Rakuin no Monshou (NL)

Volumen 6

Capitulo 4: La Unidad De Surur

Parte 1

 

 

Antes de su salida al frente, los soldados recibieron una cálida recepción en todos los lugares de la ciudad. Todos ellos eran mártires justos a punto de embarcarse en una cruzada santa contra Garda. Con ello, la cooperación de Occidente se hizo más fuerte. Incluso los que habían sido enemigos ayer se pusieron hombro con hombro y cantaron las mismas canciones, bebiendo el mismo vino juntos.

Había que decir, sin embargo, que este sentido de solidaridad era peculiar de los zerdianos y que Orba y los demás, que venían de Mephius, no recibieron, la misma calurosa recepción.

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Pero en vez de eso, la noche antes de salir hacia el frente, fueron invitados una vez más a la tienda de Kay. No había nada lujoso, pero era una fiesta preparada con el corazón. Por cierto, Talcott no estaba presente. Ya había encontrado una nueva mujer y estaba ocupado dibujando su retrato y escribiendo poesía.

Niels también trabajaba en el restaurante. Actuó como antes, como si nada hubiera pasado.

—Pero sería genial si esta vez se pusiera fin a la lucha —dijo Kay, mejor bebedora que los hombres, murmurando con las mejillas rojas. Después de eso, sus ojos empezaron a brillar de repente—. Digo, son sólo ideas mías pero, una vez que esta guerra termine, ¿no será Tauran definitivamente más pacífico que en el pasado?

—Oh, ¿por qué es eso? —preguntó Gilliam.

—Bueno, muchos países se están uniendo para derrotar a Garda. ¿No se darán cuenta todos los mandamases de lo estúpido que es estar siempre peleando entre compatriotas zerdianos?


—Si eso sucede, nos quedaremos sin trabajo. Y después de que llegamos al punto de ser mercenarios y gracias al Sr. Capitán, la paga es buena.

—Está bien, ¿no es así? Puedes pensar en ello después de que todo haya terminado. Eres un tipo fuerte, así que tendrás mucho trabajo. Y ese hombre de ahí parece que no tendría problemas para estafar a muchas mujeres.


—¿Quién lo haría?

Shique casi escupe su bebida. Cuando se trataba de relaciones románticas, era en el fondo un misógino confeso, pero por otro lado hablaba comúnmente con mujeres como Kay y se preocupó por ella cuando Helio cayó.

—En cuanto al capitán enmascarado… Er…

Mientras Kay titubeaba, Gilliam se rió a carcajadas.

—Ja, ja, ja, ja. Este tipo no es bueno con nada más que con las espadas. No es apto para ningún tipo de trabajo. Sólo imagínalo escuchando a un jefe y horneando pan. Ah, no está bien, me estoy riendo tanto que se me va a reventar el estómago.

—Sí, no funcionaría. Como tú cuando les susurras palabras dulces a las mujeres.

—¡Qué!

Como de costumbre, Orba y Gilliam no eran buenos compañeros de bebida. Y menos aún cuando Talcott no estaba hoy por aquí.

—Sí, sí —dijo Kay para detener a los dos en lugar de Talcott—. Cuando se trata de ustedes, no sé si se llevan bien o mal. Aunque todos los países dejen de pelear, ustedes siempre pelearán. Si no siguen caminos separados.

Kay no creía que todo terminaría así como así. Sin duda, los países occidentales están unidos en la actualidad para hacer frente a una amenaza común, pero esto no era ningún milagro y lo mismo sucedió hace poco más de una década.

En ese momento, cuando nada menos que Mephius invadió desde el este, Kay perdió a su padre en el enfrentamiento.

Los distintos países de Tauran se reunieron durante un tiempo para controlar la agresión de Mephius, pero bastaba con mirar la situación actual para comprender lo que había sucedido después. Al mes siguiente, los zerdianos que habían gritado juntos por la victoria y compartido bebidas triunfales de celebración comenzaron a meterse en escaramuzas con sus países vecinos.

Kay conocía muy bien ese temperamento zerdiano. Pero el papel de la mujer era ver a los hombres salir al campo de batalla y preparar banquetes con la sensación más alegre posible.

