Outbreak Company: Moeru Shinryakusha (NL)

Volumen 17

Capítulo 2: Super-Dimensión… ¿Portador?

Parte 4

Estábamos en una de las cámaras de audiencia en el Sagrado Castillo de Eldant. Uno muy grande, donde Su Majestad la Emperatriz había convocado a todos sus consejeros e incluso a un grupo de guardias reales. Se sentía un poco como una gran capilla; se utilizaba con frecuencia para ocasiones públicas o ceremoniales, o para reunirse con dignatarios extranjeros. Era inmenso, el techo, muy por encima de nuestras cabezas. Y, por supuesto, eso también significaba muros gigantes.

Y de momento, algo increíble se proyectó en una de esas paredes. Una estructura gris masiva. La silueta era claramente asimétrica pero, no obstante, se parecía a una mesa, incluida la forma en que los objetos se podían colocar en una tabla grande y plana encima.

La forma sigue a la función, supongo. Pero esto era cientos, miles, decenas de miles de veces más grande que cualquier mesa que pudiéramos usar en nuestros hogares.

“¿Nave de batalla Nyoo-clear-powered…?” Petralka, sentada en su trono, repitió las palabras en un susurro confuso. No es de extrañar que estuviera confundida: se trataba de un arma que operaba a través de algo que no existía en su mundo. Algo para lo que ni siquiera tenían un concepto. Pero luego dijo: “Sí, parece que recordamos algo así de Silen* *ervice”.

“Oh…” Ahora que lo pienso, ese era uno de los manga que había traído aquí. Y sí, hubo un capítulo en el que un submarino nuclear se enfrentó a un acorazado de propulsión nuclear. Pero, por supuesto, eso había tenido lugar en mar abierto. Ninguno de esos barcos había aparecido espontáneamente en un barranco salvaje como el que acababa de hacer el Nimitz. Sile*t S*rvice era realista. Esto fue ridículo.

“Nos parece recordar que son como castillos que flotan en el agua. ¿Sí?” “Excelente recuerdo. Eso es exactamente correcto”, dije.

Por cierto, el videoclip del Nimitz, actualmente varado (o como quieras llamarlo) en Bahairam, que estábamos viendo lo proporcionó Theresa. Ella estaba usando su conexión a la red de comunicaciones para obtener información de las BOU que aún patrullaban la Tercera Capital.

Al parecer, estábamos mirando desde la perspectiva de un dragón que había dejado allí para observar. Luego había dado instrucciones a las nanomáquinas, los agentes de lo que la mayoría de la gente por aquí llamaba magia, para que crearan lo que equivalía a un proyector y mostraran la imagen en la pared de la sala de audiencias.

“También tenemos esto”, dijo Theresa, cambiando la imagen. Ahora mostraba un avión de combate, un Super Hornet, atravesando el aire a una velocidad increíble.

Los asesores reunidos quedaron estupefactos. El portaaviones varado podría parecerles un castillo realmente extraño, pero ver un avión a reacción volando por el cielo tenía que ser una gran sorpresa. En la imagen, volaba lo suficientemente bajo como para que se pudiera ver el suelo, lo que proporcionaba una gran cantidad de referencias sobre la rapidez con que iba.

“Sospechamos que esta es la ‘flying dagger’ que fue presenciada en nuestra nación”, dijo Petralka mientras esperaba que el murmullo se calmara.

“Nosotros también lo vimos. Definitivamente el mismo tipo de avión”, dije.

“Ah. Y, Shinichi… ”Petralka se inclinó ligeramente hacia adelante en su trono. “¿Qué demonios es esta cosa? ¿Ja-pan no iba a dejar atrás nuestro imperio? Entonces, ¿qué quieren decir con traernos algo como esto?” Sus ojos verde esmeralda me estudiaron intensamente. Estaba claro que no permitiría verdades a medias ni excusas. Quería saberlo todo.

“Una cosa que puedo decirles es que no es un vehículo japonés. No tenemos ninguno de esos”, dije, un poco asustado. “Creo que todos ustedes se dan cuenta, Petralka, de que Japón no es el único país de nuestro mundo. Esa arma pertenece a otro de ellos, llamado América. Recuerdas, eh, intentaron secuestrarnos en Akiba cuando estábamos en Japón…”

“Ahh, ellos”, dijo Petralka, asintiendo.

Garius habló desde su lado. “Pero Shinichi, ¿no es el caso de que el túnel espacial alto existe solo entre nuestra tierra y la tuya?”

