Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

“Eso se encarga de eso, y luego…” Anne miró a su alrededor. Sus hombros cayeron, y dejó escapar un profundo suspiro. “Yo… supongo que he terminado.”

Habiendo terminado de preparar las últimas verduras según las instrucciones de Nina, ya no tenía más trabajo que hacer. Nunca imaginó que se quedaría sola en una isla deshabitada. Totalmente desprevenida para este escenario, no tenía ni idea de lo que debía hacer ahora.

“Me gustaría que mi lady estuviera aquí. Así, al menos podría mantenerme ocupada. Hay tanto que podría hacer por ella…”

Su entorno actual era duro, y deseaba desesperadamente poder realizar algunas rutinas de cuidado preventivo para proteger el cabello y la piel de Mia de los elementos. De hecho, había necesitado toda su contención para no preocuparse por ellos constantemente. Cuando se trataba de mantener la belleza de Mia, Anne no escatimaba esfuerzos.

“Sin embargo, me pregunto… ¿A dónde se fue Lady Esmeralda?”

Personalmente, no le gustaba mucho Esmeralda, pero tampoco le deseaba ningún mal. La malicia no estaba en la naturaleza de Anne, y esperaba sinceramente que la encontraran sana y salva — sobre todo porque incluso Mia, a pesar de sus frecuentes quejas, seguía tratando a Esmeralda como una amiga. Por lo tanto, el paradero de la chica era un motivo de preocupación para ella.

“…¿Podría realmente haber vagado por el bosque?”

Pero había una pregunta a la que Anne había estado dando vueltas desde que habían descubierto que Esmeralda había desaparecido.

“Quiero decir, es Lady Esmeralda… ¿Podría haber salido de esta cueva por su cuenta?”

Todos habían asumido de antemano que ella había salido de la cueva.

“En realidad no parecía del tipo de personas valientes que se pasean solas por un bosque…”, murmuró pensativa.

La imprudencia y la audacia iban de la mano. Al fin y al cabo, se necesitaba una cierta dosis de coraje para poder cometer una imprudencia. Incluso si Esmeralda hubiera hecho un berrinche y se hubiera marchado furiosa, ¿se habría adentrado en el bosque? ¿Sola? ¿De noche? ¿Tenía realmente las agallas?

“Si fuera mi lady, tal vez… ¿pero ella? No me la imagino haciendo algo así.”

Mia podía ser un poco cobarde a veces, pero a la hora de la verdad, definitivamente tenía el valor de dar un paso adelante en la oscuridad, sin importar lo aterrador que pareciera. O al menos eso creía Anne. La verdad era otra cosa. Lo que no creía, sin embargo, era en la capacidad de Esmeralda para hacer lo mismo, lo que llevaba necesariamente a una conclusión…

Si no estaba en ninguna parte, pero no había salido de la cueva, entonces…

“Todavía debe estar aquí en alguna parte…”

Lo primero que se le ocurrió a Anne fue que Esmeralda estaba escondida, observando secretamente cómo todos perdían la cabeza por su desaparición y se divertían. De hecho, encajaba tan bien con la imagen de la noble engreída que Anne estaba casi segura de que tenía razón y sintió una oleada de sincera irritación. Sin embargo, una búsqueda minuciosa en el local no reveló ninguna Esmeralda risueña.

“Entonces no está aquí…”

Volvió a buscar por si acaso, examinando todos los rincones cercanos a la entrada, pero fue en vano. Tampoco fue una búsqueda difícil. Aunque la cueva se abría un poco más allá de la abertura inicial, había pocos lugares que pudieran ocultar a una persona. Pensando que Esmeralda debía haber salido al exterior, estaba a punto de darse por vencida cuando se le ocurrió otro pensamiento.

“¿Podría… haberse adentrado más en la cueva? ¿Y quedar atrapada allí?”

Las cosas empezaron a encajar en su mente como si hubiera dado con la pieza que faltaba en un rompecabezas. En lugar de aventurarse en la oscuridad del bosque, parecía más plausible adentrarse en la caverna donde todos dormían. Este último lugar seguía siendo técnicamente el mismo, ofreciendo una sensación de seguridad.

“Le dijeron que no se adentrara más… pero querer hacer lo contrario de lo que te dicen es, al parecer, cosa de nobles de alto rango…”

Ana era consciente de que entre la aristocracia había gente con principios e integridad, pero el término ‘nobleza’ evocaba, sin embargo, imágenes de lores y ladies descaradamente engreídos que no hacían caso de los consejos de los demás. Decidir explorar las profundidades de la caverna por sí misma en un arrebato de soberbia indignación sonaba exactamente como el tipo de temeridad que haría alguien como Esmeralda.

“De cualquier manera, Mia y los demás ya la están buscando afuera…”

Esperar aquí sola no era en absoluto una tarea inútil, pero se sentía tan… pasiva. Impulsada por el deseo de ser útil — de hacer algo, cualquier cosa, menos sentarse y esperar mientras todos los demás estaban recorriendo la isla — cuadró los hombros y miró fijamente la entrada durante unos segundos antes de susurrar finalmente: “No puedo quedarme de brazos cruzados mientras todos están buscándola.”

