Seirei Gensouki: Konna Sekai de Deaeta Kimi ni

Volumen 22

Capítulo 4: El Regreso De Celia

Parte 2

Aproximadamente una hora después de que comenzara la reunión entre la Restauración y François, Satsuki y el grupo Galarc terminaron de recibir una actualización de los acontecimientos por parte de las chicas del pueblo espiritual en el comedor de la mansión.

El aire estaba cargado de silencio. Takahisa había seguido a Lilianna a la mansión antes, así que ambos estaban presentes también.

Satsuki, Miharu, Aki, Masato y Takahisa habían nacido y crecido en Japón, sin experiencia alguna de guerra. Sus expresiones habían sido rígidas durante todo el tiempo que escucharon hablar a Sara, y seguían siéndolo ahora.

“La guerra nunca es agradable”, dijo Gouki con un suspiro, adivinando lo que estaban pensando. “Te afecta tanto si quieres formar parte de ella como si no. A veces te afecta, aunque no formes parte de ella. Eso es lo que parece, al menos”.

Como veterano guerrero que había participado en numerosas guerras, sus palabras procedían de la experiencia real.

“Estoy de acuerdo… Nunca pensé que Celia y los demás se involucrarían en la guerra”. Satsuki frunció el ceño con amargura. Sabía que la relación entre Beltrum y la Restauración no era la mejor, pero no esperaba que se convirtiera en un conflicto real.

Probablemente su opinión estaba influenciada por su educación pacífica, pero como había dicho Gouki, parecía que ahora también le afectaban las cosas.

“Estoy tan aliviada de que todos hayan regresado sanos y salvos… Gracias por volver, Sara, Orphia, Alma”. Latifa se alegró de su regreso con una mirada emocionada.

“Suzune…” “Gracias.” “Claro.”

Las tres chicas espirituales sonrieron felices.

“La guerra es imperdonable. No debería ocurrir. Las cosas que ocurren durante la guerra normalmente se considerarían crímenes. Matar a tanta gente y forzar la sumisión a través de la pura fuerza está absolutamente mal.”

Takahisa expresó su desdén por la guerra con una intensa ira en su tono. Era difícil creer que se tratara de la misma persona que había intentado llevarse a Miharu al Reino Centostella por la fuerza, pero señalarlo ahora cambiaría el asunto en cuestión.

“Cierto… Estoy de acuerdo con el sentimiento contra la guerra”, dijo Satsuki en un tono más tranquilo.

“El asesinato es el mal. Es un mal absoluto. La guerra que promueve el asesinato de personas es igualmente malvada…” Takahisa murmuró para sí. La forma en que denunciaba el asesinato y la guerra había sobrepasado los límites de los valores morales, rozando algún tipo de rencor profundamente arraigado. Era casi como si su mente estuviera poseída por pensamientos negativos.

“¿Pasa algo, señor Takahisa?”

Lilianna se dio cuenta de la reacción anormal y le miró a la cara desde el asiento de al lado.

“Ah, Lily…” Takahisa volvió en sí.

“No, sólo me preguntaba por qué la gente es capaz de iniciar guerras en su propio beneficio. ¿Cómo pueden elegir matar a otros sin dudarlo? Tiene que haber algo malo en ellos sí pueden encontrar alegría en el beneficio de matar a otros. Sólo la más baja de las escorias haría algo así para perturbar el orden. ¿No es así?”

Habló de su propio sentido de la justicia, expresando su odio a la guerra.

“No lo negaré. Sin embargo, la guerra ocurrirá a pesar de todo. Los humanos caminamos sobre una historia manchada de sangre, y es importante que no nos escondamos. Me pregunto qué haría falta para perder toda guerra en este mundo”.

Lilianna evitó mostrarse abiertamente de acuerdo con Takahisa e hizo referencia a las numerosas guerras por las que había pasado la humanidad hasta el momento. Después, esbozó una sonrisa tensa.