Y sin embargo…

Y sin embargo, esta vez, aunque Kay no sabía si la atmósfera que sentía era la misma en todo el oeste, el estado de ánimo en Tauran era sin duda diferente de lo que había sido durante la guerra con Mephius. Una razón importante para ello era probablemente que no se trataba de una agresión externa, sino de algo que presentaba el aspecto de una guerra civil en la que todos los zerdianos estaban atrapados.

No se puede negar que esto era el resultado del ciclo que ellos mismos habían repetido.

¿Aún no terminará la lucha?

No era sólo una mujer que dirigía un restaurante la que pensaba así, sino también los soldados que salían de juerga con sus compañeros antes de salir al frente en un intento de olvidar su miedo al campo de batalla, las parejas que miraban al cielo nocturno mientras la juerga de los soldados llegaba a sus oídos, las mujeres que acudían a los templos de la fe de los Dioses Dragón a comprar amuletos protectores para sus maridos y para sus hijos e, incluso, hasta los oficiales, quienes ya estaban trabajando en la elaboración de sus estrategias, probablemente pensaban de la misma forma.

Con sus característicos sentidos agudos, Orba sentía el cambio producido por el viento del oeste.

Pero para eso…. Todavía faltaba algo en Tauran. Cuando llegó a una conclusión

sobre lo que le faltaba, Orba sintió como si se hubiera traicionado a sí mismo.

Así que no dijo ni una palabra y no siguió adelante con ningún plan concreto.

Los soldados liderados por Surūr Wyerim abandonaron Helio unas dos semanas después de que Orba se incorporó a ellos. Después de detenerse un tiempo en Cherik y recibir a los soldados restantes para llegar a los mil asignados, se dirigieron a Kadyne.

Durante dos días, marcharon y acamparon antes de llegar finalmente a la localidad de la estación de suministros que estaba situada a poco más de un tercio del camino a Kadyne. Un grupo de avanzada ya había inspeccionado la zona.

Orba ya había oído hablar de ello antes. Que para no impedir el comercio en todo Occidente, incluso para los que pasaban todo el tiempo en guerra, era prácticamente una regla salvaguardar el ir y venir de los viajeros y las caravanas de mercaderes a lo largo de los caminos de la época de Zer Tauran. Esta localidad de estación de suministros también parecía haber prosperado gracias al incesante tráfico de mercancías y personas vinculadas al comercio con los países costeros, así como a la exportación de Cherik de productos cultivados cerca del lago Soma a países aliados.

El “antes” era porque desde que el ejército de Garda tomó el control de casi todo el norte de Tauran, el comercio casi había dejado de llevarse a cabo. Ahora todo lo que se veía eran unas cuantas prostitutas y vendedores ambulantes que seguían a los soldados.

Los mil soldados ocuparon las posadas de la ciudad, el templo de los Dioses Dragón e incluso las casas vacías de los habitantes de la ciudad.

Como todavía les quedaba un largo camino por recorrer, Surūr normalmente habría permitido a los soldados cierto grado de libertad, pero la batalla estaba muy cerca. La noche cayó cuando los distintos comandantes de la unidad fueron convocados al templo convertido en cuartel general. Era más grande que los templos de la fe de los Dioses Dragón encontrados en Taúlia y en Helio, y estaba repleto de iconos que no se veían en Helio. Parecía que a los adoradores se les permitía ir y venir a su antojo. Se enviaron grupos de avanzada en todas las direcciones y la información de los exploradores fue recopilada.

—Parece que la unidad de vanguardia de la segunda compañía fue atacada en un pueblo cerca del camino principal.

—El enemigo tiene soldados en las aldeas tendiendo emboscadas.

—¿Deberíamos aplastarlos sistemáticamente?

Orba estaba en el extremo del templo y miraba a su alrededor pensando que daba una extraña impresión de que incluso si cambiaban la ubicación, los edificios de la fe de los Dioses Dragón no cambiarían.

La información era, por supuesto, fundamental en la guerra. Aguzando los oídos, se guardaba todos los detalles en el pecho.

Había una fortaleza en la frontera con Kadyne y se decía que ochocientos soldados la defendían. Los superaban en número, pero si Kadyne se esforzaba al máximo en la defensa, doscientos soldados no podían considerarse una gran diferencia. Para la ofensiva, era conveniente tener el doble del número de enemigos. La fuerza para capturar Eimen debería salir pronto de Helio. Una opinión sostenía que como la distancia entre ellos aún no era tan grande, debían enviar un mensajero a caballo para pedir refuerzos, pero Surūr rechazó inmediatamente esa propuesta.

