Boogiepop And Others (NL)

Volumen 4

Capitulo 7: Tsuji Nozomi-Automatic

 

 

Tsuji Nozomi no tenía realmente ningún poder. Ningún “talento” como el de los demás. Su “Automatic”, en el que esbozaba visiones del futuro, era totalmente ficticio. Una actuación. Al igual que Tenjiki Yuu, sólo inventaba cosas que parecían convincentes.

Y lo hacía porque había amado a Koumoto Kouji durante años.

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Le había empezado a gustar en la primaria. Todo el mundo a su alrededor chismorreaba sobre él. ¿”Koumoto”? Es como… ya sabes…” Ella siempre pensaba: “¡Pero si no lo es!” Nunca decía nada, pero la enfurecía. Podía decir que Koumoto siempre estaba peleando contra algo. Siempre parecía tan incómodo, pero nunca dejaba que le afectara; la forma en que siempre se enfrentaba a ello la impresionaba. Cuando nadie miraba, se ponía a hablar con él. Siempre era Kouji quien se aseguraba de que nadie los descubriera hablando. Temía que si alguien se daba cuenta, Nozomi también quedaría condenada al ostracismo. Incluso de pequeño, siempre pensaba en cosas así. A veces, Nozomi se sentía frustrada por ello, pero también sabía que lo hacía por ella, y eso no hacía más que intensificar sus sentimientos por él.

Pero si sólo era eso, su primer amor bien podría haberse desvanecido sin que ella se diera cuenta de que era amor. Koumoto Kouji habría tomado el relevo de sus padres, y Tsuji Nozomi definitivamente no lo habría seguido. Habrían perdido el contacto una vez comenzada la secundaria, e incluso si se encontraran décadas después, Kouji se habría adaptado a la vida como líder de una secta; seguro de sí mismo, pero con la batalla por conservar su dignidad perdida desde hace tiempo. Mientras tanto, los compromisos a los que se enfrenta cualquier mujer “adulta” habrían dejado a Nozomi sin contacto con sus sentimientos. No habrían tenido medios para volver a encontrar esa conexión.

Pero el destino les tenía reservadas otras cosas.

Cuando el “talento” de Koumoto Kouji se activó por primera vez, Nozomi era la única que estaba con él. Cuando Kouji le dijo que no se lo dijera a nadie más, ella supo que se había decidido.

Este milagro real obligaría a Kouji a romper el contacto con sus padres.

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Cuando eso ocurriera, pensó Nozomi, él también la dejaría a ella. Para mantenerla alejada de cualquier problema que le causara.

Esta comprensión la llevó a mentir impulsivamente. “No eres el único, Kouji. Yo puedo hacer lo mismo”, dijo. Y había seguido actuando durante una década.

Se convirtieron en compañeros. Incluso después de que fueran a distintas preparatorias, incluso después de que él se fuera de casa, incluso después de que los padres de Nozomi se divorciaran y ella no siguiera a ninguno de los dos, eligiendo en su lugar entrar en una escuela de arte y alquilar un apartamento.

Durante todo ese tiempo, su relación continuó.

Siempre fue una relación muy distante; pasaron años juntos y apenas se dieron la mano. Sólo eran dos personas con poderes similares, que se habían hecho amigas por eso.

Aun así, Nozomi disfrutaba de lo que tenía. Sin embargo, siempre estaba ansiosa. ¿Se daría cuenta algún día? Una parte de ella quería saber qué haría Kouji si lo hacía. ¿La perdonaría? ¿Se daría cuenta por fin de lo que ella sentía, de por qué lo había seguido todo este tiempo? La esperanza y la ansiedad se mezclaban, dejándola desesperada por decírselo, pero incapaz de arriesgarse. Aunque no era la vida que ella esperaba, ciertamente era una que mantenía su corazón latiendo.

Pero ahora…

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―¡Kouji! ¡Kouji!

En la oscuridad del subsuelo, Nozomi sollozaba aferrándose al cuerpo inmóvil de Koumoto Kouji.

―¡Vamos! ¡Respóndeme! ¡Di algo, Kouji!

