Jimi na Kensei (NL)

Volumen 6

Capítulo 1: El Viaje De Una Familia

Parte 3: Ruptura

“Suiboku, algún día… algún día, te detendré…” “¡Incluso si debo caer a tu nivel, nunca te perdonaré!”

“¡Te alcanzaré y haré que te arrepientas de tus acciones!”

“¡Pagarás por tus pecados! ¡Tú barbarie! ¡Tus crímenes contra las Artes Inmortales! “

“¡A partir de hoy, solo vivo para destruirte!” “Maestro Suiboku”.

Mirando al hombre que Saiga llamó Suiboku, Fukei y los Tesoros Sagrados, además de Eckesachs, no pudo ocultar su confusión. El estereotipado Inmortal que estaba allí no mostraba signos de la agresión que lo había caracterizado en el pasado, y comparado con Fukei, casi parecía invisible. Su presencia estaba tan en sintonía con la naturaleza que, sin un cierto conocimiento de su existencia, muy bien podrían haberlo mirado directamente y no haberse dado cuenta.

“Lo siento mucho”.

Suiboku hizo que los tres a su lado, junto con Eckesachs, levitaran. “Manipulación Mundial, Lanzamiento de Montañas”.

Sansui podía hacer flotar todo lo que tocaba, pero necesitaba permanecer en contacto con el objeto para mantenerlo en alto. Suiboku pudo levitar objetos tocándolos una sola vez. Fue una levitación suave, a diferencia del método de fuerza bruta provocado por la magia del viento, y los cuatro flotaron lentamente hacia arriba como globos.

“¡Suiboku!”

Intentando y sin poder resistir la levitación, Eckesachs extendió su mano hacia Suiboku. Mientras lo hacía, miró lo que Suiboku llevaba en la cadera. En el lugar donde había estado una vez había una espada de madera muy parecida a la que llevaba su aprendiz, Sansui.

“Suiboku…”

Suiboku y Eckesachs ya se habían separado, luego arreglaron su relación. Eckesachs sabía que ella nunca volvería a luchar a su lado.

Eckesachs y los tres se sentaron suavemente sobre la cubierta de Noah. Aquellos que los habían visto pelear desde la barandilla del barco se apresuraron a ir a ver cómo estaban.

“¿Estás bien?”

Paulette, una curandera de formación, los revisó en busca de lesiones, comenzando por Tahlan. A diferencia de Ran y Saiga, que tenían el poder de regenerarse, incluso la herida más pequeña podría terminar impidiendo a Tahlan en el futuro.

“…Estoy bien.”

A pesar de estar aturdido, Tahlan aún conservaba su dignidad. Se había hundido en una posición sentada en cubierta, pero su expresión seguía siendo de pesar.

“… Lo siento, todos. Me dejo dejar de pensar en medio de la batalla”.

Incluso si el oponente hubiera sido invencible, todavía había algo más que podría haber hecho. Todavía había una forma de superar esa situación. Sin embargo, a pesar de eso, casi había perdido la vida debido a su propio error. A pesar de haber sobrevivido milagrosamente, se arrepintió de sus propios errores.

“Considerarme nuestro representante y cometer tal error… solo siento vergüenza por mi falta de entrenamiento”.

Las lágrimas brotaron de sus ojos ante su sensación de vergüenza. Pero en cuanto a los que lo miraban, los miembros del grupo que Tahlan había declarado que había representado en la pelea, todos se estremecieron mientras luchaban por contener sus emociones.

Todos habían tomado a Sansui como su maestro y lo respetaban como a un padre. Al mismo tiempo, también habían asumido simplemente que Tahlan era el primero entre ellos. El príncipe de una tierra extranjera, portador del raro arte de la invocación de sombras, el apuesto hombre que le había prometido su futuro a Douve. Sabían lo diferente que era del resto de ellos, pero aún lo consideraban el epítome de lo que se esforzaban por ser. Que él compartiera esa creencia, que se considerara a sí mismo como uno de ellos, significaba más para ellos de lo que jamás hubieran imaginado.

“… Yo también estoy avergonzado”.

Saiga, que ya no sostenía la espada legendaria, presionó sus manos contra sus mejillas.

“Tenía la espada legendaria, soy el heredero de la Casa Batterabbe, y era el más fuerte de los tres. Sin embargo, aun así, ni siquiera intenté proteger a Tahlan. Si el Maestro Suiboku no hubiera llegado, Tahlan habría sido… Aunque yo podría, debería haber sido capaz de hacer algo…”

Estaba avergonzado de que a pesar de todos sus talentos, a pesar de su privilegio, no pudiera producir resultados dignos de esas cosas.

“Y… sentí alivio cuando vi al Maestro Suiboku. Alivio de no tener que luchar más”.

Ran también se había hundido sin decir palabra en la cubierta. Si bien su cabello aún era plateado, la pelea había sido minada por ella. Había sido tan agresiva, tan ansiosa por luchar cuando tenían la ventaja, pero cuando llegó la ayuda después de que las tornas habían cambiado, había perdido todo el espíritu que había mostrado antes.