¿Oh?

Bajo su máscara, Orba levantó levemente las cejas. Miró rápidamente la cara de Surūr. Luego miró al comandante de la compañía que estaba junto a él, Bisham. Él también era un soldado heliano. Con su gentil personalidad y apariencia, tenía una atmósfera como la de un padre que sería un buen compañero de juegos para los niños de las calles vecinas.

—Orba-dono —dijo después de hacer una señal ocular a Orba—. ¿Cuál es tu opinión?

Fue probablemente por consideración a Orba, que se había alistado con el apoyo de Lasvius. Bisham no tenía ningún tipo de agenda oculta, pero los ojos de cada uno de los zerdianos sentados allí se volvieron para mirar a Orba.

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Pues bien.

Mientras mantenía la cara de Surūr en el borde de su campo de visión, Orba se puso de pie como para decir que, en efecto, estaba esperando hacer un comentario durante la reunión. El área se quedó en silencio.

—Una cosa es si sólo vamos a mantener a Kadyne bajo control, pero si tenemos la intención de hacerlo, me pregunto si no serán necesarios refuerzos. Si tomamos Kadyne, con Fugrum y Lakekish en jaque más al norte, podremos rodear Zer Illias.

—Los soldados que tenemos ahora son suficientes —Surūr agitó la cabeza. Una leve sonrisa apareció en sus labios—. Incluso en esta ciudad, ha habido nada menos que cien jóvenes y mercenarios que han pedido unirse a nosotros. A medida que liberemos aldeas de aquí en adelante, me imagino que nuestro número aumentará más y más. Incluso si pelean, los zerdianos se unen cuando el oeste está en peligro. Sin duda, los extranjeros no pueden entender el temperamento occidental.

Varias de las personas presentes en la reunión se rieron en señal de conformidad. A través de su máscara, Orba miró brevemente la cara redonda de Surūr. Se está impacientando, se dio cuenta intuitivamente.

Había recibido bastante información sobre Surūr Wyerim en Helio. Su historial de guerra no era malo. O mejor dicho, era un hombre comparable al comandante dragón Lasvius. Sin embargo, a pesar de ser ese tipo de hombre,

O mejor dicho, porque está compitiendo con Lasvius, Estaba ansioso por capturar a Kadyne. Demasiado.

Después de todo, a todos les pareció que el único mérito de rescatar a Helio del ejército de Greygun y Garda era de Lasvius. Por supuesto, cuando Surūr recibió el llamado de Lasvius a levantarse en armas, él solo provocó un impresionante alboroto en la ciudad, pero en comparación con Lasvius, que había derrotado al propio Greygun, sus logros parecían muy sencillos. Está de sobra decir que el que recibió el inmenso apoyo de la gente también fue Lasvius.

Además, durante el tiempo en que estuvo escondido en las cumbres Belgana esperando su oportunidad, protegió al hijo huérfano del rey Elargón, Rogier Helio. Rogier tenía sólo nueve años, pero era el heredero legítimo de la familia real.

Surūr debe haberse sentido completamente eclipsado por Lasvius. Por esa razón, al haber sido nombrado oficial encargado de capturar Kadyne, estaba ansioso por hacerse de un nombre allí. Si un comandante podía trabajar arduamente en una buena dirección, lo contrario también era cierto. Desafortunadamente, el caso de Surūr era esto último.

—Lasvius dijo que tenías el ingenio de un estratega. ¿Desde dónde esperas que ataque el enemigo?

No sólo había dejado de lado su opinión, sino que lo estaba probando. De esta manera, también mostraba su desprecio por Lasvius, que había recomendado a Orba.

Orba miró el mapa de la mesa. Después de pensarlo un momento, señaló un lugar y Surūr mostró una amplia sonrisa.

—Bien. Pondremos a la vanguardia a vigilar allí. Si viene el enemigo, informará inmediatamente al grueso de las tropas.

Los cincuenta y tres mercenarios fueron enviados como exploradores.

