Koujo Denka (NL)

Volumen 6

Capitulo 4: ¡Ahora!

Parte 2

 

 

¡Se lo ruego!”

“No puedo hacer eso, Sida.” Respondí por milésima vez esa mañana.

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Era el día después que mi padre hubiera declarado la guerra y mi madre hubiera sonado las campanas. Nobles quienes ya habían formado a sus tropas estaban acudiendo a nuestra casa en la capital sur con una rapidez que desafiaba el sentido común. Todo parecía raro, a pesar que mi propia familia era responsable.

Me puse mi nuevo uniforme militar escarlata y una boina. Un clip de cabello negro por arriba de mi cabeza, el cual servía como un orbe de comunicación y de vídeo. Me aseguré de mi figura imponente en el espejo de mi cuarto, si tuviera que decirlo. Mi padre le había dicho a los enviados que atacaríamos en dos días, pero al paso que van las cosas, probablemente marcharíamos esa tarde.

Sida tenía que levantar su cabeza. “Escucha.” Le dije.

“Un Leinster no se lleva a una maid en entrenamiento al campo de batalla. Debes saberlo.

¿Te das cuenta lo difícil que fue conseguir que te asignaran a los cuarteles en lugar de estar en espera en casa?”

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“¡Pero… Pero soy su maid, Lynne-Ojou!” Ella protestó.

“¡Y una maid nunca deja a su señora! ¡Le prometí a la Gran Luna que no lo haría!”

Ella era más terca de lo que había pensado. Estaba preocupándome en cómo hablarle cuando la puerta se abrió.

“¡¿Lista, Lynne-Ojou?! ¡Sé que tienes muchas ganas de ir!”

Era Lily, la número tres de la Corporación de Maids de Leinster.

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“¿Realmente estás planeando ir vestida así?” Pregunté.

“¡Claro! ¡Después de todo, soy una maid!”

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Como es usual, estaba vestida como una estudiante.

¿Cómo podía pensar en ir así a la guerra? Entonces otra vez, la mayoría de las otras maids usaban sus normales uniformes también, aunque algunas usaban pecheras encima.

La chica caminó a mí y su expresión se tornó abruptamente seria mientras decía.

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“Ojou-sama, vayamos a ver a Lydia-Ojou.” “Está bien.” Asentí y asenté mi boina.

Me sentía sin ganas de ver a mi hermana en su estado actual. Se había retirado a su cuarto luego de su lamento del día anterior y se había reusado a ver a nadie. Podía imaginarme poco que vaya a pelear en esa condición.

“Ven, Sida.” Llamé a la maid en entrenamiento.

“¿Qué?” Ella me miró en puro asombro. Entonces lágrimas brotaban de sus ojos.

“Estás para mí mientras estoy en casa, ¿recuerdas?” Dije, con un movimiento de mi mano.

“¡C-Claro, Ojou-sama! ¡Soy su maid personal! ¡Se lo juré a la Gran Luna!”

Sida saltó de la dicha, dándome un recordatorio que su pecho podía saltar.

Entonces la maid mayor me abrazó desde atrás.

“¿L-Lily?” Exclamé, pero ella solo libero una risa y dijo.

“No lo olvides, Sida-chan…Lynne-Ojou es mía.”

“¡¿Q-Qué?! ¡¿C-Cómo puede?!” La maid en entrenamiento gritó.

“¡Se lo diré a la Gran Luna!”

“¡Si no te gusta, date prisa y conviértete en una maid hecha y derecha!” En un tono más suave, Lily añadió.

“La mantendré a salvo esta vez, así que quédate en los cuarteles y protege el fuerte mientras no estamos.”

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“S-Sí, señora.”

Eres más sensible a los sentimientos de las personas de lo que pareces, Lily. ¡Pero date prisa y suéltame ya! ¡Esas armas letales en tu pecho me están golpeando en la cabeza!

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Caminamos por los pasillos con Lily y Sida en fila. La casa era ajetreo con las maids y otros sirvientes corriendo de lado a lado y hablando en los orbes de comunicación. Probablemente no me estaba imaginando sus ocasionales referencias a “Fosse- san” y “Sasha-Ojou.” Oí que el par estaban supervisando la logística e información bajo el comando del Abuelo Leen, y no se veía que estuvieran actuando.

