Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 4

Interludio 2: A cambio de poder

La Soberanía Nebulis. El octavo estado Wreathbarden.

Se dice que es el lugar de nacimiento de la literatura mundial, inspirada en las interacciones con las ciudades neutrales.

Sus hermosas calles están repletas de gente que se desplaza libremente por ellas.

No había ni una sola nube en el cielo. Muchos grupos de mujeres disfrutaban de una momentánea comida en los asientos exteriores de los cafés que daban a la plaza.

Pero este café estaba ahora mismo lleno de alboroto. Un hombre apareció en la zona de asientos. Su hermosa figura era suficiente para eliminar instantáneamente toda clase de somnolencia.

—…

El hombre se sentó en silencio en un asiento vacío.

Su pálido rostro era cincelado. Su mirada aguda. Sus labios fruncidos mostraban una solemnidad que indicaba que nunca vacilaría ante nada.

Conspicuo y alto, el hombre tenía un pecho desnudo y pulido que  estaba cubierto sólo por un abrigo.

Era como un acto en una obra de teatro.

Aunque sólo se había sentado, las jóvenes y las mujeres mayores eran prisioneras de su atractivo e imponente conducta.

—¿Señor… su orden…?

—…

Cuando la sonrojada camarera le atendió, el hombre señaló en silencio el menú.

—¡De inmediato!

Ni siquiera miró a la camarera cuando entró en el café. El hombre de pelo blanco sacó un informe de una docena de páginas. Empezó a leer cuidadosamente el informe escrito en una terminología ininteligible.

—…Esto me está poniendo de los nervios —dijo el hombre con una voz de vigor reprimido.

Salinger.

Treinta años antes, el hechicero “trascendental” provocó un incidente sin precedentes al atacar sin ayuda al palacio real con el fin de que su espada se dirigiera a la reina.

Aunque debería haber sido fácilmente un hombre de cincuenta años, su cuerpo, rostro y venganza estaban en su mejor momento y no en decadencia. Todavía tenía más espacio para crecer.

—¡Perdón por el retraso!

—…”

Prácticamente le dio el pago y la propina a la camarera cuando sacó el café y los panqueques de soufflé.

—Yunmelngen. Ese monstruo —murmuró Salinger irritado

— Justo cuando el trono apareció frente a mí, resultó ser un engaño. Nunca hubiera esperado que ese sinvergüenza me impusiera estos registros.

Tenía un documento de alto secreto emitido sobre un particular “dispositivo de investigación” en el Imperio. Naturalmente, estaba prohibido sacar los documentos de las instalaciones. Con la excepción de una persona: el símbolo del Imperio, Yunmelngen, el de mayor autoridad política.

Resultados del experimento: 

Administrado el debilitamiento ■■■■ sobre una bruja con ■■ congénito. Se observan resultados favorables cuando se administra en el “Espécimen E” purasangre.

—Especimen E”, ¿eh? Sólo se me ocurren dos personas.

Pensó en los nombres y rostros de todos los descendientes de la Fundadora que acechaban en el palacio real.

—¿Por qué debería importarme?

Salinger enrolló el informe en sus manos, quemándolo en su palma y convirtiéndolo en ceniza para que se llevara al viento. Lo miró distraídamente sin mucha emoción.

—¿…Hmm? —El guapo hombre de pelo blanco se fijó de repente en la joven que estaba a su lado.

Ella miraba fijamente. Pero no estaba mirando fijamente a Salinger. Su mirada se centró en los panqueques de soufflé de la mesa. Debió olerlos después de que salieran directamente de la sartén.

—¿Qué quieres, chica?

—Oiga, señor, ¿se va a comer eso? Si no, ¿me los puedo comer?

Qué franca.

Debe ser por su edad. Dale unos años más, y aprenderá a convencer a la gente con una sonrisa cortés y un tono amigable.

—Tengo dos cosas que decirte —respondió el hechicero, disgustado.

— Una, no me gusta que me llamen con un título complaciente. Dos, he pagado por esto. No ruegues. Cualquier cosa que obtengas tiene un precio.

—… —La chica bajó la cara.

—Debes tener dinero.

Tenía una bolsa de dinero atada al cuello con una cuerda. No podía estar sin dinero.

—No tengo dinero en ella.

—¿Hmm?

—Es una roca brillante. La conseguí en el lecho del río —La joven abrió su monedero.

Antes de que Salinger pudiera detenerla, ya había esparcido pequeñas piedras alrededor de su taza de café. Estaban débilmente tintadas y rayadas.

—Piedras de ónix, eh. No son nada significativo —Salinger recogió una roca increíblemente pequeña y redonda sin prestar atención.

—¡Oh! No. Esa es mi…

—Esto servirá.

—…¿Qué?

—Esto servirá a cambio. Pero asegúrate de encontrar una roca más bonita la próxima vez.

Le dio la espalda a la chica, cuya cara se había quedado en blanco, y comenzó a caminar. Dejó todo el plato de panqueques de soufflé en la mesa.

—Pero tu trueque no será tan barato, mi reina —escupió.

— Obtuviste el trono de reina gracias a la suerte. Desafortunadamente para ti, no tienes idea del verdadero precio de obtener el trono.

Se dirigió directamente a un pequeño y oscuro camino que continuaba hacia los callejones. El sol no brillaba aquí.

—Diviértete con lo que queda de tu gobierno. El linaje de la Fundadora…

Un verdadero monstruo pronto estará en tu garganta.

El hechicero se dirigió al estado central, al castillo donde se reunía la familia real de Nebulis.