Maou no Ore ga Dorei Elf wo Yome ni Shitanda ga

Volumen 15

Prologo: Ha Llegado La Hora

“Ha llegado la hora”.

En las profundidades del Palacio Archidemonio, Zagan echó hacia atrás su manto y habló con toda la majestuosidad de un Archidemonio. Su batalla con los otros temibles Archidemonios, Shere Khan y Bifrons, había llegado a su fin tras grandes dificultades. Por fin había llegado el momento.

“¡Ahora trazaremos los planes para el regalo de cumpleaños de Nephy!”

Sí. Habían pasado varios días desde la celebración del cumpleaños de Zagan. El cumpleaños de Nephy se acercaba rápidamente. Faltaban más de cuarenta días para entonces, para ser exactos, pero aun así no podía permitirse ser negligente.

Dos hombres estaban en la habitación. Uno era Zagan, incapaz de reprimir el tremendo maná que se acumulaba en su interior. El otro era el Archidemonio Naberius, que llevaba una máscara y era tan corpulento que Zagan tuvo que mirarlo.

“Ustedes…” dijo Naberius con un gemido, sus músculos de acero temblando. “¿No me habéis estado utilizando demasiado como si estuviera a vuestra entera disposición?”.

El segundo nombre del Archidemonio Naberius era Artesano Místico. Era el único hechicero de esta era capaz de forjar mithril. Originalmente había acudido a Zagan para que lo ayudara a salvar al Archidemonio Furcas del reino de las pesadillas, pero desde entonces el grupo de Zagan le había hecho todo tipo de pedidos de artesanía.

Zagan sacudió la cabeza en señal de lamento y luego levantó un dedo con un chasquido. “¡Qué afeminado, Archidemonio Naberius! ¡¿Crees que soy el tipo de hombre que recorta gastos cuando se trata de un regalo para mi novia?!”

“¿Qué hay de malo en ser afeminado? Soy una doncella de corazón”, protestó Naberius, con un único ojo carmesí temblando tras su máscara. En todos los aspectos, su voz era profunda y varonil.

“¿Es así…? Lo siento” dijo Zagan.

La verdad es que no lo entiendo… Naberius era en realidad un observador. Su transformación en forma humana era similar a como lo hacía Foll, la hija de Zagan. No imitaban la imagen de otra persona, sino que adoptaban la forma que tendrían si fueran realmente humanos.

Como tal, Zagan había tenido cuidado de no tocar su forma musculosa. En términos de sexo, al menos, era completamente un hombre. Zagan no entendía por qué se comportaba como una mujer. No es que le importara, así que no insistió en el tema. No tenía sentido, pero sin duda era importante para Naberius.

Zagan ladeó la cabeza y retomó la conversación. “He oído que Nephy te encargó que me hicieras el anillo. ¿Había algo más?”

Zagan no pensaba dejarle el regalo enteramente a Naberius. Había acudido a este hombre en busca de apoyo e incluso había preparado una recompensa. No había necesidad de criticar a Zagan por esto. Y sin embargo, el único ojo de Naberius se llenó de una luz de reproche.

“¿No recibiste un tablero de ajedrez de mithril?” preguntó Naberius. “Ah, ahora que lo dices, sí”, respondió Zagan con cierta amargura.

Había sido un regalo de cierta chica—la vampiresa Alshiera—la madre de Zagan. Sin embargo, no tenía ni idea de cómo enfrentarse a una progenitora de la que no había sabido nada hasta hacía poco.

“No me digas… ¿Tú también hiciste eso?” “¿Quién más podría haberlo hecho?”

Había treinta y dos piezas de ajedrez en total. Es más, el tablero también estaba hecho de mithril. Cada pieza valía tanto como un castillo entero. Como tal, era justo que Naberius se quejara de ello. Sin embargo, estaba de acuerdo con la petición irrazonable de Zagan. Eso se debía a que Zagan había comprendido una importante debilidad suya.

