Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 12

Capítulo 88: Una misión en el Imperio

Parte 1

 

 

“Ya veo… Entonces deberemos proteger a una familia de comerciantes”, dijo Mile.

“Bueno, supongo que cualquier noble tendría sus propios sirvientes o tropas personales, así que no necesitarían contratar cazadores. Y cualquier persona normal no tendría formas o razón para contratar un guardaespaldas personal”, agregó Pauline.

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“Es inevitable que sea un plebeyo adinerado—ya sea comerciante o alguna otra persona influyente de la ciudad”, dijo Mavis.

Era cierto que algunos nobles contrataban cazadores como guardias a veces. Había casos donde se topaban con peligros inesperados lejos de casa, o necesitaban una adición temporal a sus tropas. En otras ocasiones, los necesitaban por algo específico: una guardia femenina para sus hijas, por ejemplo, o una escolta que no se viera como tal. Sin duda, este tipo de demandas eran las que mantenían a Wonder Trio en el negocio.

Sin embargo, dado que a quien protegerían no sería un noble, todo lo anterior no tenía nada que ver con la misión en cuestión.

“Sí. Sólo podemos revelar el nombre y detalles del cliente a los cazadores interesados luego de que escuchen la explicación preliminar. Luego, los detalles de la misión se los dará el cliente”, explicó la trabajadora del gremio. Esto era obvio. Por supuesto, el gremio no podía hablarle sobre las circunstancias y movimientos de un comerciante a alguien que todavía no había decidido aceptar la misión. Cabía la posibilidad de que esos descuidos pudieran causar que el cliente pasara por aquello que trataba de evitar, es decir, ser atacado.

“Entendido. No tenemos problemas con los requerimientos generales de la misión, así que nos interesa. Por favor, continúe”.


La trabajadora pareció aliviarse por la respuesta de Reina. Había muy pocos grupos adecuados para los requerimientos, y, como estaba escrito, la paga no era muy alta. Además, existía el hecho de que proteger a la familia de un comerciante era mucho más tedioso que escoltar una caravana. Por supuesto, sería menos aburrido si eran atacadas, pero luchar contra el tipo de personas que atacarían a alguien protegido por guardias no valía la oferta de dos monedas y media de oro.

Por ello, la misión había sido ignorada, pero el periodo para el que necesitaban la escolta se estaba acercando, y a este paso, parecía que la fecha llegaría sin que nadie aceptara. Esto era, por supuesto, un problema para el cliente, y se vería mal para la reputación del gremio.

En el caso de que fuera una solicitud de cosecha hecha por un comerciante, por lo general no sería un problema si nadie la aceptaba—excepto cuando lo que se pedía era una hierba medicinal especial de la cual dependía la vida de alguien, o cuando se necesitaba el artículo de inmediato. Una misión de escolta normalmente era más dependiente del tiempo; si nadie la aceptaba, el cliente no podría continuar sus planes o sería obligado a arriesgarse sin el beneficio de un guardia, por lo cual habría vidas humanas en juego. Por lo tanto, era normal que la trabajadora estuviera feliz de encontrar un grupo interesado en la misión.

Aun así, Pacto Carmesí no había aceptado todavía. Escuchar la explicación preliminar, sin los detalles, sólo era suficiente para determinar si debían ignorar el trabajo por completo o no. Cabía la posibilidad de rechazar la misión tras escuchar el resto. Al menos, encontrar a alguien calificado, y enviarlos a hablar con el cliente, era ganancia para el gremio. Si los aplicantes decidían rechazar la misión tras escuchar los detalles, ese era problema del cliente. Ya sea que explicaran mal la situación, o que la misión en sí tuviera condiciones poco favorables… en ese punto, no era problema del gremio.

***

 

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Tras conversar con Pacto Carmesí, la trabajadora del gremio envió un mensajero y arregló una hora y lugar para la reunión. Pacto Carmesí se dirigió al sitio designado, donde fueron recibidas por un hombre de mediana edad de apariencia decente.

“Muchas gracias por venir. Soy Webdel de la Compañía Worrell, la persona que puso la solicitud. Gusto en conocerlas”.

“Somos Pacto Carmesí, de rango C. Vinimos a escuchar más sobre la misión”.

