Monogatari (NL)

Volumen 9

Capitulo de Cambio: Demonio Suruga

Parte 13

 

 

Después de haber dado dos pasos con el balón, no podía avanzar más. Es la primera regla que cualquiera aprende en el baloncesto—el caminar.

Mi oponente era una excentricidad que había estado recorriendo las carreteras y caminos de toda la nación, pero que caminase sería una forma insoportable de que nuestra contienda se decidiera.


En otras palabras, si quería arreglar las cosas con Numachi de una vez por todas, no tenía otra opción que atravesar su defensa y llegar hacia la canasta.

Sin embargo, había experimentado de primera mano el temible nivel de dificultad de hacerlo. Por decirlo claramente, no era humanamente posible superar a Numachi con el balón en las manos. Dicho esto, no tenía intención de rezar a Dios—y mucho menos implorar al Demonio—para que me ayudara.

Olvídate de confiar en ellos.

Tengo a alguien más en quien puedo confiar aquí.

Numachi. Eres fuerte.

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Nunca me había enfrentado a una defensa tan feroz, ni siquiera en los nacionales cuando era una novata.

Claro, ahora mismo estás tomando prestado el poder de un demonio—pero incluso sin eso, probablemente estarías entre los mejores jugadores de Japón.

La desesperación que debiste sentir cuando te rompiste la pierna— tu desesperación ante la enormidad de tu pérdida. Pero apuesto a que no fue la lesión en sí lo que te destrozó.

Probablemente lo negarías si lo dijera.

De cualquier forma, es difícil penetrar esa Defensa Pantanosa— claro está, sólo con mi poder.

No lo olvides nunca.

No se puede jugar al baloncesto solo. “Fhh—”

Aunque no había un cronometrador, justo antes de que se cumpliera la regla de los cinco segundos, lancé la pelota.

¿Un Hail Mary buzzer-beater? No. No me rebajaría a eso.

Fue un pase.

Un pase de pecho.

Era imposible superar el Pantano Venenoso con el balón en las manos. Pero era otra historia completamente distinta si la tenía otra persona—

¿Pero quién? ¿Quién atraparía mi pase?

A quién le pasé el balón—¿no es obvio? En un partido de uno contra uno es uno contra uno, así que solo hay otra persona en la cancha a la que podría pasar el balón.

Sí.

Numachi Rouka. “¡¿—?!”

Tanto si eres humano como si eres un demonio, tus brazos reaccionan instintivamente cuando una pelota se precipita hacia ti.

Atrapa la maldita cosa.

Salí a la velocidad de un cohete antes incluso de saber con certeza que Numachi tenía el balón en sus manos—contaba con que atrapara mi pase.

A veces tu archienemigo es más fiable que cualquier compañero de equipo.

Éramos más cercanas que compañeros de equipo.

Eso es lo que significa ser archienemigos. Me disgustaba.

La odiaba.

Pero sabía de lo que era capaz.

Pasé por delante de Numachi con toda la velocidad que tenía—y, naturalmente, le quité el balón de las manos mientras lo hacía.

Tremenda oferta.

Y como esta vez era ella la que sostenía la pelota, los movimientos de Numachi eran torpes—volé junto a ella y tomé la pelota como si fuera una rutina de baile sincronizado que habíamos elaborado.

Y entonces planté los pies y sostuve—el balón, que sólo había regateado una vez, agarrado firmemente con las dos manos.

Salté hacia el borde, con una sola cosa en mente.

No quería ganar un concurso basado en la probabilidad. Quería una victoria decisiva.

Así que olvídate de la probabilidad.

Impulsaría adecuadamente el balón a través del aro—¡con mis propias manos!

“¡¿Qué—?!”

Pero en ese momento, un grito de consternación escapó de mis labios—porque ocurrió algo que estaba completamente fuera de cualquier patrón de eventos que había previsto.

Una mano se interpuso entre el aro y yo. La mano de Numachi.

Incluso cuando me había deslizado por delante de ella, había pivotado—y al instante se puso al día para volver a defender.

Y ella se dispuso a bloquear.

