Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Shalloak bajó y cayó en una oscuridad profunda e interminable. Era un mundo vacío, sin vista, sin sonido, sin olor ni sabor, ni siquiera calor.

Entiendo… Así que esto es lo que se siente al morir…

Había llegado a la última parada. Su vida terminaría ahora. Todo terminaría. Los planes que tenía para mañana, los bienes que estaba preparando para vender… Todo sería en vano. Separado para siempre de la existencia. Ante esta realidad, Shalloak se encontró inesperadamente sacudido.

Sabía cómo se sentiría su final. Ese sueño se lo había mostrado. Había visto venir este día. Pero siempre había llegado. Algún día. Con el tiempo. Nunca pensó que llegaría tan repentinamente. Ya no era el comerciante imperturbable e insensible. Entró en pánico. Las emociones se apoderaron de él. La ansiedad, el miedo y la consternación envolvieron su corazón con sus zarcillos sin forma.

El orgullo le había mantenido firme en su decisión de mantener la validez de la vida que había vivido. Pero el orgullo era impotente ante la eterna nada de la muerte. Ésta arrancó su fachada, dejando sólo el arrepentimiento. Un arrepentimiento innegable, ineludible.

Oyó el eco de su propia voz.

Entiendo. Así que fallé, y luego no reconocí mi fracaso. Y cuando se me presentaron oportunidades de hacer las cosas bien, fallé una y otra vez, dejando que se me escaparan.

Había vivido una vida de obstinación, fracasando por decisión propia hasta el amargo final. La desesperación empezó a corroer su alma. Ahora sabía que el sueño se había hecho realidad. Tal como lo predijo, no volvería a despertar. Cuando los últimos vestigios de fuerza se desvanecieron, sintió que se hundía. La espesa penumbra pantanosa de abajo lo envolvió.

Y fue entonces cuando lo vio — un extraño hilo, blanco y fino. Colgaba hacia abajo, separando de algún modo la oscuridad circundante mientras se extendía hacia él. El hilo parecía tan frágil que podría romperse al menor tirón. Sin embargo, lo cogió, sin saber por qué lo hacía ni qué esperaba conseguir. Como un ahogado que se agarra a una paja, estiró desesperadamente el brazo, la mano e incluso la punta de los dedos hacia él…

Entonces, se despertó.

“Mmm… Dónde…”

Todo era blanco. Una voz sonó en su oído.

“Maestro Shalloak, está usted despierto.”

Giró la cabeza hacia ella. Cuando recuperó la vista, una joven apareció a la vista. La reconoció.

“Tú… Estabas con la princesa Mia…”

“Me llamo Tatiana. Actualmente estudio en la Academia Saint-Noel gracias al programa de becas que creaste.”

“¿Qué? Espera, eso es —”

Una voz extraña pareció seguir a la de Tatiana, pero su nublada mente, que ya se esforzaba por procesar su declaración, carecía de la capacidad de ponderarla más.

“¿Beca? Ah…”

Un viejo recuerdo resurgió de cuando aún era un fresco brote de comerciante. En efecto, había creado algo de este tipo después de haber concluido con éxito su primer gran trabajo. Por aquel entonces, todavía era lo suficientemente ingenuo como para decir que quería utilizar sus beneficios para el bien de los demás y de la sociedad.

Tan tonto. Tan despistado. No conocía la dureza del mundo ni la crueldad de la naturaleza humana. Era el acto ignorante de un hombre ignorante.

¿Programa de becas? Se burlaría si tuviera fuerzas para hacerlo. Ni un solo oro salió de ese esfuerzo inútil.

Nada más que un tonto sentimentalismo. Todo es inútil…

Hizo una pausa y volvió a considerar el pensamiento. Una sonrisa sardónica se dibujó en sus labios.

“Lo cual, supongo, resume perfectamente mi vida también.”

Después de escudriñar en la esencia de su vida y encontrarla carente de significado o valor, había perdido el rumbo. Ya no sabía lo que era correcto.