El juicio de Orba no había sido erróneo. A mitad del camino desde la ciudad de la estación de suministros, había un paso de montaña apto para que el enemigo preparara una emboscada y lo vigilaron durante toda la noche.

Pero los soldados enemigos no aparecieron. Había un número de personas en el camino, pero eran un grupo de zerdianos que venían del oeste para unirse a la unidad de Surūr y por lo tanto, tendieron más bien a validar la actitud confiada de Surūr. Al final, la unidad de Orba no tuvo más remedio que volver con las manos vacías, a lo que Surūr simplemente dijo:

—Buen trabajo.

Orba había recuperado Helio junto con Lasvius y era, por así decirlo, un héroe menor. Cuando se corrió la voz de que el comandante había rebajado al héroe extranjero, el efecto se extendió rápidamente y afectó el ambiente general. Aunque más de la mitad de la unidad mercenaria de Orba eran zerdianos, quedaron aislados entre los mil soldados.

Fue igual aún después de que comenzaron los combates.

Dos días después, las tropas que se dirigían a Kadyne se desviaron momentáneamente hacia el oeste por el camino. A partir de ahí, el camino que llevaba a la frontera se torcía y giraba, y fue construido deliberadamente para ser un desvío. Era tabú en todo el oeste bloquear las carreteras, atacar a las caravanas de comerciantes o entorpecer el comercio. Igualmente, existía una ley no escrita para evitar la construcción de fuertes o castillos a lo largo de los caminos. Y así, con excusas plausibles como “mantener las rutas comerciales”, los países cambiaron el trazado de los caminos para hacerlos inconvenientes para los soldados enemigos en su marcha.

Doscientos soldados enemigos tendieron una emboscada en una aldea a lo largo de ese desvío hacia el oeste y estallaron los combates. Su plan era atraer la atención con una unidad de caballería altamente maniobrable, y luego lanzar varios dragones de tamaño mediano para desbaratar la formación de las tropas. Surūr sin embargo, se mantuvo en calma y, liderando personalmente a sus soldados, repelió el ataque casi sin pérdidas.

Posteriormente, los jefes de pelotón y los comandantes de compañía fueron enviados desde la ciudad de la estación de suministros para aplastar a las fuerzas hostiles apostadas a su alrededor. Como las tropas de Surūr eran superiores en vigor y en número, la victoria estaba asegurada.

—Probablemente están enviando soldados esporádicamente para entorpecer nuestros pasos. Pero estamos acostumbrados a este tipo de guerra.

En las guerras occidentales, a menudo había escaramuzas en las que participaban varios cientos de soldados. Era la primera vez que Surūr lideraba a mil hombres, pero hábilmente reunió a ese gran contingente del ejército.

Después de cada batalla, los capitanes regresaban al cuartel general con trofeos de guerra como recuerdo. Algunos hasta incluían armas y cañones arrebatados al enemigo. Emborrachándose con el alcohol que obtenían de los almacenes de las aldeas -quien sabe si lo habían recibido o si lo habían saqueado-, los oficiales y los hombres se jactaban cada noche de sus logros.

Sin embargo, la unidad de Orba no se unió a ese círculo. No es que no participaran en la lucha. Lejos de eso: Surūr los incorporó activamente en las formaciones de batalla. Sin embargo, no ganaron ningún trofeo de guerra. O mejor dicho, no se les dio la oportunidad de hacerlo.

—Ese Surūr es realmente un astuto hijo de puta.

No era de extrañar que Talcott lo maldijera amargamente. Los comandantes de cada una de las compañías en las que se integró la unidad de Orba debieron recibir órdenes de Surūr, ya que rara vez se situaban en el frente y sólo se les utilizaba para proteger a los bivouacs y para actuar como retaguardia.

Ni sus espadas ni sus armaduras se habían bañado en sangre enemiga y los cincuenta y tres estaban ilesos. En el cuartel general, se sentían cada vez más humillados.

—Sí, supongo que así es como se sienten las putas que tienen que ir a la fiesta sin maquillaje —Gilliam también estaba irritado.

Era un bebedor empedernido pero, obviamente, no quería recibir las sobras de los jactanciosos y alegres zerdianos.

Entre todo esto, Orba no mostraba emociones en absoluto. En vez de eso, galopaba cada vez con sus subordinados para reconocer las aldeas que estaban bajo control enemigo. Debido a que era una tarea monótona y peligrosa que nadie quería emprender, él y su unidad continuaron tomando la iniciativa sobre ella.