Pero—¡era impensable! ¡Ella era el pantano que no puede saltar! Su lentitud de movimientos era su as en la manga—suena bien,

¿verdad? Pero esa misma falta de agilidad era también su talón de Aquiles. Por eso Numachi, que destacaba tanto en la defensa, era una jugadora ofensiva mediocre: carecía de la capacidad de juicio necesaria en una fracción de segundo.

Ese aspecto de su carácter era también el origen, creo, de su paciencia para aplazar un problema hasta neutralizarlo—por lo que supuse que se sentiría desconcertada durante más tiempo que la media de las personas por mi plan de pasar el balón a mi oponente.

Y yo había tenido razón, o debería haberla tenido, pero ella se recuperó instantáneamente—¿cómo era eso posible?

¿Fue porque tenía mucho del demonio en su cuerpo?

¿Ese brazo y esa pierna permitieron un movimiento y juicio que de otro modo sería inviable?

Tenía que ser eso. O quizás no.

Porque la mano con la que Numachi se coló entre el balón y el aro no era la izquierda, sino la derecha—

“¡No quiero—”

No puede haberlo dicho en voz alta. No había manera de que ella tuviera el margen de maniobra para hablar.

Así que no pude escucharlo. Debo haberlo sentido. “—perder!”

“¡Yo tampoco!”

En ese momento no era una cuestión de habilidad o estrategia.

Empujé el balón a través del aro por la fuerza bruta—envolviéndolo en la mano derecha de Numachi.

Nuestros cuerpos entrelazados cayeron a la cancha en un montón enredado casi en el mismo momento en que la pelota cayó al suelo.

Estuve a punto de caer justo encima de Numachi, pero en el último instante pude sacar los brazos como los postes de una tienda de campaña y evitar el desastre.

Esto nos colocó en una posición exactamente inversa a cuando ella se había tumbado encima de mí—como si esta vez hubiera sido yo quien la hubiese empujado.

Tal vez ahora estemos más cerca la una de la otra. Sí, al menos nuestras caras lo estaban.

Escuchando el sonido de la pelota rebotando en la superficie de la cancha, Numachi y yo nos miramos fijamente a los ojos, con nuestros rostros separados por sólo un par de centímetros.

Nos miramos fijamente a los ojos. “… Ja.”

“Je.”

“Jaja—jajaja.” “Jeje—jejeje.”

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Numachi se quedó tumbada riendo—yo también me reía—y ninguna de las dos movió un músculo.

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“¿No gané en el momento en que tuve el balón?”

“No tenías el control del mismo, por lo que todavía estaba en juego.”

“Lo tenía en mí control.”

“¿Estás segura? Si fuese el caso luego no me habrías seguido… Me sorprendió que pudieras.”

“Dijiste que hacer mates se sentía como una trampa.” “Esto era a vida o muerte, tenía que ganar absolutamente.”

“Incluso mis propias compañeras de equipo nunca me pasaron el balón. Pensar que conseguiría un pase de mi oponente…”

“…”

“Se siente bien, ¿no? Supongo que lo había olvidado. No, nunca me di cuenta en primer lugar. El baloncesto es realmente un deporte de equipo—”

He dejado de jugar. Sin llegar a entender eso—dijo Numachi y cerró los ojos.

Pensé que tal vez quería que la besara, pero bueno, eso no podía ser. Sin embargo, si nos quedábamos en esa posición para siempre, iba a ser incómodo, así que me levanté usando mis brazos y me puse de pie.

Di un salto para asegurarme de que no me había hecho daño con la caída. Me había forzado a adoptar una posición antinatural para meter el balón en el aro, así que un pequeño moratón era probablemente inevitable.

“Ahhh.”

Tumbada con las piernas y los brazos abiertos, Numachi suspiró profundamente.

Parecía estar en paz.


Hablando desde la experiencia—es una metáfora casi vergonzosamente adecuada para usarla aquí—pero parecía alguien que se había liberado de una posesión demoníaca.

Vaya.

Era así de guapa… Deseé haberla besado.

“Así que esto es perder. De alguna manera se siente como la primera vez que he sido capaz de perder correctamente.”

“¿Correctamente?”