La determinación se endureció en su interior y se puso en marcha. Como precaución, grabó un mensaje en el suelo en caso de que Esmeralda volviera aquí. También permitiría a Mia y a los demás saber dónde estaba cuando volvieran.

“Además, necesitaré una fuente de luz si voy a adentrarme en la cueva…”

Bajó rápidamente a la playa donde habían colocado las señales de humo y cogió los restos de las gruesas ramas que habían utilizado para colocar la olla sobre el fuego. Utilizando un trozo de hiedra que encontró en el bosque, ató un par de ellas para formar un haz, y luego metió hojas secas y ramitas más finas con más resina en un extremo. La hiedra era demasiado gruesa para utilizarla como hilo de pescar, pero le resultaba útil para mantener unidos los haces de leña. Pronto tuvo una antorcha improvisada.

“Ahora, todo lo que tengo que hacer es encenderla…”

No había esperado mucho, pensando que estaría bien mientras produjera algo de luz, pero su improvisada creación resultó bien, ardiendo con una llama fuerte y constante. Con la antorcha en la mano, volvió a la cueva. Sin embargo, cuando se adentró en sus recovecos más profundos, su resplandor le pareció de repente mucho más débil y menos tranquilizador que antes. La vacilante luz de la escasa llama fue prácticamente engullida por la abrumadora oscuridad. Su agarre se tensó en torno a la antorcha, pero siguió adelante.

“Es la amiga de mi lady…”, se recordó a sí misma. “Tengo que buscarla…”

El interior de la caverna era sinuoso y desigual, lleno de giros y desniveles de todos los tamaños. Había pasajes tan pequeños que tenía que arrastrarse para pasar. También había espacios tan grandes que no podía tocar el techo ni siquiera saltando. Finalmente, llegó a una zona con estalactitas que colgaban como carámbanos. El camino se estrechaba y no podía saber adónde conducía.

“Parece que es cuesta abajo… Si bajo por ahí, probablemente no podré volver a subir…”

Ante ella había una empinada pendiente que descendía hacia las entrañas de la tierra. Mirando hacia abajo, no encontró más que oscuridad. Pensando que no podía llegar más lejos, se dio la vuelta. E inmediatamente volvió a girar, ya que sus ojos habían vislumbrado algo extraño durante el giro inicial. Allí, cerca de la cima de la pendiente, colgando lo suficientemente cerca como para alcanzarla si estiraba el brazo, había media estalactita, cuya sección transversal expuesta sugería que el extremo inferior se había roto.

“Esto…”

Se inclinó un poco hacia delante y examinó el extremo roto. Había muchas formaciones rocosas similares cerca, pero sólo ésta había perdido su punta. El fragmento que faltaba no se veía en el suelo.

“Parece que estaba en el lugar perfecto para agarrarse… Si alguien lo agarró e intentó…”

Se imaginó a sí misma inclinándose más hacia adelante para mirar hacia abajo en la pendiente.

“Oh no… Si se cayera desde aquí… Tengo que avisar a todos.”

Justo cuando estaba a punto de volverse, se oyó un chasquido ensordecedor, seguido del sonido de rocas cayendo.

“¡Waaaaaah!”

Gritó y se puso en cuclillas, braceando mientras lanzaba las manos sobre su cabeza. El impacto no se produjo. Tras unos segundos de silencio, levantó la vista con cautela, protegiéndose la nariz y la boca del polvo con la manga. Cuando recogió la antorcha y la levantó de nuevo, descubrió que el camino que había tomado para llegar hasta aquí estaba bloqueado por una pared de roca.

“Oh no…”

Tragó saliva. Una ráfaga de pensamientos pasó por su mente. Estaba atrapada aquí. Podría no salir nunca. Podría morir aquí. No volvería a ver a su familia. Pero un pensamiento sobresalía más que todos los demás.

Mi lady… No podré servirla más… Ella ha hecho tanto por mí, y ni siquiera he comenzado a pagarle…

Su visión se nubló con las lágrimas.

“Mi lady… Mia…”

Las palabras salieron de ella como un susurro suplicante.

“Mia…”

Pronunció el nombre de su señora como una oración. Luego, se detuvo, cerró los ojos y respiró profundamente, temblando.

“Necesito calmarme… Soy la doncella personal de la princesa Mia.”

Mia había dicho que era su mano derecha y su confidente. Si tenía la más mínima intención de estar a la altura de esa afirmación, no podía permitirse rendirse tan fácilmente. La mano derecha de Mia no se sentaría a llorar para sí misma. Mancharía el nombre de la Gran Sabia del Imperio.

“Y lo que es más importante… sería un insulto a todo el duro trabajo de Mia.”

Volvió a blandir su antorcha, apuntando hacia adelante. Su luz no brilló sobre la sólida base del túnel detrás de ella, sino que descendió por la pendiente hacia la oscuridad que la esperaba.

“He llegado hasta aquí… Mejor que siga adelante.”

Era demasiado pronto para rendirse y llorar. Tendría mucho tiempo para hacerlo al final, cuando su vida pasara ante sus ojos.

“Espéreme, mi lady… Encontraré el camino de vuelta…”

Con ese silencioso susurro de determinación, comenzó a deslizarse por la pendiente.

Poco sabía Anne, que la causa del derrumbe no era otra que su querida señora.