Youjo Senki (NL)

Volumen 8

Capítulo 1: Recuerdos de un Periodista Sobre el Frente Oriental

Parte 1

¿El Lergen Kampfgruppe…?

Lo vi una vez hace mucho tiempo.

Andrew, corresponsal especial de la WTN.

DESPUÉS DE LA GUERRA, EN LONDINIUM

Las palabras operación, campaña militar, batalla campal y batalla decisiva nos traen instantáneamente a la mente imágenes de combates duros y brutales. Y ciertamente, cualquier situación descrita de este modo implicará sin duda un combate.

Pero en el frente oriental, fue un goteo de sangre más lento el que drenó a los dos ejércitos enfrentados.

Cuando los veteranos hablan del frente oriental, piensan en las infinitas escaramuzas que se produjeron en el enorme entorno de operaciones, donde las grandes maniobras sencillamente no tuvieron lugar.

Lo mismo ocurrió en el Rhine.

Ese era otro lugar donde enormes pilas de cadáveres acechaban tras las palabras nada que informar.

Esos compromisos menores no aparecen en los libros de historia y apenas se recuerdan. Pero no cabe duda de que gran parte de la historia se decidió en esos momentos, y ahora quienes dieron su vida duermen en silencio.

Me llamo Andrew.

Soy uno de los reporteros integrados que visitan estos campos de batalla olvidados de los que nadie habla.

Tomé la pluma con la intención de escribir unas memorias, pero mi prefacio se ha hecho terriblemente largo. Quizá soy demasiado empático.

¿O tal vez al contar mi historia espero escapar de mi pasado?

No diría que me gusta especialmente huir, pero el joven que vivió aquellos años volvió convertido en un canalla cansado del mundo… En cualquier caso, no los describiría como tiempos felices.

Aun así, fui testigo.

Es difícil decir cuánto puedo aportar o si se me puede considerar un observador fiable. Para ser sincero, hay pocas posibilidades de que recuerde con exactitud todo lo que vi. Además, no tenía experiencia y no comprendía realmente lo que ocurría en la Federación.

Pero, por un capricho del destino, se me permitió trabajar como reportero integrado en la unidad multinacional establecida por la Federación y la Mancomunidad. (En aquella época, la Federación y la Mancomunidad podían hacer cosas tan amistosas como ésa. ¿Saben los lectores más jóvenes que, en lugar de maldecir ideologías rivales, los jefes de Estado de entonces se ensalzaban mutuamente como preciosos hermanos de armas?)

La razón por la que a un joven reportero se le daba semejante oportunidad era —paradójicamente— porque yo era joven.

Para las autoridades de la Federación, que miraban con rabia a la mayoría de los periodistas, alguien inexperto e ignorante era el candidato perfecto.

La mayoría de los otros reporteros también eran de mi edad. Recuerdo que cualquier reportero mayor que me encontraba en el lugar solía ser un Comunista loco—perdón, quería decir “apasionado”.

Pero quizá debería agradecer que esta experiencia me permitiera hacer amigos de toda la vida.

De todos modos, nos estamos desviando del tema. Al parecer, cuando te haces mayor, tus historias empiezan a serpentear. Tal vez hay demasiados recuerdos.

Recuerdos, sí. Recuerdos.

Para mí, está la Ofensiva Sapo, una serie de operaciones que tuvieron lugar más o menos al mismo tiempo que la Operación Andrómeda del Ejército Imperial. Incluso vi una unidad que podría haber sido el fantasma Lergen Kampfgruppe. Cuando me di cuenta de la astucia del enemigo al que nos enfrentábamos, escribí un amargo artículo al que se aferraron inmediatamente los censores.

En aquella época, los censores debieron de tener un duro trabajo con una unidad multinacional de tropas de la Federación y la Mancomunidad. Los dos bandos tenían ideas tan contradictorias sobre lo que debía y no debía escribirse que era imposible no incumplir una norma u otra.

El resultado acabó siendo una buena referencia para aprender a interpretar correctamente un artículo de periódico.

A todos los jóvenes lectores, les recomiendo que tomen los periódicos de esa época y los estudien junto con sus libros de texto.

¡Qué diferentes son los libros de historia de los relatos de los periódicos!

Lo que debería haber sido un reportaje basado en hechos a menudo terminaba leyéndose como relatos de una misión a la superficie de la luna. Espero que entiendan las razones de todo este sinsentido que hizo imposible averiguar lo que realmente ocurrió sin leer entre líneas.

Aun así, a veces las duras verdades que no se podían esconder bajo la alfombra aparecían sorprendentemente en primera plana.

