Honzuki no Gekokujō (NL)

Volumen 16: La Autoproclamada Bibliotecaria de la Academia Real IV

Capítulo 5: Tinta Mágica

 

 

Como habíamos decidido que íbamos a hacer tinta, Ferdinand comenzó su conferencia sobre la elaboración del brebaje.

“Los ingredientes que se pueden obtener de las criaturas feys, como las plantas y las bestias feys, tienen propiedades elementales. El verde es el color del agua, y los otros elementos también coinciden con los colores divinos de los dioses. Me imagino que ya sabes todo esto.”

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“Sí, me lo enseñaron durante mis clases de escritura de primer año”, respondí.

Como había dicho Ferdinand, el verde era el color del Agua. También estaba el azul para el fuego, el amarillo para el viento, el rojo para la tierra, el blanco para la vida, el negro para la oscuridad y el dorado para la luz. Los alumnos de primer año aprendían todo esto junto con los nombres de los dioses, pero yo ya lo sabía desde antes gracias a haber leído la Biblia. Imaginaba que la mayoría de la gente lo sabía cómo algo natural, teniendo en cuenta su relación con las estaciones del año.

“Correcto”, dijo Ferdinand una vez que hube dado mi explicación completa. “Posteriormente, las bondades de los ingredientes también conectan con los dioses.”

“Esto es material de segundo año, ¿verdad?” pregunté. “Lo aprendí todo mientras hacía los libros de texto.”

En cuanto a los elementos, el Agua podía proporcionar curación, limpieza y cambio; el Fuego podía proporcionar fuerza, amplificación y crecimiento; el Viento podía proporcionar defensa, velocidad y conocimiento; y la Tierra podía proporcionar fortaleza, resistencia y difusión. Las bendiciones estaban relacionadas con las especialidades de sus respectivos dioses.


En los libros de texto estaba escrito que la Tierra podía mezclarse con cualquier otro elemento, por lo que se utilizaba para mezclar elementos que, de otro modo, no se fusionarían bien por sí solos. Por el contrario, la Vida solía ser contraproducente cuando se mezclaba con cualquier otro elemento, por lo que era difícil utilizarla en combinación.

Como curiosidad adicional, del mismo modo que una persona puede contener varios elementos en su interior, algunos ingredientes tenían múltiples elementos. Era más fácil combinar elementos que generalmente no eran compatibles si uno sólo usaba ingredientes que contenían ambos elementos para empezar.

“Los diferentes ingredientes tienen diferentes capacidades de maná, lo que afecta a la cantidad de maná que se puede utilizar mientras se elabora la mezcla con ellos. Si deseas adquirir ingredientes de alta calidad con muchos elementos y una alta capacidad de maná, debes recolectarlos de criaturas feys ricas en maná, como sabes.”

Asentí con la cabeza, recordando las poderosas bestias feys con las que habíamos luchado al fabricar el jureve. Sabía que la calidad de la piedra fey difería mucho según la fuerza de la criatura derrotada.

“La tinta que vamos a fabricar requerirá ingredientes con los elementos y las capacidades necesarias para absorber completamente su maná. En consecuencia, como toda tinta mágica está subordinada a la Diosa de la Sabiduría, deberá contener principalmente Viento”, dijo Ferdinand mientras hurgaba en una caja en busca de algo. Al parecer, la elaboración del brebaje iba a ser diferente de lo que se había planeado para el hilo.

“Añadiremos un ingrediente azul amplificador de efectos a un ingrediente amarillo tan rico en maná como sea posible; luego, añadiremos un ingrediente rojo para aumentar su resistencia…” Ferdinand continuó en un murmullo mientras alineaba raíces secas, polvos y líquidos, ninguno de los cuales reconocía. No tenía ni idea de qué elementos eran cada uno, ni qué funciones cumplían.

“Ferdinand, ¿cómo puedes saber qué ingrediente es cada elemento?”

