Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Las estaciones seguían cambiando. Mia pasaba las vacaciones de invierno como siempre, y faltaban cinco días para que tuviera que partir hacia Saint-Noel. Hoy recibía un informe rutinario de Ludwig en su habitación.

“Balthazar me acaba de informar de que los precios de los alimentos han empezado a subir.”

Al escuchar esta noticia, Mia volvió a dejar la taza de té que acababa de coger sobre la mesa.

“Hm… Así que por fin ha llegado.” Su voz quería temblar. Pero lo impidió.

Los informes intermitentes de pérdidas de cosechas a lo largo del último año habían llegado finalmente a su punto álgido, manifestándose como un innegable presagio de hambruna. Ella había temido este momento. Lo había previsto, sí, pero también esperaba que no se produjera. Esa esperanza se ha desvanecido oficialmente.

“Todavía no es un problema en este momento”, continuó Ludwig, “pero en un futuro próximo, es probable que empecemos a ver gente pasando hambre.”

“Hm… ¿Y? ¿Cuál es el plan entonces?”

Colocó un manojo de pergaminos ante ella. “Primero, por favor, echa un vistazo a esto.”

Las páginas contenían los frutos del incansable esfuerzo de Ludwig durante los últimos dos años. Presentaba una gran cantidad de datos que iban desde las provisiones que habían almacenado y las estimaciones de las cantidades necesarias para alimentar a los súbditos del imperio hasta los precios de mercado de los alimentos actualmente en circulación, su inflación prevista y la probabilidad de que cada región administrativa sufriera hambre. Los números también eran extremadamente detallados.

Superar una hambruna de esta envergadura no era tan sencillo como repartir sus reservas y dar por terminada la jornada. Eso no era suficiente. Había que distribuir las cantidades que se importaban del extranjero, así como tener en cuenta las cosechas locales, que eran escasas pero en ningún caso irrelevantes. Sólo teniendo en cuenta todo eso podrían empezar a abordar el problema de cómo distribuir óptimamente sus provisiones reservadas.

“Hmm…”

Mia levantó el primer pergamino, asegurándose de rascarse la barbilla durante un buen rato antes de pasar al siguiente. Repitió este patrón para todas las demás páginas. Por fuera, parecía que estaba escudriñando cuidadosamente todos y cada uno de los datos. Por dentro, no miraba en absoluto.

“Entiendo. Interesante.”

Decir que no entendía la información sería darle demasiado crédito. Ni siquiera entendía qué era lo que no entendía. Era una situación clásica que había desconcertado a innumerables estudiantes y profesores a lo largo de los años. De hecho, ya se había llevado muchos buenos regaños de Ludwig por encontrarse en esta misma situación. Sin embargo, ¿se la podía culpar realmente? Al fin y al cabo, para los matemáticos, las tablas de números podrían ser un código escrito en una lengua extranjera. Y Mia era, sin duda, una persona con problemas. Ella y las matemáticas nunca habían coincidido.

Después de hojear la gruesa pila de pergaminos, la dejó en el suelo y, con un suspiro derrotado, dijo: “Yo… sigo sin tener ni idea.”

Levantó la bandera blanca de la honestidad y concedió. Era su segunda mejor opción… o quizás la segunda peor. En cualquier caso, no era la peor opción. Sabía por experiencia que cuando hablaba con tipos inteligentes como Ludwig, lo peor que podía hacer era fingir que sabía algo cuando no lo sabía. Hacer preguntas en su estado de incomprensión compuesta conduciría sin duda a una cadena de refunfuños irritados, lo que tampoco apreciaba, pero era mejor que permanecer completamente ignorante.

Así que decidió confesar… a lo que Ludwig respondió: “Mis más sinceras disculpas. Soy consciente de que los datos son imperfectos.”

Bajó la cabeza con una amarga mueca.

“Por desgracia, hay mucha incertidumbre en los datos recogidos de los distintos nobles de todo el imperio… Ahora tenemos una imagen decente del tamaño de sus reservas, pero tratar de predecir cómo van a utilizar esas reservas es simplemente demasiado difícil”, explicó. “Aunque la presencia de tanta incertidumbre en nuestras estimaciones del impacto en la población no es ciertamente ideal… Creo que seremos capaces de capear esta hambruna con algo de margen.”