Yo mismo supe de “Zettour el Terrible” en el frente oriental, y ese general en verdad era… un ser aterrador.

Incluso ahora, no creo que haya nadie que pueda dar cuenta de todo lo que ha hecho, pero como simple ciudadano de la Mancomunidad que lo vio con mis propios ojos, creo que resumir su existencia es sencillo:

Maldigo al Estado Mayor del Ejército Imperial por enviar a ese lunático al frente oriental.

En general, podría considerarse un desastre para el Ejército Imperial. Tal vez debería celebrarlo, como alguien que proviene de la Mancomunidad. Pero como una de las personas en ese frente oriental,

tengo que decir que no fue otro que Zettour quien hizo de nuestras vidas un infierno.

Su presencia no puede describirse sino como una pesadilla.

Como periodista infiltrado, debo admitir que nuestra situación era bastante ideal. Nunca nos quedábamos sin material para nuestros reportajes, y no se podía pedir un entorno mejor para conseguir primicias. Al final, sin embargo, nos acostumbramos demasiado al recuento diario de muertos.

A los corresponsales especiales se nos alababa por nuestros magníficos artículos, pero… algo debía de andar mal en aquellos tiempos.

A menudo escribía despachos especiales en los que aparecían nuestros camaradas y hermanos de armas de la Federación mientras luchaban en el vasto frente oriental contra los magos “ferrocarrileros” que amontonaban montañas de cadáveres. En mi patria, la gente no se cansaba de leer estos relatos sobre las encarnizadas batallas.

Estoy seguro de que algo iba mal entonces. Y por eso quiero saberlo.

No busco juicio, censura ni venganza. Sólo quiero saber la verdad.

“¿Qué piensa de mi nuevo manuscrito, General Drake?”

“… Son tus memorias. Escribe lo que quieras. Aprecio que me lo muestres, ya que somos viejos amigos, pero honestamente… ¿me estás pidiendo que lo censure? Búscate un Comunista para eso.”

Estamos discutiendo el manuscrito de lo que supongo podría llamarse mi crónica. Pero la reacción del caballero que sacó tiempo de su jornada para sentarse en este café y leerlo es brusca.

Despreocupada e indiferente.

De repente me entran ganas de acunarme la cabeza entre las manos. Más o menos me esperaba esta reacción, pero es aún más inflexible de lo que esperaba.

Teniendo en cuenta que esto no ha sido más que el primer obstáculo, me resulta difícil sentirme optimista.

“Qué duro recibimiento. ¿No sería más agradable simplemente recordar juntos? ¿No es ese uno de los viejos tópicos de los clubes de jubilados?”

“Gracias por tu fascinante opinión, Andrew.” Ahí está. Me preparo.

Independientemente de lo que digan los coloniales, si alguien de mi país tiene una taza de té en una mano mientras describe algo como fascinante, no hay forma de interpretarlo como otra cosa que no sea sarcasmo mordaz. También podría haberme dicho a la cara: ¿Eres idiota?

“Dicho esto, no creo que haya perdido todavía mi ventaja en la jubilación. Si a ti te lo parece, no puedo negar que estoy decepcionado.

¿Qué tal si reconsideramos tu propuesta una vez que hayamos perdido todo rastro de espina dorsal y razón para seguir adelante?” Canalizando el espíritu de John Bull con sus mordaces comentarios, Drake sujeta despreocupadamente su té. Su postura no ha cambiado desde los viejos tiempos. En otras palabras, no tiene intención de decir nada más.

Muy bien. Me armo de valor.

Le mostraré la diferencia entre un autodenominado periodista — que simplemente intenta hacerlo lo mejor posible sin entrometerse demasiado— y yo, un verdadero profesional.

“He entrado en años. Tantas cosas se han convertido en una molestia.”

“Hey, Andrew. Eres más joven que yo.”

Aunque es prácticamente un veterano retirado, no puedo evitar estremecerme ante las palabras de este general, cuya postura es tan erguida que parece como si su cuerpo llevara cosida una lona rígida.

Lo que dijo Drake es cierto si se cuentan los años, pero no puedo evitar pensar en las palabras edad física. Incluso un cuerpo que podía recibir una paliza cuando era más joven se suaviza inevitablemente con la edad.

“Entonces le agradecería que se comportara más como un anciano, General. ¿No podría tener en cuenta nuestra querida amistad? ¿Qué tal si me das un vistazo a tu suave bajo vientre?”

Sinceramente, estoy celoso de su energía.

He oído que los oficiales mágicos aéreos que sobrevivieron a la guerra o bien murieron jóvenes por el tremendo esfuerzo de usar demasiada magia o bien acabaron viviendo hasta una edad extrañamente avanzada… Drake debe de ser uno de estos últimos.

