86 [Eighty Six]

Volumen 9: Las Valquirias Han Arribado

Interludio 2: ¿Durante Todo Este Tiempo Donde Estuvo El Pájaro Azul?

 

 

“Así que mañana volverás a la Federación, ¿eh, chico?”

Los heridos graves que habían permanecido hospitalizados en los Países de la Flota estaban siendo trasladados gradualmente a hospitales de la Federación. Theo iba a ser el último en ser trasladado. Este estaba previsto para el día siguiente. Su estancia en esta ciudad costera del norte le pareció muy larga y, al mismo tiempo, como si hubiera pasado en un abrir y cerrar de ojos.

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“Sí… Hmm. Gracias por cuidar de mí durante tanto tiempo…” Dijo Theo con una ligera reverencia.

Ishmael frunció el ceño y agitó la mano con desprecio.

“Deja eso. Nosotros somos los que deberíamos agradecerte.” “Pero, Capitán…”

“Ya no tengo un barco que capitanear, chico.”

“… Pero eres un capitán de la marina. Sé que estás ocupado, pero siempre me visitas.”

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Ismael venía cargado de rosas, rojas hasta un punto casi exagerado, y aprovechaba que los hospitalizados no tenían a dónde ir para traer manjares locales con los que los habitantes de los Países de la Flota se burlaban de los turistas.

La primera vez, llegó con una gran sábana, fingiendo ser un fantasma. Era una broma lo suficientemente manida como para que Theo le gritara y le lanzara cosas. Era molesto y ruidoso… Y Theo lo agradecía sinceramente.


Habría estado mucho más deprimido si lo hubieran dejado solo. Les daría tiempo a pensamientos no deseados para correr por su mente.

Tal vez habría sido mejor si hubiera escuchado a Ismael y reflexionado sobre sus palabras desde el principio. Sobre la idea de permanecer en este mundo, incluso después de perder el orgullo al que se aferraba con tanta fuerza.

Incapaz de encontrar las palabras adecuadas, Theo murmuró en voz baja. “… ¿Puedo ser honesto?”

Esta era una confesión que no podía hacer a ninguno de sus amigos, ni siquiera a Shin. Sabía que lo convertiría en una carga, y no quería eso. Decir las palabras sería poco más que quejarse en este punto. Sería quejarse, y no quería que sus amigos tuvieran que lidiar con eso. Pero este hombre… podría escucharlo.

“Yo no… quiero dejar de ser un Procesador.”

Mientras Theo hablaba, algo húmedo recorrió sus mejillas y goteó en el suelo.

“Nunca quise la guerra, pero sí quiero luchar junto a ellos hasta que no me quede nada. Quería ir con ellos a la siguiente operación… Odio esto. Odio que tenga que terminar así, con todo en el aire.”

“… Sí.” Ishmael asintió profundamente.

Sus ojos esmeralda eran tan profundos e insondables como los mares del sur. Theo no podía recordar a su padre, pero sus ojos eran probablemente del mismo color.

“Eso debe ser lo que se siente. No voy a decir que entiendo cómo te sientes, por supuesto. No es tan sencillo.”

“Lo entiendes. Quiero decir, el Stella Maris…” “Sí. Ese fue su último viaje.”

Los daños que le infligió la Noctiluca no incapacitaron por completo a aquella enorme nave para la autopropulsión, pero los Países de la Flota carecían de fuerzas para repararla. Tal y como se le había dicho al Grupo de Ataque durante la operación, ya no podían reconstruir la Flota Huérfana. Estaban guardando los materiales que tenían para poder reconstruir la flota después de la guerra. ¿Pero cuánto tiempo podían seguir diciendo eso? Aunque la guerra terminara, podrían tardar siglos en devolver a la flota su antigua gloria.

El súper portaviones, las naves anti-leviatán, los cruceros de larga distancia… Su construcción no se hizo por iniciativa de los Países de la Flota. Fue gracias a la ayuda del Imperio Giadiano.


Y las técnicas de construcción de barcos no sirvieron de nada en la Guerra de la Legión. Ni Theo ni Ishmael podían saber cuánto de ese conocimiento se transmitiría a las generaciones futuras. Podría quedar sin heredar, o tal vez, la Federación no estaría dispuesta a ayudar en los esfuerzos de reconstrucción. La flota podría no ser reconstruida nunca.

“Dejé de formar parte de los clanes de Mar Abierto. Así han sido las cosas durante todos estos años que hemos estado cazando esos pedazos de chatarra.”

Pero todavía tenía que seguir viviendo. Aferrarse a la vida, para no avergonzar a los que habían muerto.

Ishmael lo hizo. Y también lo haría Theo. Y para ello…

“Yo también espero encontrar algo.” Dijo Theo. “Algo nuevo a lo que aferrarme.”

“Lo harás. Y no necesitas apresurarte. A mí me costó años de búsqueda y vagabundeo. Por eso… cuando estés perdido, cuando no tengas ni idea de a dónde ir, yo estaré ahí para escucharte, chico. Somos parientes, después de todo. Aunque esa conexión tenga mil años de antigüedad.”

Le había dicho a Theo más o menos lo mismo antes de la operación en la Torre Espejismo. Pero esta vez, Theo sonrió sarcásticamente. Ya no sentía la ciega y temeraria sensación de rechazo y negación que le había invadido en aquel momento.

Frederica dijo una vez que las personas estaban hechas de la sangre que corría por sus venas, de las tierras que llamaban hogar y de los vínculos que forjaban. Esas palabras tenían algo de verdad, pero al mismo tiempo, también estaban equivocadas. La gente, y de hecho los Ochenta y Seis, no podían aferrarse a sus identidades solos. Necesitaban un lugar al que volver. Gente junto a la que vivir. Todo el mundo lo hacía.

86 Volumen 9 Interludio 2 Novela Ligera

 

Pero entonces, e incluso ahora, no estaban solos. Tenían compañeros. Theo tenía a Shin, Raiden, Anju y Kurena. Esos camaradas eran su lugar al que volver, los “lazos” que le daban forma. Se definían unos a otros, se apoyaban entre sí.

E incluso ahora, cuando ya no podía luchar, seguía queriendo creer que podía volver a ellos si lo deseaba. Y por eso superaba cada día sin perder la noción de quién era.

Porque sus camaradas le permitieron confiar en ellos.

Y fue en ese momento cuando se dio cuenta de que Grethe y Ernst también los habían buscado.

Lazos de sangre. Lazos de la tierra. Las cosas que habían perdido.

Podrían ser reclamados.

No eran cosas que tenía desde su nacimiento, como su familia o su patria. Eran cosas que había ganado al final de su camino. Incluso si las perdiera, podría encontrar nuevas cosas a las que aferrarse y nuevos lugares donde estar. Podría encontrar a alguien en quien apoyarse en los momentos más difíciles. Como su pariente milenario.


“… Gracias, Tío.” Dijo Theo.

Ismael arrugó la frente con desagrado.

“Al menos llámame hermano mayor. Vamos, intenta decirlo.”

Theo sonrió. Como un sobrino podría sonreír a un tío lejano que era sólo un poco mayor que él.

“Nah.”

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