Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Shalloak Cornrogue, el Rey Comerciante.

Cuando llegó la gran hambruna, vio una oportunidad de negocio única en la vida y la aprovechó, apoderándose de la red de distribución de alimentos de todo el continente de un solo golpe. Tras engullir una serie de empresas y hacerse con el control de innumerables comerciantes independientes, empezó a llamarse a sí mismo el Rey Comerciante.

La vida que siguió fue una que rebosaba de riqueza y esplendor. Era, sin duda, un hombre dotado de una brillante perspicacia para los negocios, y si había un dios del dinero y la avaricia, sin duda también le sonreían. Su riqueza siguió creciendo, llevándolo a cimas de riqueza desconocidas hasta entonces. Fue a la vez héroe y villano, pícaro y campeón — un guerrero de la fortuna que arrebató la gloria de las fauces del caos y prosperó en tiempos turbulentos.

Lo que sigue… es la coda de esta historia — cómo cayó el telón de la vida de Shalloak Cornrogue.

De camino a un negocio, Shalloak Cornrogue se derrumbó. Años de comer en exceso y de no hacer suficiente ejercicio habían llevado a su cuerpo más allá de su límite. Aunque técnicamente sobrevivió a la incapacidad, su cuerpo no lo hizo. Sus miembros ya no eran suyos. Incapaz de moverse o hablar, sólo podía estar tumbado en la cama y ver el mundo pasar. A falta de esposa, hijos e incluso hermanos, su fortuna quedó, por ley, al cuidado de su principal asistente.

Su “dios” no le salvó de su situación. Más bien, le dejó, moneda a moneda despilfarrado, mientras su asistente principal administraba mal sus bienes. Lamentablemente, la perspicacia comercial de Shalloak no fue heredada por sus subordinados.

“¡Eres un maldito idiota!”

Una y otra vez, anhelaba gritarle al hombre. El jefe de asistentes solía aceptar sin pensarlo dos veces acuerdos que, a los ojos de Shalloak, eran errores evidentes. La pura estupidez que mostraba le enfurecía sobremanera. Si tan sólo pudiera vocalizar su ira.

Sin embargo, ni siquiera su frustración duró mucho. Pronto, la vida que le había sido perdonada comenzó a parpadear también. Entonces, tumbado en una magnífica cama en una habitación digna de un rey, con un mobiliario que valía más que el salario de toda una vida de una persona normal, el rey más rico que jamás haya pisado la tierra exhaló su último aliento. Murió sin que nadie lo viera — no, negándose a que nadie lo viera partir.

Así, la historia de su vida llegó a su vacío y solitario final.

…Y entonces se despertó.

“Hmph, qué sueño tan ridículo”, murmuró Shalloak cuando el traqueteo del carruaje se desvaneció.

En su sueño, había visto cómo una vida en la que llegaba a la cima — la cúspide absoluta de las aspiraciones de un comerciante — terminaría. Le mostraba los últimos días de un hombre que había adorado el dinero como su dios. Para ser un sueño, parecía increíblemente real, dejando un desagradable regusto de amargo arrepentimiento.

“Todo es por lo que dijo esa chica. Qué tontería…” Resopló, encontrando consuelo en el sonido. Sin embargo, las palabras de Mia Luna Tearmoon seguían resonando en su mente. “‘Más importante que el dinero’…”

La amistad. La lealtad. Confianza. Gratitud. Estas eran las cosas que la princesa había afirmado que tenían más valor que el dinero. “Meros tópicos. Las divagaciones irreflexivas de una niña.” Él había descartado esos sentimientos hace mucho tiempo. No… Los había vendido. Eran muy baratos, pero lo barato seguía siendo dinero.