Mavis ofreció un saludo formal al hombre. En reuniones así, cuando enfatizar en la “sinceridad” del grupo era necesario, Mavis era la elección adecuada. Además, de hecho, ella se suponía que era la líder del grupo…

De acuerdo al comerciante, una reunión con la familia de otro comerciante se había decidido, para así profundizar la amistad entre ambas. Iba a tomar lugar a la orilla del río fuera de las puertas de la ciudad, sitio donde podrían jugar en el agua, tener un picnic, y en general, conocerse mejor.

Aparentemente, pensaban que comer fuera de los restaurantes de la ciudad, y formar parte de actividades familiares lejos de sus zonas comunes de residencia, ayudaría a reforzar sus relaciones mutuas, al igual que sería una buena experiencia para sus hijos. En términos japoneses modernos, sería equivalente a ir a acampar con la familia de un amigo. Estaba claro que a estos comerciantes no les faltaba dinero, así que no era una mala idea gastar unas monedas extra para profundizar relaciones y proveer crianza para sus hijos al mismo tiempo.

“Nuestras compañías trabajan con mercancía similar, así que podrían considerarnos rivales, pero nosotros creemos que el trabajo y la vida privada son cosas distintas. Sólo porque somos enemigos en el mundo comercial, eso no significa que tengamos que detestarnos como personas. Dejando de lado la competición profesional, somos personas con trabajos similares, con las mismas preocupaciones y problemas”.

Estos comerciantes parecían ser personas muy razonables.

Esta no era una situación que normalmente requiriera guardias. Sin embargo, sin importar qué tan cerca de la capital estuvieran, seguían fuera de las puertas, lo cual significaba que un cierto nivel de peligro existía. La otra familia también había contratado guardias, pero aparentemente habían solicitado que ambas familias sólo contrataran cazadoras, para no asustar a las chicas con hombres aterradores y de rostros arrugados. Sir Webdel había aceptado.

Tenía sentido. La mayoría de cazadores eran groseros, brutos, sucios, y olorosos; no eran el tipo de persona que querrías ver en una reunión así. También tenía sentido que cada familia contratara sus propios guardias. Considerando los costos y la desconfianza natural que podría existir por la naturaleza de sus negocios… sin importar cuán amigables pudieran ser fuera del trabajo, seguían siendo rivales. No pasaría nada si sólo los comerciantes estuvieran involucrados, pero si consideraban la seguridad de sus esposas e hijos, no podían arriesgarse.

“Nos parece bien. Una vez que nuestro deber esté completo,

¿podría permitirnos unirnos a la comida? Obviamente, no les pediremos que compartan—nosotras cocinaremos nuestra comida. También tenemos todos los utensilios e ingredientes necesarios. Asumo que no habrá razón para que sus guardias se queden todo el tiempo cerca con espadas y báculos listos, ¿verdad?”.

“Por supuesto. Siempre y cuando se encarguen de cualquier monstruo o maleante que pudiera aparecer, es suficiente. Aunque casi nunca ocurren ataques así…”.

Obviamente, no era como si no existiera posibilidad alguna de correr peligro en cuanto uno dejaba las paredes fortificadas de la capital, aún si el comerciante tenía razón con que era inusual que tales cosas pasaran justo fuera de las paredes. Además, si no tenían guardias, cabía la posibilidad de ser molestados por pequeños grupos de malhechores—aún si los bandidos reales elegían no acercarse. Tener al menos una contingencia de guardias era una forma de evitar que incluso esos malhechores causaran problemas. Pacto Carmesí sería básicamente un repelente de insectos.

Escuchando la respuesta del comerciante a la pregunta de Reina, las miembros de Pacto Carmesí sonrieron. Sin duda, iban a matar dos pájaros de un tiro—iban a trabajar y a divertirse.

“¡Aceptamos la solicitud!”, dijeron las cuatro al mismo tiempo.

No podían haber respondido de otra forma.

***

 

 

A la mañana siguiente, Pacto Carmesí se reunió con la familia Worrell frente a su tienda y los acompañaron hasta el sitio de reunión.

El grupo del comerciante consistía en Worrell y su esposa, junto con cinco hijos—dos niños y tres niñas—al igual que varios sirvientes. Como era obvio, aunque esta fuera una excursión de dos familias de comerciantes, habría más presentes que sólo las familias y escoltas. La familia del líder de una firma mercantil influyente no cargaría su propia comida o utensilios hasta el sitio, ni cocinaría una vez ahí. Por lo tanto, estaban acompañados por sirvientes y sirvientas, junto con el líder de los trabajadores a cargo de controlarlos. No podía haber errores frente a la familia de un compañero comerciante, y estaba claro que habían traído a los trabajadores más experimentados.