“Sólo las personas que no pueden comprender el dolor ajeno crean la guerra. No viven con suficiente consideración hacia los demás. Mucha gente muere durante la guerra, pero los que sobreviven se ríen sin preocuparse una vez que la guerra termina. Es una tontería”, dijo Takahisa con una mirada amarga.

“Hmm… Entiendo lo que dices, pero… todo depende de cómo lo mires, de cómo lo sientas y de la fuerza de tu corazón, creo. Y eso varía de una persona a otra. No tiene por qué ser la guerra para que a alguien le pase algo doloroso, y no pasa nada si intenta levantarse y volver a su vida cotidiana con una sonrisa… Nunca se sabe si sólo parecen estar bien por fuera…”. Satsuki parecía tener su propia opinión sobre el punto de vista de Takahisa. Pero le costaba organizar sus pensamientos en el acto y no encontraba las palabras adecuadas.

“¿Está bien que me sienta feliz de que Sara y Celia y todos hayan vuelto? Debería estar bien… ¿Verdad?” Preguntó Latifa con cara de preocupación.

Se alegró de que todos hubieran vuelto sanos y salvos. Ésa era la emoción más fuerte que la embargaba. Pero al mismo tiempo, habría habido muchas personas que murieron en esa batalla.

Entonces, ¿se le permitía alegrarse por el regreso a salvo de sus amigos, o era imprudente? Tras oír lo que Takahisa acababa de decir, empezó a dudar de sí misma.

“Ves, por eso no puedes decir eso. Cuando la gente importante para ti vuelve con vida, se te debería permitir celebrarlo. Se te debería permitir sonreír. No es como si te estuvieras riendo sin ninguna preocupación en el mundo… Sacar conclusiones precipitadas y llamar imprudente a la gente antes de escucharla es lo que crea los conflictos en primer lugar.” Satsuki suspiró, aún incapaz de ordenar sus pensamientos.

“Creo que se les permite celebrarlo, Lady Suzune, Satsuki”, afirmó Gouki con claridad, disipando las preocupaciones en los corazones de Latifa y Satsuki.

“Gouki…”

“Alegrarse por el regreso de un amigo y llorar por los muertos son sentimientos que pueden coexistir. Sentir alivio al ver a un amigo vivo no significa no sentir nada por los que han fallecido”.

Gouki dio su consejo como líder en la vida, habiendo visto a numerosas personas con preocupaciones similares hasta ahora. Además de eso—

“Están los que lucharon para proteger y murieron, y los que fueron protegidos y regresaron. Así pues, los que han muerto deben ser aclamados por su sacrificio, y los que regresan deben ser celebrados. De lo contrario, los que murieron no podrán descansar en paz. Al menos, ésa es mi opinión personal al respecto”, concluyó.

“Me parece que lo has explicado todo perfectamente. Gracias”. Satsuki le aplaudió en silencio, maravillada.

“Simplemente he vivido más que el resto de ustedes. He participado en guerras y he presenciado el final de muchos en guerra. También he matado a otros durante la batalla… Pero eso es demasiado violento para discutirlo en la mesa del comedor. Perdonadme”.

Gouki tenía la mirada perdida mientras hablaba, pero el lapsus le hizo volver en sí. “También era demasiado sermoneador y prolijo. Por favor, acepten mis disculpas”.

Kayoko suspiró exasperada, inclinando la cabeza junto a Gouki.

“Bwa-ha-ha, eso puede ser cierto”. Gouki rio con ganas. El intercambio del matrimonio disipó el aire sombrío de la habitación.

“De acuerdo. Celebremos el regreso de Celia cuando vuelva, Suzune”.

“¡Sí!” Todo rastro de duda desapareció de las expresiones de Satsuki y Latifa.

“Voy a hacer una comida caliente esta noche… ¡La mejor que pueda!” Miharu anunció con entusiasmo. Ella también quería celebrar el regreso de Celia y las chicas del pueblo espiritual.