—Está desesperado por obtener el favor porque las otras unidades se han llevado toda la gloria.

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Orba era perfectamente consciente de que ese tipo de rumores maliciosos se murmuraban.

—Ese tipo, ¿qué está pensando? —preguntó Talcott a Shique mientras galopaban justo cuando la noche estaba a punto de caer.

—¿Por qué? —Shique parecía divertido.

—Es normal que no se pueda leer su expresión ya que está enmascarado, pero desde que se convirtió en capitán, es aún más taciturno que antes.

—Eso es cierto. Él es así.

No recibió ninguna otra respuesta. Sólo Shique parecía satisfecho, mientras que Orba, que comparaba la topografía circundante con el mapa que tenía en la mano, miraba a la distancia desde el caballo.

Tal como había dicho Surūr, cada vez que rechazaban a las fuerzas de Kadyne, los voluntarios de las aldeas acudían en masa para unirse a ellos. Mientras las tropas de Surūr continuaban su avance constante, la gente de Kadyne empezó a tener la esperanza de que podrían reclamar la ciudad y recuperar a sus familiares que habían sido tomados como rehenes por el ejército de Garda. Aunque sin duda les provocaba sentimientos encontrados de que los que estaban combatiendo eran también soldados de Kadyne.

Una vez subyugados los alrededores, las tropas de Surūr trasladaron su cuartel general hacia el oeste. Aunque los nuevos cuarteles eran sólo un poco más pequeños que la anterior estación de suministros, apenas podían albergar a los mil soldados. La historia cuenta que las fuerzas de Garda estaban también apostadas allí pero, asustadas por el irresistible avance de Surūr, huyeron tres días antes.

En lugar de disparos y rugidos de dragones, lo que saludó a las tropas de Surūr fue la entusiasta bienvenida de la gente. Algunos ya exaltaban a Surūr como el mayor héroe de Occidente. Encantado por esto y a la luz de su aplastante victoria hasta ese momento, Surūr permitió a sus hombres cierta libertad para descansar de su fatiga.

El propio Surūr, sin casco, recibió una cálida acogida por parte de las principales figuras de la ciudad. Se alegró especialmente cuando los pescadores del distrito de los lagos de Kadyne sirvieron pescado ahumado. El pescado era un tesoro raro en Tauran. También sacaron vino. Surūr vació su copa de buen humor, pero alguien venía hacia él con pasos agitados. Todavía llevaba una coraza y tenía una espada colgando de la cintura.

—Qué pasa, estás haciendo ruido.

—Tenemos que salir de aquí de inmediato.

Orba habló enérgicamente. Las cejas de Surūr estaban tan estrechas como sus ojos y frunció el ceño.

—¿Qué?

—En términos de defensa, sólo hay colinas rocosas al sur, en todas partes expuestas. Si viene el enemigo, no podremos defenderlo.

—Una estricta vigilancia se ha colocado —Como había dignatarios locales presentes, Surūr no levantó la voz con enojo, pero estaba furioso—. La fuerza principal del enemigo está en la fortaleza fronteriza. Probablemente tengan la intención de emboscarnos allí. No serán tan tontos como para venir aquí cuando los superamos en número.

Surūr habló triunfalmente para que los que le rodeban lo oyeran.

—Sin embargo…

—A diferencia de ti, que no has luchado ni una vez, los soldados y yo necesitamos descansar.

Este tipo está absolutamente desesperado por la gloria – ese pensamiento estaba claramente escrito en la cara del comandante del batallón. Como si se le hubiera ocurrido una idea repentina, dijo,

—Si tienes tanto miedo de un ataque, me encantaría dejarte la guardia a ti.

Ve y quédate quieto con una lanza toda la noche.

—Haré exactamente eso —Orba se alejó y se mostró furioso.

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Surūr lo había considerado ridículo, pero Orba le tomó la palabra y fue a involucrarse en la organización de la guardia. Sólo cien soldados estaban de turno como vigías, pero los aumentó a doscientos al norte y a cincuenta al este y al oeste.