El grupo se metió en tres carruajes y partieron de la capital por las puertas traseras, finalmente llegando a la orilla del río a una corta distancia. La otra familia ya había llegado, también en tres carruajes, y estaban a mitad de descargar sus suministros.

“¡Mil disculpas por haberlos hecho esperar, Mr. Galadle!”. “Santo cielo, no, acabamos de llegar. ¡Ustedes siguen estando por delante de la hora acordada!”.

Sir Webdel desembarcó de su carreta y le habló al otro comerciante, Sir Galadle. El otro hombre estaba acompañado por su esposa e hijos, algunos cazadores como escolta, y una contingencia de sirvientes también.

Como se prometió, los otros cazadores también eran un grupo de sólo mujeres, cinco para ser exactos. Parecían mayores que Pacto Carmesí, todas a finales de sus veintes y principios de sus treinta, basándose en sus apariencias. Esto, por supuesto, era normal—la solicitud publicada había especificado un grupo de rango C o mayor, y era poco probable que hubiera grupos de rango C menores en edad que Pacto Carmesí.

Mientras ambas familias se saludaban, el otro grupo se acercó a Pacto Carmesí.

“Ustedes son las guardias del otro comerciante, ¿no? ¡Qué jóvenes! No las había visto antes por aquí. ¿Están en un viaje de entrenamiento? Esperamos con ansias pasar el día con ustedes. Según la misión, este no es un trabajo formal conjunto, ¡pero tratemos de llevarnos bien!”, dijo la mujer que parecía ser la líder del grupo.

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“¡P-Por supuesto! ¡Gusto en conocerlas!”, Mavis respondió de inmediato, mientras las otras tres miembros del grupo bajaban sus cabezas al unísono, demostrando respeto natural a sus superiores.

Con eso, la mujer se alejó, sin dar su propio nombre o siquiera el nombre de su grupo. Mavis no tuvo oportunidad de dar esta información tampoco. Quizás la mujer pensó que no había necesidad de dar tales detalles. Dada que esta no era una misión conjunta, era innecesario contarle a los demás sobre sus estilos de batalla o hablar sobre logística.

Mavis simplemente se hundió de hombros, decidiendo no corregir las suposiciones de la mujer sobre ellas.

Mientras tanto, los sirvientes de ambas familias habían comenzado a poner mesas y sillas, y a colocar los platillos que habían sido preparados en las mansiones. Aparentemente, el plan era comer primero y luego dejar que los niños jugaran mientras los adultos comían bocadillos, bebían y charlaban. Como era de esperarse, los niños debían quedarse a la vista de todos, y había sirvientes a cargo de cuidarlos.

En este punto, no había mucho que Pacto Carmesí pudiera hacer aparte de observar el paisaje circundante. Si empezara una batalla, este tipo de observación preliminar podría ser crucial.

Aún era temprano para comenzar a preparar la comida. Las preparaciones de Pacto Carmesí terminarían de inmediato, y se vería terrible que comenzaran a comer antes que sus empleadores…

***

 

 

“¿Eh…?”.

Todos en la orilla del río miraron con sorpresa las mesas, sillas, mesa de cocina, tres estufas, parrillas de hierro y teteras que salieron del “inventario” de Mile. A esto le siguieron carnes, vegetales, sazonadores, salsas, y un barril de agua.

Una a una, las estufas se encendieron en un parpadeo con la magia de Reina. Una tenía una tetera encima, llena hasta dos tercios con magia de agua. Luego, Reina creó una fireball y la sumergió en el agua para hervirla.

¡Shnk Shnk Shnk Shnk Shnk!

Al mismo tiempo, Mavis picó la carne con el cuchillo de cocina especial de Mile. Carne de orco, de venado, y demás restos. Los vegetales habían sido guardados en el inventario ya lavados y cortados. A su lado, había algunas salchichas que Mile había hecho, pepinillos, ensalada, y demás platillos.

“M-Magia de almacenamiento…”.

Obviamente, esto era lo primero que llamaría la atención de cualquier comerciante.

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“Y con una capacidad así de grande…”.