Naberius había “perdido” el Sello de Shere Khan.

La reciente batalla había sido un incidente lo suficientemente importante como para que cuatro Archidemonios fueran reemplazados. El grupo de Zagan se había asegurado tres de esos puestos, pero el último—el que Barbatos debía heredar—había desaparecido.

Naberius había sido el encargado de gestionar el Sello, así que a cambio de que Zagan se abstuviera de entrar en detalles, había aceptado la petición de Zagan. Un regalo para la amada novia de Zagan simplemente tenía suficiente valor para equilibrar eso.

Además, ahora mismo no tengo ni idea de quién tiene ese Sello.

“Ya veo”, dijo Zagan, cruzándose de brazos. “Ese tablero de ajedrez sí que está bien hecho. Así es como valoro tus habilidades”.

Estaba encantado con el tablero de ajedrez y lo usaba todas las noches para jugar una partida contra Raphael o Foll.

“¡Hmhmm! Me gusta bastante ese lado honesto tuyo”, dijo Naberius, sonando bastante complacido.

“¡Hmph! Todo lo demás de ti me da ganas de vomitar”, replicó Zagan.

Los dos Archidemonios intercambiaron un fuerte apretón de manos, sin llevarse muy bien, y se pusieron a trabajar en su proyecto de colaboración.

“En cualquier caso, Zagan -murmuró de pronto Naberius-, si tienes tesoros preciosos, al menos deberías guardarlos en un tesoro. Parece que te limitas a tirarlo todo al subespacio, pero eso les resta valor como coleccionable”.

“Hmm, ¿un tesoro? Nunca lo había pensado”.

Tenía sentido que tuviera uno como Archidemonio. Tenía el regalo de cumpleaños de Nephy y el anillo de bodas que aún no le había dado. También estaban los regalos que había recibido de Foll y todos los demás, así como los Memorándums de Nephy.

“El Palacio Archidemonio debería tener ya al menos un tesoro, ¿no?”. dijo Naberius con un movimiento exasperado de la cabeza.

“Así es. Las puertas están abiertas de par en par, así que cualquiera puede entrar”, dijo Zagan con indiferencia.

“¿Hwuh?”

Eso significaba que cualquiera era capaz de poner sus manos en el legado del Anciano. Por supuesto, había restricciones razonables para sacar cualquier cosa.

Hay un montón de cosas inusuales ahí dentro que no tengo ni idea de cómo usar o qué son.

Para empezar, Zagan había enviado aquí a la mayoría de sus subordinados para analizar y gestionar el legado de Marchosias. Sería perjudicial restringir el acceso.

Después de todo, el verdadero tesoro de un hechicero es su conocimiento registrado.

Los objetos del tesoro no tenían mucho valor. Muchos eran peligrosos incluso de tocar. Por eso, si sus subordinados lo deseaban, les concedía dichos tesoros a cambio de datos analíticos continuos sobre ellos. La potenciación de los subordinados de Zagan tenía un vínculo directo con sus propios intereses, como podía verse en ejemplos como Shax, Leviatán y Behemoth.

“Bueno, supongo que la seguridad sigue siendo estricta. No sería mala idea tirar lo que queda dentro y guardar allí mis efectos personales”.

Tendría que pensar en un nuevo lugar para sellar las mercancías peligrosas. Si tuviera una habitación en la que nadie pudiera entrar, podría incluso enlucir toda una pared con Memorandos de Nephy. En realidad era una idea bastante buena.

Si alguien lo ve, no tendré más remedio que matarlo.

Naberius se llevó la mano a la frente, conteniendo el dolor de cabeza. “¿Efectos personales…? Eso no es lo que yo…”

“Son mis tesoros, así que son mis efectos personales. Tienen valor para ser guardados en un tesoro”.

La estupenda idea hizo sonreír a Zagan… sin saber cómo está engañosa sugerencia provocaría el problemático incidente que vendría a continuación.