“Oh, entonces te ayudaré, Miharu”, se ofreció inmediatamente Orphia. “Pero la comida será para celebrar tu regreso…”

“Está bien, quiero hacer esto. Como siempre, ¿verdad?” “Ya veo. De acuerdo”. Miharu asintió feliz.

“¡Yo también ayudaré! Hagamos algo juntos otra vez, Aki. Como antes,

¿verdad?”

“Sí. De acuerdo”. Aki también asintió feliz a la invitación de Latifa. Las demás chicas también se ofrecieron a participar una tras otra, y al final se decidió que todas cocinarían juntas como de costumbre.

“Esta mansión es agradable… Todo el mundo es tan cálido, como una familia. Me dan ganas de vivir aquí para siempre”, murmuró Takahisa con envidia. Sólo Lilianna y Masato, que estaban sentados a ambos lados de él, le oyeron.

Justo en ese momento, varias personas entraron en el comedor. Eran Celia, Roland y Sora, que acababan de regresar de la reunión en el castillo.

“Estamos en casa… Ah, todos están en el comedor como pensaba”. Celia divisó las caras conocidas reunidas en el comedor y se relajó aliviada.

“Bienvenida a casa, Celia”. Todos se volvieron hacia Celia y la llamaron alegremente.

“¿Qué están tramando?” Por alguna razón, el aire parecía un poco diferente de lo normal. Celia los miró sin comprender.

“Todo el mundo se alegra de que estés a salvo en casa”, responde Charlotte con una risita.

Celia sonrió suavemente. “Princesa Charlotte… muchas gracias”.

“Buenos días, Conde Claire. Me enteré de lo que pasó en Rodania. Por favor, pónganse cómodos esta noche. Parece que todos prepararán la cena juntos”.

Charlotte habló como si ya se hubiera dado por sentado que Roland pasaría la noche allí. Había hecho los preparativos en cuanto llegó con Celia.

“Gracias por la consideración…” Roland se llevó una mano al pecho y expresó su profunda gratitud.

“¿Quién es, por cierto?” preguntó Satsuki tras Sora, que se escondía detrás de Celia.

“Oh, es verdad. Aún no lo hemos explicado”. Sara recordó de repente lo que no había explicado. No lo había olvidado del todo, pero podía haber sido un síntoma de las reglas de dios en vigor.

“Está bien, yo puedo dar las explicaciones”, le dijo Celia a Sara. “Esta es Sora. Se separó de su maestro durante el caos de Rodania y estará a mi cuidado durante un tiempo. ¿Estaría bien que viviera en esta mansión con nosotros? Hay una cama libre en mi habitación, así que puede quedarse conmigo”. Después de presentar a Sora a todo el mundo, se volvió para pedir permiso a Charlotte. Aunque la propietaria oficial de la mansión era Satsuki, decisiones como ésta tenían que pasar por Charlotte. Las miradas de todos se centraron en Sora.

“Hmph…” Sora no estaba acostumbrada a ser el centro de atención, así que se escondió rápidamente detrás de Celia. Eso pareció despertar un impulso protector en Satsuki, que se levantó de su silla y se acercó a Sora. Se agachó y le sonrió desde la misma altura de los ojos.

“Huh… Qué niña más linda. Soy Satsuki. Encantada de conocerte, Sora.” “¡Es adorable! ¡Soy Suzune, por cierto!”

“¡Y yo soy Komomo!”

Los dos más jóvenes tomaron la iniciativa de levantarse de sus asientos y reunirse alrededor de Sora. Los demás también se animaron a levantarse y formaron un círculo a su alrededor. Todos contemplaron con cariño el adorable aspecto infantil de Sora.

“¿Oh…?” Gouki y los adultos de Yagumo estaban con los ojos muy abiertos por la curiosidad. El nombre de Sora sonaba como un nombre de su tierra natal, y la ropa que llevaba también era similar a la que se usa en la región de Yagumo.