El barril por sí solo pesaría decenas de kilos. Además, estas chicas tenían más que sólo comida y sazonadores. Una vez tomabas en cuenta la mesa, las sillas, las tres estufas, la leña, y demás, el peso sería de al menos 100 kilogramos.

Los comerciantes, sus sirvientes, y las demás cazadoras quedaron en silencio, sorprendidas, su curiosidad obvia en sus caras. Sin embargo, sabían muy bien sobre los tabúes de los cazadores, así que guardaron silencio.

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Las miembros de Pacto Carmesí habían esperado que sus empleadores tomaran asiento antes de comenzar a preparar su propia comida. En poco tiempo, su comida estaba lista, y comenzaron a comer. No deseando ignorar la seguridad de sus clientes, Mile mantenía un ojo abierto para amenazas con su magia de vigilancia. Sin embargo, esto lo hacía en secreto, sin decirle a nadie de su grupo. No sería bueno que pensaran que siempre podían confiar en su conveniente magia…

“¡Oigan! ¿De dónde sacaron toda la comida?”. “Qué bien huele…”.

“¡Quiero comer eso!”.

Sin importar cuanta templanza tuvieran los adultos, no podía decirse lo mismo de los niños. Los hijos de ambas casas se levantaron de sus asientos, revoloteando alrededor de Pacto Carmesí.

Por un momento, los rostros de los padres se congelaron con consternación por su incapacidad de evitar que los niños bombardearan a Pacto Carmesí con preguntas. Sin embargo, eran niños, y las cazadoras eran un grupo de jovencitas, quienes parecían ser menores de edad. Era poco probable, pensaron los padres para tratar de tranquilizarse, que las cazadoras se ofendieran por la natural curiosidad de sus hijos. Por supuesto, tuvieron razón.

“Bueno, se llama ‘magia de almacenamiento’. Es un tipo de magia que te deja cargar muchas cosas. ¡Miren!”. Mile sacó una muñeca de su almacenamiento y se la entregó a una de las niñas.

“¿Y por qué andas cargando eso a todos lados?”, preguntó

Reina, mirando enojada a Mile.

“¿Eh? ¿No es una forma de caballerosidad llevar cecina y muñecas a toda hora en caso de toparse con un gato o una niña pequeña?”.

“¡Eso es horrendo! ¡¿Cómo que ‘caballerosidad’?!”.

Mavis y Pauline no podían hacer más que mirar esta conversación, resignadas.

“¡Whoa! Oiga, señorita, ¿Cuántas cosas puede meter ahí?”, preguntó una de las niñas.

Mile, dejándose llevar, respondió: “Hm, ¿bueno? Creo que podría meter al menos cien de sus casas aquí…”.

Debido a esa exageración, los comerciantes perdieron todo nerviosismo y comenzaron a sonreír.

“¡Asombroso! ¿Qué más tiene ahí? ¡Quiero ver! ¡Muéstrenos por favor!”.

“¿Hm? ¿En serio? ¿Les parece tan asombroso? ¿Quieren ver?”.


“¡¡¡Sí!!!”.

“Bueno, ¡no me queda de otra! He he he he…”.

Mile no podía controlarse frente a la admiración de una niña. No había tiempo para que Reina o Pauline la detuvieran—

“Bueno, aquí vamos… ¡Hup!”.

¡¡¡Boom, bam, kabooon!!!

Una enorme tienda, un lavabo, y un baño de piedra aparecieron de la nada.

“¡Waaah! ¡¡¡Qué geniaaaaal!!!”. Los niños gritaron con emoción.

“¡¿¡¿¡¿Qué demoniooooos?!?!?!”. Los adultos no pudieron contener su incredulidad.

Los niños de inmediato comenzaron a entretenerse con las estructuras que habían aparecido, mientras que los hombros de las demás miembros de Pacto Carmesí se hundieron, debido a ser incapaces de prevenir este resultado.

“Oigan, quiero probar eso”, dijo una niña, apuntando a la carne y vegetales y salchichas asándose sobre una parrilla.

“¡En un segundo!”, exclamó Mile, con todo el gusto de un mesero en un izakaya, y llenó un plato con carne asada, vegetales, y salsa. Claramente, era imposible para ella rehusarse a la petición de una niña.

“¡Sabe bien! ¡¡¡Sabe muuuy bien!!!”.

Viendo esto, los demás niños se amontonaron alrededor de Mile.