“Hm, entiendo. Son buenas noticias.”

Los números seguían siendo tan confusos como siempre, pero ahora sabía lo que significaban. Mejor dicho, sabía lo que Ludwig decía que significaban, lo cual era suficiente para ella.

“Pero hay una cosa que me gustaría añadir, Ludwig.” Le miró directamente.

“¿Sí, Alteza?”

“No te hagas enemigos en el proceso de hacer esto”, dijo con una expresión profundamente sabia, como si estuviera diciendo una verdad cósmica.

Mia, como ves, conocía el terrible coste de hacer daño a alguien a través de la comida. Se consideraba a sí misma una princesa compasiva y de modales suaves. Gentil, misericordiosa, de buen corazón… Estos eran rasgos que a menudo asociaba con ella misma. “La falta de conciencia de sí misma” era probablemente otra que debería añadir a la lista, pero, de todos modos. El caso es que se consideraba una persona bastante agradable en general. Pero incluso una persona afable como ella se veía impotente ante el ultraje de los problemas alimentarios. Si a alguien se le caía la tarta al suelo delante de ella, le daba un ataque, y si luego le decían que era la última, se convertía en la encarnación de la furia.

Por eso advirtió a Ludwig. Equivocarse con una sola persona a través de la comida ya era bastante malo. Equivocarse con todo un pueblo sería una pesadilla.

“En todo caso, prefiero que uses la comida para hacer amigos. Todos los posibles. Todos ellos, idealmente.”

Hablaba con el corazón. Aprendiendo de su pasado, era un sentimiento que realmente había asumido. Eso, ella sabía, era la mejor manera de mantener la guillotina a raya.

“Por favor, tenlo en cuenta”, añadió, volviéndose pedante por la preocupación. “Bajo ninguna circunstancia te permitas olvidar este punto.”

“Entendido. Me aseguraré de memorizarlo.”

Ella sonrió satisfecha cuando él se inclinó.

“Bien entonces. Eso es todo. No creo que quede nada por hacer antes de volver a Saint-Noel.”

“No que yo sepa. Por favor, siéntase libre de regresar cuando quiera, Su Alteza. Este es el itinerario de viaje que la Guardia de la Princesa ideó para el viaje. Eche un vistazo.”

“Hm…”

Mia leyó el pergamino y frunció los labios.

Ludwig dice que todo está bajo control aquí, y que la hambruna aún no ha comenzado… pero mentiría si dijera que no sigo preocupada.

El miedo a no tener nada que comer era profundo y primario. Un suministro de alimentos cada vez más escaso provocaba una profunda ansiedad. Sólo pensar en ello hacía que a Mia le doliera el estómago. Y no era porque hubiera comido demasiado. Bueno, no era del todo por eso.

Si querían disipar ese miedo, necesitarían que la gente confiara en que la cosecha del año siguiente sería tan buena como la de este año. Sólo creyendo que su mesa estaría igual de cargada mañana, la gente podría disfrutar de la comida de hoy.

Si quiero tener algo de tranquilidad, no podemos seguir rebuscando en nuestros ahorros. Eso sería demasiado estresante. Por supuesto, contaremos con el padre de Chloe y Perujin para que hagan lo que puedan, pero siento que hace falta algo más. Algún tipo de…

“…Solución fundamental que me dé tranquilidad.”

“¿Hm? ¿Qué fue eso, Su Alteza?”

“¿Eh? Oh, no es nada. Sólo estaba pensando… Me gustaría hacer un desvío en el camino de vuelta a Saint-Noel, así que este itinerario necesitará algunos cambios.”

“¿Un desvío hacia dónde?”

“A los dominios del Vizconde Berman.”

“El Vizconde Berman… ¿Se dirige entonces a la ciudad academia?”, preguntó Ludwig con las cejas fruncidas por la curiosidad.

Mia asintió.

“Así es. Hay algo que me gustaría discutir con Arshia.”