Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (NL)

Volumen 3

Capítulo 6: Negativo Y Positivo

Parte 1

Detec Bell

“¡No ‘e ‘etengan! ¡A la carga!”

La voz de Melville detrás de las chicas las sacó de su estupor congelado y, con una sincronización casi perfecta, todas entraron en acción.

Manteniendo su escudo entre ella y el dragón, Nokko se puso en posición para proteger a Genopsyko y a @Meow-Meow mientras apagaba el fuego de sus cuerpos con su mopa. Tras su cobertura, encendió su teléfono mágico y utilizó elementos de recuperación en la pareja que yacía inmóvil en el suelo.

Detec Bell corrió, rezando en silencio para que el dragón no se acercara a ella. Le habían dicho que el sólido peso del Escudo +5 en sus manos y el brillante amuleto de agua azul que colgaba de su cuello la mantendrían a salvo, pero esa explicación no fue suficiente para convencer a su aterrado corazón.

Delante, Lapis Lazuline bloqueó las llamas del dragón, pero el violento impacto fue demasiado para que su escudo lo absorbiera, y la hizo caer de rodillas. Los restos de las llamas danzaban sobre las losas, lo suficientemente cerca como para casi derribarlas con las olas de calor. Rionetta corrió junto a ellas por la derecha, Nonako Miyokata por la izquierda, mientras el alboroto del dragón que escupía fuego se volvía aún más agresivo. Uno de los chorros salió disparado hacia Detec Bell, que se agachó sobre una rodilla con el escudo inclinado hacia arriba en un ángulo de cuarenta grados desde el suelo.

Reprimió una maldición. El fuego prendía todo lo que podía alcanzar —los flecos de su capa, los extremos de su cinta, el dobladillo de su falda— e incluso saltaba también a su cabello, produciendo chispas. El horrible hedor de la proteína quemada llegó a su nariz a pesar del olor a moho de la caverna. La piel le ardía. Estaba caliente

—tan, tan caliente— y le dolía.

Detec Bell no podía saber qué le había pasado a su ojo izquierdo, pero su párpado no se abría. Al abrigo de su escudo, activó su teléfono mágico para utilizar la medicina de recuperación sobre sí misma, rezando todo el tiempo para que no le llegaran más ataques. Se suponía que su papel era el de escoltar a las demás en la batalla, así que era curioso que estuviera suplicando que la dejaran en paz cuando debería haber estado haciendo de señuelo. Pero aun así, la razón y la emoción son dos cosas diferentes, y el dolor que estaba experimentando en ese momento estaba afectando considerablemente a sus emociones. El instinto de supervivencia que sustentaba su miedo le advertía que no podía permitirse volver a ser golpeada.

Alguien gritó. Aunque Detec Bell sintió que estaba a punto de morir, miró hacia la fuente del grito y encontró a Clantail, con la parte inferior de su cuerpo transformada en un saltamontes, derrumbada en el suelo cerca de la plataforma. La gruesa y larga cola del dragón levantaba una ráfaga de viento. Parecía que Clantail había intentado saltar a lo alto de la plataforma circular, pero la cola la había arrojado.

Una jabalina atravesó la cola del dragón y varias escamas se desprendieron. La sangre brotó de la herida. El fluido corporal, parecido a una mucosidad roja y turbia, fluía hacia Detec Bell.

El dragón se levantó de donde estaba, a cuatro patas. La herida lo había enfurecido. La criatura ya era lo suficientemente grande, y esto sólo la hacía parecer aún más imponente. Una simple mirada de sus ojos dorados paralizó de terror a Detec Bell. Miró a Melville, pero no la atacó. Estaba detrás de la línea roja: las llamas y las garras no la alcanzarían.

El dragón se volvió hacia la Clantail caída y escupió llamas.

Clantail sostenía la daga asesina de dragones. Era justo decir que su destino dependía de si podía golpear al dragón. Y el dragón no estaba apuntando a Melville, que había atacado desde fuera de su rango de disparo. Había buscado deliberadamente a Clantail y había ido a por ella. Eso no parecía una coincidencia. ¿Era sólo el instinto? No. Las mejillas del dragón se echaron hacia atrás. ¿Estaba sonriendo?

Detec Bell estaba sorprendida.

Habían discutido su estrategia aquí mismo, en esta caverna, justo delante del dragón. Habían asumido que los monstruos apenas tenían intelecto y que, por lo tanto, tampoco serían capaces de entender el lenguaje humano, aunque ninguna de ellas podía saberlo con certeza.

