Mezametara Saikyou (NL)

Volumen 3

Capítulo 1: La Bella Durmiente.

Parte 1

 

 

–Pronto entraremos en el espacio normal, dijo Mimí. –Cuenta atrás: cinco, cuatro, tres, dos, uno. Aquí vamos. Hubo un –boom -o quizás más bien un –ba-boom- cuando pasamos de los llamativos colores del hiperespacio a la tranquila oscuridad del espacio normal. Las estrellas llenaron nuestra vista, pinceladas de plata en el dosel de negro interminable.

–Comparando los datos del sistema. Confirmando coordenadas, dijo Elma, golpeando. –Bien, he encontrado nuestra ubicación.

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–Prepararé los datos de navegación para Cierra Prime. Mimí utilizó los datos para dirigirnos a nuestro destino.

Sonreí, viendo cómo trabajaban a la perfección. Mimí había avanzado mucho desde que nos conocimos en el sistema Tarmein. Ahora, ella y Elma trabajaban juntas sin esfuerzo, mis cruciales compañeras de tripulación.

–Bien, dije. –Okay, vamos a ponernos en marcha. Prepara el motor más rápido que la luz.

–Entendido, respondió Elma. –Cargando el motor más rápido que la luz. Cinco, cuatro, tres, dos, uno… Carga completa. Activando el motor FTL.

Con otro estruendo, nos lanzamos a FTL. Las tranquilas estrellas se convirtieron en rayas de luz.

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–Deberíamos llegar a la colonia en unos diez minutos, siempre que no ocurra nada malo, les informé.

–Sí, dijo Mimí. –Siempre que no haya problemas como antes…. En el momento en que esas palabras salieron de sus labios, las alarmas sonaron.

–¿En serio, Mimí? Dije.

–¡¿Eh?! ¿Por qué es mi culpa? Las lágrimas se acumularon en sus ojos.

–No, no es tu culpa. Es que invocaste la mala suerte.

–Ustedes dos son terriblemente despreocupados, dado que hay un crucero interdictor apuntando hacia nosotros, dijo Elma.

Muchas cosas que encontré en esta galaxia eran inexplicables para mí, y eso incluía a los interdictores. Podían sacar a las naves del viaje FTL con algún tipo de dispositivo basado en la masa o la gravedad.

No cualquiera podía conseguir un dispositivo así. La mayoría de las personas que tenían un interdictor eran policías galácticos que patrullaban. Una nave como la nuestra parecía bastante sospechosa dando vueltas completamente sola. No era de extrañar que la patrulla galáctica pensara que éramos mercenarios o peligrosos piratas.

Hablando de piratas… Por desgracia, eran los siguientes en tener un interdictor. Utilizaban los dispositivos para detener a los mercaderes y las naves de pasajeros en FTL, capturarlos por la fuerza y robar tripulación, pasajeros y carga por igual.

A veces, los mercenarios como yo utilizaban interdictores. El Krishna tenía uno, aunque todavía no lo había utilizado. Podía ser útil cuando se perseguía una recompensa escurridiza.

–¿A qué crees que nos enfrentamos? Pregunté.

–Casi seguro que, a piratas, dijo Elma.

–Me imagino… Tenían su interdictor apuntando, pero no habían intentado comunicarse en absoluto. Es más probable que sean piratas que policías, en ese caso.

–¿Por qué crees que nos han apuntado? Preguntó Mimí.

–Apuesto a que, porque estamos solos, dijo Elma. –Deben habernos visto en su radar en cuanto salimos del hiperespacio. Nos deslizamos fuera de la sujeción del interdictor, ya sea que esa fuerza fuera la gravedad o algo totalmente distinto. Quienquiera que lo estuviera usando no era muy hábil.

–Podríamos matarlos, sugerí.

–¿Estás seguro? Preguntó Elma. –Dicen que los grupos de piratas son mucho más grandes aquí.

–Está bien. Si esto es lo mejor que tiene su interdictor, entonces no me preocupa.

–Sí, tienes razón. Hagámoslo.

–Impresionante. Mimí, prepárate para la batalla. Habrá muchos, así que mantén tus ojos en el radar. Además, prepárate para las fuerzas g. Puede que tenga que hacer algunas maniobras que nuestro dispositivo antigravedad no podrá manejar.

–¡Sí, señor! Mimí dijo.

