Eris No Seihai (NL)

Volumen 2

Capitulo 3: En Manos De La Diosa

Parte 6

 

 

Estaban en una iglesia de los barrios bajos.

Una mujer con una capucha profunda y sucia estaba sentada en un banco rezando fervientemente cuando el joven encorvado entró silenciosamente. Se sentó junto a la mujer, que tenía la cara apoyada en las rodillas con los dedos entrelazados, y habló con voz despreocupada, como si estuviera tarareando una canción:

Publicidad G-AR



“Kiriki kirikuku.”

La mujer suspiró suavemente. “Agáchate y mantén la calma.” Respondió, levantando lentamente el rostro. “He oído que el periodista se ha escapado.”

“Eso parece.” Dijo Salvador, encogiéndose de hombros como si no tuviera nada que ver con él. Cecilia no pudo evitar lanzarle una mirada desagradable. Él la ignoró, y en su lugar se rió frívolamente.

“De todos modos.” Continuó. Como siempre, ella no tenía ni idea de lo que pasaba por su cabeza. “Parece que no tienes claro mi papel aquí. Me asignaron a para matar a ese saco de huesos, nada más. Además, Krishna fue quien ideó el plan y quien asignó el personal. En otras palabras, yo no soy el que metió la pata. Es Krishna. Si tienes una queja, díselo a él. Creo que ahora mismo se hace llamar Linus—no, Rufus May.”

Los ojos dorados y rojizos de Salvador se abrieron de par en par, divertidos. Cecilia había oído que Krishna y Salvador no se llevaban bien, y el rumor parecía ser cierto. A juzgar por su actitud, parecía realmente encantado por la metedura de pata de Krishna.





“… De todos modos.” Continuó Salvador. “No esperaba ser superado por un simple periodista. Según Amelia Hobbes, Aldous es un cobarde sin ambición, pero me pregunto quién es en realidad.”

También Cecilia se había enterado del plan con antelación y nunca había imaginado que él sería capaz de escabullirse sin dejar rastro. Parecía haber más de lo que se veía a simple vista.

Pero su identidad no era lo que importaba ahora.

“Lo importante es que lo encuentren y lo capturen de inmediato.

Será un dolor si terminan investigando los asuntos de Aisha.”

“Por eso preparamos las cosas para que fuera arrestado en el acto. Desearía que nunca nos hubiéramos involucrado para empezar. No tuvimos nada que ver con la ejecución de Scarlett Castiel.”

La posición de Salvador hace diez años había sido esencialmente la misma que hoy. Deshacerse de la gente que estorbaba, eso era todo. Nunca había tenido una presencia pública como la de Cecilia y Krishna. Probablemente por eso no conocía los detalles.

Era cierto que Daeg Gallus no había predicho la ejecución de Scarlett Castiel.

Pero…

“El problema es quién le dio a Aisha esa botella.”

No habían sido completamente ajenos. La sustancia que Aisha había conseguido era un precursor del Paraíso del Chacal, aún en desarrollo. En pocas palabras, era un intento fallido. Habían pretendido hacer la droga más adictiva, pero habían acabado haciéndola más venenosa por error.

“Sharon, ¿verdad? No pudo mantener la boca cerrada. Tendremos que asegurarnos de que tenga más cuidado a partir de ahora… oh, espera, ya está muerta.”

Salvador se rió cínicamente.

Tenía razón, a estas alturas, Sharon ya debería haber sido atendida por otra persona.

“¿Pero no crees que esto es ir demasiado lejos? Te vas a tropezar con el obstáculo que plantaste por ser tan obvio.”

“… Hace diez años, fracasamos porque pasamos por alto una pequeña coincidencia.”

Por eso esta vez estaba decidida a cortar todos los brotes. Salvador, sin embargo, parecía tener una opinión diferente. Cuando Cecilia percibió su expresión vagamente crítica, la duda surgió en su interior.

“No lo hiciste a propósito, ¿verdad?” “¿Hacer qué?”

“No habrás dejado escapar a Aldous Clayton intencionadamente,

¿verdad? Creo que ya fallaste una vez en derribar un objetivo.” Salvador abrió los ojos y ladeó la cabeza.

“¿Antes? Oh, ¿eso?” Dijo él, como si su significado acabara de registrarse. Luego hizo una mueca como si fuera divertido. “Eso fue culpa tuya, ¿no crees, Cess? Dijiste que era una mocosa noble ordinaria. Una cosita sobreprotegida e hipócrita sin nada más que bondad. Nada de lo que preocuparse.”