“Con esta herramienta mágica”, respondió Ferdinand. Trajo un disco dividido radialmente en los colores de los elementos, en cuyo centro había una misteriosa placa metálica de unos cinco centímetros de diámetro que brillaba con los siete colores. También tenía círculos concéntricos dibujados a intervalos de tres centímetros desde el centro, lo que le daba un aspecto bastante similar al de un tablero de dardos. “Sólo tienes que apoyar los ingredientes en esto. Pruébalo.”

Siguiendo las instrucciones, corté una pequeña parte de la raíz seca y la coloqué sobre la herramienta mágica en forma de disco. En el momento en que la raíz tocó la placa central, la luz comenzó a llenar la parte amarilla de la herramienta. Al mismo tiempo, una pequeña parte de la parte azul también brilló.

“¡Eep! ¡¿Ha empezado a brillar?! Um… Entonces, ¿esto significa que el ingrediente es fuerte con el Viento y contiene algo de Fuego también?”

“Sí. También se puede medir su capacidad de maná para cada elemento en función de la distancia que recorre la luz”, explicó Ferdinand. Si la luz se detiene en el círculo más pequeño, el ingrediente no tiene una capacidad considerable para ese elemento. Pero cuanto más se extendía la luz más allá de ese punto, mayor era su capacidad.


El hecho de que la luz amarilla se extendiera casi hasta el borde del disco significaba que el ingrediente tenía una capacidad extremadamente grande para almacenar maná de viento.

“Esto es divertido. ¿Y qué hay de este?” pregunté, tratando de coger un poco del polvo, pero Ferdinand sacó la mano y me agarró de la muñeca para detenerme.

“Espera, Rozemyne. La placa debe limpiarse cada vez para que las mediciones sean precisas”, dijo. “Ten mucho, mucho cuidado de recordar esto. Tienes tendencia a no prestar atención a esos detalles.”

Justus sacó su schtappe y limpió de inmediato la placa central para nosotros, y sólo entonces la devolvió al disco.

“Ferdinand, deseo aprender el hechizo de limpieza”, pedí. “Parece conveniente.”

“Ya intentas hacer demasiado por tu cuenta. Puedes confiar la limpieza a tus asistentes; no robes el trabajo de los que te rodean.”

“… ¿No haces tú mismo la limpieza cuando te encierras en tu taller experimentando?” pregunté, hinchando las mejillas en señal de protesta. Me pareció recordar que Justus había dicho que ni siquiera él había podido entrar.

Ferdinand hizo un gesto con la mano, pareciendo muy molesto. “Todos los caballeros conocen el hechizo; haz que Damuel te lo enseñe más tarde. No tenemos tiempo para ello ahora mismo.”

“Erm, Lord Ferdinand. ¿Quiere que le enseñe?” preguntó Damuel, preocupado.

Ferdinand contestó con un enérgico movimiento de cabeza. “Ahora sólo tiene dos caballeros guardianes con ella, y teniendo en cuenta quién es el otro, debería estar claro por qué debes ser tú.”

“Así es. Damuel es increíble. Me dio clases particulares para mis clases escritas”, dijo Angélica, sus mejillas se sonrojaron con una pizca de timidez al elogiarlo. A primera vista, parecía una joven doncella cuyo corazón había empezado a palpitar por su tutor, pero no era el caso en absoluto; simplemente estaba haciendo todo lo posible para evitar hacer un trabajo que no se le daba bien.

Damuel había aprendido a no dejarse engañar por las pintorescas expresiones de Angélica mientras la tutelaba, por lo que se limitó a suspirar, diciendo que no se preocupara y que él se encargaría de ello.

“Ferdinand, ¿qué es este líquido? ¿Es aceite?” pregunté, agitando un poco uno de los frascos y observando cómo el espeso líquido de su interior se deslizaba. Si mis sospechas eran correctas y era de una calidad particularmente alta, podría valer la pena suministrar un poco al taller de tinta.

“Sí, es aceite de una planta fey de kurhaize”, respondió Ferdinand.