–Elma, despliega los anuladores tan pronto como volvamos al espacio normal. Usa también las bengalas, si es necesario.

–Entendido, dijo Elma. –Estoy lista en cualquier momento.

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–Aquí vamos. Disminuí drásticamente la potencia del generador y abandoné el viaje FTL, haciendo caso a la atracción del interdictor. Si íbamos a luchar, entonces salir de FTL por nuestra cuenta era mejor que ser sacado por la fuerza.

¡Boom! Cuando salimos de FTL, las estrellas pasaron de ser rayas a ser puntos suaves e inmóviles.

–Dos naves no identificadas se han fijado, informó Mimí. –Veo trece naves enemigas.

–Desplegando anuladores, dijo Elma.

–Sistema de armas en línea. Allá vamos. Llevé el generador de nuevo al máximo y me dirigí a la batalla. «Ooh, sí. ¡Es hora del espectáculo!»

***

 

 

–Situación resuelta, dije. –Mm, un poco decepcionante. Llamar a lo que acababa de ocurrir –batalla habría sido demasiado generoso. En el momento en que solté mis cañones antiaéreos y mis láseres pesados, los piratas se dispersaron en desorden. Los aniquilé mientras se apresuraban a huir.

–Esta nave es demasiado injusta, comentó Elma. –Parece una nave pequeña, pero su rendimiento y potencia de fuego están a la altura de otras mucho más grandes.

–Puede que sea un poco injusto, pero su movilidad especializada viene acompañada de unos enormes inconvenientes.

–Mm, es cierto. No es que sea tan malo como el Cisne.

–Debes ser buena sí fuiste capaz de usar bien esa cosa. Yo nunca podría hacerlo.

Dirigí el Krishna hacia los restos de los barcos piratas mientras hablábamos para poder empezar a rescatar piezas y bienes.





–Sé que ya debería estar acostumbrada, pero… Mimí miró entre nosotros mientras charlábamos.


«Hmm… Debe estar molesta por escuchar los últimos gritos de los piratas. Para ser justos, estaban suplicando por sus vidas».

–¿Crees que estamos siendo demasiado insensibles al matar a la gente? Pregunté.

–Erm… Mimí dudó. La respuesta era obviamente –sí, pero no quería decirlo.

–Mimí, si te preocupas por ello cada vez, estarás deprimida para siempre, dije. –Son como monstruos espaciales, pero un poco más difíciles de tratar, ya que tienen inteligencia humana. Recuerda que asesinan a la gente sin piedad.

–Hiro tiene razón, dijo Elma. –No hay que escuchar sus últimos gritos y sus ruegos. ¿Crees que escuchan las súplicas de gente inocente cuando atacan sus naves? En absoluto. Son basura, y tienen lo que se merecen.

–De acuerdo. Sin embargo, los hombros de Mimí se desplomaron y su cabeza colgaba con fuerza. No podía ver su cara, pero debía de parecer desanimada…

–Puede que sea duro, pero quizá sea lo mejor, Mimí. Elma y yo somos un poco menos comprensivos, así que necesitamos una buena conciencia como tú en el barco para conectarnos a tierra.

–Oye, yo tengo conciencia, dijo Elma. –Mimí, no puedes ser comprensiva con los piratas espaciales. Si los dejamos escapar, podrían herir a docenas o incluso cientos de personas.

–De acuerdo. Por el encorvamiento de sus hombros, no parecía que nuestras palabras hicieran que Mimí se sintiera mejor. No estaba muy seguro de qué decir en momentos como este. «Lo siento, Mimí».

–No estoy viendo ninguna carga notable, dijo Elma.

–Sí. Comida no perecedera, alcohol y un poco de Metal Rare, dije.

–Tampoco vale la pena apoderarse de ninguno de sus equipos… ¿Oh?

Capté un destello en la oscuridad del espacio y jadeé al reconocerlo.

–¿Qué pasa? Preguntó Elma.

–Creo que hemos encontrado algo loco…

–¿Eh? Ugh, ¿es otro Cristal Cantante?

–No. Compruébalo. Envié los datos del botín a Mimí y Elma.

–Es eso… ¿Una cápsula criogénica? Elma preguntó. –¡Eugh, y está en uso!

–¿En uso? ¿Quieres decir que hay alguien dentro? Pregunté.