Mientras, llegamos a la puerta de Nee-sama. Aunque dudé en abrirla. No había sido ella luego de escuchar el reporte de Ryan. Había roto en llanto, superada por el impacto, pero se había lamentado como si el mundo estuviera llegando a su fin. Momentos como este me hacía desear que Anna estuviera aquí, pero la ama de llaves ya había dejado la ciudad con su pequeño equipo de subordinadas. Tendríamos que hacer algo acerca de esto—

Lily abrió la puerta y gritó. “¡Perdón, Lydia-Ojou!”

“¡¿Lily?!” Grité, mientras Sida balbuceaba, sin palabras.

Pero la maid no nos prestó atención y entró, así que fuimos detrás de ella.

Para nuestro asombro, el cuarto que nuestros ojos encontraron estaba limpio y ordenado— limpió y organizado a la perfección. Y ante el enorme espejo se paraba mi héroe, Nee-sama, Lydia Leinster. Su espalda se giró a nosotras, aunque bien vestida, su nuevo cabello corto se mantenía raro. Un negro clip se pegaba cerca de su temple. No usaba su uniforme como la guardaespaldas de la princesa, sino un vestido militar negro el cual había oído que nuestra madre una vez había llevado a la guerra.

“¿Qué pasa, Lily, Lynne?” Preguntó calmada, sin mirarnos.

“Bueno…” Lily dudó.

“V-Vinimos a llamarte.” Intervine. “Oh, ya veo.”

Nee-sama guardó las dos espadas que habían estado recostándose contra una silla, entonces se giró a vernos. Una de las espadas era nueva para mí, pero era obvio que era una obra maestra. A pesar de su vaina, podía sentir su abrumadora fuerza mágica. Y en su muñeca izquierda estaba el listón escarlata manchado con la sangre de Nii- sama.

Sentí un golpe en mi pecho. Sin embargo, me forcé a decir.

“Nee-sama, ¿te sientes bien? No creo que hayas probado bocado desde ayer. Y, uhm… ¿estás segura que no deberías usar tu uniforme de la guardia?”

“Estoy bien. No quiero comer. Este uniforme sirve.”

“Ya veo.” Dudé, incapaz de preguntar por más. Incluso Lily no tenía palabras.

Nee-sama nos ignoró mientras recogió su reloj de bolsillo, el cual era la única cosa en su mesa, y siempre acariciaba su superficie antes de alejarlo. Entonces empezó a salir del cuarto.

“Lynne, Lily.” Ella dijo.

“Vamos. ¿No es porque me estaban llamando?” “¡C-Cierto!” Respondí, dudosa yendo tras ella.

“Lydia-Ojou.”    La   maid   suavemente   dijo  con preocupación en su voz.

Pero Nee-sama no respondió. Algo acerca de ella se veía mal— Como si hubiera regresado a ser quien había sido antes de la Royal Academy. Llevé mi mano derecha a mi corazón.

Nii-sama… ¿qué… qué debo hacer?

***

 

 

“¡Se lo ruego, deje que la Orden Escarlata lidere el ataque!”

“No bromees, Tobias. Mi casa debe ir”

“Pero Lord Evelyn y Hugues, deben estar exhaustos de su marcha forzada. Permita que mi caza lleve esta carga.”

“Los tres olvidaron la vieja costumbre, la vanguardia la pertenece a esos cuyas tierras están más cerca del enemigo. En este caso, sería mi ducado. Y esta será la primera batalla de mis caballeros con Griffin voladores. ¡Liam, por favor danos tu veredicto!”

Cuatro hombres armados se reunieron alrededor de mi padre, el Duque Liam Leinster, quien se sentaba descansando sus manos en su escritorio en el centro del consejo mientras los comandantes reunidos observaban.

El Conde Tobias Evelyn, el caballero aristócrata en el brillante escarlata, era un luchador sin miedo y comandante de la Orden Escarlata. Por generaciones, esta fuerza de rojo, vista como la más grandiosa bajo la bandera de nuestra casa, había servido en la vanguardia de nuestras grandes campañas.

