Koujo Denka (NL)

Volumen 6

Capitulo 4: ¡Ahora!

Parte 1

 

 

“¡Ahora!”

Gritó el Marqués de Atlas.


“¡Si    atacamos    ahora,    podemos    retomar    los principados perdidos de Etna y Zana!”

“Es un hecho que el reino está atrapado en una guerra civil.” El Marqués Bazel añadió.

“Y a pesar de lo enorme que los Leinster pueden ser, la razón dicta que evitarán luchar una guerra de dos frentes. ¡Necesitamos aplicar más presión para extraer concesiones de ellos con facilidad!”

Ambos Marqueses se levantaron de sus sillas y estaban protestando con tal intensidad que podía ver las cadenas de oro alrededor de sus cuellos.

Esta era la ciudad del agua, corazón de la Alianza de Principados, y yo, Roa Rondoiro, me paraba en una cámara secreta en el salón de asamblea más interior— un lugar sagrado reservado para debatir asuntos de importancia nacional. Los cinco Marqueses del norte, seis Marqueses del sur y un dux y delegado escogidos del consejo citadino comprendían el cuerpo de toma de decisiones de la suprema alianza, el Comité de los Trece. Había estado en sesión por tres días ya, y el debate seguía avivado incluso con el Día del Viento en marcha.





La pregunta al problema era si mantenerse firmes en nuestra demanda que la Casa Ducal Leinster restaure los antiguos principados. Pero las opiniones estaban bien divididas, y un conceso se mantenía elusivo.

“A los jóvenes les encanta escucharse hablar.”

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La anciana cabeza de algodón con anteojos sentada frente a mí murmuró ostentosamente.

Ella era mi abuela, la Marquesa Regina Rondoiro, la gobernante de los principados sureños más ricos, y yo estaba aquí como su guardaespaldas.

“¿No estás de acuerdo, Roa?”

“Obaa-sama, por favor, no tan alto.” Respondí.

“¡Hmph! Estaba tratando de ser sutil.” Ella respondió, su voz llenaba el salón.

“Y ahora mi cintura ha empezado a molestar. Cómo duele.”

El Marqués di Atlas y Bazel se veían furiosos, y los antiguos señores de Etna y Zana, quienes se sentaban a la par de ellos, también nos miraron. Los guardaespaldas parados detrás del Marqués tomaron sus armas con amenazas.

Pero no impresionaron a mi abuela, quien solo bebió su té y lo pronunció.

“Nada mal.” Incapaz de soportar la atención, jugué con un mechón de mis flequillos naranjas y dejé que mi mirada vagara.

No podía evitar notar la clara brecha de edad en esta cámara. Todos los cinco Marqués del norte eran jóvenes. No tan joven como yo lo era — 18 años — pero no más de estar en sus veinte. Mientras, solo dos de los Marqueses eran ancianos. Un joven Marqués sureño— Carlyle Carnien, con quien era conocido— estaba metido en una buena conversación con el otro, el Marqués di Folonto, quien se sentaba a su par.

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“Marqués Rondoiro, si tiene una opinión, dígala.”

El viejo dijo en el asiento de honor, cuyo cabello azul estaba manchado de gris— Doge Pirro Pisani.

“¡Hmph! Si insiste…” Mi abuela respondió.

“¿Quieres molestar más a los Leinster más de lo que ya lo has hecho? ¡Que farsa! ¡Esa es una propuesta perdida de haberla escuchado!”

“¡¿Qué?!” El Marqués di Atlas gritó.

“No soportare eso, incluso de ti.” El Marqués di Bazel dijo, con habla más calmada, pero no menos furioso.

Los otros tres Marqués del norte lanzaron miradas de desaprobación hacia nosotros también.

“Escuchen bien, jovencitos.” Mi abuela continua, hablando en el mismo tono que usaba cuando educaba a los jóvenes de nuestro dominio.

“Esa casa es todo menos razonable.”

El Marqués del norte se tomó un momento para responder.

