Tensei Shitara Slime Datta Ken (NL)

Volumen 2

Capitulo 3: El Enviado y la Reunión

Parte 4

Los orcos eran varios miles, pero eso era aún una miseria en comparación con la fuerza principal. ¿Por qué dedicar tan pocos luchadores a un oponente tan obviamente difícil? ¿Realmente era la comida la única razón por la que estaban dispuestos a aceptar tantas víctimas?

“Recuerda”, dijo Benimaru, “ni siquiera se ofrecieron a contratarnos como mercenarios. Solo puedo concluir que estaban preparados para matarnos a todos desde el momento en que llegaron”.

Shuna asintió.

“Muy cierto. La habilidad extra Precepción de Amenazas me lo dijo del mismo modo. Fueron completamente hostiles hacia nosotros—nada más, nada menos”.

Así que los orcos querían a los ogros muertos. Y eso no era todo.

“Juzgando por las rutas que tomaron la fuerza principal y este pequeño equipo”, dijo Hakurou, con sus ojos enfocados en el mapa, “ellos probablemente se reagruparán en los pantanos”.

Todos miraron hacia abajo mientras él avanzaba dos piezas etiquetadas con ORCO. Él tenía razón. Procediendo en línea recta, ellos se reunirán justo en los pantanos, el que los hombres lagarto llamaban hogar. Una región lo suficientemente grande como para que la fuerza principal se reagrupe y se prepare para la inminente batalla—asumiendo que no les importara la falta de tierra seca para trabajar.

“Así que definitivamente se toparían con los hombres lagarto tarde o temprano, ¿verdad? ¿Querían erradicarlos para poder ser rey del bosque o lo que sea?”

“Dicho de esa manera, no estoy tan seguro… Tiene poco sentido”.

“¿O tal vez están confabulados con un rey demonio, como dijiste?”

“Están recibiendo apoyo, no hay duda de eso, pero no puedo decir si es el apoyo de un rey demonio. Será mejor que no saltemos a conclusiones”.

“De acuerdo, pero incluso si están trabajando con alguien, ¿qué significa el aniquilar a los principales poderes en el bosque?”

Todos los presentes ofrecieron su propia respuesta. Sin embargo, al final, nadie tuvo una idea clara de lo que querían los orcos—la pregunta más importante.

“Además”, susurró Shuna, “¿cómo están los orcos alimentando a un ejército de doscientos mil?” La observación hizo que todos se congelaran por un momento.

“¿Cómo?” se aventuró Benimaru.

“Para eso están aprovechando los suministros de alimentos, ¿no? Entonces se quedó en silencio, dándose cuenta de lo dudoso que sonaba.

Shuna tenía un punto. Simplemente no parecía correcto.

“Souei, ¿la pequeña fuerza tiene un equipo de suministro con ellos?”

“… No vi ninguno. La fuerza principal parecía tener una caravana que llevaba suministros de alimentos en la parte trasera, pero… De hecho, no era suficiente en términos de tamaño. Nada suficiente como para mantener nutrido a un ejército de doscientos mil”.

Marchar cerca del río eliminaba cualquier preocupación por el agua dulce, pero esencialmente eran incapaces de abastecerse. Cualquier alimento que tuvieran se acabaría rápidamente. Ambas fuerzas necesitaban algo, ¿no? Dudaba que los orcos hubieran perfeccionado algún método justo a tiempo para suministrar una fuerza militar completa de la que nadie estuviera al tanto, pero también dudaba que dejaran que todos esos orcos murieran de hambre mientras luchaban.

Y si no se molestaban en los suministros, de ninguna manera se apoderarían de la comida de los ogros, y luego se la entregarían al ejército principal. Ellos tenían sus propias bocas para alimentar. Y con aquella fuerza pequeña o no, aún estábamos hablando de varios miles de orcos adultos, y eso era una gran cantidad de personas para forzar una posible inanición.

Noté que Souei se adelantó para decir algo, solo para detenerse un segundo después.

“¿Qué es?” presioné.

“¿Querías decir algo?”

“Esto es solo una especulación de mi parte, pero me pregunto si, tal vez, fueron… buscando los cuerpos de aquellos que murieron de hambre o heridas de batalla. Lo digo porque, mientras realizaba investigaciones exhaustivas de los campos de batalla en los que lucharon, no encontré ni un solo cadáver”.

“¡¿Qué?!” exclamó Benimaru.

“¿Incluyendo nuestro propio hogar?”

“… Sí. No había absolutamente nada, ni nadie, atrás”.

“¡¿Cómo?!”

“Oh no…”

Los Kijin se quedaron sin palabras. Oof… Podía ver porqué. ¿Así es como eran los orcos? Solo imaginarlo me hizo marear.

“Eso es… Eso es demasiado difícil de aceptar…”

“Son omnívoros, lo sé, pero… ¿En serio?”