En Stella Online, los jugadores solían vender las cápsulas de criosueño, pero en este universo se utilizaban como cápsulas de escape de emergencia. Podían mantener a alguien en animación suspendida a baja temperatura, ralentizando su metabolismo para que pudiera sobrevivir durante mucho tiempo con un mínimo de recursos. Las cápsulas debían enviar señales de socorro para que sus usuarios pudieran ser rescatados. Entonces, ¿qué diablos hacía uno en un barco pirata?

–Bueno, no podemos dejarle ahí, dijo Elma. –Vamos a comprobar que la cápsula no tiene micrófonos. Tenemos que rescatarle.

–Tienes razón, dije.

Teníamos el deber de intentar salvar a la persona en esta cápsula. era un crimen no hacerlo. No quería una recompensa por mi cabeza, aunque algunos mercenarios y comerciantes se salieran con la suya abandonando cápsulas. Sin embargo, tarde o temprano nos alcanzarían. Es mejor cumplir con nuestro deber.

–Supongo que deberíamos sacar de aquí la cápsula, dije. –Llevemos esto a la colonia lo antes posible.

–Para ser unas vacaciones, realmente estamos teniendo un comienzo difícil, dijo Elma con un suspiro. –Pero supongo que los piratas fueron la primera señal, ¿no?

–Disculpa, pero… ¿Por qué encontrar esta cápsula es un problema? Preguntó Mimí.

Elma y yo compartimos una mirada, de piloto a copiloto, cada uno tratando de forzar al otro a explicarse. Después de nuestras duras palabras sobre los piratas, ninguno de los dos quería decir que salvar vidas podía ser una enorme molestia.

Elma rompió el silencio primero y suspiró. –Dependiendo de cómo sea tu cápsula de criosueño, tienes que lidiar con unos días de pérdida de memoria dijo. –Durante un máximo de una semana, quien te encuentre tiene que protegerte. Como mínimo, quien te haya salvado puede conseguir legalmente que pagues los gastos necesarios después de todo.

–Básicamente, no podemos irnos de vacaciones durante una semana, dije.

–Tampoco podemos luchar contra los piratas. Pero bueno, ese es el precio para salvar una vida.

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–Ya veo. Salvar vidas sigue valiendo la pena, en mi opinión. Después de todo, nos salvaste a Elma y a mí.

–Sí, tiene razón, dijo Elma. –Eso me pasa por decir que empezamos mal. Esperemos que la persona que está dentro no tenga ningún bagaje con el que tengamos que lidiar.

–La persona que está dentro, ¿eh? Supongo que no lo sabremos hasta que abramos la cápsula, dije. Con suerte, encontraríamos a una persona razonable dentro, tal vez incluso alguien que aún tuviera todos sus recuerdos. Elma había ya me había advertido que podíamos conseguir clientes bastante difíciles de una cápsula como ésta. –De cualquier manera, pongamos rumbo a Cierra Prime de inmediato. Ya hemos terminado el rescate.

–Claro. Mimí, ¿puedes establecer el curso de navegación de nuevo? Preguntó Elma.

–Sí, señora. Prepararé los datos de navegación.

La colonia hizo ping en la pantalla principal de la cabina.

–Vamos, entonces. Comienza a cargar el motor más rápido que la luz, ordené.

–De acuerdo. Cargando ahora, dijo Elma.

Así, guardamos la cápsula de criosueño en nuestra bodega de carga y reanudamos nuestro viaje a Cierra Prime, sin saber qué tipo de problemas saldrían de esa cápsula.

***

 

 

No pude evitar recordar al viejo Tarmein Prime cuando llegamos a Cierra Prime. Del mismo modo, Cierra Prime tenía forma de rueda de bicicleta, con varios ascensores que conducían al anillo exterior y un distrito de puertos de gravedad en el centro.

Sin embargo, Cierra tenía el doble de tamaño que Tarmein. Tuve que preguntarme cuántas decenas de miles de personas podrían habitar en una colonia masiva como ésta.

–Se parece a Tarmein Prime, ¿no? Dijo Mimí, haciéndose eco de mis pensamientos. La nostalgia sofocó su voz al recordar la colonia en la que nos conocimos, la colonia que había sido su hogar.

–Es el mismo tipo de colonia, sí, dijo Elma. –Pero el interior es totalmente diferente.