“Ya nos dimos cuenta.”

“¡Es por eso que ya hemos contratado a una gran fuerza de mercenarios— más de 100000 en total!”

La revelación envió una agitación por toda la cámara. ¿Cómo pudieron haber empezado a reclutar para su acercamiento? Simplemente comprometer mercenarios cuesta dinero, y el Marqués tendría que recuperar esas pérdidas. Atlas y Bazel ya había decidido la guerra.

Mi abuela frunció sus ojos, y venas sobresalieron de su temple.

Oh no.

“Más de 100000.” El Marqués di Carnien repitió, aplaudiendo.

“Los Leinster son temidos por su magia y su esgrima, pero esa desventaja numérica debería darnos la mano ganadora en las negociaciones. ¿No está de acuerdo, Marqués Folonto?”

“Concuerdo que hay fuerza en números. La guerra sería una cosa, pero no veo nada de mal con forzar tácticas de negociación. Los Leinster muy bien pueden acceder a la gradual restitución.”

El ambiente en la cámara estaba empezando a tomar un rumbo raro. Los seis Marqués sureños tenían históricamente se habían opuesto a la guerra, y solo habían consentido a regaña dientes conducir maniobras a lo largo de la frontera. Miré a Carlyle.

¿Qué cree que está haciendo?

“¿Alguien más tiene algo que añadir?” Dux Pisani preguntó.

“Si no, sugiero que pongamos este asunto—” Un calmado toque llevo nuestros a la puerta. “Entren.” El magistrado dijo.

“Pido su perdón.”

Un secretario de aspecto asustadizo se acercó al dux y su delegado. Lo que sea que dijera dejo a los dos políticos son habla.

“Malas noticias, por lo que parece.” Mi abuela intervino.

“En efecto.”

El Dux Pisani lentamente vio la cámara, entonces anunció.

“El día de hoy, la Casa Ducal Leinster declaró la guerra a los Principados de Atlas y Bazel. Damas y caballeros, parece que los eventos han empezado a moverse más rápido de lo que imaginamos.”

***

 

 

“Cielos. ¿Qué se nos viene?”

Mi abuela jadeó, recostándose en su bastón mientras caminaba las nocturnas calles.


“¿Has tomado medidas, Roa?”

La inesperada declaración de guerra de los Leinster había dejado al Comité de los Trece en un caos. Para más, el Marqués se había ido, resolviendo que reunir información es su prioridad máxima y para reconvocarnos en la mañana. Y así, mi abuela y yo nos encontrábamos caminando desde la asamblea a nuestro hotel— los carruajes estaban prohibidos en las estrechas calles de la ciudad del agua, sobre las calles de piedra.

La luna brillaba de rojo esa noche, e incluso las lámparas de la calle se veían manchadas con sangre. Estábamos acompañados solo por cuatro guardias, todos luchadores experimentados.

“Sí.” Respondí.

“Ya he enviado agentes al Ducado de Leinster. Pero… ¿Es cierto? Un solo duque pidiendo la guerra con la alianza me parece una locura.”

“Ignorante, inmaduro y lento. No vivirás mucho así.”

Mi abuela respondió, tirándome mierda. Ella golpeó su bastón en las calles de piedra. Entonces, sin darse vuelta, corrigió mis falsas concepciones.

“Escucha bien. Con quién sea que pelees, nunca vayas de frente con los Leinster, Howard o Lebufera. Esos bárbaros hambrientos de guerra son— Qué descuido el mío.”

Ella chasqueó su lengua y golpeó las calles de piedra otra vez, conjurando poderosas defensas mágicas.

¿Qué diablos…?

Entonces, finalmente me di cuenta— aunque no era muy tarde, estábamos solos en la calle.

“¿Una barrera?” Murmuré. “¿Y ni siquiera lo notamos?”

“¡¿Quién está allí?! ¡Sal!” Mi abuela gritó a la extrema oscuridad.

