Mahou sensou (NL)

Volumen 6

Capitulo 3: El Beso Mágico y La Desaparición

Parte 3

 

 

Finalmente, Kurumi salió de la habitación junto a Oigami Takao y Kumagai Hotaru. No podía quedarse allí todo el tiempo.

—El edificio está construido con magia, así que es como un laberinto. Las habitaciones cambian de lugar cada hora más o menos. Por eso no tenemos un plano. Tenemos grabado en la cabeza un mapa de todos los patrones de comportamiento que podemos seguir para no perdernos. —dijo Hotaru apuntando a su cabeza mientras caminaba.

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Kurumi estaba impresionada y respondió «ya veo». Honestamente, el hecho de que el lugar fuera el cuartel general de los Trailers no significaba mucho para ella. Kurumi no pertenecía a ninguna comunidad, así que era completamente ajena a la guerra entre los Trailers y el C7.

—¿Quieres?

Mientras caminaban por el pasillo, Hotaru le ofreció una botella con agua.

—Gracias.

Kurumi la tomó y hasta entonces se dio cuenta de que tenía sed. Ni siquiera sabía cuánto tiempo había estado dormida. Y se preguntaba de nuevo si Takeshi seguía vivo. Cada vez que intentaba pensar en algo, su mente inmediatamente se fijaba en Takeshi, lo cual hacía que se llenara de ansiedad.

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Después de beber un poco de agua, se limpió la boca con el dorso de la mano y en ese momento… partículas mágicas de color rosa suave se desprendieron del cuerpo de Kurumi como pétalos de flor.

—Woa, parece que ya volvió a la normalidad —dijo Hotaru sorprendida.





—¿Será porque bebiste el agua?

Oigami también se giró y vio que Kurumi volvía a ser la esbelta chica de pelo largo de siempre.

—No estoy segura. Kurumi se miró las manos.

No sabía si había vuelto a la normalidad porque el tiempo se había agotado o porque había bebido el agua.

Los tres echaron a andar de nuevo y comenzaron a bajar las escaleras hacia la torre más cercana. Pero justo en ese momento, oyó unos pasos que subían desde el piso inferior. El rostro de Oigami se tensó, y sin hablar, le dijo algo Hotaru solamente moviendo la boca en silencio.

Cuando Hotaru le leyó los labios, ella también se detuvo y agarró a Kurumi del brazo.

—¡Rayos es Gekkou!

Parecía que llevaba mucho tiempo caminando por allí en busca de Kurumi. Oigami le hizo un gesto a Hotaru indicándole que volvieran a subir las escaleras. Hotaru no perdió el tiempo y subió las escaleras a toda prisa agarrando a Kurumi del brazo. Kurumi se tambaleaba y luchaba por no caerse mientras era jalada por Hotaru.

—¿Oigami-san? —dijo Gekkou—. No creí que te encontraría aquí. Kippei- san te está buscando…

Kurumi se estremeció en cuanto escuchó la voz de Gekkou a sus espaldas e incluso Hotaru lo sintió.

Al tirar de su brazo, Hotaru percibió el miedo que le ponía los pelos de punta a Kurumi.

—¿Kurumi?

Gekkou hablaba con Oigami más abajo, pero alcanzó a verla de espaldas y supo de inmediato que se trataba de ella. Hotaru subió las escaleras y tiró de Kurumi hasta el siguiente piso.

—¡Transfórmate! —gritó Hotaru

—¿Eh?

Kurumi se quedó sorprendida y respiraba agitadamente.

—¡Si no te transformas, Gekkou te va a encontrar!

En realidad, él ya las había encontrado, pero aun así Hotaru insistió.

—¿A-ahora? No puedo hacerlo así por así —respondió Kurumi mientras subían corriendo los dos tramos de escaleras y se detenían en el rellano.

—¡Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo rápido mientras Oigami lo entretiene!

—Te digo que no puedo.

Kurumi negó con la cabeza, pero Hotaru no permitió un no como respuesta.

—Haz el hechizo de liberación.

Agarró con fuerza los dos brazos de Kurumi y le pidió que lo hiciera.