Las miradas expectantes cayeron sobre mí desde toda la habitación. De repente lo comprendí. Sabían perfectamente bien que Japón no había traído el avión a reacción aquí. Petralka solo había preguntado sobre eso para estar completamente seguro. Esta era la pregunta que realmente querían que se respondiera. ¿Era el agujero de gusano, querían saber, realmente el único? ¿Estábamos seguros de que no había otros?

“Ese es, eh, se supone que es el caso, sí”, dije, frunciendo el ceño. “¿Pero recuerdas lo que dijimos acerca de que el agujero de gusano se volvía inestable? Supongo que eso hace posible que se conecte de repente a lugares inesperados. Y esta vez… accidentalmente dejó caer un portaaviones en su mundo”.

“Accidentalmente…” Los asesores se miraron. Realmente no los culpé; Sería difícil aceptar que esto fue un accidente, pura casualidad. Pero fue…

“El hecho es que es un accidente que este mundo y aquél se conectaran en  absoluto”,  interrumpió  Theresa.

Aparentemente,   había   hablado personalmente con Garius después de los eventos en la Guarida del Dragón, pero no cambió lo fuera de lugar ella miró. Su ropa era completamente diferente a la de los demás, y los objetos brillantes que brillaban en su pecho eran inusuales.

Debe haber parecido muy, muy extraña a los asesores reunidos. No habían dejado de darle miradas inquisitivas a todo el público. No es que a Theresa pareciera importarle en absoluto.

Ella continuó: “He estado haciendo algunos análisis con nuestras computadoras y estoy bastante segura de saber lo que está pasando. Aquí está el trato: el exceso de energía generado por Bahairam o quienquiera que estuviera jugando con nuestro reactor acaba de encontrar su camino hacia un nuevo proyecto de tecnología sigilosa abandonado, que se puso en marcha y se salió de control al igual que el reactor. Simple como eso.”

“Simple o no, me temo que no sigo las sutilezas. ¿Pero estás diciendo que el mero hecho de que el Sagrado Imperio de Eldant haya estado alguna vez conectado con Japón para empezar es una extraña coincidencia provocada por lo que sea que esté sucediendo en Bahairam?” Preguntó Garius.

“Eso es más o menos del tamaño”, dijo Theresa, asintiendo.

“Entonces, ¿detener al reeyactor en la Guarida del Dragón hizo que esto sucediera?”

“No, esa no es en realidad la causa inmediata. Para bien o para mal, el túnel había sido bastante estable en cuanto a conectar Japón con Eldant, pero luego Bahairam intensificó sus experimentos, el reactor se volvió aún más loco y la producción adicional de energía hizo que algunos equipos experimentales se estropearan. El túnel hiperespacial ya no podía disiparlo todo”.

“¿Mmm?” Garius frunció el ceño. Eso fue justo; Realmente no se podía esperar que siguiera esta retorcida trama de ciencia ficción y todos estos detalles. Francamente, ni siquiera yo estaba completamente seguro de lo que estaba pasando.

“Envié un dragón a investigar, pero el agujero de gusano que trajo al portaaviones nuclear aquí ya se había ido. Igual de bien. De lo contrario, también podría haber traído otros barcos, y quién sabe cuánta agua de mar”.

Un portaaviones… Ningún portaaviones navegó solo. Eran grandes, y eso significaba que eran lentos para los estándares de las naves militares, lo que los hacía vulnerables a vehículos más rápidos y ágiles como aviones de ataque, submarinos y destructores.

Así que los portaaviones viajaban con barcos Aegis o destructores de misiles en lo que se conocía colectivamente como un “grupo de ataque de portaaviones”. El caso es que el agujero de gusano que había traído a los Nimitz aquí debe haber cubierto un área comparativamente pequeña y existió por poco tiempo. No sabíamos si podría haber otra fluctuación similar; solo podíamos alegrarnos de que esta hubiera evitado el desastre.

“Sin embargo, pase lo que pase, esto es malo. Como, realmente malo,” dije.

“¿Lo es?” Preguntó Petralka. “¿No fue un accidente?”

Sí, lo era, en el sentido de que los Nimitz no se habían presentado aquí específicamente para atacar al Sagrado Imperio de Eldant o algo así. Obviamente no. Se acababa de sacar a través de la distorsión del tiempo en un hecho extraño.

“¡Pero ese es el cliché!” Dije, apretando mi puño.

