–… Estas cintas me quedan bien, ¿No es así? Son muy importantes para mí.

Miró la reacción de Bell. Junto a él había algunos guardaespaldas, incluido un semihobbit. Hestia también sintió una mirada asesina de varios miembros cercanos de la <Familia Freya> que estaban escondidos en las sombras de los edificios cercanos.

Sabía que, si le decía a Bell la verdad, atacarían a Lili y a los demás, así que solo le dijo los detalles más pequeños.

–Una persona muy importante para mí, me las obsequio.

Bell repitió las palabras de Hestia varias veces en su cabeza y luego le preguntó.

–Esa persona… ¿Qué está haciendo ahora?

—¿Quién es esa persona?

Hestia podía decir al instante lo que Bell realmente quería preguntarle.

—Fuiste tú.

Ella quería decírselo, pero no podía.

Los labios de Hestia temblaron desesperadamente mientras le mentía y le dijo.

–No puedo verlo en este momento, pero… está en algún lugar muy lejos de aquí.

–… Ya veo… ¿Es así?

La cabeza de Bell se hundió de dolor, y Hestia intentó con sus últimos esfuerzos t ransmitirle la promesa que una vez hicieron.

–Pero, siempre estoy pensando en él, y definitivamente vendrá a verme de nuevo. Bell levantó la cabeza y abrió los ojos.

Cuando la luz de la tarde brilló sobre él, sonrió y Hestia se separó de él sin decir nada más.

El acto de desafío de Hestia había terminado. Dudaba de haber logrado transmitirle la verdad a Bell, pero definitivamente había puesto a la <Familia Freya> más nerviosa que antes.

–Pero incluso entonces, cumpliré nuestra promesa.