Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

“¿Eh? ¿Quieres que me una a ti en la Danza de la Cosecha de Gracias?”

Mia frunció el ceño, sorprendida por la repentina propuesta. Había estado descansando en la habitación de invitados del famoso castillo con forma de pastel del País Agrícola de Perujin, pensando que, dadas sus hazañas de la noche anterior — haber superado con éxito la cena del rey Yuhal y haber triunfado sobre el acaudalado comerciante Shalloak — había resuelto todos sus problemas por el momento y se había ganado un tiempo libre. Esta suposición se demostró errónea cuando la princesa Rania apareció e inmediatamente preguntó: “Princesa Mia, ¿estaría dispuesta a acompañarme en el baile de la cosecha de gracias?”

La brusquedad de la petición y la gravedad de su expresión desconcertaron a Mia.

“¿Pero no es algo que sólo pueden hacer las princesas de Perujin?”

Por lo que Mia sabía, se suponía que la danza era un ritual divino que realizaban las princesas Perujin para dar las gracias al cielo en nombre de su pueblo.

“Normalmente, sí, pero esta vez tenemos algo llamado la Danza del Visitante que se realiza para dar la bienvenida a los invitados eminentes a nuestro país.”

“Hmm…”

Mia se cruzó de brazos pensando. Supongo que, como princesa de un poderoso imperio vecino, sería una invitada eminente…

Ella sí que encajaba en la lista.

“Pero es algo participativo, ¿no? No conozco la danza, así que no estoy segura de poder seguir el ritmo.”

“Lo harás bien. Los pasos de baile son los que me ayudaste aquella vez.”

“Oh, ahora que lo mencionas, lo recuerdo.”

Sabiendo que el baile era el (único) fuerte de Mia, Rania le había pedido ayuda una vez. Cada año, Rania tenía que interpretar la Danza de la Cosecha de Gracias durante el festival, pero su sentido del ritmo era espectacularmente malo. El proceso de enseñarle, recordaba Mia, había sido especialmente agotador.

“Además, has conseguido llegar antes de lo previsto, así que puedes tomarte tu tiempo para aprender los pasos.”

Todavía quedaba una semana hasta el día de la actuación, así que desde luego no le faltaría tiempo de práctica.

“Hm… Bueno, en ese caso, supongo que está bien…”

Como el baile era su (de nuevo, único) fuerte, no estaba especialmente preocupada por aprender la coreografía. Además, Tatiana le había insistido en que hiciera más ejercicio.

Probablemente acabaré comiendo mucho durante el festival, así que tendré que trabajar de alguna manera. Esta práctica de baile podría ser justo lo que necesito.

“Oh, por cierto, Rania”, dijo cuándo se le ocurrió otra idea. “¿Puedo llevar a Bel? No voy a pedir que la incluyan durante el evento real, pero ¿podría al menos practicar con nosotros?”

Bel tampoco se quedaba atrás en cuanto a la cantidad de golpes en la cara que había hecho desde que llegó a Perujin. El ejercicio prescriptivo era necesario para no acabar como Shalloak.

“No veo por qué no. Bel es… una pariente tuya, creo.”

“Sí, es mi ab—Erm, hermana.”

Rania, que tomó su tropiezo verbal como una respuesta vacilante pero honesta, le dio el tipo de asentimiento comprensivo que suele reservarse para dejar sin decir las incómodas implicaciones familiares.

“Entendido. Como es miembro de la familia imperial, puede que incluso esté bien que participe en la representación. Se dice que en los viejos tiempos, la Danza del Visitante solía ser interpretada por diez personas más o menos. Haremos que practique con nosotras. Luego, si le parece bien… podrá unirse a nosotras en la actuación real.”

“¿Eh? ¿Está hablando de mí, señorita Mia?”, preguntó Bel, incorporándose de su hamaca con un sobresalto.

La hamaca, sujeta a dos postes en el centro de la habitación, se balanceó con su movimiento.

“¡Eeek!”

Se cayó enseguida de la tela que se tambaleaba.

La noche anterior, tras regresar de la sala de tratamiento de Shalloak, Mia había encontrado a Bel durmiendo cómodamente en el abrazo de una hamaca que se mecía suavemente.

“No más, señorita Mia… No puedo comer más…”

La sonrisa de satisfacción en su rostro junto con su comentario entre dientes dejaba claro el tipo de sueño que estaba teniendo. El dobladillo de su pijama estaba levantado, revelando su ombligo.

“Lo juro, esta chica…” Mia sacudió la cabeza. “Realmente necesita recordar que es técnicamente la princesa de un gran imperio. Esto no es para nada presentable…”

Mia, para que conste, en realidad tenía una postura bastante buena para dormir. Su vicio personal para dormir era el hecho de que, de vez en cuando, simplemente se alejaba de su cama por la noche. Esto sucedía con mayor frecuencia después de la exposición a historias de fantasmas, tras lo cual era descubierta en la cama de Anne por la mañana.

Volvió a colocarse el pijama de Bel sobre la barriga, murmurando: “Nunca descubriré a quién se parece esta chica…” ¡Al hacerlo, se dio cuenta de que dicha barriga era, de hecho, bastante redonda!

“Nunca he comido… nada tan sabroso… Ehe hee… Puedo seguir comiendo esto para siempre…”

Como si fuera una señal, Bel intervino con su murmullo de sueño. Mia sintió de repente que se miraba en un espejo. Esta chica era, como ella misma, víctima de la misma maldición terriblemente meliflua — la maldición del apetito infinito ante la comida deliciosa — que sería una plaga interminable para su salud futura. Afortunadamente, Mia sabía ahora cómo luchar contra su influencia corruptora. ¡La respuesta era el ejercicio! ¡Y mantener un estilo de vida rutinario!

“Tengo que conseguir que Bel haga más ejercicio…”

La rotunda barriga de Bel había llenado a Mia de un nuevo sentido de propósito, por lo que la propuesta de Rania era nada menos que un regalo del cielo.

“Bel”, dijo Mia, “por cada trozo de comida deliciosa que comas, tienes que trabajar con el ejercicio. Vas a venir conmigo a la práctica de baile.”

Bel se puso en pie de un salto y enderezó la espalda. “Entendido, abu — ¡Señorita Mia! Si quieres que practique, eso es lo que haré”

Era una buena chica.

“Oh, pero sólo nos quedan unos días antes de la actuación, así que tendré que reducir mi tiempo de estudio con el profesor Ludwig…”

Una pequeña pícara, pero aún así una buena chica.

“No, no creo que debas hacer eso. Es por tu propio bien.”

Bel gimió. “Oooh, señorita Mia… Siempre eres tan mala…”

Enseguida se lanzó a un ataque de ojos llorosos y lloriqueos. Mia observó el llanto performativo y suspiró.

La pura audacia de esta chica, lo juro… Es una seductora nata. Si fuera padre, lo tendría envuelto en su dedo. Da miedo imaginar cómo será en el futuro… pensó Mia, no muy segura de si debía sentirse orgullosa o preocupada.