“Eso no es—”

“¿Entonces quién se tropezó con una tontería? ¿Quién le contó nuestros secretos? Sólo eso ya sería bastante embarazoso. Pero incluso se las arregló para ocultar la información crítica. Los superiores me dijeron que se la sacara aunque tuviera que matarla, pero se suicidó antes de que pudiera hacerlo. ¿Qué podía hacer? Había indicios de que había ocultado la información. Pero han pasado años y aún no sabemos dónde está. Todo lo que sabemos es que existe una llave y que proporciona algún tipo de pista.”

Salvador tosió y miró a Cecilia, con los ojos entrecerrados. “Resultó ser una gran oponente, esa Lily Orlamunde.”

* * *

 

 

Con un estruendo, la taza de té se le escapó de los dedos y se hizo añicos, salpicando el té en sus pies y rodeando la silla con fragmentos de cerámica. Marta, la criada, corrió a buscar una escoba y un recogedor. Pero Connie no se movió. No podía moverse. Se limitó a mirar con asombro.

La primera página del periódico de la mañana se extendía ante ella. “¿Qué demonios…?”

El artículo decía que el reportero del Mayflower Aldous Clayton había sido nombrado sospechoso del asesinato de la Vizcondesa Aisha Huxley.

* * *

 

 

“Con esto, concluyo mi informe sobre el asesinato de Aisha Huxley. Teniendo en cuenta que no se han encontrado pruebas físicas, es prematuro nombrar a Aldous Clayton como sospechoso.” Dijo Randolph, de espaldas a una puerta tallada con un león y una espada.

Se encontraba en una sala del cuartel general de la Fuerza Real de Seguridad. Situada en el último piso, al final del pasillo, era la única habitación decorada con opulencia en una organización que priorizaba la practicidad. En parte, eso se debía a que era la sala donde se recibía a los invitados. Por eso había un sofá cerca de la puerta, y en las paredes derecha e izquierda colgaban la bandera de Adelbide y la insignia de las Fuerzas de Seguridad.

Más allá del sofá había un escritorio de roble de grano lustroso e intrincado y un sillón de cuero negro.

Sólo un hombre de toda la organización podía sentarse en ese asiento, que simbolizaba la cúspide de las Fuerzas de Seguridad.

“Jeorg Gaina dijo que había un testigo.”

Mientras escuchaba el informe de Randolph, el hombre recorría con la mirada los documentos apilados en su mesa, firmándolos y sellándolos uno tras otro.

“Como verán en el testimonio, el testigo sólo vio a Aldous junto a la víctima. No fueron testigos de que el crimen tuviera lugar.”

“Ya veo. Pero el hecho es que Aldous Clayton huyó de la escena.

¿Cómo explica eso?”

“No puedo saberlo sin preguntarle. En este momento, no es más que un testigo clave. ¿Y cuál sería su motivación, en cualquier caso? Por supuesto, localizar su paradero es una prioridad absoluta, pero creo que también debemos investigar las conexiones sociales de Aisha Huxley.”

“Jeorg Gaina quería traerlo para interrogarlo inmediatamente.”

“Sí. Es probable que ya tenga preparada la historia perfecta.” Dijo Randolph con una ironía que goteaba. Oyó un sonido de tos. Cuando levantó la vista, el hombre se llevaba la mano a la boca y le temblaban los hombros. Pero no debió de ser capaz de controlarse —o tal vez no tenía intención de hacerlo desde el principio—, porque rompió a reír, sujetándose el estómago.

Cuando su risa se apagó, el hombre dejó escapar un largo suspiro. “Llevo tiempo pensando que es un poco débil en el seguimiento.”

El comandante de la Fuerza Real de Seguridad, Duran Belsford, apoyaba los codos despreocupadamente sobre el elegante escritorio y sonreía con malicia. Tenía los ojos afilados y el cabello canoso peinado hacia atrás desde la frente. Sin embargo, a pesar de su aspecto feroz, era un borracho feliz y cuidaba bien de sus subordinados, que le llamaban cariñosamente Abuelo.

Enjugándose las lágrimas que se le habían acumulado en las comisuras de los ojos por el ataque de risa, dijo: “Ah, sí.” Como si acabara de recordar algo. “He oído que has estado investigando el caso de Scarlett Castiel. Tú, o supongo que debería decir, tu prometida.”

El rostro de Randolph se crispó y entrecerró los ojos sin responder.

“Escucha, Randolph. Soy tu superior. Y no cualquier superior, soy el comandante. Ese es un título muy importante. Así que será mejor que dejes de ponerme esa cara de miedo. Tendré pesadillas. ¡Terribles pesadillas! De todos modos, esa es la razón por la que fueron tras Aisha Huxley, ¿no? Es toda una hazaña convencer a alguien que se las arregló para mantenerse en silencio durante diez años, y eso no es todo lo que la chica de los Grail ha estado haciendo, según he oído.”