—¡Apresúrate! ¿O es que acaso quieres que te vuelva a atrapar?

Kurumi estaba confundida, pero la idea de que Gekkou le hiciera pasar otro mal rato la hizo estremecerse y sacó de su bolsillo el labial que era su Aspecto. Retiró la tapa para aplicárselo en los labios. Las manos le temblaban y no podía aplicarlo bien, pero cuando consiguió terminar, Kurumi miró a Hotaru.

Escucharon con atención para ver si podían oír pasos que subían desde el piso de abajo. La sensación de que no tenía más remedio que hacerlo superó su miedo y su confusión y le dio la determinación suficiente.

Kurumi cerró los ojos para concentrarse, recordando lo que hacía Takeshi cuando utilizaba el hechizo de liberación. Apretó entre sus manos el lápiz labial que Takeshi le regaló como si lo abrazara con fuerza y pidió un deseo. ¡Por favor llévame con Takeshi! Después de eso, Kurumi exclamó firmemente:

—¡“LIBERATE”!

Podía sentir la magia fluyendo de su interior.

Cuando abrió los ojos, vio que a sus pies aparecía un gran círculo de magia biológica que brillaba con un intenso color rosa como el de las flores de cerezo.

—¡Bien, hagámoslo! —dijo Hotaru

—¿Eh? ¿A qué te refie…

Tan  pronto  como  Kurumi  se  giró  para  preguntar,  sus  labios  fueron presionados.

—Hmmm…

Mahou Sensou Volumen 6 Capitulo 3 Parte 3 Novela Ligera

 

Kurumi abrió los ojos como platos y soltó un gemido. Hotaru había agarrado a Kurumi y la estaba empujando para que se inclinara un poco mientras presionaba su boca contra la suya. Era una situación inaudita así que Kurumi se la quitó de encima. Sus labios se separaron haciendo un sonido húmedo.

—¡Muy bien!

Hotaru asintió enérgicamente con una mirada triunfal en su rostro.

—¿C-como te atreves?

La cara de Kurumi se puso muy roja y estuvo a punto de quejarse, pero Hotaru la señaló.

—No tengo un espejo, pero tu cuerpo ha cambiado.

—¿Eh?

Cuando puso más atención, se dio cuenta que el rostro de Hotaru estaba justo en frente de ella y no tenía que mirar hacia abajo como antes. Ya que Kurumi era más alta que Hotaru.

Hotaru no escuchó la respuesta de Kurumi. Antes de que pudiera decir algo, salió corriendo al pasillo y dejó sola a Kurumi.

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—¿Hotaru? ¿Quién estaba contigo hace un momento?

Kurumi se dio la vuelta y tragó saliva cuando de repente escuchó una voz detrás de ella.

—Gekkou…

Gekkou subió de la planta baja, mirándola agudamente. El sonido de Hotaru alejándose todavía se oía en el pasillo.

Cuando Kurumi se quedó sin palabras y guardó silencio, Gekkou pareció tomarlo como una respuesta.

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—Lo sabía, era Kurumi

La expresión de su rostro mientras decía eso, hizo que la columna vertebral de Kurumi se pusiera rígida. Ya no se parecía al Gekkou que ella conoció en su infancia, sino a una persona completamente diferente. Ni siquiera intentó ocultar su expresión fría y brutal.

Desde atrás de Gekkou, Oigami subía lentamente las escaleras.

Gekkou sonrió fríamente posicionado entre Kurumi, que tenía la apariencia de Hotaru, y Oigami.

—Bueno, al fin y al cabo, no es algo de su incumbencia así que no hay necesidad de que se entrometan tampoco.

Tras decir eso Gekkou se dirigió al pasillo hacia donde Hotaru había corrido. Mientras tanto, Kurumi no podía ni moverse. Tan solo escuchaba los pasos de Gekkou alejándose.

Viendo el estado de shock en la expresión de Kurumi, Oigami dijo que subiría las escaleras.

—Eso es exactamente lo que quiero decir cuando digo que ese tipo está loco.

Ella no estaba de acuerdo, y como Kurumi mantenía la cabeza baja y permanecía en silencio, Oigami le preguntó algo para confirmarlo.