Lentamente, una mujer alta entró a la vista. Su cabello a la altura del hombro era de un tono bastante rojo y sostenido al frente con un clip plateado. Su piel era un poco más morena. ¿Era una elfa? Si no, al menos tenía sangre de elfo. Era delgada, aunque tenía buenos pechos, y estaba vestida como una maid. Sus manos sostenían una larga maleta. De frente a esta mujer, quien se veía fuera de lugar en la ciudad de agua en la noche, nos estiramos a nuestras espadas y dagas… hasta que mi abuela nos indicó parar.

“Espera. La conozco de antes.” Ella nos dijo. Entonces, amargamente.

“¿Para qué fue esa grandiosa barrera?”

La mujer tomó los bordes de su falda y se inclinó de una manera elegante.

“Ha pasado tiempo— desde la Tercera Guerra del Sur, creo. Espero encontrarla de buen humor.”

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“Para nada. ¿Qué quieres? Un pajarito me contó que renunciaste al segundo mando de las maids de los Leinster, pero supongo que esto tiene que ver con ese alboroto en el norte.”

“Sí.”

La sonrisa de la mujer era hermosa, pero envían un escalofrío por mi espalda. Mi cuerpo estaba gritándome mantenerme alerta.

“¿Y te enviaron como su chica errante?” Mi abuela preguntó con sospecha.

“¿Los Leinster toman ese asunto tan en serio como todo?”

La enigmática maid se rio a la luz de la luna. Sonrió como una pequeña de cara a Regina Rondoiro la “Empaladora”, la hechicera más temida en los principados sureños. Al menos, limpió sus ojos y dijo.

“Ruego su perdón. No soy más que una humilde maid, estoy aquí solamente como cuidadora.”

“¡Hmph!”

Mi abuela apretó el agarre de sus dos manos en su bastón y lo golpeó contra el suelo en irritación.

“Dudo que muchas personas en este continente puedan tratar al Ceynoth la Cazadora de Cabezas como— No me digas…”

¿Ella dijo la “Cazadora de Cabezas”? ¿La misma Cazadora de Cabezas cuya enorme guadaña asesinó a tantos valientes soldados y hechiceros en la Segunda y Tercera Guerra del Sur? Pero ella está—

Alguien más caminó hacia nosotros de la oscura calle. Cada célula de mi cuerpo gritaba del horror. Algo estaba allí— algo que ninguna persona debería encontrarse nunca. Lentamente entró a la vista.

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“Cielos” Dije, brillante y sin una pizca de tensión.

“No debes asustarlos así, Celebrim.”

La cosa que emergió de las sombras era una mujer. Su largo cabello era de un vivido rojo que parecía estar empapado de sangre. Era baja, como una niña, y se veía infantil, pero usaba una túnica de hechicero escarlata adornada con el escudo de los Leinster.

Saqué mi espada y lentamente desplegué un hechizo. Los guardias siguieron.

“¡Alto!” Mi abuela respondió.

“Ni siquiera servirían como escudos vivientes.”

Nos congelamos, asombrados por su despiadado comentario a nuestra habilidad de combate. La mujer nos ignoró y se acercó a la elfa.

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“Lo siento, Celebrim.” Ella dijo.

“Esa maleta debió haber pesado mucho.”

“Una maid hace su deber, venerable señora.” La elfa respondió.

“Me alegra tenerte toda para mí.”

Estábamos listos para liberar nuestros hechizos en cualquier momento, pero hablaban como si no les importara nada.

“¿De qué se trata esto?” Mi abuela preguntó.

“¿Qué cosa?” La mujer dijo.

“¡No te pases de lista conmigo! ¡No vendrías aquí en persona por cualquier problema insignificante! ¡¿Tu casa está esperando una guerra sin cuartel contra la alianza?!”

Nunca había visto a la Marqués di Rondoiro intranquila antes.

Mientras observaba, los ojos de la mujer se pusieron rojos, de un profundo escarlata, y su caballero y túnica se ondulaban mientras fueras ascuas llenaban el aire.