“¡Argh, qué asfixiante! ¡Aléjate, aléjate! ¡Deja de mirar a Sora! ¡Fuera!”

“H-Hey…” Sora agarró a Celia y la usó como escudo para mantener la distancia con los que se acercaban a ella.

“Está bien, no hay por qué tener miedo”, dijo Latifa. Ella metió la cabeza alrededor de Celia y trató de mirar a la cara de Sora con Komomo.

“¡Hssh!” Sora les siseó como un gato cauteloso. “¡Qué linda!”

Parecía que Sora se había ganado el corazón de todos.

“Como puedes ver, tiene la lengua un poco afilada… Pero es una buena persona, así que por favor, dale un poco de indulgencia. Anda, tú también tienes que saludar a todo el mundo como es debido”. Celia inclinó la cabeza e hizo que Sora se pusiera a su lado.

“Hmph… Por favor, cuida de Sora”. Sora se inclinó de mala gana.

Satsuki se volvió inmediatamente hacia Charlotte. “Llevémosla dentro, Char”.

“Me parece muy bien. Esta mansión también es el hogar de Lady Celia”, aceptó Charlotte.

“Muchas gracias”. Celia empujó suavemente la espalda de Sora e hizo que inclinara la cabeza con ella.

“Ahora que lo pienso, ¿está Ayase Miharu entre este grupo?” Sora preguntó, mirando alrededor de la habitación. Acababa de recordar que Ayase Miharu era la reencarnación del Dios de los Siete Sabios Lina.

“Umm, ese sería yo…” Miharu levantó la mano con curiosidad. Aún no se había presentado, pero la habían llamado por su nombre. Sora se dirigió directamente hacia ella.

Esta mujer es la reencarnación de Lina.

Sora miró amenazadoramente a la cara de Miharu desde cerca, pero debido a su aspecto joven y adorable, no había fuerza detrás del gesto.

“¿De verdad lo has olvidado todo? ¿No queda nada?”, preguntó. “Umm… ¿Qué?” Miharu ladeó la cabeza confundida. “Realmente pareces otra persona”, murmuró Sora.

“¿Hmm?”

Todos estaban perplejos por qué Sora sabía el nombre de Miharu y lo que estaba diciendo.

“Err, le enseñé los nombres de todos de camino aquí. Pero, ¿qué pasa, Sora?”

Celia estaba igual de desconcertada que los demás, pero se las arregló para inventar una mentira en el acto para despejar las sospechas sobre el nombre de Miharu. Sin embargo, eso no respondió a las preguntas de Celia. Se quedó mirando la cara de Sora en busca de la verdad.

Sora sacudió la cabeza con un suspiro. “No es nada”.

“Por cierto, ese atuendo se parece a la ropa de la región de Yagumo.

¿Puedo preguntarte de dónde lo has sacado?” preguntó Gouki, mostrando su interés por la ropa de Sora.

“Esto… fue comprado en un mercado mientras Sora viajaba.”

Sora vivía en la cima de una montaña hacia el lado Yagumo del Yermo, y su ropa se la procuraba en las pocas ocasiones en que bajaba a comprar cosas a Yagumo. Pero decir la verdad sólo crearía problemas, así que omitió la mayor parte de su explicación. Era algo que había comprado en un mercado de la región de Yagumo, así que tampoco mentía.

“¿Oh? Entonces debe haber sido hecho por un descendiente de alguien que vagó por aquí desde la región de Yagumo”. Gouki asintió, sacando su propia conclusión de esa respuesta.

“En otro orden de cosas, veo que Aki ha vuelto”, dijo Celia, volviéndose hacia Aki.

Antes había visto a Aki en la habitación, pero hasta ahora no había tenido ocasión de hablar de ello.

“Así es, también nos sorprendimos cuando regresamos hace un momento”. “Llegaron ayer a Galarc”.

