Meikyuu No Ou (NL)

Volumen 2

Interludio 4: ¡KA-THOOOOOM!

Mientras la hidra estaba en el aire, el minotauro activó habilidades que aumentaban su poder y velocidad de ataque. A continuación, el minotauro ajustó su posición y, antes de que el gran cuerpo de la hidra cayera, cortó la pata delantera izquierda del monstruo desde el interior y saltó.

¡KA-THOOOOOM!

El suelo tembló violentamente cuando la hidra aterrizó y cayó de lado. La pérdida de la pata izquierda le había hecho perder el equilibrio.

El minotauro aterrizó, corrió por el suelo de roca que aún se agitaba, se acercó a la hidra y le cortó rápidamente el abdomen de color marrón oscuro.

A diferencia de los basiliscos, el vientre de las hidras era extremadamente duro, pero había una serie de puntos en los que era comparativamente fácil cortar con una espada. El minotauro había clavado con precisión su espada en una sección extremadamente estrecha. A continuación, introdujo su mano derecha por el hueco, arrancó el corazón de la bestia y se lo comió.

La hidra, que había intentado utilizar sus cabezas y las tres patas que le quedaban para levantarse, murió al instante.

El corazón de una hidra era la base de su inmortalidad, y no moriría, aunque se le quitara el corazón. Cortar el corazón tampoco serviría de nada, ya que pronto se curaría por sí mismo. De este modo, el corazón era indestructible. Por esta razón, los humanos consideraban que atacar el corazón era inútil.

Sin embargo, si se comía el corazón entero en lugar de trocearlo, la hidra moría. Hace mucho tiempo, era habitual que los clanes de dragones y gigantes mataran a las hidras devorando sus corazones.

Pero los humanos de la era moderna no lo sabían, y al minotauro tampoco le había enseñado nadie el método. Simplemente sintió un gran poder del corazón de la hidra y decidió que quería intentar comérsela. Cuando lo hizo, la hidra murió. Así fue como el minotauro conoció esta técnica.

Tras la muerte de la hidra, quedó un trozo de carne de color rojo oscuro del tamaño del puño de un niño. El minotauro lo recogió y lo colocó en su bolsa.

Era un artículo valioso llamado carne inmortal. En la superficie, se utilizaba para hacer una poderosa medicina de recuperación. Se decía que curaba a los enfermos al borde de la muerte y devolvía la juventud a los ancianos. Sus efectos no eran permanentes, pero era tremendamente popular entre los ancianos ricos.

Además, como se utilizaba como ingrediente de medicamentos elaborados para restaurar la juventud y aumentar la vitalidad, se podían obtener grandes sumas de dinero y conexiones personales vendiéndolo a las mujeres del palacio imperial.

Sin embargo, los aventureros que obtenían este manjar no lo vendían, a no ser que estuvieran faltos de dinero. La razón era que, si se consumía en un laberinto, la carne inmortal tenía el efecto temporal de restaurar instantáneamente cualquier parte del cuerpo que se hubiera perdido y de protegerte del daño letal. Los aventureros lo llamaban el efecto inmortal.

El efecto inmortal duraba muy poco tiempo, pero servía como baza final para los aventureros que luchaban en el piso inferior del laberinto.

El minotauro salió de la sala de piedra. Su estado de ánimo no había mejorado. Por supuesto, no importaba cuántas hidras matara, no ganaría nada. No encontraría ninguna alegría en ese tipo de batalla.

El dragón de metal era un oponente mucho mejor. Era dos o tres veces más grande que las hidras. Sus tres cabezas tenían dos cuernos cada una, que utilizaba para manipular el viento, el agua y más. También podía crear ondas de choque y tenía un aliento extremadamente caliente y frío.

Extendía sus alas semitransparentes, que brillaban con luz azul fosforescente, y volaba por la espaciosa sala del jefe haciendo llover rayos de sus tres colas.

Sus escamas eran más duras que las de la hidra, y su resistencia a los ataques mágicos y físicos era astronómica. Por si fuera poco, tenía un elevado intelecto, que le permitía leer las acciones de su oponente.

Al principio, el minotauro no tenía ni idea de cómo derrotarlo. Sin embargo, si tuviera que luchar contra el dragón de metal ahora, incluso esa batalla le dejaría una sensación de vacío.

Dame un enemigo fuerte.

Un fuerte enemigo que me hará sufrir.

Un enemigo fuerte que me dará la fuerza para matar a ese humano.

Eso era lo que el minotauro quería más que nada. Su hambre de una buena batalla se convirtió en un torrente hirviente que recorría todo su cuerpo y parecía que iba a brotar por los poros de su piel.

Lo que el minotauro no sabía era que su deseo estaba en proceso de ser concedido.