“… ¿Es acaso el kurhaize la forma evolucionada de una planta eise?”

“Lo es, pero ¿cómo sabes de eises? Siendo de primer año, no deberías haberlos elaborado ni recolectado, así que ¿por qué sabes de una planta fey que no recuerdo haberte enseñado?”

El eise era uno de los aceites que habíamos utilizado en mis días de plebeyo para hacer tinta de color. Dado que el kurhaize era su forma evolucionada, probablemente compartía las mismas propiedades, sino también las mismas capacidades de maná.

“Eise es fuerte con el Viento, ¿verdad?”

“… ¿Y qué hay de eso?”

“Eso debe significar que la linaza es Fuego, el mische es Agua, y el pedgen es Tierra, ¿no?”

“No entiendo a dónde quieres llegar. Si hay algo que quieres decir, sé más directa al decirlo”, insistió Ferdinand con la mirada.

Le hablé de la tinta de color que los Gutenberg habían fabricado en el taller de tintas. Los ingredientes que habíamos utilizado no habían acabado produciendo los colores que esperábamos, y sólo después de mucho luchar habíamos conseguido controlar las cosas.

“Entiendo. Sin duda, esos problemas eran causados por los elementos. Usamos el término ‘fey’ cuando hablamos de cosas que tienen grandes cantidades de maná y pueden proporcionar piedras fey, pero todas las cosas que viven sobre la tierra impregnada de maná también contienen maná, por muy pequeña que sea la cantidad real. Los plebeyos no son una excepción, y precisamente por eso la magia de contrato utiliza la sangre, que contiene la mayor densidad de maná.”

“Ah, entiendo.”

En resumen, si pudiéramos dar a Heidi y a los demás una herramienta mágica para investigar los elementos, lo más probable es que su investigación avanzara mucho más rápido.

“Ferdinand, ¿cuánto costaría esta herramienta mágica?” pregunté.

“No está a la venta. Si quieres una, hazla tú misma.”

“Espera, ¿así que tú también has hecho esta? Entonces… haz una para mí también, por favor.”

“Me niego. Es extremadamente difícil igualar cuidadosamente la calidad de las piedras feys, extraer elementos puros de ellas y preparar todos los elementos para que reaccionen con cantidades tan microscópicas de maná. Te enseñaré a fabricar una, pero deberás hacerlo por tu cuenta”, dijo Ferdinand.

Decidí rendirme antes de empezar; cualquier cosa tan complicada como para que Ferdinand la llamara “extremadamente difícil” estaba casi garantizado que me superaba. Habría estado bien tener uno, pero la investigación de la tinta podría seguir avanzando de cualquier manera.

Lo siento, Heidi. No estoy en condiciones de hacer una herramienta mágica tan difícil.

“Aun así, independientemente de la baja calidad de tus ingredientes, es impresionante que los plebeyos hayan sido capaces de realizar una investigación exitosa y producir resultados tan fiables.”

“Ejejeje. Mis Gutenbergs son otra cosa”, respondí con suficiencia.

“Me han dicho que la tinta fue hecha por Heidi, la artesana de la tinta de los Gutenberg, como los libros para Lady Rozemyne”, añadió Justus con una pequeña sonrisa. “Los Gutenbergs educados por Lady Rozemyne son excéntricos y todos son especialistas en sus respectivos campos.”

“Entiendo…” murmuró Ferdinand. “Así que hay muchos más Rozemynes, todos con obsesiones únicas. Entendido.”

… ¡¿Acaba de aceptar eso?!

“Basta de charla; empecemos a hacer la tinta. Lo que vamos a hacer ahora es una reproducción de la tinta que se vende a los comerciantes plebeyos para los contratos de magia”, dijo Ferdinand. Parecía que la tinta que Benno utilizaba para este fin se hacía cuando un infusor trasladaba su maná a una piedra fey y la purificaba de elementos y colores, de manera que reaccionara incluso a la escasa cantidad de maná de la sangre plebeya.