–Mimí, envía una solicitud de aparcamiento.

–¡Sí, señor! Mimí se puso en contacto con la Autoridad Portuaria de Cierra Prime, y en poco tiempo obtuvimos permiso para aparcar en el hangar treinta y dos.

–Bien, aquí va, dije. –Es hora de conducir con seguridad.

–Sí. Con seguridad, repitió Elma con la mirada perdida.

Debía de estar recordando la disparatada deuda que había acumulado cuando su nave se salió de control, dañando otras naves en su alocado viaje. Aunque no se debió a su negligencia… Bueno, sí, en cierto modo sí.

¿Cómo se vendían esas naves cisne en este universo? Si fueran coches, serían retirados al instante. «Tal vez debería investigar eso».

Aparcamos en el puerto de alto tráfico sin incidentes, a diferencia de muchos de los novatos que solía encontrar en Stella Online. Con demasiada frecuencia, rozaban la parte inferior de sus barcos y chocaban con cosas, estropeando su propulsión y otros sistemas. Sin embargo, sólo hacía falta un poco de práctica. Hoy en día, puedo deslizarme como un profesional. Con eso quería decir que dependía completamente de la función de auto- aparcamiento. No hay que avergonzarse.

–El auto-aparcamiento es tan patético, se quejó Elma.

–¿Cuál es tu problema? ¿El auto-aparcamiento mató a tus padres?

–B-bueno, ahora resultó conveniente, dijo Mimí, tratando de interceder.

Elma siempre parecía tener algo sarcástico que decir sobre el auto- aparcamiento. Tal vez ella tenía una mala experiencia o algo así, pero yo no podía entender por qué odiaba tanto que lo usara.

–¿A quién debemos llamar sobre la cápsula de criosueño? Pregunté.

–La Autoridad Portuaria está bien, dijo Elma. –Ellos son los que se ocupan de la ley galáctica, de todos modos.

–Entendido. Mimí, encárgate de registrarnos para nuestra estancia prolongada. Yo llamaré a la Autoridad Portuaria sobre esta cápsula de criosueño. Elma, dejaré que nos apoyes a los dos.

–¡Sí, señor!

–Sí, sí.

«Un solo “sí” habría sido suficiente». Mantuve mis labios cerrados, abriendo una línea de comunicación con la Autoridad Portuaria en su lugar.

Una mujer respondió rápidamente. –Se ha comunicado con la Autoridad Portuaria.

–Soy el capitán Hiro, del gremio de mercenarios. Mi nave se llama Krishna, y estoy en el hangar treinta y dos.

–Verificando ahora… Bien, confirmado. ¿Tiene algún problema que comunicarnos, capitán Hiro?

–Asunto es definitivamente una palabra para ello, dije. –Cuando llegamos a este sistema, los piratas espaciales nos atacaron. Encontramos una cápsula de crio-sueño entre su carga.

–Ya veo; así que has tenido que salvar a una víctima, dijo la mujer. — Necesitas un testigo para cuando abras la cápsula, entonces. ¿Eres consciente de tu responsabilidad de proteger a la víctima?

–Sí, dije. –Estoy atrapado con ellos durante una semana, ¿verdad? ¿Qué hago con ellos después de la semana si no tienen a dónde ir?

–Verificaremos su identidad durante la semana, dijo la mujer. –No tiene que preocuparse. Podemos identificar a cualquier ciudadano del Imperio con una certeza de casi el 100%.

–¿Y si no son del Imperio? Pregunté.

–En ese caso, el Imperio los pondrá bajo custodia. Ya no tendrás que ocuparte de ellos, me aseguró la mujer de la Autoridad Portuaria con voz tranquila.

No me gustó pensar en lo que podría significar “ponerlos bajo custodia”. Opté por creer que esa persona sería un ciudadano del Imperio.

–¿Qué hacemos, exactamente? ¿Debemos abrir la cápsula en nuestra bahía de carga?

–No, dijo la mujer. –Tenemos un espacio especializado para ello, así que lo haremos allí. Por favor, pasen la información necesaria. El código de envío es…

Tecleé el código en la consola de la cabina. Desde aquí, la cápsula viajaría a través del sistema de transporte de la colonia para llegar a la Autoridad Portuaria. Me pareció una forma extraña -si no francamente espeluznante- de tratar a un ser humano, como si fuera correo.