—¿Eres Kurumi?

—Si.

Kurumi finalmente había respondido algo.

—Pero Kumagai-san tomó mi lugar. Oigami sonrió.

—Hotaru estará bien. Vamos, continuemos nuestro camino.

Kurumi le siguió y comenzaron a bajar las escaleras de nuevo, caminando a trompicones. Una vez que bajaron al segundo piso, se dirigieron a una de las torres que estaban conectadas al edificio por un pasillo. Atravesaron la columnata que daba al patio.

—¡Oye, Taka!

Había varios magos cruzando el patio, y de repente uno de ellos se giró y se acercó en cuanto los vio.

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—¡W-Washizu-san!

Oigami se sobresaltó y barrió su mirada como si no estuviera seguro de si debía detenerse o irse.

Pero en cuanto Washizu Kippei estuvo frente a él, Oigami dio unos pasos hacia un lado para que Kurumi quedara oculta a su sombra.

—Quiero hablar contigo. Ven.

Kippei le hizo un gesto con la mano a Oigami para que se acercara a él.

—S-sí ya voy…

Kippei actuaba de manera muy normal, aparentemente no sospechaba nada. Cuando Oigami asintió, le sonrió a Kurumi y le dijo: «nos vemos luego Hotaru». Kurumi también se obligó a sonreír y asintió.

A Oigami no le quedó más remedio que irse con Kippei, se dio la vuelta y miró a Kurumi con preocupación, pero ya no volvió.

—Ahora estoy sola. No sé qué voy a hacer.

Kurumi se quedó parada frente al patio, completamente confundida.

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—De cualquier forma, tengo que escapar de aquí antes de que Gekkou me encuentre.

Sin embargo, a Kurumi no le habían dicho que podía usar el espejo del primer piso de la torre. Se dio cuenta de que debía dirigirse a la torre, así que empezó a caminar. Su corazón estaba lleno de ansiedad.

Tenía miedo de que Gekkou la encontrara, pero tampoco sabía qué pasaría si los demás magos descubrían que no era una Trailer. Al llegar al final del pasillo, vio que frente a ella se mostraba la entrada de una de las torres con gruesos muros de piedra hechos de basalto. No había ninguna puerta, y la parte interior de la torre que se podía ver desde afuera, estaba cubierta por una lúgubre oscuridad.


Dudando en entrar, Kurumi se detuvo al final de los pocos escalones de la entrada, y se preguntó si realmente debería entrar allí. Pero parecía que no le quedaba otra alternativa.

Recordando que Hotaru y Oigami habían intentado ayudarla a escapar, Kurumi subió las escaleras, aunque con temor. Al pasar por la entrada, vio que el interior estaba débilmente iluminado, sin una sola lampara. Una escalera de caracol, también de piedra, recorría las paredes interiores hasta llegar a la cima. Lo único que había en la sala era una inquietante pintura en el suelo. Kurumi se dio cuenta de que era un ataúd, el emblema del Trailers.

Mientras miraba el emblema en el suelo con el ceño fruncido, una voz la llamó de repente desde la pared.


—Así que viniste.

La voz de un hombre llegó desde un rincón oscuro.

—¿Q-Quién es?

Kurumi giró los ojos y retrocedió cuando notó una silueta en la oscuridad.

La silueta se acercó lentamente y cuando Kurumi vio el rostro del hombre iluminado por la leve luz que provenía de la entrada, tragó saliva.

—¿¡…!?


El hombre se acercó sin cuidado y le dijo a Kurumi:

—Date prisa, tenemos que movernos antes de que Gekkou te encuentre.

El espejo que el hombre sostenía, se amplió mágicamente hasta un tamaño que le permitía usarlo. El hombre colocó su mano sobre el espejo en el suelo y apareció un círculo mágico, abriendo un portal con una superficie similar al agua cristalina.

Kurumi no dijo una sola palabra, simplemente se quedó mirando. El hombre se dio la vuelta y la tomó por el brazo.

Sin saber a dónde la llevaría ese portal, Kurumi desapareció en el espejo junto a ese hombre.

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