“Eso parece sorprendentemente tedioso”, observé, y cuando me dijeron que los nobles no necesitábamos esa tinta ya que podíamos escribir simplemente con plumas de herramientas mágicas, me di cuenta de repente de algo. “¿No puedo escribir en la tela directamente con una pluma de herramienta mágica, en lugar de usar tinta?”

“No. Queremos que tu maná llene la tela tanto como sea posible para aumentar su eficacia. El círculo mágico no se formará si se hace con el mismo maná y acaba mezclándose.”

La explicación no tenía mucho sentido para mí, pero parecía que necesitábamos hacer una tinta muy viscosa para que el maná no se mezclara. Al mismo tiempo, necesitábamos que la densidad del maná de la tinta fuera mayor que la de la tela.

“No puedo decir que lo entienda realmente, así que me limitaré a seguir tus instrucciones.”

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Cuando se trataba de hacer tinta mágica, el proceso fundamental era el mismo que el de hacer un jureve — añadir los ingredientes al recipiente en un orden determinado y luego remover a fondo con una varilla de infusión. Eso sí, a diferencia de cuando habíamos hecho el jureve, transformé mi schtappe en un utensilio de elaboración del brebaje en lugar de utilizar cualquier herramienta mágica de elaboración.

“Corta esto en trozos pequeños con un cuchillo. Has aprendido a transformar tu schtappe, ¿verdad? Espero que no hayas olvidado ya lo que te enseñaron en tus lecciones en la Academia Real”, dijo Ferdinand con una mirada aguda.

“Las recuerdo”, respondí, sacando mi schtappe. “Messer.”

Después de transformar mi schtappe en un cuchillo, empecé a cortar la raíz en trozos, tal y como me habían indicado. Me había puesto un poco nerviosa al intentar cortar una raíz tan seca, pero quizás debido al hecho de que la estaba cortando con maná, no hubo mucha resistencia. Empecé a cortar con entusiasmo, sólo para que Angélica se asomara con interés.

“Eres muy buena, teniendo en cuenta que es tu primera vez elaborando brebajes.”

“E-Esta no es mi primera vez. He ayudado a Ferdinand antes.”

“¿Ayudas no sólo con el papeleo, sino también con la elaboración de brebajes? Eso es increíble.”

Quiero decir, ayudé a hacer el jureve. Pero aprendí a picar ingredientes cocinando en la Tierra y en la ciudad baja.

Cambié de tema con una risa, pero todos los que conocían mis orígenes en la ciudad baja me miraron colectivamente. Aunque no lo dijo en voz alta, estaba seguro de que Ferdinand me estaba llamando tonta.

Después de picar los ingredientes, canté “rucken” para anular la transformación de mi schtappe. A partir de ahí, empecé a pesar los ingredientes en una balanza. Una vez que todos estaban listos, podíamos empezar a elaborar el brebaje.

“Esta olla para elaborar el brebaje debería bastar por hoy”, dijo Ferdinand, sacando una olla que parecía una cacerola pequeña. “Empezaremos poniendo los ingredientes de mayor calidad, que servirán de base.”

“Bien.”

Añadí la raíz picada en primer lugar; luego, canté “beimen” para convertir mi schtappe en un palo mezclador. Debido a mi experiencia previa elaborando brebajes, terminé haciéndola aún más alta que yo, lo que hizo que Ferdinand se frotara las sienes.

“Tonta. Un palo mezclador tan grande nunca funcionaría con una olla tan pequeña. Piensa en algo más corto y más fácil de usar.”

“Bien…”

Me recompuse y volví a intentarlo, anulando la transformación con rucken y luego transformándola en un palo mezclador de un tamaño apropiado para la olla pequeña.

Revuelve, revuelve, revuelve, revuelve…

 Revuelve, revuelve, revuelve, revuelve…

“Sólo tengo que poner el siguiente ingrediente cuando el primero se derrita, ¿verdad?”. Pregunté.