No había ni rastro de la chica tranquila y serena que conocían sus amigos. Las lágrimas corrían por sus mejillas, su rostro se retorcía de desesperación.

El cuerpo de Koumoto Kouji era increíblemente pesado. El charco en el que habían caído empapó toda su ropa. Y los brazos de Nozomi eran lo único que soportaba todo el peso de su cuerpo inerte.

Podía oír cómo se acercaban las criaturas que venían tras ellos.

Pero ella seguía arrastrando a Kouji cada vez más adentro.

―¡Kouji, Kouji! ¡Esto no está sucediendo! ¡Esto no puede ser verdad! ¡Kouji!

Las palabras salían a borbotones de ella, apenas con sentido. Podía ver que no estaba respirando. Pero no podía entenderlo. Su cerebro se negaba a aceptarlo.

―¡Kouji! ¡Di algo! ¡Kouji…!

Oyó salpicaduras cuando sus perseguidores cayeron en el charco.


Ella tiró del cuerpo de Koumoto Kouji con más fuerza, desesperada.

Pero era demasiado pesado para ella y se le escapó de las manos. Tropezó con él y cayó de bruces en un charco.

Se incorporó jadeando, y el enemigo estaba justo delante de ella.

Nozomi no intentó retroceder. Se limitó a rodear con sus brazos a Koumoto Kouji, aferrándose a él.

Su cuerpo ya estaba frío. El frío del agua le había arrebatado el calor. Y las funciones que generaban calor corporal habían cesado casi por completo.

Pero Nozomi no lo dejaba ir. Lo abrazó con fuerza.

―¡Kouji…!

Ella cerró los ojos.

Entonces…


Entonces escuchó un sonido. Lejos, pero cerca. Era difícil juzgar la distancia.

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Al principio pensó que era el viento.

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Pero se hizo más fuerte.

Un silbido extraño, como ningún otro sonido en la tierra.

El sonido puso instintivamente en guardia a los demonios. Se detuvieron, manteniendo la distancia.

El sonido provenía del cadáver en los brazos de Nozomi.

Nozomi abrió los ojos.

Conocía este sonido. Lo había escuchado más a menudo que nadie.

Era el sonido del Susurro activándose.

Pero el cuerpo de Kouji ya no vivía. Su boca colgaba abierta, sin moverse. Y sin embargo, de su interior salía un quejido estridente, como el viento que se escapa.

―¡…Rroooooobbbssssssgggrrrrrrooooaaaaaaaaar…..!

No formaba ninguna palabra reconocible. Eran palabras de un mundo que aún no había nacido, que aún no existía. Palabras de un futuro lejano, palabras que eran, todavía, sólo una posibilidad. Estas palabras eran el grito de alguien que se jugaba la vida en cualquier mundo en el que viviera.

Era un grito. Un rugido. El grito desesperado y desgarrador de alguien que protege lo más preciado para él.

El hombre moderno no podría entender el significado de estas palabras, pero fueron lanzadas a través del tiempo, hacia el pasado lejano, resonando desde la garganta de un chico que ya no podía moverse.

El sonido sacudió el aire, llenando esta sala subterránea.

Nozomi miró el rostro sin vida de Kouji, aturdida.

No tenía ni idea de lo que estaba pasando.

Por fin, el grito se desvaneció y la cueva volvió a quedar en silencio.

Los demonios esperaron, en guardia, asegurándose de que lo que fuere había pasado.

Entonces empezaron a acercarse a ella.

Nozomi se quedó quieta, sin moverse.

Uno de los demonios saltó y la agarró por el hombro, tratando de desgarrarla.

En ese instante, se oyó un sonido suave, como si algo cortara el aire, y el brazo que tiraba del hombro de Nozomi… se cortó de repente con un sonido asquerosamente húmedo.

El demonio perdió el equilibrio y se cayó. Las bestias retrocedieron, observando.

Nozomi miró el brazo cortado en su hombro. Se deslizó, aterrizando en el agua con un chapoteo. Nozomi no se sorprendió. Levantó la vista hacia los demonios y siguió su mirada.

