Arifureta Zero (NL)

Volumen 4

Capítulo 4: El Verdadero Valor De Miledi Reisen

Parte 10

Resplandecientes plumas de plata llovieron desde los cielos. La prueba de que el apóstol, el símbolo del poderío de Ehit, había sido derrotado. Todos los soldados de la iglesia miraron hacia arriba con una abyecta incredulidad. Laus no fue la excepción. Derrotar a un apóstol debería haber sido imposible, pero Miledi lo había hecho.

Había prometido que le mostraría esperanza, y había cumplido espectacularmente. Una oleada de emoción brotó dentro de Laus, y las lágrimas se derramaron de sus ojos. No tenía ni idea de por qué lloraba, o de que estaba llorando, porque toda su atención se centraba únicamente en la chica envuelta en un aura azul celeste. Después de unos segundos…

“¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!”

Un grito de agonía que partía los oídos resonó en el campo de batalla. Era Mulm. Se rasgó el cabello como un hombre poseído, su expresión llena de dolor. Los otros obispos y caballeros de la iglesia siguieron el ejemplo de Mulm, gritando en agonía.

“¡Miledi Reiseeeeeeeeeeeeeeeeeeen!”

Mulm levantó su arco y disparó directamente a Miledi. La gran cantidad de mana que Miledi había estado controlando antes se había dispersado, y estaba cayendo al suelo indefensa.

“¡Oh no!” Laus gritó casi por reflejo, pero antes de que pudiera levantar un dedo, Oscar actuó.

“¡Naiz!” gritó, corriendo hacia adelante.

“¡En ello!”

Naiz abrió un portal justo debajo de Miledi, y un segundo después, estaba unos metros por encima de Oscar. Él la atrapó antes de que cayera, y Meiru corrió inmediatamente para curarla. Mientras la luz naranja bañaba el cuerpo de Miledi, sus numerosas heridas comenzaron a desaparecer. Pero sus ojos permanecieron cerrados.

“Meiru, ¿por qué no se despierta?” Oscar gritó, entrando en pánico.

“Cálmate. No hay nada malo en su cuerpo. Probablemente esté mentalmente exhausta después de absorber tanta energía.”

La respiración de Miledi era constante, lo que tranquilizó un poco a Oscar.

“¡Mátala! ¡Maten a esa maldita hereje! ¡Deben destruirla, aunque les cueste la vida!”

Esta vez, el rayo se dirigió hacia Oscar y Miledi. Lilith había volcado toda su rabia y su odio en un gran ataque.

Viendo a sus líderes continuar luchando inspiraron a los obispos y caballeros restantes, y se animaron a sí mismos en un fervoroso fervor, gritando gritos de batalla mientras atacaban. Su coraje pasó entonces a los soldados de la federación y del imperio, que los siguieron. Pero su ataque fue detenido por Lyutillis.

“¡Hermanos míos, despiértense! ¡Debemos proteger a Miledi Reisen a toda costa! ¡No puede morir aquí!”

Un gran árbol surgió del bosque en miniatura, con Lyutillis en la cima. Su voz clara resonó en el campo de batalla, y sus hombres bestia respondieron con una serie de estruendosos rugidos.

Sus gritos fueron lo suficientemente fuertes como para ahogar los locos gritos de batalla de los soldados que se acercaban. La mayoría de los hombres-bestia habían sufrido heridas graves por luchar fuera de la protección de la niebla.

Sin embargo, los caballeros de la teocracia fueron igualmente heridos. Meiru ya había derrotado a Zebal, mientras que Sui había asesinado con éxito a Baran, y Craid y Lyutillis se habían ocupado de Godel y Vanadis. A partir de ese momento, sería una batalla de fuerza de voluntad y moral. Había llegado el momento de ver si los lazos de amistad podían vencer a la loca devoción religiosa.

“Miledi necesita descansar. Terminemos esto rápido, chicos”, murmuró Oscar, sonriendo suavemente a la chica en sus brazos. Meiru, Naiz y Vandre también sonrieron, y luego se giraron para mirar a los caballeros que se acercaban. Pero justo antes de que la batalla decisiva pudiera comenzar, una enorme cortina de luz apareció en el espacio entre los dos ejércitos. Hubo un tremendo estruendo cuando la luz rasgó la tierra, creando una zanja para separar los dos lados.

Mirando hacia arriba, Oscar y los demás vieron una aeronave solitaria volando sobre ellos. Las velas de la nave estaban adornadas con el símbolo de un escudo rodeado de un halo brillante. Mulm se sorprendió tanto al ver ese escudo que olvidó momentáneamente su rabia.

“Imposible… ¿los Paladines están aquí? ¿Esa luz fue un ataque de Longinus?” murmuró. Desde la aeronave, una fría voz retumbó, “Esta es una orden del comandante de los Paladines, Darrion Kaus. Cesen las hostilidades inmediatamente”.