“Sí. Poner los ingredientes en la olla en este orden”, dijo Ferdinand mientras los alineaba en la mesa de trabajo. Después de la raíz que serviría de base, vertí el aceite de kurhaize y lo removí en la mezcla. A partir de ahí, añadiría el polvo azul para amplificar el maná de la tinta, y luego un poco del líquido rojo para fijar la tinta a la tela. Por último, estaba el polvo dorado obtenido al sobrellenar las piedras feys con maná, que se iba a utilizar para aumentar la densidad del maná.

 Revuelve, revuelve, revuelve, revuelve… 

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Revuelve, revuelve, revuelve, revuelve…

Ya sea por la calidad de los ingredientes o por la mayor eficacia de usar un schtappe como palo mezclador, la raíz picada se disolvió con bastante rapidez. Vertí el kurhaize y volví a mezclar.

Revuelve, revuelve, revuelve, revuelve… 

Revuelve, revuelve, revuelve, revuelve…

Mezclé el polvo azul, removí aún más, vertí el líquido y seguí removiendo. Podía sentir cómo se drenaba una cantidad sorprendente de mi maná.

Revuelve, revuelve, revuelve, revuelve… 

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Revuelve, revuelve, revuelve, revuelve…

“Ferdinand, estoy empezando a cansarme incluso con la magia de mejora…”

“Ya está casi listo. Tú eres el que ha insistido en hacer la tinta, así que ve hasta el final”, respondió Ferdinand. Un instante después, la superficie del brebaje brilló con vida.

“¿Ya está?”

“No, hay un paso más. Este polvo se hizo con tu maná; debería servir para aumentar la densidad del maná.”

Mezclé el polvo dorado según las instrucciones y seguí removiendo hasta que la superficie del líquido volvió a parpadear.

“Ya está hecho”, dijo Ferdinand. “Transfiere el líquido a este frasco. Ten cuidado de no derramar nada.”

Siguiendo sus instrucciones, empecé a mover la tinta terminada, que había quedado tan azul como la que Benno utilizaba para los contratos mágicos. Mi entusiasmo por mi tinta casera se disparaba.

“Ferdinand, ¿puedo probar a escribir con ella?” pregunté.

“Sí. Queremos ver cuánto destiñe.”

Salí momentáneamente de mi taller para preguntar a Fran si tenía alguna tela de repuesto que pudiéramos utilizar para la escritura experimental. No había ninguna que pudiéramos desperdiciar libremente, por así decirlo, pero trajo algunas de inmediato cuando le pedí algo que también pudiera usarse como trapo.

Volví a mi taller y extendí el trapo sobre mi mesa de trabajo; entonces, intenté dibujar una línea con la tinta recién hecha. Parecía estar bien — de hecho, estaba sorprendentemente limpia. Lo observé durante un rato, y la tinta no sólo no se destiñe en absoluto, sino que se hinchaba un poco en la línea. Era como un rastro dejado por uno de los rotuladores especialmente húmedos que había utilizado en mis días como Urano.

“¿Qué demonios…?” comentó Ferdinand.

“No destiñe lo más mínimo. Parece que, después de todo, no vamos a necesitar un agente de resistencia…” Todos los pensamientos en mi cabeza de pedirle a Lutz que preparara cera flexible para el rozoma, de hacer cera por mi cuenta, y de posiblemente desarrollar mi propia pasta de arroz se desvanecieron en la niebla de inmediato.

“Es demasiado pronto para decirlo. Sólo lo sabremos con seguridad una vez que lo hayamos probado en la tela infundida con tu maná”, dijo Ferdinand, con las cejas fruncidas en un duro ceño mientras miraba la línea.

“¿Por qué pareces tan insatisfecho…?”

“No estoy insatisfecho; simplemente estoy confundido, ya que parece que hemos creado algo distinto a lo que esperaba.”

Habría considerado que mi tinta recién hecha era un éxito, siempre y cuando la línea hinchada no se rompiera con el tiempo, pero Ferdinand no parecía estar convencido en lo más mínimo.