“Nunca entendí mi vida en términos de qué diablos perdí— maldición. Olvídate de prepararte para los exámenes, mi querida atleta Kanbaru, y vuelve a la cancha. Con tu talento, podrías triunfar en cualquier parte, no sólo en algún club de secundaria. ¿Qué haces ahí parada? No, en tu caso—supongo que estás tumbada en medio del camino. La vida no tiene tiempos muertos, ¿sabes?”

“Si tengo que oír eso de ti, estoy condenada.” Dije, mirando al techo del gimnasio.

No es que hubiera nada que quisiera mirar allí arriba; era un simple estiramiento para asegurarme de que no me dolía el cuello.

“Pero no me molesta tanto si lo considero un valioso consejo del mismísimo Señor Demonio.” Volví a mirar a Numachi. “¿También debería inventar alguna frase genial de despedida? Hey—”

No había nadie allí para mirar. Nadie, pero no nada.

En el lugar en el que Numachi había permanecido boca arriba, había partes de cuerpo disecadas que parecían piezas momificadas de un mono, dispuestas como especímenes en una mesa de disección.

Con cuidado, con forma humanoide.

“Tsk. Para ser tan lenta, siempre se retira tan apresuradamente—” No me entristeció ni me sorprendió.

Simplemente lo acepté—en fin, ese fue el resultado.

Al final, ¿desapareció sin darse cuenta de que estaba muerta—sin saber nunca lo que era?

Nunca entendí mi vida.

Esas palabras estaban impregnadas de la verdad de su experiencia.

Nunca entendió su vida en términos de qué diablos perdió—pero al final, por fin pudo perder adecuadamente.

La había ayudado a perder.

“Por mi parte, sin embargo… no siento que haya ganado de forma correcta.”

Con la desaparición de Numachi, las hordas de miembros de los clubes iban a empezar a llegar (tarde) al gimnasio.

Metí rápidamente en una bolsa de vinilo la momia que estaba expuesta en la cancha. Estoy segura de que un coleccionista como Numachi se opondría a la manipulación brusca, pero yo no iba a hacer caso de las quejas fastidiosas de un conocedor.

“Supongo que aspirabas a ser una jugadora de equipo… pero hablando como una experta jugadora de equipo, yo aspiraba a jugar como tú, enfrentándome a cinco rivales en solitario.”

Ser como tú: actuar libremente, sin importar la opinión de nadie, sin dejarse intimidar por sus miradas.

Todo el mundo anhela una existencia diferente a la suya. Convertirse en algo distinto de lo que son, poseer lo que no tienen. Apariencia diferente, carácter diferente, entorno diferente.

Los justos están celosos de los villanos, y los villanos están celosos de los justos.

Así es la humanidad—incluso codiciaremos la infelicidad, si es de otro.

Sí.

Ahora que Numachi se ha ido.

Tras recoger la colección que había reunido, finalmente me di cuenta.

Sí. No la había odiado.

“La—envidiaba.”

Con ese reconocimiento, sentí que me había graduado. De algo.

***

 

 

El epílogo, o quizás, el remate de esta historia.

O tal vez, más bien, debería llamarlo la línea de meta. Esa noche, tuve un sueño.





“La motivación de la justicia es casi siempre la envidia del mal. Y la motivación del mal es la antipatía por la justicia. Los ancianos siempre están sermoneando a los jóvenes porque están celosos de la juventud, mientras que la desobediencia de los niños surge, en primer lugar, de la envidia del bagaje de experiencia de los adultos. Los subalternos no ven la hora de suplantar a sus superiores, que siempre presumen, mientras que éstos añoran sus días de subalternos sin responsabilidades. Los pobres sueñan con ser ricos, mientras que los ricos codician la libertad de los pobres. Los solteros anhelan casarse, pero una vez que tienen una familia extrañan su antigua vida de soltero.

¿No era esta historia básicamente así para ti, Suruga?”

A estas alturas ya me había acostumbrado a la manera prepotente de hablar de mi madre, pero algo era diferente en el sueño de esa noche. Esta vez, le respondí.

“No, madre, no lo era.” Dije.

Recordando mientras lo decía: Oh sí, este es el tono rígido y formal que usaba cuando hablaba con ella.

No es que me sienta distante de ella.