Souei miró a Rigurd y Kaijin estoicamente.

“Es simplemente una especulación”, repitió.

“Pero dondequiera que se supiera que estuvieran, no encontré ni un solo cadáver—y nuestro hogar estaba completamente desprovisto de todo. Esa es la completa verdad. Y eso me recuerda una cierta habilidad…”

Se detuvo, y su rostro se torció.

“¡No!” gritó Benimaru.

“¿Un Orc Lord?”

“En efecto. No lo he confirmado, pero no puedo negar la posibilidad de que haya aparecido un Orc Lord. Al menos he confirmado la presencia de caballeros orcos de alto nivel. Nuestros atacantes, probablemente”.

“En efecto. Tendrían que serlo, a juzgar por su fuerza. Incluso podría imaginar generales orcos entre ellos”.

“Eso sin duda explicaría todo…”

Los rostros de los Kijin se volvían cada vez más preocupantes. Parecían saber quién era este Orc Lord— no es que significara algo para mí, Kaijin, o los otros hobgoblins.

“Whoa, ¿quién es este Orc Lord?” preguntó Kaijin, finalmente descongelándose.

“¿Podrían incluirnos en esta conversación, por favor?”

“Sí”, añadí.

“¿Si no les importa?”

Esa fue nuestra primera idea de cuán temible era el Orc Lord.

Para decirlo brevemente, un Orc Lord era un monstruo único con habilidades de liderazgo avanzadas. Aparecían uno a la vez, de la nada, una vez cada pocos siglos, para difundir el caos en todo el mundo. En otras palabras, un sujeto peligroso.

Lo que los hacía tan peligrosos era la habilidad con la que nacían—la habilidad única conocida simplemente como Hambriento. Le permite al conjurador hacer que sus aliados devoren todo lo que los rodea, como un enjambre de langostas, afligiéndolos con un hambre severa que no tienen esperanza de saciar. Sonaba como una tortura para las víctimas, pero tenía grandes beneficios para el conjurador. Removía de manera muy eficiente toda la materia orgánica de regiones enteras a la vez, transformándola en energía para sí mismo. E incluso si hacías morir de hambre a tu gente—diablos, morir de hambre, el efecto definitivo era increíblemente poderoso.

Pero lo más aterrador de todo era que, independientemente de los monstruos que las hordas consumieran en su loca carrera por su sustento, sus habilidades serían transferidas al conjurador. Poderes de monstruos, atributos físicos, incluso habilidades. No era una cosa 100 % segura, pero mientras más monstruos consumieras, más posibilidades tenías. En otras palabras…

“¿Los orcos no están tratando de erradicar los monstruos de niveles superiores del bosque en absoluto?,¿Están tratando de obtener sus poderes?”

El silencio cayó sobre la sala. Indicando, de una vez por todas, que mis compatriotas ya habían llegado a esa conclusión.

Todos pausamos por unos momentos. El aire se había vuelto pesado a nuestro alrededor, ya sea que tuviéramos evidencia sólida de un Orc Lord en el Bosque o no.

No estábamos indefensos ante esta amenaza, por supuesto. Este monstruo había aparecido en la escena antes, múltiples veces, y ya existía una estrategia conocida para tratar con ellos.

“¿Y esto es?” impacientemente pregunté. Los Kijin respondieron dándose miradas incómodas. Kaijin y Rigurd los miraron, un poco desilusionados.

“Es vergonzoso para mí decirlo”, comenzó finalmente Shuna, “pero los Orc Lord del pasado han sido derrotados por los esfuerzos humanos. Hambriento es una habilidad única y poderosa, no hay duda de ello, pero funciona solo aprovechando los poderes de aquellos que el Orc Lord derrota. Mientras que los monstruos pueden tener habilidades intrínsecas u otros efectos orientados a la magia que un Orc Lord puede tomar por sí mismo, los humanos no tienen nada de eso. Ellos usan Artes, no habilidades, y esos son estrictamente los frutos de práctica y esfuerzo. Eso es lo que permite a una nación humana, o grupo de naciones, derrotar tal amenaza”.

Huh. No alimentes a la bestia y no crecerá, ¿eh? Supongo que dudaron en decirlo porque significaba que tendríamos que involucrar a los humanos, tarde o temprano.

Bueno, al menos teníamos algo que hacer ahora. Teníamos una idea general de las habilidades que el Orc Lord podría haber tomado, y podríamos encontrar formas de contrarrestarlas. Puede que aún no sea una gran amenaza, suponiendo que no haya vivido durante demasiado tiempo.