Una figura se encontraba en las sombras. Le habló, en voz baja.

―Oí su grito. Me condujo hasta aquí ―Una voz extraña, andrógina; podía leerse como masculina o femenina.

Nozomi no se sorprendió. Supuso que se había vuelto loca. Conocía a la sombra que estaba ante ella. No sólo ella; todas las chicas que vivían por aquí sabían de quién se trataba.

Un sombrero negro y una capa negra. Una cara blanca con lápiz labial negro.

Todos conocían al shinigami.

Todos conocían a Boogiepop.

Los demonios gritaron sin palabras y se lanzaron contra su nuevo enemigo.

Algo en el aire alrededor de Boogiepop brilló, como un hilo que atrapa la luz. Un momento después, las criaturas que iban por delante se deshicieron, con sus cuerpos cortados en pedazos. ¿Era eso monofilamento?

A Nozomi le pareció que algo tan fino como un hilo se había enrollado rápidamente alrededor de los demonios y luego se había tensado tan rápido que los había cortado. Segura de que se había vuelto loca, observó, perfectamente calmada.

Los demonios ya no tenían miedo, pero por primera vez se mostraron sorprendidos. Dieron un paso atrás.

Boogiepop estaba justo delante de ellos, acercándose al instante.

Tres demonios más cayeron hechos pedazos, con trozos de sus cuerpos salpicando el agua a su alrededor.

Boogiepop era tan rápido, tan preciso, sus movimientos eran tan refinados que Nozomi estaba segura de que debía ser una máquina. El poder de Nozomi era falso, pero esto era real, una cosa automática que se movía sin mente propia. Se oyó un silbido cuando algo pasó a toda velocidad junto a ella y el líquido que arrojó aterrizó en su mejilla.

Era sangre. Su calor la estremeció. La sensación de la sangre era tan real que no podía creer que fuera el producto de una mente enloquecida.

Jadeó y miró a su alrededor.

Había pasado menos de un minuto. Apenas unos segundos.

No quedaba ningún demonio por ninguna parte. Sólo una sombra negra que permanecía en silencio en las cercanías. Boogiepop la miró. Los ojos del shinigami eran fríos, como el hielo. Su luz paralizó a Nozomi. Ella no podía moverse.

Boogiepop miró el cuerpo inmóvil de Koumoto Kouji. Habló.

―Ya no está ―dijo con frialdad―. Puedes aferrarte a él si quieres, pero esa voz… ese grito no pertenecía a este mundo. Su llegada aquí fue… un milagro. Un milagro que te dio un camino para vivir, y si eliges aferrarte al cuerpo de quien hizo un milagro para salvarte… bueno, eso es cosa tuya.

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Nozomi se puso rígida, como si le hubiera caído un rayo.

Sus labios temblaron. Pero no le salió ninguna palabra.

Boogiepop la miró en silencio.

―Pero… pero… ―dijo. No podía hablar.

―No sé de quién es la voluntad que trajo ese grito aquí. Pero si desperdicias la vida que te ha dado, entonces también le robas el sentido a esa voluntad, sin saber nunca por qué sobreviviste.

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Las palabras de Boogiepop la dominaron, resonando en la oscuridad, sin piedad, sin emoción.

Incapaz de soportarlo, Nozomi bajó la mirada. Por un breve instante, creyó ver una sonrisa en el rostro sin vida de Koumoto Kouji.

Era sólo una ilusión. Hacía tiempo que no se movía.

Pero Nozomi estaba segura de haberla visto. Estaba segura de que Kouji le había sonreído.

Sólo había una cosa que eso podía significar. Kouji había estado muy serio. Él nunca había sido alguien que entendiera los sentimientos complejos. Ella sabía exactamente lo que él le diría ahora.

“Nozomi, siempre te rindes tan rápido. Eso no es bueno. No importa lo difícil que se pongan las cosas, tienes que seguir adelante”.

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Ese tipo de mierda de manual de autoayuda era todo lo que decía.

―Kouji.

Ella dejó caer lentamente las manos de su cadáver, y levantó la vista.

Parpadeó, sorprendida.

La figura encapotada había desaparecido.

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