Era una cantidad vergonzosa de inmadurez que bordeaba la debilidad mental. Eran la imagen misma de un trío de perros apaleados.

“Dije que pelearía como heredero de la Casa Batterabbe, pero… al final, lo dejé todo en manos del Maestro Suiboku…”

Afortunadamente, parecía que ninguno de ellos tenía heridas dignas de mención. Sus heridas eran todas emocionales y mentales. Simplemente se vieron mermados de su voluntad de luchar.

Todos los Arcanianos sintieron simpatía por los tres, al verlos en su estado golpeado, los tres orgullosos habían sido abatidos por heridas emocionales.

“Oye, Happine, Douve. Apoya a Saiga y Tahlan, ¿quieres?”

Quien los sacó de su depresión fue Ukyo, el líder de la República de Domino. A pesar de que había perdido su Lanza Divina y se había reducido a un mero espectador, todavía trató de alentar al grupo desmoralizado ante él.

“Por lo menos, deberíamos dar testimonio. No importa lo que pase.”

Dos hermanos Inmortales que se habían reunido por primera vez en un lapso de tiempo inimaginable … Como aquellos que estaban en el lugar y la hora de su reunión, tenían la responsabilidad de ver lo que estaban a punto de hacer.

“Quiero decir, eso es lo único que podemos hacer ahora”.

Lo único que podían hacer era mirar. Aun así, Ukyo instó a los guerreros derrotados a ponerse de pie. Eso era lo único que Ukyo podía hacer, pero también era algo que solo sucedió debido a la presencia de Ukyo.

En respuesta a las palabras de Ukyo, Happine ayudó a Saiga a levantarse, mientras que Douve hizo lo mismo con Tahlan. Con un poco de esfuerzo, las jóvenes consiguieron que los hombres que amaban se pusieran de pie.

“¿Puedes ponerte de pie?” “…Si.”

Sunae había hecho lo mismo con Ran, ofreciéndole una mano. Normalmente, en su estado de excitación, Ran habría estallado de rabia ante tal gesto. Sin embargo, incluso la sensible Ran estaba tan agotada emocionalmente que necesitaba ayuda para pararse.

“¿Todos levantados? Bien entonces…” Ukyo luego miró hacia el campo de batalla.

Allí vio a un Fukei confundido y a un Suiboku tranquilo, desprovisto de agresión. Según su apariencia, ciertamente no parecía que fueran a empezar a pelear.

“Hehehe… ¡Entonces, realmente se ha convertido en un Inmortal apropiado!”

Elixir parecía bastante complacido, pero los demás no compartían su estado de ánimo.

“¿E-Es realmente Suiboku…? Parece una persona completamente diferente…”

Noah tembló ante la total falta de agresión en Suiboku. Claro, esperaba que Suiboku hubiera madurado un poco, dado que había criado a un aprendiz como Sansui, pero incluso entonces, había límites. Suiboku simplemente había cambiado demasiado del hombre que había visto en el pasado.

Pero si los Tesoros Sagrados estaban confundidos, Fukei estaba absolutamente estupefacto.

“Suiboku… ¿eres tú?” Fukei finalmente pronunció su nombre.

“Primera vez en tres mil años, hermano,” contestó tristemente Suiboku. “Sé lo que has venido a hacer”.

Suiboku sacó la espada de madera de su faja, pero no se había puesto en posición. Se sentó en el suelo con las piernas dobladas debajo de él. Suiboku colocó la espada de madera frente a sus rodillas, con el borde frontal hacia él, luego bajó la cabeza hacia Fukei.

“Felizmente te daré mi vida, hermano”.

Fue una señal de rendición, una muestra de no resistencia. El pecador que esperaba el juicio, impulsado por su conciencia, se ofreció a sí mismo para recibir el castigo.

“Ven, toma mi cabeza.”

No había necesidad de ningún Arte Inmortal o habilidad con la espada. Suiboku había puesto su vida en manos de Fukei.

“…”

La mente de Fukei se quedó completamente en blanco ante la increíble vista que se desarrollaba ante él. Mientras sus pensamientos se habían detenido, un torrente de emoción brotó de su corazón. Un torrente de rabia pura y sin adulterar.

“Cómo te atreves.”

En el momento en que Fukei expresó sus emociones con palabras, comprendió la raíz de su ira.

“¡Cómo te atreves!”

Dirigió toda su furia hacia el hombre postrado ante él. “¡Cómo te atreves!”

Los cielos retumbaron. Un relámpago brilló y un trueno estalló detrás de él. El viento, las nubes, los relámpagos, todo se convirtió en un frenesí.

“¡Cómo te atreves!”

Todo a su alrededor expresaba la pura furia que se agitaba en su corazón.

“¡Cómo te atreves!” Fukei gritó desesperado. Su voz se quebró como si fuera a estallar en lágrimas en cualquier momento.

“…Que cruel.”