“Rozemyne, tiñe esta tela con tu maná. Quiero ver si la tinta funcionará de forma similar con la tela teñida con maná.”

“He gastado bastante maná haciendo la tinta, así que estoy bastante cansada”, respondí. Por lo que a mí respecta, habíamos conseguido lo que necesitábamos y era hora de seguir adelante. Esto debió quedar claro en mi rostro porque Ferdinand me dirigió una mirada teñida de preocupación. Sin embargo, fue sólo momentánea y se desvaneció cuando levantó una ceja hacia mí.

“Entonces bebe esta poción. Tu maná se recuperará rápidamente.”

“Pensándolo bien, puedo hacerlo. Lo estoy haciendo.” Declaré. Esforzarme un poco más era muy superior a sufrir otra dosis de esa poción tan desagradable.

Revolver, revolver, revolver, revolver… 

Revolver, revolver, revolver, revolver…

Seguí removiendo mientras Ferdinand echaba un ingrediente tras otro en la olla. Finalmente añadió el líquido rojo, que hizo que la superficie del brebaje relampagueara, y luego sacó y cortó por la mitad un trozo de tela experimental. Sumergió una de las mitades en la olla, y ésta absorbió el líquido del interior en un instante.


“¡¿Eek?!”

Pero a pesar de haber absorbido el líquido, la tela no cambió de color, ni parecía en absoluto mojada. Tenía exactamente el mismo aspecto que la tela sobre la que acabábamos de trazar una línea.

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“No parece diferente… ¿Está realmente teñida con mi maná ahora?”

“Sí. Un toque debería despejar tus sospechas.”

Agarré la tela y solté un “¡Wow!” Nada más tocarla, empezó a brillar tenuemente.

“Reacciona sobre todo con tu maná porque es con lo que está teñido. Por supuesto, también reacciona al maná de los demás. Teñir la tela de esa manera facilita que el maná de uno fluya a través del bordado, lo que a su vez lo hace más efectivo.”

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“Genial.”

Parecía que teñir la tela con maná no era demasiado difícil en sí mismo. Al parecer, tanto Angélica como Damuel lo habían hecho con sus capas en algún momento.

“Ahora, mira si esa tinta sigue funcionando”, dijo Ferdinand.

Siguiendo sus instrucciones, dibujé la misma línea que antes. La tinta se hinchó con el tiempo, como lo había hecho antes, y dibujar en ella se sentía exactamente como dibujar en una tela ordinaria.

“…Parece que está bien.”

“¿Pero por qué?” preguntó Ferdinand, cogiendo la pluma de mi lado con gran confusión y dibujando una línea con su propio maná. Su línea parecía romperse en los bordes, y la tinta no se hinchaba mucho.

“Parece que la tinta se destiñe cuando dibujas con ella, Ferdinand. Me pregunto por qué.”

“No lo sé. Toma, Eckhart. Inténtalo tú.”

“¡Sí, señor!” Dijo Eckhart. Dibujó una línea similar, pero la suya destiño mucho más y no se hinchó en absoluto. Luego le pasó la pluma a Justus, que estaba ansioso por probarlo por sí mismo, pero la línea de Justus también se desteñía. De hecho, parecía desteñirse más que la de Eckhart.

A estas alturas, Ferdinand había pasado de tener el ceño fruncido a fruncirlo por completo. “Angélica, Damuel. Quiero que los dos lo intenten también.”

“Sí, señor.”

Mis dos caballeros guardianes fueron los siguientes en intentarlo, y sus líneas continuaron la tendencia de desteñirse aún más que las de los demás hasta el momento. El que dibujó Damuel fue el peor de todos — parecía que había derramado tinta sobre la tela.

“¿Tal vez se basa en la cantidad de maná del escritor?” Sugerí.