Los caballeros vacilaron, atónitos por esta incomprensible orden. Sin embargo-

“Este es el testamento de Ehit”.

En el momento en que Darrion añadió eso, supieron que no tenían otra opción que cumplir. No importaba cuán ferozmente ardiera su furia, no podían ignorar una orden de Ehit. Luchando por reprimir su ira, Mulm se giró hacia los Liberadores y dijo: “Considérense afortunados… La próxima vez que nos encontremos será la última, ¡Miledi Reisen! ¡Todas las unidades, retírense!”

Lilith y los otros comandantes siguieron el ejemplo de Mulm y dieron la orden de que todas sus tropas se retiraran. Naturalmente, la federación y el imperio hicieron lo mismo.

La iglesia había comenzado esta guerra por capricho, y ahora la estaba terminando en uno. Era completamente irrazonable. Oscar y los demás estaban confundidos por el repentino giro de los acontecimientos, pero no iban a dejar que la iglesia escapara así. Sin embargo, mientras Oscar y Lyutillis se preparaban para atacar, Laus dio un paso adelante.

“No”, dijo de plano, bloqueando el camino de los dos Libertadores.

“Darrion Kaus posee tanto la lanza divina Longinus como la Espada Sagrada. Además, su orden, los Paladines, poseen habilidades que ni siquiera yo conozco.”

“Laus Barn. ¿Estás…?”

Para Oscar, parecía más que Laus estaba tratando de advertirles que de interponerse en su camino. Cuando miró a los ojos de Laus, se sorprendió por lo que vio allí. Laus estaba mirando a Miledi. Pero su expresión era inusualmente suave. Normalmente, parecía que estaba haciendo lo mejor para matar sus emociones, pero ahora las estaba dejando salir a la superficie. Se sentía como si finalmente se hubiera liberado de los grilletes que lo habían atado antes. Oscar intercambió una rápida mirada con Meiru y los demás, y luego se regresó a Laus.

“Quédate aquí con nosotros, Laus Barn. Estoy seguro de que Miledi…”

“¡Ni una palabra más!” Laus gritó, su voz aguda. Sin embargo, no intentaba rechazar la invitación de Oscar. Sólo le preocupaba que Mulm y los demás pudieran escuchar. Todavía estaban relativamente cerca. Antes de que Oscar pudiera decir algo, Laus le habló directamente a su alma.

“Tengo una familia que proteger. Por eso tengo que regresar por ahora. Por favor, dile eso a Miledi también”.

Por un momento, Oscar se sintió abrumado por la determinación de la mirada de Laus, pero luego asintió con la cabeza.

“Mantuvo su parte del trato, así que, por supuesto, pienso hacer lo mismo. Una vez que haya asegurado a mi familia, regresaré para unirme a ustedes”.

“Se lo haré saber. Estoy seguro de que estará encantada”.

Los caballeros estaban a una buena distancia de Oscar y Laus ahora. Después de asegurarse de que nadie lo vigilaba, Laus le dio una breve sonrisa a Oscar, Naiz, Meiru y Lyutillis, y luego le dio la espalda.

“Nos encontraremos de nuevo”, susurró a cada una de sus almas.

Oscar y los demás le miraban fijamente a la espalda mientras se retiraba a Agris con los otros soldados. Lo más probable es que el ejército no se quedara mucho tiempo en Agris. Siempre existía la posibilidad de que la república lanzara una contraofensiva en venganza, así que probablemente abandonarían la ciudad.

Sobre todo porque el imperio y la teocracia sacarían a sus soldados de la federación. Esta era la única oportunidad de los hombres-bestia para vengarse de la federación, y había muchos guerreros que estaban ansiosos por ir tras el ejército en retirada.

“Protegimos nuestro hogar, y protegimos a nuestros camaradas”, declaró Lyutillis, su voz llamó la atención de todos. El bosque se desvaneció a su alrededor, los pétalos de las flores llenaban el aire en su vecindad.

“No somos invasores, y no luchamos por la venganza. ¡Nunca lo olviden, somos orgullosos hombres-bestia del Bosque Pálido!”

Los guerreros intercambiaron miradas. Sim y los otros comandantes asintieron, satisfechos.

“¡Nuestra guerra ha terminado!” Lyutillis se detuvo un momento, aspirando un gran aliento.

Luego, sonriendo, gritó: “¡Hemos ganado!”

Con eso, oficialmente puso fin a la guerra. Naturalmente, todos los hombres bestia gritaron.

Habían logrado lo que se propusieron, y eso era suficiente.

***

“Umm… ¿Laus-sama? Lo siento, ¿dije algo que no debería haber dicho?”

