Tearmoon Teikoku Monogatari (NL)

Dos días antes del torneo de esgrima, Mia le hizo una visita a Abel para explicarle sus planes. Ella lo atrapó justo cuando estaba a punto de dirigirse a la orilla del lago para practicar un poco de espada, por lo que decidieron ir allí juntos.

—Entiendo. Cajas de almuerzos caseras, eh… — dijo mientras caminaban.

Las cajas de almuerzo como estas normalmente se pedirían en una tienda especializada. Mia, sin embargo, se ofreció a hacerlos personalmente con sus amigas, ninguno de los cuales tenía experiencia. Esta debería ser una propuesta bastante aterradora. Sin embargo…

Creo que mi cocina en realidad podría ser bastante buena.

… Mia estaba albergando los tipos de delirios que harían que Keithwood explotara un vaso sanguíneo. Sin embargo, al menos tenía el sentido suficiente para saber que su cocina no tenía ninguna posibilidad contra el trabajo de los profesionales en una tienda. Por lo tanto, pensando que un control preventivo del daño le haría bien si las cosas salían mal, llegó a disminuir las expectativas de Abel.

—Lo siento mucho, Príncipe Abel. Sé que, normalmente, debería pedirlo en una tienda de la más alta calidad…

En otras palabras, “no te enojes demasiado si no sabe tan bien”.

—Está bien. No me importa De hecho, estoy un poco contento, para ser honesto.

—¿Contento? ¿Por qué?

—Me recuerda los almuerzos que mi madre me hacía de vez en cuando.

La posición social de las mujeres (ya sean nobles o plebeyos) en el Reino de Remno era bastante baja. Sin embargo, esto significaba que tenían más en común con las personas normales, a menudo haciendo las mismas tareas serviles realizadas por los servientes en otros países. A diferencia de otros reinos, no era raro que las mujeres nobles en Remno cocinaran para su esposo e hijos.

—Si bien podrían no haber sido tan sabrosos como las comidas preparadas por el jefe de cocina, mi madre y mis hermanas pusieron todo su empeño en prepararlas, y eso solo las hizo especiales.

Luego, se volvió hacia Mia y, con una sonrisa amable, le dijo que estaba esperando su almuerzo. Esto la tomó por sorpresa y se dio cuenta de que la barra de la calidad de su caja de almuerzo acababa de subir.

¡Oh, nunca supe que el Príncipe Abel había estado comiendo almuerzos caseros todo el tiempo! Ahora no puedo decirle que el mío podría no saber bien porque es casero… Hm, esto requiere un cambio de planes. Tal vez debería hacer algo más complicado…

Antes de que Mia tuviera tiempo de resolver por completo lo que definitivamente era una muy mala idea, apareció la costa.

—Guau…

El lago se extendía ante sus ojos sobre un fondo azul ininterrumpido. La luz del sol, como brillos dorados, bailaba sobre su superficie impecable mientras suaves olas rozaban rítmicamente contra la hermosa arena blanca. Casi no había nadie más allí. Era inmaculado, silencioso y completamente impresionante.

—No tenía idea de que existiera un lugar tan maravilloso…

Incluso en la línea de tiempo anterior, ella nunca había estado aquí antes.

—Me alegro de que te guste. Es un buen lugar— dijo Abel. Luego, con un movimiento suave, bajó a la playa, se dio la vuelta y le ofreció la mano. —Aquí. Cuida tu paso.

El gesto fue cortés y elegante, y la forma en que lo hizo se sintió tan natural. En ese momento, parecía el caballero perfecto, y Mia sintió el más mínimo latido en su corazón.

«R-Relájate. Esto no es nada especial. Es lo que se espera de los chicos». No dejaba de repetirse Mia.

Ella tomó su mano. Había una firmeza en su palma que la sorprendió. De nuevo, su corazón se aceleró.

«Ahh, pensar que tendría la oportunidad de caminar por una orilla del lago tan hermosa con un caballero a mi lado…» se decía Mia a sí misma.

Cuando estaba en el calabozo, nunca imaginó que tal cosa sería posible. Y ahora, era más que posible; estaba sucediendo, ella lo estaba viviendo. Una profunda sensación de dicha brotó dentro de ella. Lentamente, respiró hondo y miró a su alrededor, tratando de disfrutar de todas las imágenes, sonidos y olores de este momento idílico.

—Sin embargo, hay una cosa, que me parece una pena… — dijo Abel, en voz baja.

Mia se volvió hacia él con una mirada burlona.

—¿Hm? ¿Qué podría ser eso?

—El hecho de que no puedo ser el único que recibe una caja de almuerzo de ti… — dijo con una sonrisa juguetona.

Su repentina confesión envió su corazón a toda velocidad.

«¡¿Q-Q-Qué le pasa?! ¡No puedes decir eso! ¡Tú… simplemente no puedes!» se gritó a sí misma la princesa.

En la sofocante oscuridad de esas noches sin luna cuando la soledad en la mazmorra era casi palpable, había alejado su mente del frío del suelo y el hambre en su estómago, imaginando una y otra vez que estaba en otro lugar. Había soñado escenas de sí misma disfrutando de un paseo por la costa con el hombre de sus sueños… y disfrutar de visiones fugaces de sus dulces cosas…

¡Y ahora estaba justo en el medio de uno! Ella no estaba lista para esto.

«¡Necesito calmarme! Bien, respira profundo. Profundo… Aliento… Profundo. Aliento. Respiración profunda. Respiración profunda. Respiración profunda…» No dejaba de repetirse Mia a sí misma.

Su mente nerviosa no pudo seguir ni siquiera sus propias instrucciones, y sus respiraciones se convirtieron en jadeos de pánico por aire. Abel se detuvo y miró su cara enrojecida con preocupación, lo que solo la puso más roja.

—¿Hm? ¿Estás bien? Pareces un poco cansada.

—¿Qué? Oh. Yo, eh, tal vez. A lo mejor si lo estoy.

Abel la llevó a una parte de la playa donde algunos árboles daban sombra. Luego, rápidamente se quitó el abrigo y lo dejó sobre la arena.

—Aquí, siéntate y descansa un rato. Puedes mirar, pero va a ser bastante aburrido. Una vez que te sientas mejor, siéntete libre de regresar.

Después de ayudar a Mia sentarse en el suelo, comenzó a practicar metódicamente sus golpes de espada.

—Dios mío, qué diligente de tu parte. Realmente te lo estás tomando muy en serio, ¿verdad?

Ella recordó la firmeza de su palma. Era un testimonio de la cantidad de tiempo que pasó practicando con la espada.

—Jaja, más desesperado que serio, diría. Creo que pasé más tiempo con espadas en el último mes que en toda mi vida. Después de todo, ahora hay alguien con quien quiero pelear… y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganar—. Hizo una pausa, como si recordara algo. Luego dijo: —Lo que me recuerda, sobre la caja de almuerzo… ¿Sabes cómo dije que era una pena? En cierto modo, también me alegro por eso.

—… ¿Eh?

—De esta manera, es justo y cuadrado. De lo contrario, cuando gane al Príncipe Sion, la gente podría decir que es solo porque él no pudo comer su almuerzo casero.

Con eso, volvió a su práctica, pero no antes de mostrarle una sonrisa brillante llena de confianza y resolución. Dejó a Mia deslumbrada, y pasó mucho tiempo antes de que la sensación de ardor en sus pulmones le recordara que debía respirar.