Es que sentí que debía adoptar esa actitud en el trato con ella; ese es el tipo de persona que era—había respeto, pero también había miedo.

De cualquier manera, no era una forma de hablar con tu madre. Pero de todos modos lo seguí haciendo.

Era demasiado tarde para cambiar.

“Esta era una historia para divertirme con una vieja conocida con la que me encontré por casualidad—”

Mi madre pareció resoplar burlonamente ante mis palabras, y por el hecho de que no dijo nada más, tal vez las tomó como meras fanfarronadas.

Pues que así sea.

Complejo de Elektra aparte, madres e hijas debían afrontarse, y enfrentarse entre sí—porque sabía que la ocasión se presentaría algún día, no había necesidad de rehuir del conflicto en estos sueños y alucinaciones.

Kaiki parecía tener cierto apego emocional a mi madre, pero eso no significaba que yo tuviera que sentir lo mismo—él mismo lo dijo: que a alguien le guste alguien no significa que a mí también me tenga que gustar.

Y la idea de que debería estarle agradecida por haberme dejado con ese objeto insano es todo un problema, y eso en principio—aunque probablemente tampoco sea tan blanco y negro como parece.

Seguramente llegaría el momento en que le estaría agradecida a mi madre.

Llegaría el día en que podría entender cómo se sentía. Pero ese día no era hoy, ni tampoco mañana.

Hasta que no me adelantara a mi madre, o al menos la alcanzara— nunca entendería cómo se sentía.

“Si no puedes ser medicina, sé veneno. Si no, no eres más que agua—aunque esa chica, que no era medicina ni veneno, y era agua, podría haber sido agua turbia. Y tú, Suruga, ¿qué eres?”

“¿Agua caliente, qué tal? Espero no te resultase una respuesta muy aguada.”

“Horrible.”

Ni siquiera una sonrisa. Bueno, fue una broma terrible.

Y eso—es por lo que no soy interesante. “De acuerdo, madre. Nos vemos.”

“Sí, nos vemos.”

Y entonces me desperté.

O mejor dicho, me despertaron.

Y no fue por mi abuela o mi abuelo; me despertó, de todas las personas, mi querido senpai.

“¿Eh? ¿Qué? ¡¿Por qué demonios estás junto a mi cama, Araragi- senpai?! ¡N-No puede ser…!”

“No te preocupes, no es eso.”

Al parecer, había venido a visitarme y mi abuela le había dado permiso para entrar en mi habitación. Puedes entrar directamente. Ve y despiértala.


Qué seguridad tan laxa.

“Qué sabes tú de seguridad, durmiendo desnuda… Ya sabes que verte desnuda no me hace nada.”

“Esa línea merece una demanda.”

“Incluso ver a mis hermanas pequeñas desnudas es más excitante.” “Un doble juicio.”

“Tengo dos hermanas, así que es uno triple.” “¿Cuándo ves a tus hermanas totalmente desnudas?” “Para empezar, cuando les quito la ropa.”

“¿Qué tal si nos saltamos el juicio y vamos directamente a la sentencia?”


“En ese caso supongo que será mejor que me apresure a ordenar tu habitación.”

Y así me sacó de la cama.

Era sábado, y por derecho debería haber estado en la escuela, pero había dormido hasta el mediodía—así que no podía quejarme de que me despertaran así.

Pero mi enfrentamiento con Numachi había sido, en cierto modo, más intenso que mi carrera de toda la noche, así que probablemente necesitaba dormir.

Me dolían los músculos, sí… Pero también había daños psíquicos, lo que no era de extrañar, ya que acababa de pasar por una experiencia paranormal.

Me gustaría descansar sólo un poco más, si no te importa—pensé, pero no podía darle esa razón a mi senpai cuando había venido hasta aquí para limpiar mi habitación, y por primera vez en mucho tiempo.

La cita para la limpieza de hoy se había concertado durante nuestro anterior encuentro—y a decir verdad, había planeado pedirle consejo si no había resuelto las cosas con Numachi a estas alturas.

Su visita fue mi seguro.

Tal vez fuera un signo de debilidad por mi parte, pero no estoy segura de que hubiera tenido el valor de actuar sin esa política en vigor.