El Marqués Thorgeir Hugues era bajo y gordito, pero sus extremidades eran musculosas. Tenía sangre de enanos en sus venas, y la infantería pesada de su casa era la más corpulenta en el sur.

El Marqués Crow Pozon habló levemente, pero con un aire de inteligencia y convicción. Su caballería pesada mágica— una fuerza única la cual había entrenado él mismo— era renombrada por todo el continente.

El caballero barbado y pelirrojo quien había hablado de último era mi tío, el Duque en funciones Lucas Leinster. Había fundado una orden de caballeros que hacía uso de Griffins.

Los cuatro eran comandantes de gran coraje, ferocidad, inteligencia y renombre— calificados sin dudas para liderar el ataque. Pero mi padre agitó su cabeza y dijo.

“No. Nuestra vanguardia en esta campaña ya está escogida.”

Ni Sida, la asamblea de comandantes, o yo podíamos ocultar nuestro asombro. ¿Quién podía estar más que calificado para ese honor que estos hombres? Pero Nee-sama y Lily estaban sin inmutarse. Al parecer habían anticipado esto.


Lo que me recuerda: no veo a mi madre o las maids.

Espera. No me digas…

“Yo lideraré la vanguardia.”

La voz era leve, pero se fue por todo el salón. Todos nos giramos a la puerta, y claro entendimiento pronto llenó sus expresiones.

Allí parada estaba una belleza escarlata usando un vestido militar con una espada encantada en su cintura— mi madre, la anterior Dama de la Espada y, por reputación, la más grande espadachina en el continente, Lisa Leinster. Romy y las otras oficiales de la corporación de maids quienes estaban atentas la seguían desde atrás mientras con calma caminaba al lado de mi padre y observaba el salón. Todos saludaron en conjunto.

“Mi esposa y nuestras maids liderarán el ataque.” Mi padre proclamó.

“Evelyn, tu Orden Escarlata llevará la retaguardia.” “¡Sí, señor!” Una voz consintió.

“Hugues liderará la unidad principal.” “¡Con placer!”

“Pozon, nuestra ala derecha.” “¡Desde luego!”

“Lucas, dominarás los cielos.”

“¡El duque en funciones mostrará su valor en batalla!”

“Nuestra ala izquierda será una fuerza de caballería de todas nuestras casas. Sykes, reporta la más nueva información.”

“Sí, señor.”

Un delgado, pero aparente hombre insignificante quien había estado conversando por un orbe de comunicación respondió, levantándose de su asiento. Era el Conde Simon Sykes, el espía del sur.

“Basado en la resonancia aérea usando Griffins, la exploración del terreno, los reportes recientes de comerciantes, y comunicaciones mágicas intervenidas, estimo que el total de fuerzas combinadas de ambos principados es una fuerza de 150000. Nuestra armada, por otro lado, a lo sumo es de 30000. ¡Aunque esperamos refuerzos, una desventaja numérica es inevitable… pero no tenemos nada que temer!”

El Conde Sykes se hizo al frente y apuntó su dedo al mapa esparcido en una mesa al centro del salón. Piezas de vidrio negro marcaban las posiciones de múltiples armadas dentro de Atlas y Bazel. Podía ver que estaban a una buena distancia de las fuerzas enemigas congregándose en la Planicie Avasiek, la cual se yacía en la frontera casi directamente entre Etna y Zana.

“Por la presente, la fuerza de nuestros enemigos está dispersada.” El Conde Sykes declaró.

“Ambos Marqueses parecen estar lejos del frente, en la ciudad del agua. La armada en Avasiek es aproximadamente de cien mil soldados, la mayoría los mismos son mercenarios varios— los principados han desplegado nada más que diez mil caballeros entre ellos. ¡Por ello, solo necesitamos llevar toda nuestra fuerza para golpear y conquistar a nuestros enemigos divididos! Y ya que los enemigos no poseen tropas aéreas, los cielos son nuestros. También hemos resuelto el 80% del cifrado usado en sus comunicaciones mágicas… aunque el viejo código del este aún nos está dando problemas. Aunque podamos perder una pequeña unidad, juro por mi honor que no podrán mover una armada sin que lo sepamos.”

Me sentía un poco mal por nuestros enemigos. Prácticamente iban a entrar a la batalla desnudos.