Dáinsleif se compadeció de Fukei y no fue la única. Los demás miraron a Fukei con la misma lástima. Fukei debe haber gastado una enorme cantidad de esfuerzo para ser lo suficientemente fuerte como para matar a Suiboku. Pero al final, resultó que no había necesidad de fuerza, no había necesidad de poder, para realizar esa tarea.

Si la motivación de Fukei para matar a Suiboku hubiera sido mera justicia, un asesinato que surgió por necesidad más que por malicia humana, tal vez no hubiera sido un problema. Pero había demasiado de humano mortal y frágil en Fukei mientras continuaba gritando “¡cómo te atreves!”

Fukei necesitaba que Suiboku fuera malvado. No solo el mal, sino un gran mal imperdonable. Suiboku necesitaba ser un obstáculo tan grande que Fukei solo podía vencerlo lanzando todo lo que había adquirido en su casi eterna vida. Sí, Fukei quería venganza. Debido a que era la venganza lo que lo impulsaba, necesitaba la victoria. Simplemente tomar la cabeza ofrecida por Suiboku era inaceptable. Eso no era lo que Fukei había estado buscando durante tanto tiempo.

“¡Lucha conmigo!” Fukei gritó con la desesperada esperanza de que sus días no hubieran sido en vano.

“¡Lucha conmigo!”

Sus palabras rugieron ante una contradicción esencial. Si la única razón por la que había buscado el poder era ganar, entonces no había necesidad de desesperarse ante una situación en la que no había necesidad de fuerza para obtener la victoria. La fuerza era un medio, no un fin, después de todo. Lo importante fue lograr el objetivo. Incluso si los preparativos se habían desperdiciado, ese no era un tema tan importante como lograr el final. Pero Fukei era demasiado humano para poder simplemente considerar la situación con ese tipo de lógica fría.

“… Mi amigo, mi hermano”.

Suiboku se negó a pelear, incluso cuando entendió lo que provocó el grito de Fukei.

“¿No se puede evitar?” “¡No se puede! ¡Nunca!”

En el silencio que siguió, todos esperaron la respuesta de Suiboku. Los segundos se sintieron como horas mientras Suiboku luchaba con sus emociones. Pero al final, solo había una respuesta posible.

“Ya veo.”

Suiboku levantó la cabeza. Cerró los ojos y pensó en sus crímenes. Él se afligió. Había madurado y crecido desde aquellos días. Sin embargo, todavía tenía que hacer lo mismo que había hecho entonces. Mientras se afligía, tomó su espada de madera y se puso de pie.

“Artes Medicinales — ¡Bálsamo de Oro…!”

El cuerpo de Suiboku comenzó a agrandarse notablemente. Pasó de tener la forma de un niño a la de un joven adulto. Creció como si fuera de una plántula a un árbol, rehaciendo su cuerpo en uno adecuado para la lucha.

Al ver eso, Fukei sintió un revoltijo de emociones. Tranquilidad. Alegría. Odio. Sintió el placer de poder finalmente desatar la fuerza que había adquirido durante una eternidad y el odio hacia el enemigo que había despreciado durante tanto tiempo.

“¡Artes Inmortales Estilo Fukei! Ki Collection: ¡Técnica Definitiva! ¡Mother of the Great Chariot! ¡Dragon Reincarnation!”

Fukei agarró a Vajra con tanta fuerza que el mango de la lanza chilló en protesta, incluso cuando su portador se colocó en una postura y se ancló firmemente en el suelo.

El aire a su alrededor se arremolinó, gimió y estalló. El estado mental de Fukei se manifestó en el mundo que lo rodeaba. Aquellos a bordo de Noah ahora se dieron cuenta de que Fukei no había estado ni cerca de ser serio hasta ese momento, que Fukei solo ahora estaba mostrando su verdadero poder.

“… Es lo mismo”, murmuró Noah mientras cargaba a los mortales sobre ella.

Fukei era casi idéntico al Suiboku que había sido conocido como el Dios Berserker. La posibilidad debería haber sido obvia, dado que se habían formado en la misma escuela, pero aun así era increíble. Que habría alguien tan poderoso como Suiboku era algo que nadie podría haber imaginado. Nadie podría haber creído que habría un segundo dios de la destrucción, un dios de la violencia que podría pisotear por completo toda la creación.

“Tu vida, tu entrenamiento, tu técnica definitiva… responderé a eso con mi propia técnica definitiva”.

Al ver su propio pasado aparecer en la forma de su hermano, Suiboku se armó de valor. El poder supremo que obtuvo durante los largos cuatro mil años de su vida… Sintió el tirón del destino ante el hecho de que su hermano, su compañero aprendiz, sería contra quien lo emplearía por primera vez.

“Artes inmortales estilo Suiboku. Arte de Guerra Técnica Definitiva. Ten Bulls of Enlightenment. Décima Etapa de Iluminación. Primera Verdad Sobre la Salvación Personal de la Espada Inmortal”.

Suiboku se preparó para luchar con todo lo que sabía. “Estado de Ninguna Duda”.