Los dominios de Duran se encontraban en la frontera con Faris, en lo que Duran llamaba “el maldito quinto pino”, y no hizo ningún intento de ocultar su acento campestre. Había sido el menor de cinco hijos, al que se le dejó hacer lo que quisiera, y aparentemente había pasado sus días jugando con plebeyos en lugar de aprender los modales de un noble.

Empezando por dirigir a los niños locales en sus travesuras infantiles, había pasado directamente a ocupar un puesto defendiendo las fronteras de las tribus del norte. Y cuando el mando central del ejército se enteró de sus logros, lo invitaron a la capital para que se uniera a la Fuerza Real de Seguridad. Eso fue hace treinta años.

Aunque su campo de batalla había cambiado de las tierras fronterizas a la capital, y su enemigo de los asaltantes a los criminales, sus habilidades no eran menos impresionantes. Fue la persona más joven en alcanzar el puesto de comandante en la historia de la organización. Su apodo, Duran el Inmortal, hacía referencia a sus numerosos roces con la muerte, incluida su falsa acusación y casi ejecución hace diez años, de la que se liberó de nuevo en el último momento.

Randolph suspiró. “Veo que estás bien informado.” Reconoció. No se había esforzado en ocultar nada de ello, pero, no obstante, estaba impresionado por la eficacia de la red de Duran. De repente, se le ocurrió una pregunta.

“No estás investigando las falsas acusaciones contra Scarlett,

¿verdad?”

Se preguntó si Duran sabía algo. Pero el anciano se limitó a encogerse de hombros.

“En este momento estoy más preocupado por Faris. El último informe decía que se estaban preparando para la guerra. Si ese es el caso, debemos ser nosotros los que persiguen.”

Este giro inesperado en la conversación desconcertó a Randolph.

“Llevamos décadas estableciendo relaciones amistosas con la gente de Faris. Mientras nosotros no hagamos un movimiento hostil, no tienen motivos para ir a guerra con nosotros. Si invadieran repentinamente, no puedo imaginar que nuestros otros vecinos se quedaran sentados en silencio y lo vieran pasar.”

Era cierto que en la vecina Faris se estaban produciendo acontecimientos inquietantes. En concreto, se estaban preparando para la guerra. Eso era un hecho, pero Randolph no creía que se estuvieran volviendo contra Adelbide. Puede que hubiera chispas de sobra para provocar una guerra hace unos cientos de años, pero hoy los dos países eran aliados. Tenían un tratado de paz. Si Faris lo abrogaba unilateralmente, los países vecinos seguramente lo tomarían en cuenta. Faris quedaría naturalmente aislado.

Cuando Randolph se lo dijo a Duran, éste descartó la idea con un bufido.

“¿Causa para la guerra? Pueden inventar una con bastante facilidad.

¿Sabías, Randolph, que nuestro reino es bastante impopular?” “… ¿Impopular?”

“Adelbide es rica en recursos y agua. Mucha gente está celosa de lo mucho que hemos avanzado en unos pocos cientos de años. Faris, en particular, nos ve como su antiguo territorio. No me sorprendería que pensaran que recuperar ese territorio es totalmente justificable. Más aun teniendo en cuenta que hoy en día están en apuros.”

“¿Pero de verdad crees que planean ir a la guerra con nosotros…?”

Duran sonrió con ironía ante el desconcierto de Randolph y asintió.

“Yo sí. Pero eso no quiere decir que se lo permita.” Murmuró, dirigiendo su penetrante mirada a la distancia. Aunque estuviese abrumado por la fuerza de aquella mirada, Randolph recordó algo.

Hace diez años, Duran estuvo a punto de ser ejecutado. Pero justo antes de que ocurriera, Scarlett fue decapitada, y las subsiguientes protestas de una organización ciudadana llevaron a la suspensión de todas las ejecuciones. Salvado por los pelos, Duran aprovechó su indulto para reunir pruebas de su inocencia. Es decir, si Scarlett no hubiera sido ejecutada, Duran ya no estaría vivo.

Después de pensar tanto, Randolph sintió un repentino malestar. Algo estaba ocurriendo allí. Pero antes de que pudiera averiguar de qué se trataba, la voz de Duran le devolvió al presente.

“Ese es el trabajo de los que tenemos la suerte de estar vivos.” Murmuró en voz baja.


* * *

 


 

“¡Maldita sea, no puedo imaginar nada más decepcionante!”

Una voz clara resonó en el Folkvangr, hogar de las más bellas flores de la Calle Rosenkreuz.