Orphia y Miharu informaron a Celia de lo sucedido. Por la forma en que Miharu tenía el brazo rodeando suavemente el hombro de Aki, Celia intuyó que se habían reconciliado.

“Ya veo… Hola, Aki. Me alegro de volver a verte”.

“Siento lo mismo… Siento todo este alboroto”. Aki agachó la cabeza disculpándose.

Celia le sonrió suavemente. “Si han hecho las paces, no tengo nada más que decir. Me alegro por ti”.

“Aki, ¿quién es?”

Justo entonces, Takahisa se acercó a Aki, buscando una presentación para Celia. “Oh, Takahisa. Esta es Celia. Estuvimos a su cuidado antes de que ocurriera el banquete”.

“¿Eh?” Celia se sobresaltó cuando la oyó llamarle Takahisa. Ella había oído hablar de los acontecimientos del banquete después de que todo había sucedido. Es decir, cómo Takahisa temía que Rio y Miharu se juntaran y trató de secuestrar a Miharu para evitar precisamente eso.

“Hola, encantado de conocerte. Soy Sendo Takahisa, el hermano mayor de Aki”.

Takahisa se presentó con una sonrisa radiante, sin reparar en la expresión rígida de Celia ni en la vergüenza por su comportamiento en el pasado.

“Ah… Soy Celia. Encantada de conocerte también”.

¿Qué? ¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué significa esto? ¿Por qué está actuando tan brillante y alegre después de lo que hizo?

Preguntas como ésa llenaban la cabeza de Celia, dejándola al borde del colapso. Pero por algo había nacido noble. De algún modo consiguió forzar sus palabras con una sonrisa incómoda.

¿Es porque se olvidó de Río? ¿Es por eso que vino aquí con Aki?

“Aki y Masato han sido muy amables conmigo. Es un placer conocerte, gran héroe”.

Celia adivinó la razón por la que Takahisa estaba aquí, se calmó y le saludó adecuadamente.

“Takahisa está bien, no hace falta que me llames por ese título. Es agradable ver a Aki haciendo amigos de su edad”. Takahisa se rascó la mejilla tímidamente.

“Celia es mayor que tú, Takahisa”, dijo Aki con disgusto.

“Espera, ¿de verdad?” Había supuesto que era mayor que Aki, pero más joven que él. Takahisa la miró, atónito.

“Cumpliré veintiuno este año”. “Veinte… Veinte… ¿Eh…?”

Takahisa se quedó mirando a Celia con incredulidad. La mirase como la mirase, no parecía mayor que una estudiante de segundo o tercer curso de secundaria.

“Hola, soy el padre de Celia, el jefe de la casa Conde Claire, Roland. Es un honor conocer al gran héroe del Reino de Centostella”. Roland interrumpió su conversación como para impedir que Takahisa coqueteara con su amada hija.

“Encantado de conocerle, Conde Claire”. Takahisa se encogió ante el aura intimidatoria de Roland.

Al ver eso, Satsuki suspiró. “De todos modos, ¿cómo han ido las cosas con la princesa Christina y la princesa Flora? ¿Gozan de buena salud?”, preguntó a Celia.

“Sí, las dos parecen estar perfectamente bien por fuera. Pero me temo que las dos pueden estar algo conmocionadas por el giro de los acontecimientos”. Celia debía de estar preocupada por el estado mental de Christina y Flora. En su sonrisa había un deje de tristeza.

“Ya veo…”

Todas las chicas que vivían en esta mansión tenían algún nivel de interacción con Christina y Flora. Al igual que Celia, todas se preocupaban por ellas con expresiones sombrías.

“Deben de tener muchas cosas en la cabeza ahora mismo, así que invitémosles en otra ocasión. Los considero mis amigos”, sugirió Charlotte.

“Sí, por favor. Seguro que estarán encantados”. Celia asintió feliz.