Pero entonces, justo cuando las llamas salieron de la boca del reptil, un resplandor azul atravesó el aire y se detuvo justo delante de Clantail. Lapis Lazuline, con su escudo levantado, bloqueó las llamas. El fuego continuó con un segundo y un tercer disparo —Detec Bell corrió hacia ellas, al igual que las otras chicas, pero no lo consiguieron. Tras el tercer soplo, Lapis Lazuline salió despedida hacia atrás, dando tumbos hasta que la pared de roca la detuvo por la fuerza. Sus brazos colgaban sin fuerza, incapaces de sostener su escudo mientras se desplomaba contra la pared.

El dragón inhaló un aliento para acabar con Clantail, derrumbado detrás de Lazuline, pero luego se detuvo, con las mejillas abultadas. Su objetivo había desaparecido. Con los labios apretados contra la presión de sus mejillas, miró a su alrededor, pero no se veía a Clantail. Antes de que el dragón pudiera encontrar el objetivo de su ataque, una jabalina le atravesó la garganta, y la columna de fuego sin rumbo desapareció justo antes de la línea roja.

El dragón se levantó sobre sus patas traseras y aulló, enterrando la malicia y la inteligencia que Detec Bell había vislumbrado, revelando su naturaleza bestial, rugiendo hasta que la caverna tembló. Las grietas subían por las paredes de roca, las estalactitas se desmoronaban y la escalera de cuerda se balanceaba salvajemente. El rugido podría haber dañado los tímpanos de los humanos, o incluso haberlos dejado inconscientes con una conmoción cerebral. Incluso una chica mágica como Detec Bell sintió que sus rodillas casi cedían.

Levantó la vista hacia el dragón que se encabritaba, y el techo que había más allá le llamó la atención. Algo se sostenía allí arriba. Era ligeramente gris, apenas salpicado de color, y tenía una larga cola. Los cinco dedos de cada pie estaban abiertos, pegados al techo. Era un gecko.

Si Detec Bell recordaba bien, cientos de miles de pelos ultrafinos crecían en las almohadillas de los dedos de las patas, produciendo una fuerza de atracción única entre ellos y cualquier objeto que tocaran, haciendo que el gecko se aferrara… o eso había leído en algún artículo de un sitio de noticias de Internet o algo así. Clantail, con la parte inferior de su cuerpo transformada en gecko, se escondió del aullido del dragón y bajó suavemente del techo. En su mano derecha, sujetaba la daga.

El Gran Dragón, que rugía para intimidar a sus enemigos y también, muy probablemente, para envalentonarse, era tan ruidoso que no se dio cuenta del ataque desde arriba. Clantail clavó la daga en la coronilla del dragón y, unos segundos después, la tierra se estremeció por debajo al caer. A pesar de haber sido apuñalado por una simple daga, un gran volumen de sangre brotó de la cabeza del Gran Dragón, y su cabeza y patas delanteras cayeron hacia adelante mientras se desplomaba.

Incluso ahora, las rodillas de Detec Bell querían temblar, pero se obligó a correr hacia Lazuline, que seguía apoyada inmóvil contra la pared de roca.

Dos horas más tarde, una repentina ráfaga de viento barrió el hedor a quemado que ahogaba la caverna subterránea. Mirando hacia arriba, Detec Bell vio la luz que entraba por el agujero del techo. El aire debía de entrar por ahí.

El olor a sangre que había llenado el lugar hacía unos instantes ya había desaparecido, no porque el viento lo hubiera arrastrado, sino porque el cuerpo del Gran Dragón, la fuente del olor, había desaparecido. Los cuerpos de los monstruos desaparecían un tiempo determinado después de su derrota. El dragón había desaparecido, al igual que su viscosa sangre roja, y sólo quedaba el hedor de todo lo que había carbonizado. Aunque los cuerpos de los monstruos desaparecerían, los de los jugadores no.

Detec Bell había investigado todos los puntos que pudo: las paredes de roca tallada, las losas de azulejos, la línea roja curva en las losas, la plataforma circular de más de veinte metros de ancho en el centro del círculo rojo, el puente de cuerda que colgaba sobre la plataforma y el agujero que conducía más allá. No pudo olfatear nada sospechoso en el suelo, en las paredes ni en ningún otro lugar. Detec Bell suspiró. Incluso había examinado a fondo los cuerpos de las chicas mágicas muertas. Le daba asco sólo mirar, pero aun así, había movilizado de cerca y con cuidado todo el conocimiento a su disposición. Aunque su inspección no era lo suficientemente fiable como para llamarla autopsia, de todos modos las había examinado.

Unas pisadas resonaron en el suelo de piedra de la enorme caverna, en la que antes cabía una gran criatura de quince metros de largo con espacio de sobra. El sonido se hizo gradualmente más fuerte, y luego se detuvo.