“¡Yo también!”, dijo un niño. “¡Igual yo!”, dijo una niña.

“¡Y yo también!”, se unió otro niño. Mile no podía estar más feliz.

“¿Podemos probar esto también?”, preguntó la primera niña, apuntando no a la barbacoa, sino a la comida sobre la mesa. La mesa estaba llena con otros platillos y postres que Mile había preparado de antemano.

“¡Dulces, dulces, tengan más dulces!”, dijo Mile, con una frase que cualquiera pensaría haber escuchado en otro sitio. Las niñas comían un platillo tras otro.

Mientras tanto, la madre de la primera niña veía, asombrada, cómo su hija devoraba las creaciones de Mile. “Chelnet es muy quisquillosa con su comida y no come nada de vegetales, pero ahora está comiéndose todo…”, murmuró la madre.

Por otro lado, el otro grupo de cazadoras parecía petrificado. No habían pensado comer ya que la misión terminaría en un par de horas, y pelear con el estómago lleno era peligroso, ya que ralentizaría sus movimientos y podría exacerbar los efectos de una herida en el estómago. Por ello, pensando que sería inteligente, no habían comido antes de esta misión. Ahora, estaban desconcertadas por el maravilloso olor y apariencia de la comida de Pacto Carmesí—y más importante, por la absurda cantidad de espacio que Mile parecía tener en su almacenamiento. Obviamente, los comerciantes pensaban igual.

Esta magia de almacenamiento estaba fuera del reino de la imaginación común.

Los hijos de los comerciantes, a quienes ya se les había dado muchas cosas maravillosas para comer, estaban ignorando por completo los platillos hechos por sus propios chefs, comiendo en su lugar la comida preparada por estas jóvenes cazadoras.

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Los padres habían detenido su conversación por completo, y se encontraban sentados en silencio, pero sus hijos seguían emocionados, olvidando sus modales y charlando sobre la comida con sus mejillas llenas.

A este paso, sería imposible saber si esta excursión había sido un éxito o un fracaso…

(Crisparse).

Aunque estaba rodeada por niños empalagosos y parlanchines, y parecía estar teniendo la mayor diversión de su vida, la expresión de Mile se agudizo de repente.

Seguía sonriendo, pero sus ojos eran otra historia. En un instante guardó la comida, las sillas, la mesa, la tienda, y todo lo demás, y les dijo a los sorprendidos niños: “Regresen con sus padres un rato, ¿bien?”.

Los niños eran todavía muy jóvenes, pero no eran tontos. Habían crecido viendo a sus normalmente amables padres volviéndose severos cuando se trataba de negocios y viendo cómo sus expresiones se endurecían cuando se rehusaban a retroceder durante un trato. Por lo tanto, el grupo de inmediato entendió el repentino cambio de actitud de Mile, y su seria expresión en sus ojos.

¡Ah! Algo está pasando…

Sin duda, el comportamiento de Mile se parecía mucho al de sus padres cuando noticias urgentes llegaban en momentos de tranquilidad. Con la experiencia de estas cosas, los niños asintieron, comprensivos, los mayores tomando a los pequeños por la mano y regresando con sus padres.

“¡Por favor, prepárense para la batalla!”, gritó Mile al otro grupo.

Pacto Carmesí todavía no sabía los nombres de las otras mujeres, o siquiera el nombre de su grupo. Si hubieran aceptado esta misión como una misión conjunta, se habrían presentado, o dicho las unas a las otras sobre sus especialidades, o habrían pensado en el procedimiento a seguir durante las batallas, pero en este caso no habían hecho nada de eso. Simplemente eran dos grupos contratados por clientes separados que se encontraban en el mismo lugar al mismo tiempo por casualidad. De haber preguntado Pacto Carmesí, tal conversación podría no haber estado fuera de discusión, pero el otro grupo no parecía interesado en una colaboración, así que no habían querido entrometerse.

Quizás las otras simplemente sintieron que no tenía caso hacer acuerdos con unas novatas, o asumieron que no habría amenazas reales justo fuera de la capital. Podrían encontrarse algunos lebrílopes o rufianes locales como máximo—pero en esta misión, no esperaban más que eso.

A juzgar por el hecho de que Pacto Carmesí había ascendido a rango C a temprana edad, y habiendo visto la absurda magia de almacenamiento de Mile, probablemente asumieron que habían logrado su rango debido a esa magia—lo cual las hacía un grupo mejor valorado por su utilidad que por su poderío en combate.