La voz de disculpa de Reinheit trajo a Laus de vuelta al presente. Al darse cuenta de que había estado perdiendo el tiempo por unos segundos, se disculpó rápidamente.

“Lo siento, Reinheit, sólo estaba recordando. Tienes razón, algo bueno pasó durante esta campaña.”

“Ahora que lo pienso, sin embargo, esa fue una pregunta estúpida. Ganaste, así que por supuesto habría sido una buena campaña.”

En eso, Laus sonrió irónicamente.

“En realidad, perdimos la guerra.”

“¿Eh? ¿Qué?”

“Realmente nos dieron un buen golpe. Sheesh, esa chica es realmente demasiado fuerte.”

Reinheit le dio a Laus una mirada de incredulidad. No podía creer que Laus hubiera perdido, pero lo que le sorprendió aún más fue que Laus parecía feliz por ello. Era la primera vez que Reinheit veía sonreír a Laus.

Pensando que tenía que ser una especie de broma, Reinheit sonrió también y respondió juguetonamente: “Déjame adivinar, ¿perdiste la batalla pero ganaste la guerra?”

“¿Eh? ¿Qué te da esa idea?”

“Bueno, es que para alguien que perdió, te ves muy feliz. Así que debes haber ganado algo en la derrota, ¿verdad?”

“Ya veo… Bueno, ciertamente gané algo.”

Ya veo. Supongo que si lo miras de esa manera, ciertamente gané. Después de todo, conseguí lo que más quería… Laus asintió con la cabeza, su sonrisa se hizo más brillante.

Después de unos minutos más de caminata, la pareja llegó a la catedral. Laus se dio cuenta de repente de que esta podría ser la última vez que hablaría con Reinheit. Planeó tomar a su familia y huir de la teocracia.

Por supuesto, eso incluía que sus hijos también estudiasen en la catedral principal, no sólo a Sharm, Debra y Ricolis. Considerando lo piadosos que eran Ricolis y los demás, sospechaba que no querrían ir con él. Sin embargo, no tuvo tiempo de discutir con ellos. Por ahora, los sacaría del país, y entonces podrían discutir las cosas. Si, incluso después de sus intentos de persuasión, querían regresar a la teocracia, no los detendría.

“Reinheit. Pase lo que pase, asegúrate de seguir tu corazón. Si, después de ver lo que estoy a punto de hacer, crees que estoy equivocado, también está bien.”

“¿Laus-sama? ¿Qué estás…?”

Laus entró en la catedral sin responder. Se dirigió hacia donde su hijo, su esposa y su madre rezarían, pero de repente se detuvo.

“Veo que finalmente has llegado, Laus Barn.”

Su aliento se le quedó en la garganta y los escalofríos le recorrieron la columna vertebral.

No, eso no es posible. ¡Te vi morir! ¡Nadie podría haber sobrevivido a eso! 

“¿Cómo puedes estar aquí, Apóstol de Dios?”

El apóstol que Miledi había matado estaba de pie ante Laus. Llevaba una túnica de monja y miraba por los vitrales de la catedral.

“Qué extraña pregunta. He estado aquí todo este tiempo.”

“¡Imposible! ¡Pensé que Miledi Reisen te había matado!”

Reinheit parecía confundido por este intercambio, pero Laus no tuvo tiempo de explicarlo.

El apóstol ladeó su cabeza, sus movimientos tan mecánicos como los de una muñeca, y luego murmuró: “Oh. Fue Ahat quien murió. Creo que me presenté como Ainz”.

“Esto no puede ser… No, espera. Ahora lo entiendo. Realmente no eres más que una muñeca, ¿no?”

“Permítame divulgarle mi verdadero nombre. Soy Hearst, la primera de las apóstoles de Dios”.

Esto tiene que ser una especie de pesadilla. ¿Me estás diciendo que estas cosas se producen en masa? Laus tropezó hacia atrás, con el sudor frío cayendo por su frente.

Aparentemente despreocupado por su reacción, el apóstol dijo, “Ahora bien, Laus Barn. Sé que acabas de regresar del campo de batalla, pero hay algo que me gustaría que hicieras por mí”.

¿Sabe que estoy planeando traicionar a Ehit? Laus no había hecho nada concreto para oponerse a la iglesia todavía. En el mejor de los casos, podría ser acusado de posponer la entrega de su informe para ir a casa primero. Eso no era un delito capital. Pero entonces, ¿por qué estaba un apóstol allí, en un lugar público? Si ella estaba allí para capturarlo, entonces él estaba en graves problemas.

¿Puedo escapar de ella y sacar a mi familia al mismo tiempo? ¿O debo fingir que soy obediente por ahora? Mil planes diferentes se arremolinaban en la cabeza de Laus.

Enroscó sus palmas sudorosas en puños, y preguntó con toda la calma que pudo, “¿Y qué sería eso?”