“Ja, ja, ja.” Al verle reír tan alegremente, está claro que no le resulta extraño el concepto de consumirse en la jubilación. “¿Mi ‘suave bajo vientre’? Muy bien. Te contaré algo que he estado guardando. Cuando era un joven oficial mágico en los marines, telegrafié a mi amante…”

“Si me disculpa la interrupción, General, quiero oír hablar del frente oriental.”

Después de fruncir el ceño por un momento, contrariado, suspira pesadamente. Es un gesto totalmente natural… Parece realmente ofendido por haber sido interrumpido, pero ¿es realmente así?

Aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Siento que estoy haciendo verdaderos progresos.

“… Andrew, ¿quieres hablar de eso? ¿En serio?” “Bueno, sí.”

“¿Qué quieres que te diga?”

“Hmm.” Sonrío irónicamente y confieso. “Quiero poder contar a las generaciones futuras cosas que yo mismo no entendí en su momento.”

Lo he visto. Lo he oído.

Pero no lo comprendí.

La triste verdad es que el mero hecho de estar presente en ese momento no aportó comprensión.

“Eres un tipo terriblemente persistente.” “Es el espíritu del periodismo.”

“Espíritu, ¿eh? Bueno, supongo que es una razón suficiente.” Drakese encoge de hombros y da un elegante mordisco a su bocadillo. Su buena educación se revela en los momentos más extraños, como solía ocurrir en aquellos tiempos.

“Digamos que no pudiste resistirte y cediste a mi persistencia. Hoy sería un buen día para conocer por fin el papel del General Habergram en el frente oriental. Tampoco diría que no a escuchar la historia del Sr. Johnson.”

“Lo siento, pero no lo sé.”

“Disculpe, pero…” Interrumpí rápidamente. “¿Qué hay del registro de Inteligencia desplegando su unidad de magos marines en secreto? Aunque se trata de pruebas circunstanciales, los resultados de un estudio reciente llevado a cabo por varios investigadores hacen pensar que su unidad participó. Además, ocurrió en el mismo territorio de la Federación donde nos conocimos, General.”

“No tengo ni idea de lo que estás hablando. Como puedes ver, no soy de los que les fue bien en la escuela. No tengo ni idea de lo que escriben los académicos.”

Sólo un aficionado de segunda caería en esa confusión en su voz. Sé a ciencia cierta que Drake diciendo que odiaba la escuela es una mentira descarada.

“¿El mismo hombre que dio forma al plan de estudios de la educación oficial integral hasta convertirlo en lo que es hoy afirma detestar la escuela? Me gustaría decírselo a los niños que están pasando por la trituradora ahora mismo.”

“Simplemente seguía órdenes y cumplía con mi deber. No es que fuera mi elección trabajar en educación.”

“… Esa es una historia muy diferente de lo que he oído. En cualquier caso, volvamos al tema original. Por favor, háblame de la operación secreta.”

“¿Olvidas cuál era mi rango en aquel momento? Sólo era Teniente Coronel, por el amor de Dios. ¿Qué crees que sabía exactamente?”

Ese gesto delator que hace cada vez que finge ignorancia me trae de vuelta a los viejos tiempos. No es de extrañar que innumerables jóvenes periodistas malinterpreten al apuesto oficial mágico de la marina.

Pero no pienso volver a cometer el mismo error.

“Sólo un Teniente Coronel, dices; sí, una vez fui lo bastante novato como para tragarme esa excusa. Qué nostalgia. De vez en cuando pienso en aquellos días, incluso ahora.”

“¿Nostalgia…? Tengo sentimientos complicados al oír eso de alguien que también estuvo allí en el mismo frente oriental.”

“En ese sentido, pensar en el Coronel Mikel también me produce nostalgia.”

Por un momento vislumbro emociones contradictorias en el rostro del general, pero lo cierto es que su máscara de inocencia es sólida como el acero. Asiente con una sonrisa irónica y cambia de tema. “… Ese es un nombre que no había oído en mucho tiempo. Eres muy astuto. Somos la prueba viviente de que hubo un tiempo en que llamábamos aliados a los soldados de la Federación, ¿eh?”

“¿No te gustaría dejar algo en vida?”

“En ese caso, ¿qué tal una historia? No puedo hablar de lo que no conozco. Pero, bueno… ¿Te importa si fumo?”

“En absoluto.”

Mientras el suave humo de su puro llena el aire, esboza una amarga sonrisa. “… Fueron días verdaderamente extraños, Andrew.”