Sin duda, el valor de una chica capaz de cargar lo mismo que varias carretas sería incalculable para cualquier comerciante, grupo de alto rango, o incluso para un pelotón del ejército. Imaginen cuántas personas se acercarían a ella, deseando contratarla y prometiéndole protegerla…

Con eso en mente, el otro grupo asumió que no importaba cuán habilidosa fuera en combate. No sería sorprendente verla en un grupo de rango B, o incluso de rango A. Ella era una chica con mucho valor, tanto en términos de rareza como en utilidad.

Tan seguras de esto estaban en el otro grupo que habían juzgado que la fuerza de Pacto Carmesí no sería nada sorprendente. Sin embargo, viendo la confianza en la advertencia de Mile, y pensando que sería mejor obedecer las órdenes de una chica que podía usar magia de almacenamiento sin tanto problema, no hicieron objeciones, y tomaron sus posiciones en un instante, con armas listas.

Sin duda, cualquier cazador que no pudiera inferir lo que ocurría en momentos así, no viviría mucho.

“Todos júntense y mantengan sus espaldas hacia el río!”, le dijo Mile a los comerciantes y compañía mientras tomaba una posición de combate.

Tras una corta pausa, un grupo de alrededor de veinte hombres aparecieron. Tenían una apariencia sucia y no vestían nada que cualquiera esperaría ver en alguien caminando por la capital. Sus expresiones eran toscas, y llevaban espadas, lanzas, y arcos baratos.

Sin duda, no podían ser un grupo más estereotipado—eran Bandidos, con B mayúscula.

Dicho eso, era muy raro ser atacado tan cerca de la capital, en especial porque aquí nadie era parte de una caravana de suministros. La única cosa que estos hombres podrían tener como objetivo eran secuestros.

Sin embargo, a Pacto Carmesí poco le importaban los motivos de un bandido. Todo lo que tenían que hacer era completar su misión. Y por eso…

“¡Retrocedan! ¡Regresen, y protéjannos!”. “¿Eh…?”.

El otro grupo quedó sorprendido al escuchar las órdenes de sus empleadores. Expresiones igual de confundidas aparecieron en los rostros de la familia Webdel, quienes habían contratado a Pacto Carmesí. Y mientras las miembros de Pacto Carmesí aguantaron sus gritos de sorpresa, la emoción estaba clara en sus rostros.

“¿Q-Qué…?”, tartamudeó Sir Webdel de la Compañía Worrell. Vio confundido, mientras los miembros de la Compañía Dilabolt se amontonaban según órdenes del patriarca Sir Galadle.

“Las contraté para protegernos a nosotros. Esa era la descripción de la misión. No permitiré que nos ignoren y defiendan a un grupo no relacionado. ¡Si dejan nuestro lado y tratan de proteger a alguien más, enviaremos una demanda al gremio por su indignante incumplimiento del contrato frente a un enemigo!”.

“¿Qué…?”.

Esto era impensable.

La compañía de cazadoras contratadas por la Compañía Dilabolt se veía perturbada.

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En momentos así, era normal combinar sus fuerzas y trabajar juntos para vencer al enemigo. ¿Cuál sería el punto de dividir sus fuerzas a propósito? Por cómo se veía, estos bandidos podían ser derrotados con un poco de esfuerzo conjunto.

El problema era que lo dicho por Sir Galadle no eran necesariamente sinsentidos.

De haber sido una misión conjunta, las órdenes del líder designado tomarían precedencia sobre cualquier otra orden. Además, en batalla, las órdenes hechas por las cazadoras, y no por el cliente, tomarían completa precedencia, siempre y cuando todas las acciones fueran tomadas por el bien de defender a los clientes.

Sin embargo, la afirmación de Sir Galadle sobre que las cazadoras estarían incumpliendo el contrato si no priorizaban la protección de su compañía no era totalmente errónea.

Si esta fuera una misión conjunta, y todos aquellos a quienes debían proteger estaban presentes, podrían haber ignorado con facilidad tal ridícula orden. Sin embargo, esta no era una misión conjunta. Al fin y al cabo, su empleador era Sir Galadle, líder de la Compañía Dilabolt, y su misión era defender a los miembros de la Compañía Dilabolt—nada más, nada menos.

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