A mi par, una nerviosa Sida murmuraba. “Oh Gran Luna, ¿estoy en el futuro?”

“Liam,  ¿qué   hay  de  nuestras  líneas de suplementos?” El Tío Lucas preguntó.

“No te preocupes. No tendremos que temer por eso.” Mi padre respondió.

“¿No es cierto, suegro?”

“Así es, aunque apostaría que los Howards lo harán mejor que nosotros.”

Mi abuelo dijo, el anterior Duque Leen Leinster. Había llegado tarde, seguido por Maya, quien temporalmente había regresado al deber activo. Nunca lo había visto en un uniforme. La asamblea de comandantes se inclinó por instinto mientras continuaba.

“Yo, Leen Leinster, cuidaré del eslabón final de esta campaña. Pero soy un cabeza hueca— nuestros brillantes jóvenes y mujeres estarán haciendo todo el trabajo real. Así que peleen sin miedo.”

“¡Sí, señor!”

Manejar la logística para decenas de miles de tropas sobre la marcha era una misión titánica. Los suplementos necesitaban ser reunidos, cargados en los vagones y otros vehículos de transporte, y distribuirlos en la cantidad apropiada. Y todo el proceso necesitaba mantenerse funcionando sin problemas, como el flujo de la sangre por el cuerpo. Parecía simple a primera vista, pero en práctica, no había fin para los problemas: constantes disminuciones de fondos; espacio seguro para almacenar bienes en masa cuando fueran necesarios; mantener a los caballos, wyverns, griffins, y sus jinetes en buena salud; mantener los caminos, vías de trenes, y vías aéreas; e incluso el clima local. Me sentía mareada solo pensando en todas las cosas que demandaban atención.

Claro, Nii-san probablemente lo haría lucir todo fácil. Y así sería la jefa de lentes cuya agudez había ganado su confianza.

En ese punto, Nii-san rompería el silencio y diría suavemente. “Padre, también asígneme una tarea.”

“Lydia, estás para quedarte en los cuarteles con Lynne.” Nuestro padre le ordenó.

“No necesitas forzarte a pelear al frente. De hecho, prefiero que te quedes en casa.”

La uniformada de negro, la Dama de la Espada se fijó en el con una mirada sin dudas.

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“Si el enemigo no tiene fuerza aérea, entonces podemos usar Griffins para causar revuelo detrás de sus líneas. Eso terminará esta guerra más rápido.”

Nuestro padre se silenció, pero nuestra madre se acercó y le dio un abrazo con preocupación.

“No te presiones mucho, Lydia. Todo estará bien. En serio, lo estará. Déjame esto a mí, a tu padre, y al resto de nosotros.”

“Estoy bien, madre.” Nee-sama dijo luego de una larga pausa.

“¿Me dejarás hacerlo, por favor?” “Lydia…”

Nuestra madre la vio con lamentación. Maya, Romy, y las otras maids también se veían preocupadas.

Entonces nuestra madre miró a nuestro padre, quien asintió.

“Muy bien, tienes mi permiso para esparcir el revuelo detrás de las líneas enemigas. Pero conoce tus límites. Allen estaría triste de verte como una loca. Lily, cuida de Lydia y Lynne por mí.”

“Lo sé.” Nee-sama asintió.

“¡Sí, señora! ¡Puede contar conmigo!” Lily respondió, saludando a mi madre con gusto.

¡¿Yo también?! Pero no, nuestra madre probablemente espera que Nee-sama sea menos imprudente si estoy con ella. Esto demuestra lo precavida que su condición realmente es.

M padre golpeó su escritorio, se levantó y gritó.

“¡Ahora, por la victoria! ¡Recordémosle al mundo quienes somos!”


“¡Sí, señor!”

***

 

 

La extendida Planicie Avasiek llegaba a la frontera entre los antiguos principados de Etna y Zana y los actuales principados de Atlas y Bazel. Su llano terreno casi estaba falto de colinas, por no decir de ríos o pantalanes… aunque dudaba que algunos de ellos hubieran sido tan desastrosos como este.

Guie mi Griffin por el nublado cielo del Día del Hielo mientras observaba la guerra desde abajo.

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