“Entonces, ¿algún resultado?” Preguntó Pfle, con la cabeza despejada a horcajadas sobre la espalda de Shadow Gale.

“Nada bueno.” Detec Bell sacudió la cabeza con fuerza. Genopsyko Yumenoshima había matado a @Meow-Meow. Aunque la llama del Gran Dragón había sido la causa directa de sus muertes, las acciones de Genopsyko habían conducido claramente a ese ataque.

¿Las había seguido Genopsyko? @Meow-Meow había estado en la retaguardia, pero ahora no podían hacerle ninguna pregunta. Nokko, que caminaba en penúltimo lugar, había dicho que había comprobado detrás de ellas varias veces, pero no había habido señales de que nadie les siguiera, o eso había pensado Detec Bell, lo que significaba que Genopsyko debía ser muy buena siguiendo.

Si Genopsyko les había seguido, tuvo que haber escuchado la explicación de Pfle al principio: que cualquiera que cruzara la línea roja sería bañado sin piedad con el aliento llameante del dragón. Esas llamas habían sido lo suficientemente potentes como para evaporar una roca del tamaño de un puño, y como había dicho Rionetta, lo suficientemente calientes como para convertirte en una “mancha negra”.

La magia de Genopsyko Yumenoshima había sido su traje invencible. Había dicho que mientras su visor estuviera bajado, podría incluso saltar a un mar de magma y estar bien. Pero, por alguna razón, se había levantado el visor y se había quemado hasta la médula. Si @Meow-Meow había sido cocinada como un jamón de Kamakura, entonces Genopsyko era carbón. Se había carbonizado, dejando apenas un rastro de sus restos. La razón por la que @Meow-Meow estaba mejor tenía que ser porque había sido equipada con el accesorio de encanto de agua, que le daba resistencia a los ataques de fuego. No había usado su escudo, así que las llamas la habían quemado, pero el amuleto de agua había surtido efecto.

En otras palabras, eso significaba que Genopsyko había saltado sobre @Meow-Meow sin equipo ignífugo, con el visor levantado y dejándola totalmente desprotegida, para que se quemara hasta quedar hecha cenizas. Había estado preparada todo el tiempo para acabar con @Meow-Meow, no había sido realmente un ataque. Más bien un doble suicidio forzado.

Cuando Melville, Cherna y Lazuline habían presenciado las acciones de Genopsyko, también les habían dejado un mensaje que insinuaba la existencia de un traidor entre ellas. La propia Detec Bell había visto ese mensaje. ¿Era @Meow-Meow la traidora al que se refería Genopsyko? ¿Había descubierto Genopsyko, por algún medio, que @Meow-Meow era una traidora y la había matado para detenerla?

¿Para castigarla? ¿Para vengarse?

Pfle se echó el flequillo hacia atrás y miró a la plataforma. Cuando se llevó la mano al cabello, su codo golpeó la parte posterior de la cabeza de Shadow Gale, haciendo que su montura emitiera un grito. “¿Parece que seguir investigando nos va a beneficiar en algo?” Preguntó Pfle.

Detec Bell miró a Pfle. Con el flequillo fuera del camino, su parche en el ojo se veía claramente. Tenía la forma de un pajarito, con clase y dulzura, y de alguna manera, también tonto. “Creo que he investigado todo lo que debía.” Respondió Detec Bell.

“Muy bien. Gracias, Detec Bell. En ese caso, sólo una cosa más.” La mirada de Pfle pasó de la plataforma al agujero que había sobre ella.

Dos figuras descendían por la escalera de cuerda desde la abertura. La más bulliciosa era Lapis Lazuline. De todos los supervivientes, era la que estaba más gravemente herida, pero tras su recuperación, seguía tan parlanchina como siempre. La siguiente en bajar fue Nokko. Estaba triste y no reaccionaba a los parloteos de Lazuline. Detec Bell comprendía perfectamente la depresión de Nokko. Por supuesto que se sentiría mal.

Lo que no parecía natural era la actitud alegre de Lazuline. Ella había actuado como escudo de Clantail y terminó malherida. Un golpe más en y habría muerto. Pero a pesar de todo eso, estaba actuando como su habitual burbujeante, ruidoso e idiota ser.

“¿Podrías ayudar a enterrar a las dos?” Preguntó Pfle.

El comentario se produjo mientras Detec Bell estaba perdida en sus pensamientos, pensando que debía apresurar su investigación, y miró a la otra chica sin pensarlo. La miró durante un rato y luego asintió en silencio.