“Um, ¿Shinichi-kun?” Minori-san dijo, un poco sorprendida, pero yo continué:

“Un arma moderna se transporta a un mundo de fantasía, o se desliza en el tiempo a otra época, ¡y es invencible! ¡Así es siempre! ¡Como en Final Countdo*n! O G.I. ¡S*muirá! ¡O Gat*! ¡O Drago* Harrier!”

No podía ni empezar a adivinar qué estaría pensando la tripulación del Nimitz en este momento. Pero habían venido aquí por pura casualidad y probablemente estaban convencidos de que no había forma de llegar a casa.

No tenían idea de que había un portal al Japón del siglo XXI aquí mismo, en el Imperio Eldant. Así que enviaron aviones en misiones de reconocimiento y descubrieron que este no era el mundo que conocían.

¿Qué harían a continuación? Incluso un portaaviones de propulsión nuclear no tiene una capacidad de combate infinita. El reactor podría seguir funcionando durante mucho tiempo, pero sin reabastecimiento, el combustible para aviones se agotaría rápidamente, y lo mismo ocurre con las municiones. Podrían empezar a pensar en pelear mientras aún pudieran, un camino mental peligroso que seguir.

Así había resultado en cada una de las historias que acababa de mencionar. Claro, tal vez fue algo que se les ocurrió a los autores porque se suponía que eran entretenimiento y pensaron que sonaba dramático. Pero entonces de nuevo…

De todas formas. Estábamos mucho más allá de la cuestión de si un par de humanos volverían a Japón o se quedarían aquí. Un arma capaz de destruir algo así como el 80% de la Tierra ahora estaba suelta en este otro mundo, ¿quién sabía lo que eso podría hacerle al espacio-tiempo?

“¿Cómo crees que deberíamos responder?” Petralka me dijo, expresando la pregunta en la mente de cada anciano en la habitación. Bueno, ese era el problema real, ¿no? Traté de forzar a mi materia gris a trabajar incluso cuando entré en pánico. Umm. Uhhh… Las peleas solían ser el último recurso. A menudo hablamos de “comenzar” una guerra, pero la guerra es a menudo más como algo que sucede después de que se han agotado todas las demás posibilidades. Nadie realmente quiere involucrarse en un combate asesino.

“Para empezar, alguien tiene que llegar a ellos y darles información, decirles cuál es la situación, ¡antes de que se vuelvan violentos!” Dije. Hablar, ese era el lugar para comenzar. Si de alguna manera pudiéramos comunicarnos con ellos, podríamos evitar peleas innecesarias.

“¿Y quién es alguien?” Preguntó Garius.

“Quizás uno de nosotros de Amutech, o alguien de la JSDF…” Eh, pero la JSDF estaba ocupada rompiendo las cosas y saliendo de aquí. No tenía idea de cuántos soldados quedaban todavía aquí. “A cualquiera del siglo XXI le agradan,  para tratar de convencerlos de que  no hagan nada imprudente”.

“¿Y esta persona irá al territorio de Bahairamanian?”

“Oh…”

Vi lo que quería decir. Bahairam. El Nimitz no estaba aquí en Eldant.

Había cruzado la frontera varias veces de manera extraoficial, pero estrictamente hablando, desde nuestra perspectiva como huéspedes del Imperio de Eldant, Bahairam era un país enemigo. Naturalmente, ellos sentían lo mismo por nosotros.

En otras palabras, no solo íbamos a bailar el vals allí, y si intentáramos una invasión en su lugar, el ejército Bahairamano probablemente nos atacaría antes de que pudiéramos hacer contacto con los Nimitz. Ni siquiera tendríamos la oportunidad de hablar con ellos, y mucho menos explicar la situación. Y después de lo que había sucedido en la Guarida del Dragón, estaba seguro de que Bahairam estaría aún más nervioso que antes. Si íbamos a intentar cruzar la frontera con fuerza, tendríamos que ser sinceros.

“Ay…”

¿Qué íbamos a hacer? ¿Cómo íbamos a evitar el peor de los casos? Solo pude agarrarme la cabeza, abrumado por la enormidad del problema al que nos enfrentamos de repente.

***

Un comunicado de emergencia del otro mundo casi nunca fue algo bueno. Desde el momento en que a ese pequeño niño problemático, Kanou Shinichi-kun, se le asignó el Gerente General de Amutech, había estado preparado para una cierta cantidad de problemas, pero de alguna manera el tamaño de los problemas siempre lograba superar mis expectativas. Y fui yo quien tuvo que contarles a todos los líderes japoneses sobre ellos. Me iba a dar una úlcera.