“¡Maldita sea, mira este desastre! Sólo he estado fuera un rato.”

“Es la huella de mi paso.”

“¿De dónde proviene ese orgullo…? A este ritmo nunca me pondré al día, aunque limpie la casa dos veces al mes.”

“No, no, no. Esta es la última vez que voy a abusar de tu amabilidad.”

“¿Ah, sí?”

Me vestí, y juntos nos pusimos a limpiar mi habitación—en el pasado, cuando tuvo la amabilidad de hacerlo por mí, me limité a esperar en el pasillo para no estorbar, pero esta vez me dejó ayudarle.

Después de todo, era mi habitación, así que ayudar era lo menos que podía hacer.

Mientras trabajábamos, le conté todo lo que había sucedido desde el inicio del nuevo año—ahora podía contarlo.

Cuando todo estuvo dicho y hecho, y cuando dije todo lo que se había hecho, todo el asunto no me pareció para tanto—sin embargo, quería decírselo.

“Wow. Realmente te mantuviste firme. Y—suena como si fuera duro.”

Esas fueron sus ideas al respecto. “No… no fue tan malo.”

“Claro que sí. Siempre eres demasiado dura contigo misma, para bien o para mal. Si fuera yo, habría tirado la toalla.”

“Pero era a ti a quien intentaba emular…”

“¿No te lo he dicho? Realmente me estás sobreestimando—eres una persona mucho más increíble que yo.”

No me estaba adulando, tampoco elevándome sobre un altar, muchísimo menos lo decía sólo para hacerme sentir mejor. Debe haberlo dicho en serio.

Pero sigo pensando que si fuera él, el relato se habría desarrollado de forma más ordenada.

“Oh, Araragi-senpai. Tengo que pedirte un favor.” “¿Mm?”

“Se trata de las partes momificadas del demonio que recogí de Numachi. Me está costando mucho deshacerme de ellas. ¿Crees que podrías encargarte de ellas por mí?”

“No veo por qué no, pero ¿qué debo hacer?”

“Estaba pensando que podrías dárselas a Shinobu-chan como merienda.”

“Ah… bien. Eso ciertamente solucionará el problema de una vez por todas. Pero, ¿no tienen algún tipo de valor cultural?”

“En el momento en que les puse las manos encima, se les acabó la suerte.”

Estaban recién salidas de su suerte infernal.

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Siempre podría vendérselas a Kaiki, pero si lo hiciera, quién sabe qué usos nefastos podría darles.

De alguna manera, me pareció correcto proporcionarlas como nutrición a una niña.

Un final apropiado para un demonio.

“La miseria de los demás es como un dulce néctar, ¿eh? No tiene mucho sentido para mí. Escuchar las quejas de la gente me aburriría mucho.”

“Apuesto a que sí. No puede haber mucha gente más infeliz que tú, mi querido senpai.”

“Tonta. Soy la persona más feliz del mundo.”

“Claro que sí. ¿Pero qué harías? Si pudieras desear algo, ¿qué desearías?”

“Es una decisión difícil. Tengo demasiados deseos, no creo que sea capaz de decidirme.”

“Hm… supongo que eso es cierto para la mayoría de la gente.” Eso es lo que pasa con los deseos.

Hay demasiados para elegir. Y no deberías elegir.

Realmente no deberías hacer ese tipo de elección.

Porque en el momento en que eliges—tu deseo deja de ser un deseo y se convierte en una fuerte voluntad.

El tipo de voluntad fuerte que es capaz de herirte a ti, y a los demás. Tienes que ser consciente de ello.

No puedes elegir un deseo a la ligera, de forma infantil, como si estuvieras soplando las velas de una tarta de cumpleaños o sentándote en el regazo de Papá Noel.

Incluso tres deseos es reducirlo demasiado.

Deberías elegir, no entre los deseos alineados ordenadamente en una estantería—sino algo totalmente distinto.

Como quién eres.

O cómo vives tu vida.

O qué camino vas a tomar—ese tipo de cosas. Quiero que sea—ese tipo de cosas.