“O tal vez sus elementos y cualidades… Debo investigar más para estar seguro. Rozemyne, ¿me das esta tinta?” preguntó Ferdinand, con su interruptor de “científico loco” ahora completamente en la posición “on”. Los ingredientes habían sido suyos en primer lugar, y mientras no interfiriera demasiado en su vida, no veía ninguna razón para oponerse a que se encerrara en su taller durante un tiempo.

“Puedes hacerlo, si prometes investigar sólo después de comer y haber dejado tu taller para la tercera campana de mañana”, dije. Ferdinand me miró con fastidio, pero no estaba dispuesto a pasar todas las mañanas esperando que me llamaran para sacarlo de su taller. Protegería mi tiempo de lectura al máximo de mis posibilidades.

“Muy bien”, concedió. “Justus, haz que los asistentes preparen la comida. Yo terminaré el trabajo que pueda antes de eso. Y… Damuel. Te encomendaré la limpieza de aquí.”

“¡¿Señor?!”

Dejando a Damuel con su confusión, Ferdinand tomó el frasco de tinta y salió rápidamente con Justus y Eckhart.

“¿Pero por qué yo…?” preguntó Damuel, todavía estupefacto.

“Probablemente porque Angélica acabaría rompiendo todo”, sugerí.

“La profesora Hirschur sí solía gritarme siempre por eso, pero ¿por qué lo sabe lord Ferdinand?” preguntó Angélica. Le devolví una sonrisa incómoda, sin querer revelar que cualquiera podría haberlo adivinado simplemente observándola durante un día, y luego miré a Damuel.

“Debe querer que me enseñes ahora también la magia de la limpieza.”

“Ah, es cierto. Eso es posible.”

Y así, Damuel me enseñó el hechizo de limpieza mientras estábamos en el taller. No era nada complicado; sólo tenía que sacar mi schtappe y cantar “waschen” mientras lo infundía con maná.

“Se necesita una cantidad extraordinaria de maná si no se tiene Agua, pero no hace falta ni plantearse ese tipo de problema”, dijo Damuel con un movimiento de cabeza. Parecía que en el pasado le había costado mucho limpiar las cosas, aunque su mayor cantidad de maná significaba que ahora le resultaba mucho menos problemático.

“Supongo que limpiaré todos estos utensilios a la vez”, dije, observando la mesa de trabajo mientras infundía mi schtappe con maná. Entonces grité; “¡Waschen!” y, en un instante, todo el taller se inundó de agua. Las súbitas corrientes me levantaron del suelo y me hicieron girar de tal manera que ya no podía distinguir entre arriba y abajo. Mis ojos se abrieron de par en par y, mientras me ahogaba literalmente en mi confusión, el agua desapareció de repente.

Honzuki no Gekokujou Vol 16 Capítulo 5 - Novela Ligera

 

La gravedad arrastró repentinamente mi cuerpo, que antes flotaba, hacia el suelo, donde Damuel estaba convenientemente colocado para amortiguar mi caída. Él también había sido absorbido por los torrentes y acabó tumbado de espaldas.

“¡Guh!” Damuel gruñó cuando me abalancé sobre su estómago. El hecho de que aún reuniera un cortés “¿Estás herida?” entre violentas toses era otro recordatorio de que era un arquetipo de virtuosos caballeros guardianes.

“¡Tose, tose!”

Angélica también balbuceaba mientras se recuperaba del repentino ataque de agua, y parpadeaba rápidamente sorprendida. El agua ya se había ido, y todos estábamos secos hasta los huesos, pero la sensación de haber estado ahogados permanecía. Yo misma la había experimentado no hacía mucho tiempo.

“Lady Rozemyne, ¿por qué ha convocado tanta agua?” preguntó Damuel. Desvié la mirada mientras apoyaba mi cuerpo contra el suyo, sin querer encontrarme con su mirada agotada.

“Sólo ahora comprendo hasta qué punto la cantidad de maná utilizada cambiará la cantidad de agua”, dije. “Tendré más cuidado en el futuro.”

Que la magia limpiadora sea temida…

“Rozemyne. Disculpa, pero si no tienes planes esta tarde, ¿te importaría que visitara tu taller?” preguntó Ferdinand cuando fui a ayudarle con el papeleo al día siguiente.