¿Tal vez esto sea más fácil de lo que pensaba? Tal vez no. Ya tenía un cuerpo de caballeros, sin mencionar la horda de doscientos mil orcos babeantes y hambrientos. Eso, y la organización que lideraba los fondos para equipar y armar a todos esos chicos. No tenía sentido ser demasiado optimista. Si ganara algún impulso de inteligencia a través de Hambriento, incluso podría convertirse en un rey demonio con el tiempo, lo apuesto.

Malas noticias por todas partes. Definitivamente debería haber llegado a él más rápido. Pero, ah, bueno. En este momento habría sido un buen momento para que apareciera algún noble héroe, pero no tenía uno a mi disposición, para mi pesar.

“Muy bien. Veamos si este Orc Lord existe o no, antes que nada. Si uno realmente ha nacido, supongo que deberíamos enviar un mensaje a Kabal y al resto de mis amigos aventureros”.

“¡Sí señor!” asintió Rigurd ante la idea.

Ellos habían mencionado que estaban afiliados a un grupo—el gremio, lo llamaron—que proporcionaba tareas. Tal vez el gremio podría ayudarnos, si Kabal proporcionara una entrada. Esperaba más rechazo, pero ninguno dijo nada al respecto. Kabal y sus amigos fueron ciertamente amables con nosotros antes. Sin estereotipos o similares.

Pensé que podría vender algunos trozos de Acero Mágico que me quedaban para recaudar el dinero para la ayuda del gremio. Es posible que rechacen las transacciones con monstruos, pero no pueden rechazar el precio correcto, o simplemente podría hacer que los hermanos enanos negocien en nuestro nombre. Un Orc Lord amenazaría a los humanos tanto como a nosotros. Teníamos muchas fichas con las que negociar.

De hecho, si sabíamos que los humanos jugarían un papel clave en esto, quizás deberíamos enviar un mensaje lo antes posible. Si los hombres lagarto ya fueran hombres muertos, los orcos probablemente perseguirían los reinos humanos a continuación. Y ya sea que pudieran “alimentarse” de humanos o no, doscientos mil orcos serían una amenaza de vida o muerte para casi cualquier nación.

Por ahora, necesitábamos más información. Esa era mi consigna mientras continuaba la conferencia— pero repentinamente, Souei se puso rígido, haciendo una mueca.

“¿Qué es?”

“Bueno”, comenzó, “uno de mis clones ha hecho contacto con alguien que insiste en comunicarse con usted, Rimuru-sama. ¿Qué piensa…?”

“¿Contacto? ¿Y me nombraron, incluso? ¿Quién diablos…?”

Todavía no tenía muchos conocidos en este mundo, en serio. ¿Era acaso, tal vez, hablando del diablo? Nah. Dijeron que les tomó varias semanas viajar aquí desde su base de operaciones. Más de un mes de ida y vuelta. Imposible.

“Este contacto no me ha dado un nombre, Rimuru-sama. Ella simplemente busca enviarle un mensaje, y ella es bastante inflexible. Ella es una dríade”.

Las cejas de todos se levantaron en sorpresa. Un monstruo bastante conocido, supongo.

“¡No!” exclamó Rigurd.

“Han pasado varias décadas desde que una dríade se manifestó, ¿no es así?”

“¡Prácticamente nunca han desaparecido! ¡¿Por qué aparecería una ahora?!”

Para los hobgoblins, ellas no eran más que figuras míticas. Y a juzgar por la respuesta del antiguo ogro Souei, deben haber sido de un nivel bastante alto. Una que había visto y hecho contacto con Souei, a pesar de lo bien dotado que él estaba al ocultar sus clones. Eso demostraba el calibre con el que estábamos tratando. Mejor no enfadar esta dríade entonces.

“Muy bien. Me reuniré con ella. Guíala hacia aquí”.

Parecería que mi pensamiento era correcto. Poco después de dar mi consentimiento, la puerta de la sala de conferencias se abrió para revelar una nueva figura. No había perdido ni un segundo al clon de Souei, incluso cuando él usó Movimiento de Sombra para guiarlo de vuelta.

Llamarla una “esa” sería grosero. Ella era una mujer, una muy hermosa. Su cabello era verde, su piel clara, su figura bien tonificada—cincelada incluso, como una diosa nórdica. Sus exuberantes labios eran de un tono azul claro, combinados perfectamente con sus profundos ojos azules. Ella lucía de unos veinte años de edad para los estándares humanos, pero definitivamente no era así. Era semitransparente, y cualquier observador podía decir que su cuerpo no tenía peso ni presencia física real.

Las dríades eran, de hecho, descendientes de las razas de hadas, lo más cercano a una forma de vida espiritual que uno podría presenciar. Más tarde supe que servían como guardianes de los Ents, las personas vivas de los árboles que eran otra presencia de alto nivel alrededor del bosque. En términos de ranking, eran fácilmente A o superior—allá arriba con Ifrit, y sin duda una presencia aterradora para Rigurd y los hobgoblins.

Pero ¿qué quería ella?