–Hemos confirmado el envío, dijo la mujer. –Por favor, llegue aquí lo antes posible para que podamos abrir la cápsula.

«Realmente no les importan nuestras circunstancias en absoluto». Supongo que no puedo culparlos. Cuanto más tiempo permaneciera esa persona en la cápsula, peor sería su pérdida de memoria.

–¿Oyeron eso, chicas? Anuncié. –Voy a la oficina de la Autoridad Portuaria. Que alguien me acompañe.

–No sabemos qué va a pasar, así que creo que debería ser Elma quien lo haga, dijo Mimí. –Ella tiene más experiencia en la batalla.

–Sí, tal vez sea así. Claro, yo iré contigo, dijo Elma. No se me escapó la vacilación antes de que aceptara. Definitivamente había algo en su mente.

–Entonces vamos. Mimí, vende el botín y la carga según sea necesario. Lo dejaré en tus manos.

–¡Entendido, Capitán! Dijo Mimí.

Habíamos recogido esta carga -algunos equipos de alta tecnología- en el Sistema Arein. No le di mucha importancia, pero Mimí y Elma estaban convencidas de que se vendería a buen precio aquí.

Además, teníamos mucho espacio para ello. Las dos estaban prácticamente dirigiendo un pequeño negocio fuera de la bodega de carga en este punto. Yo recibía el 50% de los beneficios y ellas se repartían la otra mitad. Cuando me quejé de que mi parte era demasiado grande, insistieron, y supe que era mejor no insistir.

Dejamos a Mimí con su imperio de la carga mientras Elma y yo desembarcábamos y nos dirigíamos a la oficina de la Autoridad Portuaria.

–Oye, dije mientras caminábamos, –parecía que algo te preocupaba antes. ¿Todo bien?, ¿Todo correcto?

–Sí, respondió Elma. –Estaba pensando en dejar que Mimí experimente algo de esto, ya que probablemente no será la última vez que tengamos que lidiar con una cápsula de criosueño. Pero luego decidí que debíamos dejar que tú lo experimentaras primero, y luego podrás entrenar a Mimí la próxima vez que ocurra.

–Bien, Gran y Sabia Elma, espero humildemente tu guía.

–Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me llamaste así, ¿eh?

Sonreí, recordando cuando nos conocimos y cómo ella solía molestarse ante el apodo. Sin embargo, ella está a la altura. Siempre que necesitaba saber algo sobre un lugar, una persona o un sistema, Elma tenía la respuesta.

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–Todos los edificios de aquí parecen iguales, reflexioné.

–Es un problema de eficiencia, dijo Elma. –Tenemos materiales y espacio limitados dentro de las colonias. La estandarización de todos los edificios mantiene las cosas racionalizadas. Sería un gran lujo traer materiales diferentes para una estructura única.

–Interesante. Una parte de mí se preguntaba si esto era un simple copiar y pegar de los desarrolladores de Stella Online. El universo del juego tenía muchos edificios uniformes por esa razón. Pero la explicación de Elma también tenía sentido.

Entre la mancha de estructuras uniformes, encontramos el edificio de la Autoridad Portuaria. Dentro, los empleados esperaban detrás de un gran mostrador.

Y en medio de los visitantes de la sala de espera, vi mercenarios como nosotros, gente de traje y todo lo demás. Al menos no había nadie con armadura de poder.

–Soy el capitán Hiro, dije cuando me acerqué al mostrador. –Llamé por la cápsula de criosueño.

–La cápsula de criosueño… Muy bien, he verificado su cita. La cápsula ya ha llegado. Bajen por ese pasillo hasta la primera sala de apertura de la cápsula.

Nos dirigimos al pasillo como se nos indicó.

–La primera sala de apertura de cápsulas… Elma miró a su alrededor. — Ahí está. Abrió la puerta de una sala en la que había más personal de la Autoridad Portuaria y la cápsula de criosueño. Uno de ellos tocó una consola. De la cápsula salieron cables y cuerdas que la conectaban a la maquinaria de la sala.

Nos recibió un hombre de unos treinta o cuarenta años. –Hola. El capitán Hiro, supongo. Intentó parecer alegre, pero la tensión alrededor de sus ojos y su boca era evidente.

–Sí, dije. –¿Quién es usted?