“¿Qué?”

Parecía que había pasado la noche anterior encerrado en su taller, experimentando con el uso de la tinta en todo tipo de papeles, telas y maderas, sólo para enterarse de que todas las líneas habían desaparecido cuando se despertó de una siesta. Mi aprecio por el hecho de que hubiera cumplido su promesa de abandonar el taller a la tercera campanada se desvaneció rápidamente. En realidad, había estado esperando impacientemente a ver qué había pasado con la línea de la tela que habíamos dejado en mi taller.

“¿La tinta desaparece? No me importa que visites mi taller, pero… si realmente ha desaparecido, ¿no será inutilizable?”

“Si la tinta es inutilizable, sólo tienes que dejar de luchar inútilmente y bordar los círculos como todo el mundo. No será un problema en lo más mínimo.”

¡Pero yo hice la tinta específicamente porque no quiero hacer eso! ¡¿Cómo puedes ser tan mezquino?!

Y así, empecé a dirigirme a mi taller con Ferdinand, ya que el tiempo de lectura me había sido robado una vez más. Era triste perderlo, aunque tenía que admitir que también sentía bastante curiosidad por la tinta.

Entramos en mi taller, que estaba limpio desde el incidente del día anterior, y Damuel sacó la caja que contenía la tela que todos habíamos dibujado. La tela que sacó, sin embargo, no tenía absolutamente nada escrito — ni mi trazo, ni el de nadie.

“Realmente se desvaneció…” observó Damuel.

¡Nooo! Ahora tengo que bordarlo… Esto va a ser eterno…

Sintiéndome derrotada y deprimida, fui a coger la tela. Sin embargo, en el mismo instante en que mis dedos la tocaron, empezó a brillar. Todas las líneas que todos habían dibujado reaparecieron de repente, con destiñe y todo.

“¿Qué demonios está pasando? Esto es increíble”, murmuró Ferdinand, entrecerrando los ojos y mirando fijamente la tela. La extendí para que todos la vieran y me encogí de hombros.

“Si ni siquiera tú puedes entenderlo, Ferdinand, desde luego yo no podré”, dije. Todos los demás asintieron con la cabeza.

“Si ni siquiera Lord Ferdinand lo ha tocado, las líneas deben aparecer en respuesta al maná de Lady Rozemyne”, dijo Justus, que parecía tan intrigado como Ferdinand mientras miraba la tela. “Lady Rozemyne, ¿puede prestármela un momento?”

Le di la tela a Justus y las líneas se desvanecieron. Volví a tocarlo y volvieron a aparecer.

“¿Me pregunto si también responderán a las piedras feys llenas de tu maná?” reflexionó Ferdinand en voz alta. “Si es así, la tinta sigue siendo utilizable. Aunque eso significará que sólo tú podrás dibujar un círculo mágico utilizable con ella. Aun así, ¿cómo diablos funciona esto…?”

“Ferdinand, ¿puedo sugerirte que realices más experimentos con tinta hecha con tu propio maná? Sólo te retrasaría pedirme ayuda constantemente, ¿no es así?”

Fue Ferdinand quien preparó los ingredientes para la elaboración del brebaje y midió sus cantidades en primer lugar; podía hacer su propia tinta y experimentar todo lo que quisiera. Si mi tinta podía hacer círculos mágicos que funcionaran, no me importaba nada más.


“Un buen punto. Ahora, si me disculpas.”

Y con eso, Ferdinand salió rápidamente de mi taller.

Sí, eso es. Vete de aquí. No voy a quedarme con un científico loco para siempre.

Empecé a leer según mi programa inicial, con la intención de hablar a la compañía Gilberta sobre el teñido por resistencia del rozoma, ya que me había desviado para recordarlo. No era algo que esperara que me sirviera de mucho personalmente, pero tal vez le sirviera a mamá, que era tintorera de profesión.

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