“Allí estaba yo disfrutando de un tiempo libre con mi juguete, y un mestizo se añade a la lista de los más buscados… Estaba tan furiosa que volví directamente.”

La anciana parecía refinada y bien vestida, pero su lenguaje era escandalosamente mordaz. Connie, que estaba sentada en un lujoso sofá tomando una taza de té, no pudo evitar mirar con los ojos muy abiertos a la intrusa.

“¡Audrey, si pierdes los estribos de esa manera, tu presión arterial volverá a subir!” La amonestó Miriam con displicencia, mientras sus abundantes pechos se balanceaban. Miriam era la prostituta más solicitada en el Folkvangr, y en ese momento estaba sentada junto a Connie en el sofá.

Sin mirar a Miriam ni a Connie, la anciana señaló un diván junto a la pared.

“¡¿Qué hace un asesino buscado aquí para empezar?!”

El hombre reclinado en el diván, con el periódico en la mano, no era otro que Aldous Clayton.

Miró de reojo a la mujer.

“Cállate, vieja tacaña.” Murmuró antes de volver a su periódico.

Las cejas de la mujer se alzaron con sorpresa.

“Dicen que fuiste y mataste a una vizcondesa.” Dijo en voz alta. “¡Siempre he sabido que eras un perro estúpido! Dejando un rastro así… si vas a hacer algo, ¡al menos hazlo bien!”

“… Esta vez me han tendido una trampa. No me ves metiendo la pata habitualmente.”

“¡Bueno, tu horrible actitud no ha cambiado! Por eso la fastidias,

¡desaparece!”

“¡Escucha, vieja! Le digo que yo no lo he hecho…” Dijo Aldous, lanzando finalmente su periódico a un lado y sentándose para defenderse. No hace falta decir que la mujer no iba a aceptar esto en silencio. Los dos se miraron con furia y luego se lanzaron a un intercambio de improperios.

Connie los miraba aterrorizada cuando Miriam se inclinó y le susurró al oído.

“He oído que en los viejos tiempos, Audrey era la chica más popular de este establecimiento. El tiempo es cruel, ¿no?”

“Cállate, Miriam. Puede oírte.” Dijo Rebekah, resoplando. Acababa de entrar con una bandeja de galletas. Rebekah era otra belleza que, aunque menos voluptuosa que Miriam, era la más competitiva de las dos. “Lady Audrey es nuestra maestra.”

Connie la miró con desconcierto.

“Nos enseña cómo traer a los caballeros.” Añade Miriam con una sonrisa. “También cómo elegir nuestros vestidos y el maquillaje. Y cómo hablar y comportarse, y en general actuar como damas cultivadas. Entrenar a las mujeres de aquí es el trabajo de Audrey.”

Lady Audrey debió oírlas susurrar, porque finalmente se volvió en su dirección.

“Si me lo preguntas, esa marimacho de Abigail y el pequeño Theodore todavía están mojados. Por no mencionar que el antiguo Duque O’Brian me confió directamente el funcionamiento de este establecimiento. Es mi deber vigilarlo.”

Se detuvo un momento para mirar a Aldous. Connie se levantó, incapaz de soportar la tensión.

“E-Es Aldous Clayton, del Mayflower, a quien han puesto en la lista de buscados, ¿no?” Preguntó.

Hubo un momento de silencio antes de que una mirada aguda atravesara a Connie. Se obligó a continuar, aunque hubiera preferido retirarse.

“No veo qué tiene que ver eso con el Sr. Rudy, el guardaespaldas del Folkvangr…”

Audrey enarcó las cejas con disgusto. Luego se cruzó de brazos y miró a Connie de pies a cabeza, evaluándola.

“… ¿Y quién eres tú?” “C-Constance Grail.”

Audrey se volvió hacia Miriam y Rebekah con la misma expresión severa.

“¿Desde cuándo contratamos a chicas con nariz de carlino?” Preguntó.

“¡Creo que Connie es adorable!” Miriam hizo un mohín. Audrey no dijo nada más, aparentemente desconcertada, y miró fijamente a la ‘chica fea’. Una gota de sudor corrió por la mejilla de Connie. Finalmente, Lady Audrey se llevó la mano a la frente como si estuviera luchando contra un dolor de cabeza y miró dramáticamente al techo. Incomprensible.

Varios días antes, Abigail se había puesto en contacto con Connie para decirle que el Folkvangr acogía a Aldous.

Afortunadamente, ni las Fuerzas de Seguridad ni Daeg Gallus parecían darse cuenta de que Aldous Clayton y Rudy de la Calle Rosenkreuz eran el mismo hombre. Así que, por el momento, debería poder permanecer oculto en el burdel de forma segura.