“Ni siquiera estás preparada para eso, ¿aunque intentas prohibirnos el paso?” Ella preguntó.

“Vaya, qué temeraria eres.”

Un cálido viento estaba bajando por la calle. Mientras levantaba ambas manos para protegerme, entonces finalmente entendí— mi maná no podía ir contra el suyo. Pero aun así, apreté mis dientes y grité.

“¡¿Q-Quién eres?! ¡Nadie puede tener tanto maná!”

La mujer se vio confundida por un momento. Entonces se inclinó profundamente y dijo.

“¡Oh, claro! No me he presentado. Qué tonta soy.”

Lentamente levantó su cabeza y me miró a los ojos. Incluso eso me llenó con las ganas de vomitar.

Oh. Puede que muera aquí.

“Mi nombre es Lindsey Leinster, aunque creo que soy mejor conocida como la “Bruja Sangrienta” en tus tierras.” Luego de una breve pausa, añadió.

“¡Menudo apodo desfavorable! Desearía que me llamaras “Cielo Escarlata” en cambio— ¡Así es como soy para el reino!”


Un supremo esfuerzo de voluntad permitió que los guardias y yo saliéramos del pánico.

¡La Antigua Duquesa Lindsey Leinster, la Bruja Sangrienta! La mujer que nos había llevado a la derrota en la Segunda Guerra del Sur al derrotar a todas las Siete Varas— famosa por ser la más poderosa hechicera en la alianza en ese tiempo— Sin ayuda y de un solo golpe.

Con su maid Cazadora de Cabezas esperando detrás de ella, la bruja sonrió.

“Veras, querida Regina-chan, me gustaría pedirte un favor. ¿Me escucharías?”

Un largo silencio siguió. finalmente, mi abuela dijo. “¿Qué quieres?”

Me habría gustado tomarla y huir lo más rápido que mis piernas me llevaran. Pero tenía una excelente estrategia en mente— no es que me hiciera mejor— y me decía que volar significaría la muerte instantánea incluso si cada posible coincidencia milagrosamente jugaba a mi favor. No podía moverme.

“Me gustaría que los seis principados del sur se queden atrás hasta que hayamos quemado Atlas, Bazel y quizás los otros principados del norte y la ciudad del agua si se requiere.” La bruja dijo brillantemente, su sonrisa nunca vacilo.

“¿Sería mucho pedir?”

Es decir, no garantizaría la seguridad de los principados del sur si nos involucrábamos. La bruja estaba demandando que ofreciéramos ambos principados norte y la capital de la alianza. Los rasgos de mi abuela se retorcieron en angustia. Ella podía ser inescrupulosa algunas veces, pero su lealtad a la alianza estaba más allá de la duda. La bruja tenía que darse cuenta que ella—

Entonces, me dio.

Carlyle, siempre supe que apostar no era mi fuerte. Crees que tienes al león por la cola, pero en realidad se la agarraste a un dragón— un portador de calamidad. Nunca tendrás una oportunidad… a menos que estés escondiendo un as bajo tu manga.

“¿Te importaría darme tu respuesta ya?” La bruja presionó mientras pensaba.

“Los Leinster nunca olvidan una deuda, en especial al que detuvo la maldición de nuestra adorada nieta, salvando su vida y nuestros corazones. Eso es lo que es, Regina-chan. Sé un amor y ríndete.”

Había una cálida gratitud en su rostro… y una llama consumiendo todo en las profundidades de sus ojos.

Mi abuela, por otra parte, se veía impresionada.

“¡¿Detuvo a la niña maldita?! I-Imposible. No lo creo.”

¿Qué maldición? ¿De qué están hablando?


El silencio cayó. Luego de un rato, mi abuela dio su respuesta, aunque claramente no estaba feliz por eso. La bruja solo rio en respuesta. Nuestro único observador era la luna manchada de sangre.

***

 

 

“¡Por favor, Ojou-sama!” Mi maid de verano rogaba, inclinándose.

“¡Por favor, por favor lléveme con usted a la batalla!

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