Sin embargo, no importa lo mucho que tuviera el consentimiento verbal del comandante de batallón Surūr, nadie estaría dispuesto a recibir órdenes de un extraño. Los soldados que de repente habían sido asignados a la vigilancia nocturna expresaron su descontento y, al final, más de la mitad de los que Orba había asignado recientemente abandonaron sus puestos de forma arbitraria y se rumoreaba que habían ido a emborracharse.

Sintiendo pena por él, el Comandante de la Compañía Bisham cogió a cincuenta de sus propios hombres y se los prestó a Orba, pero su número era simplemente insuficiente.

—¿Qué? ¿Otros cien?

—Los soldados de infantería con lanzas serían buenos. Si no reunimos al menos ese número, no podemos realizar un asalto.

—Un asalto —se frotó un poco agitadamente la barbilla. En esta situación, no sabía si debía gritarle al extranjero recién llegado o reírse de él.

Pero al final, añadió otros cien. Con ello, la defensa estaba formada por trescientos cincuenta hombres. Por alguna razón, Orba posicionó la mitad de ellos hacia el norte y también tenía su propio puesto de centinela allí.

Él mismo, después de hacer los arreglos con Bisham, se escabulló en secreto de la ciudad. Llevándose solo a unos pocos de sus hombres, se dirigió hacia las rocosas colinas que protegían el pueblo al sur. No eran particularmente altas, pero las pendientes eran empinadas en cualquier dirección.

Justo cuando el sol estaba a punto de ponerse,

—Aquí —dijo Orba.

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Estaban en una cornisa plana que se proyectaba hacia el exterior y que permitía una vista panorámica de la ciudad sin obstáculos.

El sol pronto se puso y la ciudad estaba ligeramente rodeada por las hogueras encendidas por los guardias. La risa de los soldados se elevaba incesantemente de las calles de la ciudad.

—¡Por los Dioses Dragón que gobiernan sobre la protección de Tauran!

—¡Por los últimos momentos del falso Garda!

Cada uno gritaba mientras levantaban juntos sus copas de vino en un brindis. Muchos otros soldados tenían conversaciones de almohada con prostitutas describiendo sus hazañas en la batalla.

Se acercaba la medianoche.

Justo cuando la ciudad se estaba tranquilizando, el rugido del fuego de artillería resonó. Las balas de cañón golpearon los árboles, destrozando varios de ellos al comenzar a propagarse el fuego. Las llamas eran como criaturas vivientes mientras se extendían a su alrededor y mientras los soldados en guardia hacían todo lo que podían para defenderse, el sonido de los cañones volvió a retumbar dos o tres veces más.

***

 

 

Tal como lo indicaba su nombre de El Dragón Azul de Kadyne, Nilgif llevaba un casco con forma de dragón y llevaba una armadura azul. La diferencia con su hermano no era sólo el color de su armadura, sino también el hecho de que la parte superior de su casco sólo tenía un cuerno.

Cabalgaba a la cabeza de unos 500 soldados.

Hasta entonces, había dado a sus compañeros la orden de dispersarse a propósito durante las escaramuzas. El plan era que parecieran estar bien encaminados. Incluso se habían asegurado de abandonar intencionadamente armas valiosas como pistolas y cañones para que el enemigo no pudiera descifrar sus intenciones. Hubo, por supuesto, quienes murieron en esta guerra basada en la retirada. Era un honor para los guerreros morir en batallas en las que habían luchado hasta el final, pero en estas batallas sabían desde el principio que iban a huir.

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Pero aún así, obedecieron mis órdenes.

Nilgif era por naturaleza fácilmente conmovido hasta las lágrimas. Incluso en medio de un asalto, era propenso a ser incapaz de contener las emociones que brotaban en su interior.

No morirán en vano. Aquí y ahora, les daremos un golpe aplastante a estos mil soldados.

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Nilgif hizo que dos morteros fueran transportados previamente a las colinas del sur. Como se esperaba, el enemigo hizo caso omiso de la vigilancia hacia el sur, y disparó el primer tiro como señal para el asalto.

—De acuerdo. ¡Vamos!

Una vez que los soldados que estaban de guardia al oeste de la ciudad aparecieron, Nilgif levantó su áspera voz.

Abandonando las hogueras encendidas, estaban a punto de balancear sus largas lanzas a caballo o fijarlas bajo sus brazos.