Ahora mismo, Abigail estaba dando vueltas tratando de demostrar la inocencia de Aldous, y le había pedido a Connie que lo vigilara por ella, así como que calmara las cosas a tiempo para el regreso de la dama.

Connie no estaba segura de haber tenido éxito en este último punto, pero por ahora, Aldous parecía haber evitado ser expulsado del burdel.

Había pasado una semana desde el asesinato de Aisha Huxley.

Marcella, la redactora jefe del Mayflower, había dimitido después de que su reportero fuera nombrado sospechoso del homicidio. Por alguna razón, la empleada seleccionada para sucederla fue Amelia Hobbes.

“Esa pelirroja debe haber vendido su alma al diablo.” Dijo Scarlett con el ceño fruncido. Connie estaba completamente de acuerdo.

Lady Audrey estaba aparentemente muy ocupada, y arrastró a Aldous de la oreja, diciendo: “¡El que no trabaja, no come!” Cuando se fueron, Miriam y Rebecca dijeron que era mejor prepararse para la noche. Antes de irse, mencionaron que “pronto la Parca debería estar aquí para recogerla”, así que Connie se quedó dónde estaba para esperarle.

Mientras Connie se sentaba aturdida, con la taza de té en la mano, Scarlett la miró con desconcierto.

“¿Qué pasa?”

Connie dudó antes de responder. “… Aisha fue asesinada por lo que ocurrió hace diez años, ¿no es así?”

“Eso parece.”

“Y dijiste que el veneno que puso en la jarra de agua en la residencia de los Luze podría haber sido el Paraíso del Chacal,

¿verdad? Si ese es el caso, entonces estoy segura de que Daeg Gallus debe haber estado involucrado de alguna manera.”

“Sí, yo también lo creo.”

Pero eso no fue todo. Incluso después del incidente de hace diez años…

“También creo que podrían haber estado involucrados en la muerte de la Srta. Lily.” Dijo Connie.

Estaba la frase “kiriki kirikuku”, y lo que había dicho José, el hombre que secuestró a Kate.

Publicidad M-M4

“… Sí.”

“Así que si logramos descifrar el misterio de la llave y el significado del ‘Santo Grial de Eris’…”

¿No les ayudaría eso a resolver el caso? Sin embargo, justo cuando Connie iba a decir eso, alguien la interrumpió.

“Sobre esa llave, encontré el taller que la fabricó.” Miró por encima del hombro.

“¡Su Excelencia…!”

Randolph, que había aparecido sin que ella se diera cuenta, asintió con la cabeza y sacó del bolsillo de su pecho un objeto gris oscuro y brillante.

Sostenía la sencilla llave protegida en la palma de la mano, la misma llave de la que ella acababa de hablar.

“Por desgracia, esto no es estrictamente una llave.” “… ¿No lo es?”

“Tiene la forma de una llave, pero no encaja en ninguna cerradura. En otras palabras, es una falsificación. Según la persona con la que hablé en el taller, el diseño se utiliza comúnmente para las decoraciones. Pero.”

Randolph se detuvo para señalar el número de modelo grabado en la parte circular de la parte superior.

“Dijo que Lily pidió específicamente este grabado.”

Connie jadeó, entrecerrando los ojos al ver el código. Decía P10E3.

¿Y si no era un número de modelo sino un mensaje que Lily Orlamunde había dejado?

“En otras palabras.” Dijo Randolph en voz baja. “Ese es el rompecabezas que debemos resolver.”

Una vez más, habían llegado a un punto muerto en el rompecabezas de la llave de Lily. Y la llave en sí ni siquiera era el misterio que había que resolver, sino el grabado.

Había pasado un día desde que Randolph se reunió con Connie en el Folkvangr para contarle las últimas novedades. Ella se había quedado toda la noche pensando en ello pero, por supuesto, no había llegado a una respuesta.

Ese día tenía que hacer unos trámites relacionados con su compromiso en la iglesia, y por ese motivo había acudido a la Calle Anastasia. Iba caminando, cavilando sobre la falta de progreso, cuando alguien la llamó de repente.

“¿Disculpe, señorita?”

Se dio la vuelta. Una mujer alta con una trenza desordenada del color del sol estaba de pie detrás de ella. Tenía los ojos color ultramar y las mejillas pecosas. Unas gruesas cejas enmarcaban un rostro de aspecto saludable. Debe de ser una turista, pensó Connie. Llevaba sobre un hombro un bulto envuelto en tela de la altura de una persona.