“Sólo uno, ¿eh? Creo que sé lo que sería. Si tan sólo Karen-chan no fuera mi hermana…”

“Cualquier cosa menos eso.”

“No, tienes razón, si ya no fuera mi hermana, eso anularía todo el propósito. Tal vez si fuera mi hermanastra… No, pero lo de la hermanastra sería como explotar una laguna legal, me sentiría culpable. Quiero que sea mi hermana de verdad, todo abierto y sin tapujos. En ese caso, sí, más bien querría que se cambiara la ley—”

“¿Karen-chan… va a estar bien?”

Se   tomó   en   serio   mi   pregunta   casual   y   se   sumió   en   sus pensamientos, lo que me preocupó seriamente.

“¿Qué te preocupa? Karen-chan va a estar bien.” Me aseguró. “Voy a cuidar bien de ella, por el resto de nuestras vidas.”

“…”

Me quedé sin palabras.

¿A dónde iba a llevar la vida a este tipo? Estaba más inquieta que preocupada.

Pero—mientras sean meros deseos y nada más, entonces no hay restricciones.

No importa que sean tres, ten los que quieras.

“En cualquier caso.” Araragi-senpai cambió de marcha—actuó como si todo aquello hubiera sido una charla ociosa, lo cual no creo que fuera cierto, pero en cualquier caso, cambió de marcha. “No importa si los deseos se hacen realidad o no. Los deseos son algo que te concedes a ti mismo, lo que significa que puede que no se hagan realidad, pero creo que el acto de desear ya merece la pena en sí mismo.”

“¿El deseo en sí mismo—merece la pena?”

“Sí. Tanto si puedes conseguir lo que deseabas como si no, saber qué sería es algo bueno que aprender sobre ti mismo. Qué deseas, qué quieres ser, qué tipo de persona eres—si no aprendes eso de ti mismo, perderás el rumbo en un santiamén.”

“Me pregunto si es por eso que esa persona me dejó la Pata de Mono…”

“¿Esa persona? Oh, ¿te refieres a tu madre? Sí… En realidad, quién sabe. Los niños nunca entenderán qué diantres pasa por la cabeza de sus padres.”

Parecía extrañamente emocionado por el tema.

Quizá estaba pensando en el vehículo que le compraron sus padres—porque siempre había dicho que no se llevaba bien con ellos.

No sabía de qué se trataba y no iba a preguntar. Hmm.

Ya veo.

Siempre pensé que esa persona nunca me había tratado como una niña—pero en realidad.

Puede que todo el tiempo me haya tratado como una hija. Como su querida y única hija.

… Bueno, eso es lo que se llama ilusión.

Tardé horas en retirar todos los estratos de trastos inútiles de mi habitación, y cuando eso estuvo fuera, mis planes para el día se quedaron a medias.

Después de disfrutar de un poco de té con mis abuelos, extendí un poco de papel de periódico en el suelo de mi habitación, ahora brillantemente limpia, me puse una toalla alrededor de los hombros y me volví de espaldas a Araragi-senpai, que estaba allí con las tijeras preparadas.

“¿Segura que esto es lo que quieres?” “Sí, enloquece a gusto.”

Decidí esta segunda parte del plan sólo la noche anterior, así que él no lo había sabido—abriendo y cerrando las tijeras con un tijeretazo dijo: “Qué desperdicio. Este peinado sí que te favorece.”

“Sí, a mí también me gusta, pero no sirve para hacer deporte.” “Sabes, es la tercera vez que le corto el cabello a una chica.” “¡¿Qué clase de vida llevas…?!”

“Así que en realidad estoy bastante acostumbrado. ¿Pero no tienes una peluquería a la que vayas?”

“Lo sé.” Dije. “Pero quería que lo cortaras.” “¿Puedes elaborar esa respuesta?”

“Porque este es un momento decisivo.”

Ajá, asintió con la cabeza.

Creo que no tenía ni idea de lo que quería decir, y realmente aprecié que no preguntara.

“Oh. Araragi-senpai, ¿te importaría llevarme a algún sitio?” “Claro, ¿dónde?”

“Estaba pensando en visitar la tumba de Numachi.”

“Ah… En ese caso, podemos hacer que Tsukihi-chan averigüe dónde está por ti.”