¿Amistad? Un oro era un buen negocio. ¿Gratitud? Podría recibir el valor de toda una vida y aún así no ser ni un centavo más rico. Aquellos que dicen que el dinero no lo es todo, que hay cosas más importantes que el dinero… son, a sus ojos, simplemente el mantra de los perdedores. Pero…

“Esa maldita chica…” Apretó los dientes. La Gran Sabia del Imperio era innegablemente abundante tanto en riqueza como en poder, y sin embargo, compartía esas creencias. A pesar de ser una encarnación viviente de una riqueza incalculable, también insistía en que algunas cosas son mucho más importantes que el dinero. Oírla decir esas palabras se sintió como un repudio a todo lo que él había vivido. Le sacudió más de lo que creía posible.

“Escuché algo estúpido y me hizo tener un sueño estúpido. Eso es todo. ¿Gran Sabia? Hah, dame un respiro. ¿Quién hubiera pensado que tendría un juicio tan lamentable que ni siquiera puede ver el valor de una oferta tan generosa…? Tearmoon se está acercando al final de sus días si mantiene a una chica así como sabia.” Escupió las palabras como si fueran bilis. Luego, intentó una sonrisa burlona… pero fracasó. Algo en él hizo sonar una alarma. Intentaba desesperadamente decirle que el sueño era real. Que, en algún momento en el futuro lejano, se encontraría con un final frío y amargado similar al que acababa de ver. A pesar de eso…

“¿Y qué? He vivido demasiado tiempo para cambiar mis costumbres ahora.” Era un hombre que ya había pasado la mediana edad. ¿Tenía que cambiar ahora toda su filosofía de vida? No era posible.

Shalloak había renunciado a innumerables cosas en pos del dinero a lo largo de su vida, pero lo único que no podía dejar de lado era el “estilo de vida” que había seguido tan fastidiosamente. El Rey Comerciante, a pesar de toda su brillantez, no podía dejar de lado este asunto. Por eso…

“No hay manera de que acepte una forma de vida que no reconoce el valor del dinero.”

Forkroad era una fuente particular de su disgusto. A pesar de ser un colega comerciante, el hombre dirigía su negocio con los beneficios como una preocupación secundaria. Era un ataque a todo aquello en lo que Shalloak creía. Pero aún más irritante era Mia Luna Tearmoon.

“El dinero es poder. El dinero es mi dios. ¿Quién se cree esa chica para afirmar que hay cosas aún más importantes…?”

Ella rechazaba de plano sus valores, y por eso, él también rechazaba los suyos.

“…Inaceptable. Completamente inaceptable.”

El don mercantil con el que fue bendecido le dijo que la hambruna no era un fenómeno transitorio; había llegado para quedarse. En consecuencia, los canales comerciales a través de los cuales Forkroad importaba trigo extranjero valdrían su peso en oro. Si pudieran regular la oferta de trigo que entraba en el mercado — frenarla lo suficiente para que aumentara la demanda — habría una oportunidad de obtener cantidades explosivas de beneficios.

Por supuesto, una parte de la población pasaría hambre, pero así sería. La noticia de algunas muertes por inanición podría incluso avivar el fuego de la crisis. El miedo a la muerte despojaría a la gente de su juicio, despejando el camino para que un saco de trigo se vendiera al precio de un castillo.

Por lo tanto, una política de abastecimiento del continente con suficiente trigo para satisfacer la demanda y evitar que los precios se disparen más allá de los niveles adecuados era fundamentalmente incompatible con sus objetivos. El resultado sería que cargaría más alimentos por viaje, aumentando los costes de transporte, y al mismo tiempo se vería obligado a venderlos por menos. Y por alguna extraña razón, Forkroad estaba ansioso por cumplir con esta absurda visión que la princesa estaba tratando de poner en marcha. Se burló mentalmente de los dos por su locura.

Porque tenía que hacerlo. Cualquier otra cosa era simplemente insoportable.

“La tasa de autosuficiencia alimentaria de Tearmoon es baja. Eso sugiere un alto grado de dependencia del País Agrícola de Perujin. El rey allí, según recuerdo, es…”

Sin que Mia lo supiera, la siguiente conspiración ya estaba en marcha.