Publicidad G-M1



“¿Puedo pedirle indicaciones? Estoy haciendo turismo por la zona.”

“Sí, por supuesto.”

Una mujer que viajara sola por placer era poco frecuente. La mujer debió reconocer la duda en el rostro de Connie, porque asintió y sonrió.

“Tengo una compañera de viaje conmigo, pero no la veo en este momento. ¿Adónde puede haber ido?”

Ojeó la amplia carretera, rascándose la mejilla. Como era de esperar, no encontró a su amiga. Su sonrisa se volvió tensa.

Publicidad M-M1

“Quizás se adelantó a nuestro destino. En realidad, queremos ver el famoso Gran Merillian. Cualquiera que visite este reino debería verlo al menos una vez, ¿no crees?”

Es cierto que el fastuoso palacio independiente era una de las atracciones más famosas de la capital. Y por suerte, estaba a poca distancia. Connie asintió y señaló el camino.

“Si baja por esta calle principal un poco hacia la Plaza de San Marcos—”

Su explicación fue interrumpida por un grito del público. “¡San!”

Publicidad G-M1



Una mujer esbelta y bonita, con el cabello como la luz de la luna, vino corriendo hacia ellas.

“¡Te he buscado por todas partes!” Gritó la recién llegada. “¡Sé que tienes curiosidad, pero te he dicho un millón de veces que no te alejes! Tienes un pésimo sentido de la orientación.”

“¿De qué estás hablando? Tú eres la que siempre se pierde, Eularia.” Replicó la alta mujer llamada San, riéndose con facilidad. “Sólo estaba preguntando por una dirección.”

La mujer que había estado reprendiendo airadamente a San se desplomó de hombros. “Claro, debe ser eso… Yo soy la que se ha perdido… ¡Pero de alguna manera, siempre soy yo la que acaba encontrándote! De todos modos, ¡aquí está el folleto de turismo que conseguimos en ese restaurante! Dijiste que no lo necesitábamos, pero mira aquí. Al final de esta página sobre el palacio, hay una letra y un número escritos en Adelbidian, ¿ves? Y muestra dónde está el palacio en el mapa de la parte delantera del folleto. La letra es para la columna, y el número es para la fila.”

“¡Vaya, eres muy inteligente, Eularia!” Exclamó San. Eularia entrecerró los ojos.

“Tienen este tipo de cosas en la mayoría de las grandes ciudades, sea cual sea el reino en el que estés. Estás muy protegido, ¿sabes? Recogí dos panfletos, así que toma este. Vamos. Y no te olvides de darle las gracias a esa señora.”

La esbelta mujer agarró la manga de San y tiró con tanta fuerza que Connie se preguntó en qué parte de su pequeño cuerpo almacenaba toda esa fuerza. A juzgar por sus pasos seguros, sabía exactamente a dónde iba.

Mientras San se dejaba arrastrar, dirigió una sonrisa infantil hacia Connie.

“Gracias, amable señorita. Me llamo San. Por favor, permítame que le pague más adelante. Oh, espera, toma esto. No lo necesito, tengo un gran sentido de la orientación.”

Guiñó un ojo y, con un movimiento fluido y natural, empujó el panfleto a las manos de Connie. Eularia se giró y la fulminó con la mirada, pero a San no pareció importarle lo más mínimo. Saludó alegremente a Connie.

“¿Cuál es su nombre, señorita?” “C-Constancia. Constance Grail.” “¿Grail?”

San parpadeó y luego sonrió lentamente. “Qué nombre tan bonito.”

“Me pregunto qué llevaba en ese gran fardo.” Dijo Scarlett mientras veía a las dos desaparecer entre la multitud.

“… ¿Scarlett?”

“¿Qué?”

“… ¿Recuerdas el código inscrito en la llave de Lily?” “¿Qué? Oh, sí, claro que sí, pero…”

Scarlett levantó una ceja con desconfianza, pero Connie no le prestó atención.

“¡C-Creo  que  acabo  de  descubrirlo!”  Dijo  temblorosamente, mirando a Scarlett. Scarlett parpadeó confundida.

Connie tenía en sus manos el folleto que San le acababa de dar. Era una de esas guías turísticas que se pueden conseguir en cualquier lugar de la capital. Un momento antes, lo había abierto distraídamente y sintió un extraño destello de reconocimiento. La página contenía una explicación del clima y la geografía de Adelbide. Simple y fácil de entender, nada extraño en absoluto. Sin embargo, algo le llamó la atención. Le pareció que lo había leído antes.

¿Pero dónde?

Rebuscando en sus recuerdos, de repente lo descubrió. Era del mensaje que Lily había dejado.