“¡Es un infierno para esto!” el primer ministro suspiró, hundiéndose en su silla y mirando al techo. Supongo que no  era el único con posibles problemas gástricos. Supongo que no debería haberme sorprendido. Todos los terremotos de estos días fueron bastante graves—el país estaba coqueteando con el caos—y luego los chinos, los estadounidenses y los rusos empezaron a desplegar soldados en suelo japonés en nombre de la ayuda humanitaria.

Era bastante cierto que la escala y frecuencia sin precedentes de los terremotos produjeron más zonas de desastre de las que la JSDF podría razonablemente hacer frente por sí sola, por lo que rechazar las ofertas de ayuda extranjera habría sido un suicidio político. Mientras tanto, los barcos que enarbolan la bandera china parecían ver su oportunidad, apareciendo por todas partes a la vez, alterando los caladeros, interfiriendo con las patrullas locales, agrediendo a los pescadores japoneses…

En cuanto al primer ministro, el partido de la oposición y los medios de comunicación estarían encima de él si, por ejemplo, no supiera lo que cuesta viajar en metro en estos días, o si lo vieran comiendo curry katsu incluso remotamente caro en un restaurante hotel.

“¡Está fuera de contacto con la gente!” ellos proclamarían. Imagínense el ajuste de cuentas que habría si hiciera un movimiento en falso en su respuesta a estos desastres.

“Me estabas hablando de causa y efecto y… espacio-tiempo o algo así, ¿no es así? ¿Qué tan peligroso era todo? Seguí mis instintos y di la orden de salir de Eldant, ¡¿y ahora hay un portaaviones nuclear estadounidense allí?!” El primer ministro estaba prácticamente gritando ahora al techo.

Ya le habían informado sobre la posibilidad de que el “otro mundo” fuera de hecho nuestro propio futuro lejano, y que la opinión  de nuestros expertos era que la interferencia a través del agujero de gusano del espacio-tiempo debería minimizarse. Que el túnel debería incluso cerrarse, si es posible.

Dado que el peor de los casos implicaba la destrucción potencial de todo el mundo, el curso de acción más seguro parecía ser retirar la JSDF y Amutech; esa era la opinión de la Dieta, de todos modos, y así había comenzado la operación. Y ahora, justo en el medio, sucedió esto. Fue suficiente para hacer que cualquiera, no solo el primer ministro, gritara al techo.

Había otro factor: Estados Unidos no sabía nada del otro mundo. O no lo había hecho. Había sido el pequeño secreto de Japón. América había notado, sin embargo, que algo estaba sucediendo alrededor del Mar de Árboles que rodea el Monte Fuji. Habían hecho más de un intento de meter la nariz en él.

Como el momento en que Shinichi-kun había regresado a Japón, solo para que los estadounidenses lo secuestraran asumiendo que él era una especie de clave para todo.

También hubo otros factores. China y Rusia podrían no saber tanto como Estados Unidos, pero presumiblemente sospechaban que algo estaba pasando. ¿Por qué otra razón habrían estado tan ansiosos por enviar fuerzas militares bajo la apariencia de ayuda en caso de desastre? Y luego estaba el asunto del “coloso americano” y su ansia de lucro, afectado como estaba por las desigualdades de clase y económicas.

Si se enteraran del otro mundo, estarían desesperados por arrebatárnoslo, junto con cualquier beneficio que pudiera representar. Siendo todo este el caso, ¿podría Japón acercarse a Estados Unidos con información sobre la situación real en este momento? Y si lo hiciéramos, ¿nos creería Estados Unidos?

Empecé a preocuparme por esa úlcera de nuevo. Y aunque sabía que el primer ministro estaba aún más preocupado que yo, me sentí obligado a decir: “Me temo que esto es más que un simple dilema diplomático, señor. Esta vez, solo se transportó un portaaviones nuclear, pero…”

“¿Solo? ¿Dijiste solo un portaaviones nuclear, Matoba-kun?”

“Sí, Primer Ministro. Nada peor que un portaaviones nuclear. Pero, ¿quién sabe en qué escala puede ocurrir la próxima vez que se produzca un deslizamiento, qué tipo de área puede engullir o con qué frecuencia pueden ocurrir? Imagínese ciudades enteras arrojadas al otro mundo, o el agujero de gusano que se conecta al interior de un reactor nuclear, o un silo de misiles en algún lugar. ¿Crees que no puede suceder? No hay forma de descartar la posibilidad”.

El primer ministro emitió un sonido a medio camino entre un ahogo y un gemido.