–Un simple empleado de la Autoridad Portuaria. Me llamo Bruno. Me tendió la mano. Cuando la acepté, me estrechó con un apretón de manos que calaba los huesos. –¿Y quién es esta encantadora dama?

–Elma. Es miembro de mi tripulación.

–Vaya, estoy celoso, dijo Bruno. Su sonrisa era demasiado amigable para mi gusto. ¿Cómo se sentiría si supiera lo de nuestra pequeña belleza en el barco? –Así que vayamos al grano. Primero, el contenido de la cápsula parece seguro. Había una chica dentro. La están descongelando y resucitando ahora mismo.

–Una chica, ¿eh? Bueno, tengo otras dos chicas en mi tripulación que deberían ser capaces de ayudarla.

–Sí, dijo Elma, sonando ansiosa. –Si claro, estaremos encantadas de tener otra chica alrededor.

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Francamente, tener a otra chica cerca parecía menos molesto que un viejo estirado. No sabría cómo tratar con él, probablemente hospedaría a Elma y Mimí en algún otro lugar mientras él y yo nos quedábamos en el Krishna.

–¿Tenemos alguna otra información? Pregunté.

–Sí, dijo Bruno. –Esta cápsula de escape es de un barco de pasajeros de clase alta que fue atacado por piratas hace tres meses. Los pasajeros eran todos ricos comerciantes y nobles. Lo más probable es que sea la hija de uno de ellos. Y mira esto. Bruno señaló la cápsula, pero todo lo que vi fueron restos de componentes cortados.

–¿Qué es eso?

–Ahí es donde se supone que está la unidad emisora de señales de ayuda, dijo Bruno. –Probablemente fue cortada con la espada de un noble.

Muchos de los nobles del Imperio Grakkan llevaban espadas. Nunca había visto su filo, pero no me cabía duda de que podían rebanar el metal.

–Huele a problemas, dije.

–Es una pena ser tú, amigo, pero si salvas a esta pobre chica, puedes esperar una buena recompensa.

Asentí con la cabeza. Con suerte, sería razonable. Sin embargo, esa parte de ser noble o al menos de alta cuna me preocupaba.

–Les dejaré a la chica a ti y a Mimí, le dije a Elma.

–¡Eh!, exclamó ella, aparentemente tan emocionada como yo por la perspectiva de tratar con la alta sociedad.

–Buena suerte.

–¿En serio?

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–¡Buena suerte!

Elma me miró fijamente, frunciendo los labios.

¿Qué esperaba? Por muy dulce y obediente que fuera la chica, un tipo como yo no podía acercarse a alguien así.

–Los signos vitales son estables, anunció un empleado. –Ya podemos abrirla.

–Genial, dijo Bruno. –¡Hora de conocer a la pequeña! ¿Está listo, capitán?

–Listo en cualquier momento, dije. –Vamos a terminar con esto en lugar de hacer un gran problema.

–Perfecto, perfecto. ¡Ábrelo!

–Sí, señor. Abriendo ahora.

¡Psheeew! Salió un humo blanco cuando la tapa se levantó y se deslizó hacia un lado. Me asomé al interior, donde vi a una linda niña con una corta melena negra. Retrocedí para que no tuviera que despertarse al ver mi fea cara.

–¡¿Urk?! Cuando intenté retroceder, ella se levantó de repente y me agarró por la chaqueta.

–Papá, no te vayas…, Dijo.

–¿Eh?

–Por favor, quédate…

Estaba totalmente perdido mientras ella seguía sujetando mi chaqueta, con lágrimas en los ojos. Miré a Elma, Bruno y al resto del personal de la Autoridad Portuaria en busca de ayuda, pero todos se encogieron de hombros y me sonrieron. Parecía que estaba solo en esto.

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–Vale, está bien. Puse mi mano sobre la suya y ella pareció calmarse, volviéndose a dormir. –¿Qué se supone que debo hacer con esto?

–Supongo que tienes que quedarte así hasta que se despierte, dijo Elma.

–Entonces, Bruno, vayamos al papeleo, ¿sí?

–De acuerdo, pero parece que lo va a hacer bien. Se rio, y yo contuve las ganas de darle una paliza allí mismo.

Miré al techo, con mi mano eternamente atrapada las de esta princesa durmiendo. ¿Cómo hemos llegado a esto?

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