La frase sobre el “Santo Grial de Eris” estaba garabateada en un trozo de papel. Buscando cualquier pista que pudiera encontrar, Connie había leído detenidamente tanto el texto impreso como la nota. Por eso se acordó. Ese mismo texto estaba en la página que estaba mirando ahora.

En ese momento, pensó que debía de ser de uno de esos folletos turísticos del ayuntamiento o similares.

Eso significaba que Lily había utilizado una página de este panfleto. Connie había pensado que el trozo de papel no tenía nada que ver con el mensaje, pero ¿y si lo tenía?

¿Y si el significado no estuviera sólo en las palabras, sino también en el papel en el que están escritas?

“Si no recuerdo mal, el grabado era P10E3.” Dijo Scarlett. Connie dejó escapar un largo suspiro.

P10E3—lo más probable es que P10 se refiera a la página 10. Con las manos temblorosas, abrió el folleto. La página 10 contenía un mapa simplificado de la capital, superpuesto con una cuadrícula de líneas verticales y horizontales.

La letra corresponde a la columna y el número a la fila.

¿No era eso lo que había dicho la mujer llamada Eularia? Los números y las letras servían para identificar lugares en el mapa. E era la columna, y 3 era la fila. Señalaban…

“La Plaza de San Marcos.”

El lugar donde Scarlett fue ejecutada.

¿Fue deliberado o una coincidencia? En cualquier caso, era un paso adelante. Pero el área identificada era más grande de lo que ella esperaba. La plaza también contenía el ayuntamiento. Connie se mordió el labio, preguntándose qué hacer a continuación.

“El museo de historia.” Susurró Scarlett. “¿Qué?”

“Fuiste allí el otro día con Randolph, ¿no? Dijo que habían recibido una donación de la familia Orlamunde. El lugar está bajo constante vigilancia. Debe ser el escondite, ¿no crees?”

Los pasos resonaron en el museo desierto. No había rastro de los guardias, dejando a Connie y Randolph solos en el edificio.

Cuando Connie le contó a Randolph su último descubrimiento, éste la llevó inmediatamente al museo y preguntó por el director. Cuando apareció, Randolph anunció que alguien podría haber colocado un objeto sospechoso en el museo e hizo que el director sacara a todo el mundo del edificio.

“No podía decirle muy bien que íbamos a dañar la sagrada escritura de la familia Orlamunde.” Explicó Randolph, encogiéndose de hombros en su mentira blanca mientras levantaba el anillo de llaves que le había prestado el director. Scarlett asintió con énfasis.

“Sabio movimiento. Si supiera la verdad, se desmayaría del susto. De todos modos, Lily realmente plantó un objeto sospechoso aquí.” Bromeó. Para entonces, habían llegado a la donación en cuestión. Allí, en la vitrina, estaba el viejo y amarillento libro y, frente a él, el nuevo ejemplar.

“Si iba a esconder algo.” Dijo Scarlett. “Creo que sería en el original, no en la réplica.”

“¿Pero no es esto una valiosa reliquia histórica…?” Preguntó Connie.

Era una de las escrituras que Santa Anastasia habría recibido de un mensajero de las diosas. Se dice que, varias generaciones atrás, el entonces Duque Orlamunde agotó todos los medios para obtenerla y finalmente la ganó en una subasta en el mercado negro.

Scarlett asintió con conocimiento de causa. “Es exactamente por eso que ella lo pondría aquí. ¿Quién se atrevería a tocar un objeto tan precioso?”

Publicidad M-M5

“Qué cosa más escandalosa…” “Era una mujer escandalosa.”

Connie sintió que había tenido una conversación similar con Scarlett en el pasado. Había sido unos pocos meses antes, pero le parecía que había pasado toda una vida. ¿O estaba imaginando cosas?

“Voy a abrirlo.” Dijo Randolph, introduciendo una llave en una cerradura de la vitrina.

El olor a polvo y moho asaltó la nariz de Connie. Randolph recogió con cuidado la antigua escritura. “… Por lo que puedo ver, no hay nada inusual aquí.”

“Por supuesto que no.” Dijo Scarlett. “Después de todo, siempre existe la posibilidad de que alguien recoja el libro. Ella no lo escondería en ningún sitio obvio. Qué haría Lily… ¿Qué tal la contraportada?”

“Scarlett dice que compruebe la contraportada.” Le dijo Connie a Randolph. Él revisó cuidadosamente la parte trasera del libro, pero no parecía haber nada allí. Sacudió la cabeza, luego abrió el volumen y pasó el dedo por el interior.

Una de sus cejas se disparó.