“Nuestros estimados científicos están investigando posibles formas de sellar el túnel del espacio-tiempo, pero no hace falta decir que estamos comenzando desde cero aquí y no hay certezas. Es posible que no tengamos tiempo para averiguar qué funciona. Pero una cosa que podemos decir: si la acción militar comienza en el otro lado de ese agujero de gusano, solo aumentará la tasa de interferencia de causa / efecto, y tal vez su escala”.

“Olvídese de la conferencia de física. ¿Qué vamos a hacer con ese transportista?” interrumpió el primer ministro con irritación.

“¿Señor?”

“El informe decía que el túnel que transportaba al portaaviones al otro mundo probablemente ya haya desaparecido. Lo que significa que no hay forma de que ese barco vuelva a nuestro mundo, ¿verdad?”

“No, señor, no mientras no encontremos una manera de controlar los lapsos de tiempo”.

“En ese  caso, la única  solución práctica  es lograr que los soldados estadounidenses abandonen el barco y evacuen por nuestro agujero de gusano”.

“Sí, señor, diría que es realista”. No había forma de saber qué tipo de efecto tendría el abandono de un portaaviones nuclear en el espacio-tiempo, pero eso no era algo sobre lo que Japón pudiera hacer nada en este momento.

“¿De verdad crees que los soldados estadounidenses estarían de acuerdo con eso?”

“Me temo que no puedo decirlo. Pero con propulsión nuclear o no, esa nave no funcionará para siempre. Y de todos modos, en este momento, es como un pez en tierra firme. No puede moverse por sus propios medios y sin un mar para navegar… ”

“¿Sí? Sin mar, ¿entonces qué?” El primer ministro frunció el ceño. “No será posible enfriar el reactor nuclear”.

El primer ministro pareció afligido.

Era la verdad: la mayoría de los reactores nucleares se construyeron en las costas o junto a los ríos para facilitar el enfriamiento.

Esa fue una de las razones por las que tenía sentido que los grandes buques militares fueran de propulsión nuclear. Nunca querrían que el agua enfriara sus reactores.

Al menos, mientras estuvieran en el mar. Pero el Nimitz ahora estaba sentado en los arbustos en algún lugar al otro lado de ese agujero de gusano.

¿Cuánto tiempo aguantaría ese reactor? Siendo una nave militar, estaba seguro de que el Nimitz estaba equipado con una variedad de sistemas de seguridad, pero si tuvieran que usarlos, si tuvieran que apagar el reactor, los privaría de la mayor parte de su poder de combate.

Sin electricidad, no podrían usar sus sistemas de control de aire, su catapulta de vapor o cualquiera de sus otros dispositivos electrónicos. Los aviones de combate que formaban el núcleo de la fuerza de la nave no podrían despegar.

En el mejor de los casos, podrían hacer uso de cualquier helicóptero estacionado a bordo. Por supuesto, eso podría verse lo suficientemente amenazador en el otro mundo…

“La tripulación del Nimitz ha sido arrojada a un mundo extraño sin puerto seguro. Solo podemos rezar para que no recurran a la violencia. Pero para ser perfectamente honesto…”

Si estuviera en su posición, usaría mi fuerza de combate mientras aún la tuviera para dominar el área más grande que pudiera, con el fin de asegurar la tierra y los recursos que me permitirían sobrevivir.

Si pensara que las personas con las que estoy tratando son inteligentes, trataría de demostrar el alcance de mi poder, con la esperanza de controlarlas a través del miedo. Dudaba que los Nimitz recurrieran de inmediato al uso de armas nucleares, con la contaminación ambiental que conllevaban, pero fácilmente podrían terminar en un conflicto con Eldant o Bahairam…

“Supongo que tenemos que informar a los estadounidenses sobre esto”, dijo el primer ministro. “Tenemos que intentar ponernos en contacto con su comando naval, decirles que no hagan nada imprudente”.

“En teoría, señor, esa puede ser nuestra mejor opción. Sin embargo, no se sabe cómo responderán los estadounidenses cuando se enteren del otro mundo…”

Cuando descubrieran ese mundo, con todas las riquezas que podría contener, ¿estarían dispuestos a simplemente dejarlo ir? ¿Nos creerían realmente si intentáramos explicarles que no es otro mundo, sino uno futuro, en el que una interferencia irreflexiva podría amenazar todas nuestras existencias? ¿Lo aceptarían realmente los estadounidenses? Incluso nosotros apenas lo creíamos. Aún menos sabíamos qué hacer al respecto.

El primer ministro dejó escapar un largo suspiro. Ambos sabíamos que se trataba de un asunto urgente, pero no parecía probable una conclusión rápida.