“Sí… Una parte de mí quiere continuar el legado de Numachi y encontrar las piezas restantes del demonio, pero realmente no creo que lo haga.”

“Eso es lo mejor. No puedes llevar toda la carga sobre ti. Con los demonios, a fin de cuentas es más seguro que estén esparcidos en pedazos—bien, ¿lista? Allá voy.”

Anunció su intención de empezar—y me roció el cabello con un spray.

“…”

Numachi Rouka.

Había comparado su propia vida no con un cuento, sino con un epílogo—supongo que la consideraba como las reminiscencias de una antigua actriz que repasa su carrera, en cuyo caso sus colecciones (tanto la infelicidad como el demonio) eran como las aficiones de una jubilada.

No creo ni por un segundo que la haya salvado. En ningún caso es cierto que la haya rescatado.

Claro, tal vez la liberé de un pasatiempo improductivo, pero ¿quién en el mundo podría negarle ese tiempo perdido?

Ciertamente no soy sus padres, así que ¿quién soy yo para negar a alguien su derecho a perder el tiempo?

Así que al final me siento como si me hubiera entrometido—y en qué desgraciada desagradecida me convierte, si Numachi fue quien me devolvió el brazo izquierdo.

Pero, ¿qué otra cosa podría haber hecho?

Y ahora, ¿qué otra cosa puedo hacer sino rezar?

Rezar     para     que     nuestro     enfrentamiento—nuestro     primer enfrentamiento de la historia, hubiese sido divertido para ella.

Como poner la fe en Dios, como importunar al Demonio. Todo lo que puedo hacer es rezar.

Aunque su final como humana fuera desgraciado, su final como excentricidad no lo fue—sólo puedo rezar.

Me gusta pensar que lo que la retenía era el remordimiento de no haberse enfrentado nunca seriamente a mí, Kanbaru Suruga.

No quería jugar con un demonio. Quería jugar conmigo.

Por lo tanto, esos tres años de ella.

Sería bueno que cerrara con una frase bonita como: A partir de ahora jugaré por las dos. Pero nunca sería tan descarada.

No soy ese tipo de persona.

Aun así, quiero aprender de su tenacidad. Porque la tenacidad para aferrarte a tus objetivos incluso más allá de la tumba es algo de lo que carezco.

Lo que me recuerda que hoy aún no he revisado el periódico. Oh, bueno, un día probablemente esté bien. O dos días, o tres.

¿Y tal vez pueda dormir tranquila?

Culparse no es lo mismo que tener remordimientos. Tampoco lo es machacarse a sí mismo.

Ese tipo de autoflagelación no es un castigo.

Después de haberse sumergido en un pasatiempo improductivo, mirando constantemente por encima del hombro, repasando el pasado—hay que darse la vuelta y afrontar el resto de la vida en algún momento.

Reuniones y despedidas. Asignación de asientos y de clases.

Al aprender, y graduarme, y luego hacerlo todo de nuevo, me convertiré en un adulto.

Obteniendo algo, perdiendo algo, experimentando, olvidando—así es como formaré mi futuro yo.

Casi definitivamente olvidaré esta sensación.

Por eso tengo que vivir mi yo actual, y no el pasado o el futuro. No.

Quiero vivirlo.

Las tijeras que sostenía Araragi-senpai comenzaron su trabajo en mi cabello.

Shhhk.

Me dolía, como si fuera mi carne y no mi cabello lo que estaba cortando, pero ese dolor era un raro regalo.


La experiencia que no podría haber deseado.

“Kanbaru. Estoy seguro de que todo tipo de personas pensarán todo tipo de cosas sobre lo que hiciste cuando se enteren. Habrá gente que piense que hiciste lo correcto, y gente que piense que hiciste lo incorrecto. Pero no se trata de eso. No le des importancia a lo que digan los demás. Porque no hiciste lo correcto, ni tampoco lo incorrecto.” Me dijo mi querido senpai, alisando las puntas de mi cabello. No podía pensar en otra ocasión en la que me hubiera hablado con tanta amabilidad. “Sólo vivías tu juventud.”

 

-FIN DEL VOLUMEN 9-

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