“Veo que has vuelto con nosotros.”

Al oír otra voz, miró en su dirección.

“Me alivia mucho saber que estás a salvo, aunque no del todo sano.”

La princesa de Tearmoon se puso delante de él.

“…¿Su Alteza? ¿Qué te trae por aquí? No asumo que estés aquí sólo para desearme una rápida recuperación.”

Mia no respondió inmediatamente. Intercambió una rápida mirada con Tatiana, como buscando confirmación, sólo para negar con la cabeza. Luego, le mostró una sonrisa socarrona y dentada.

“De hecho, no. He venido a acabar contigo.”

“Oho, qué amenazante. ¿Qué será entonces? ¿Veneno, quizás?”

Shalloak intentó sentarse en su cama, pero Mia levantó una mano para detenerlo.

“Tranquilo, no te hagas daño— Eh, quiero decir que será un problema si te vuelves a desmayar. Te agradecería que siguieras tumbado.”

Si hubiera sido el antiguo Shalloak, seguramente se habría levantado de todos modos. Para él, un principio básico para negociar con éxito era asumir la postura correcta. ¿Era más eficaz mantenerse erguido y mirar por debajo de la nariz, o permanecer sentado y proyectar arrogancia? Dependía de la situación. A veces, doblar las rodillas o incluso postrarse podía ser la opción correcta. En cualquier caso, era una decisión que tomaba basándose en su juicio. Esta vez, sin embargo, simplemente obedeció las instrucciones de Mia. Su acercamiento a la muerte le había quitado todo deseo y razón de ponerse frentes.

“Sí, sí, así de fácil. Es tan agradable cuando la gente simplemente escucha. Pero para responder a tu pregunta, no, no será veneno. De hecho, no tengo que hacer nada en absoluto.” Mia le sonrió tranquilamente. “Todos debemos recoger lo que sembramos. Lo que acabará contigo no es otra cosa que las semillas que tú mismo habías sembrado.”

Shalloak parpadeó una vez ante la afirmación. Luego, hizo una mueca de comprensión.

“Ah… Bien dicho. No podría estar más de acuerdo.”

Al reflexionar sobre el origen de su desesperación, descubrió que no había más que verdad en sus palabras. Lo que acabaría con él no era ciertamente veneno.

“En cierto modo, incluso podría decirse que ya has encontrado tu final”, continuó ella.

Si eso era la muerte, esa desesperación absoluta, y ser consumido por ella era simplemente una cuestión de tiempo… entonces tal vez él ya había encontrado su fin. Ya conocía el “cómo” de su muerte. ¿Qué diferencia había en el “cuándo”? Su mordaz comentario le atravesó el pecho y le sacudió el alma.

“Lo que digo es que no deberías ir por ahí sembrando semillas que no puedes manejar, pero supongo que mi consejo es demasiado poco y demasiado tarde, ¿no? Tu final es obra tuya, Shalloak.”

“Parece que sí, no es así…”

Sacudió lentamente la cabeza.

¿Dónde me he equivocado…?

Debe haberlo hecho, si la última parada en el viaje de su vida fue ese oscuro abismo de desesperación…

Tal vez una muerte sin esperanza ni salvación era la última parada en el viaje de todos. Tal vez, al final… el vacío llegó para todos. Pero en ese momento, ese pensamiento le pareció una píldora difícil de tragar, porque la chica que tenía ante sí, habiendo ascendido a las alturas de la Gran Sabia del Imperio, no parecía conformarse. Simplemente no podía imaginarse que ella tuviera el mismo final vacío.

Sembrando semillas que no puedo manejar, eh… ¿Entonces hay gente que puede encontrar la paz en ese abismo de desesperación? Supongo que los hay, pero me falta la fuerza para estar entre sus filas. ¿Pero qué voy a hacer con esta comprensión? ¿Qué se supone que debo hacer?

Mia observó cómo se sumía en un raro momento de sombría reflexión. Por alguna razón, había compasión en su mirada.