“… Hay una ligera hendidura. Me pregunto si es una señal de que el papel fue reemplazado…” Murmuró, sacando una navaja del bolsillo del pecho. Connie se estremeció de sorpresa. Sin detenerse un instante, pasó la hoja por el papel con la misma suavidad que si estuviera cortando una carta. Al parecer, Lily Orlamunde no era la única persona que concedía escaso valor a los tesoros históricos.

“Lo encontré.” Anunció, sacando un sobre blanco.

* * *

 

 

Dos mujeres que parecían turistas estaban de pie charlando frente a una fuente del patio del Gran Merillian.

“La vieja cabra calva ciertamente llega tarde. Es un poco joven para volverse senil, ¿no?”

“Imagino que mover un cuerpo tan viejo debe llevar tiempo.”

Para el observador casual, crearon una escena pacífica, aunque su tema de conversación estaba lejos de ser tranquilo.

En ese momento llegó el hombre que esperaban.

“Hey, Abuelo. Veo que has perdido algo más de cabello.” San sonrió, levantando una mano en un saludo casual.

“… He tenido mucho de qué preocuparme.” Contestó agriamente. “Más aún ahora que he oído que la Princesa Alexandra ha sido encerrada.”

Kendall Levine, el embajador de Faris, entornó ligeramente los ojos y luego dirigió a San una mirada inquisitiva. Ella sonrió con ironía.

“Cierto, cierto. Tenemos que sacar a Allie de ahí rápido.”

Normalmente, San habría dejado lo que estaba haciendo para salvar a la mujer encarcelada.

“Pero primero, tenemos que arreglar la situación de Ulysses.” Sin embargo, las circunstancias lo han hecho difícil.

“Parece que los halcones de la guerra, liderados por el Cuarto Príncipe Theophilis, quieren afirmar que Adelbide golpeó primero al dañar al séptimo príncipe. Necesitan una excusa para apoderarse de toda esta tierra fértil. Aunque parece que cuando lo intentaron hace diez años, Adelbide se las arregló para sacarles ventaja.”

San miró fijamente a Kendall Levine.

“Si no encontramos al chico, habrá guerra.”

* * * * *

Randolph le entregó a Connie el sobre que había sacado de la sagrada escritura. Aparte del hecho de que no iba dirigido a nadie, parecía completamente normal. Connie miró a Randolph. Sus ojos se encontraron con los de él, de color azul cielo, y él asintió con firmeza.

Bueno, ahí va. Respiró profundamente y abrió el sobre. Había varias hojas de papelería dentro. Sus dedos estaban fríos por el nerviosismo mientras los sacaba. Su corazón latía con fuerza. Tenía la boca terriblemente seca.

“Hace ocho años…”

Comenzó a leer las palabras del papel. Si recordaba correctamente, hacía dos años que Lily Orlamunde había muerto.

Hace ocho años, se llevó a cabo una misión de alto secreto en Adelbide.

Publicidad M-AB

Daeg Gallus estaba a cargo de la operación. Utilizando su enorme organización criminal, que contaba con miembros en todo el continente, se infiltró secretamente en Adelbide y comenzó a distribuir el alucinógeno Paraíso del Chacal. Su objetivo no era recaudar capital, sino socavar la fuerza del reino.

Pero ellos no fueron los autores intelectuales de este plan.

La entidad que contrató a Daeg Gallus y movió los hilos desde las sombras no fue otra que nuestra aliada, Faris.

En otras palabras, el Santo Grial de Eris era…

… el nombre de una estrategia militar urdida por Faris para invadir Adelbide.

Mantente Enterado
Notificarme
guest
This site uses User Verification plugin to reduce spam. See how your comment data is processed.

INSTRUCCIONES PARA LA ZONA DE COMENTARIOS

1- No Puedo Comentar: Toca los botones que estan debajo del recuadro de comentarios, aquellos que le cambian el estilo a Negrita, Cursiva, etc. (B, I, U, S)

2- No Aparece Mi Comentario: Es por nuestro sistema de moderación, luego de revisar y aprobar tu comentario, este aparecera. NOTA: Usa un correo real o no se aprobara tu comentario.

3- ¿Como Escribo un Spoiler?: Toca [ + ] (es el botón spoiler) y aparecera una ventana, ahí debes poner el TITULO de tu spoiler (recomendamos poner simplemente SPOILER), luego en el codigo que aparecera en el recuadro del comentario debes escribir dentro de los simbolos ] [

[spoiler title="Titulo de tu spoiler"]Aqui va tu spoiler[/spoiler]

Nota: Todo el texto que coloques antes o despues del codigo del spoiler sera visible para todos.

0 Comentarios
Respuestas en el Interior del Texto
Ver todos los comentarios