En ese momento, sonó un cuarto disparo de cañón.

—¡Urgh!

La grava voló y golpeó a Nilgif en la cara. No, no fue sólo la grava la que voló. Con ella estaba la carne y la sangre de sus compañeros. Mientras Nilgif se detenía ante él, sus ahora rojos ojos miraban fijamente el punto de impacto desde el que se elevaba el humo blanco y donde sus compañeros y sus caballos yacían tendidos boca abajo. Sabía que el bombardeo debió venir de las colinas rocosas. Lo sabía, pero –

—¡Imposible!

Al mismo tiempo,

—Bien. Vamos.

Alguien dio la misma orden que Nilgif.

Era Orba, que en algún momento había llegado para defender el lado oeste. Levantando su lanza en alto, tomó la delantera, cabalgando al galope. Tras él estaban los cincuenta y tres de su unidad, los ciento cincuenta piqueros que Bisham le había prestado y los cien soldados de infantería que originalmente estaban de centinelas.

—Ese bastardo pudo ver a través de ellos —su hacha de guerra sobre su hombro, Gilliam sonrió ampliamente.

Los zerdianos fueron completamente incapaces de ocultar su sorpresa, pero con el enemigo acercándose ante ellos, el hecho de que el comandante fuera un extranjero ya no era importante. Lanzas en mano, se acercaron a la unidad enemiga montada.

Los disparos sonaron una vez más. La lucha se convirtió en una melé, pero los que habían llevado las armas a las colinas y los que habían sido blanco de los ataques habían cambiado por completo.

Si yo fuera el enemigo, definitivamente atacaría desde el sur. Fue porque pensó eso que Orba fue a hacer un reconocimiento de las colinas. Y allí, como era de esperar, encontró una cornisa adecuada.

¿Aquí? Orba encontró rastros de varios humanos que habían estado allí recientemente. No hay duda de que los soldados de Kadyne ya habían comprobado el lugar antes de salir de la ciudad de la estación de suministros. Al darse cuenta de que tenían la intención de sacar morteros, Orba dejó allí a algunos hombres. Todos ellos eran espadachines excepcionales. Shique estaba entre ellos. Y naturalmente, también dejó soldados que eran experimentados en bombardeos.

El plan de Orba resultó ser acertado. A altas horas de la noche, varias docenas de soldados trajeron morteros desmontados. Después de esperar a que los reunieran, Shique y los demás espadachines saltaron. El enemigo ni siquiera tuvo tiempo de prepararse contra las espadas antes de ser derribados de un solo golpe.

—Primer incendio en las afueras de la ciudad —les había ordenado Orba por adelantado.

Una razón era como una señal para atraer a las tropas enemigas, la otra razón era para despertar a sus aliados que se entregaban a la indolencia.

—Si el enemigo ataca, disparen otro tiro allí. El resto es nuestro trabajo.

Desde lo alto de su caballo, Orba cruzó lanzas con el guerrero a caballo que estaba a la cabeza de las tropas enemigas. Chispas salieron volando de las puntas y los dos caballos pasaron uno al lado del otro antes de que terminaran de desvanecerse.

Una sensación de pesadez permaneció en el brazo de Orba. Su oponente era

un maestro en la lanza. Y por la forma y el color de su casco y de su armadura….

—Nilgif.

Giró su caballo hacia atrás mientras gritaba. Por su parte, Nilgif también se sorprendió al reconocer a su adversario.

—Un espadachín enmascarado. ¡Eres tú!

Era sin duda el oponente del que su hermano Moldorf le había hablado. Cada vez que el espadachín enmascarado aparecía, se interponía en el camino de su hermano.

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¿Así que él es quien descubrió mi plan?

Sintiendo que su cabeza iba a explotar en cualquier momento por su entusiasmo, Nilgif dio una patada en el flanco de su caballo.

Orba y Nilgif se encontraron de nuevo. Con un sonido desagradable, la lanza en la mano de Orba se rompió. Con valentía, Nilgif se giró una vez más. Orba, sin embargo, ya estaba galopando sin dar marcha atrás.

—¡Estás huyendo, bastardo!

Nilgif estaba a punto de espolear a su caballo, pero a ambos lados de él, las lanzas de los piqueros enemigos ya lo estaban empujando con fuerza.

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