“Hay un pobre niño aquí que parece tener dificultades para recibir la bendición de Ehit. ¿Sería tan amable de enseñarle las virtudes de la iglesia?”

La Bendición de Ehit se refería al mágico lavado de cerebro que la iglesia hizo a algunos de sus creyentes. La mayoría de la gente se convencía con los sermones de los sacerdotes, pero unos pocos dudaban de los valores de la iglesia. Esos eran los que recibían la Bendición de Ehit. La magia espiritual de Laus era más que capaz de lavarles el cerebro a otros.

De hecho, era mucho más adecuada que la magia de la oscuridad, o la magia especial que poseían los obispos de mayor rango. Sin embargo, Laus dudaba que el apóstol le hubiera esperado aquí sólo para pedirle que le lavara el cerebro a alguien. De repente, Laus se estremeció. Tenía un muy mal presentimiento de hacia dónde iba esto.

“Ehit desea esto de ti”, añadió el apóstol, su voz sonando de repente muy ominosa. Laus no quería oír lo que venía después, pero taparse los oídos no era una opción.

“Quiere estar seguro de la lealtad de sus peones, para poder decidir cómo manipular el tablero de juego.”

Laus estaba demasiado agitado para darse cuenta de la importancia de lo que el apóstol había dicho.

“Levántate y camina”.

“¡Eres una vergüenza para el apellido Barn!”

Dos voces muy familiares se podían oír desde la habitación de al lado. Y gracias a la magia de Laus, reconoció las almas a las que pertenecían también.

Las puertas detrás del altar de la catedral se abrieron con un crujido ominoso. La primera persona que salió de su interior fue…

“¡Sharm!”

El hijo amado de Laus. Sin embargo, un par de caballeros lo arrastraban por los brazos, y estaba cubierto de moretones. Sus ojos estaban vacíos, y su cuerpo estaba completamente flácido. Caminando detrás de él había dos chicos que Laus reconoció muy bien.

“¿Qué…? ¿¡Qué estás haciendo!?”

“¿Qué quieres decir?”

“Seguro que hace algunas preguntas bastante extrañas, Padre.”

Eran sus dos hijos que habían sido llevados por la iglesia para entrenar algunos años antes, Kaime y Selm. Con ellos estaban Ricolis y Debra, así como el comandante de los Paladines, Darrion.

“Sharm ha sido finalmente elegido para unirse a las filas de la iglesia”, dijo Kaime de doce años.

“Ya tiene ocho años. Estábamos preocupados, ya que le estaba tomando mucho más tiempo que a todos los demás, pero entonces…” Selm de diez años terminó. Aunque no eran mucho mayores que Sharm, ninguno de ellos sonaba como un niño. Además, sus rasgos habían cambiado drásticamente de lo que Laus recordaba. Ambos miraban a Sharm con un desprecio desenfrenado.

“Pensar que un miembro de la familia Barn trataría de resistirse a la bendición de Ehit… Nos ha avergonzado a todos”, escupió Debra.

Ser invitado a servir en la catedral principal fue un gran honor para los ciudadanos de la teocracia. Sin embargo, Sharm intentaba rechazar este honor. Debra estaba tan decepcionada de él que parecía dispuesta a repudiarlo en el acto. Miraba a Sharm como si fuera un hereje, no su nieto. De hecho, era obvio que estaba pensando en la mejor manera de deshacerse de él en silencio antes de que pudiera deshonrar más el nombre de la familia Barn.

“Querido, por favor! ¡Tienes que enseñar a Sharm la gloria del Señor Ehit! ¡No puedo creer que ningún hijo mío intente resistirse a la bendición de Ehit!” Ricolis suplicó.

El hecho de que no estuviera pensando en deshacerse de Sharm demostró que al menos le quedaba algo de amor maternal. Dicho esto, cuando Sharm débilmente la miró y murmuró, “Ma… dre…” ella lo miró como si fuera una abominable babosa y empezó a pegarle. Era difícil de creer que ella era realmente su madre.

“¡Para! ¡Ya basta!” Laus gritó, apretando sus puños tan fuerte que empezó a sangrar. Estaba tan enfadado que su visión se estaba volviendo borrosa. No era así como se suponía que la familia debía tratarse unos a otros. Durante mucho tiempo, Laus había intentado amar a su esposa, respetar a su madre y cuidar de sus hijos mayores. Pero ahora mismo, estaban torturando a su propia carne y sangre, su hijo menor. Esta era una escena sacada directamente de una pesadilla.

Pero al mismo tiempo, Laus se dio cuenta de que era su propia culpa. Era el jefe de la familia Barn. El esposo de Ricolis, el hijo de Debra, y el padre de Kaime y Selm. Si él realmente amaba a su familia, debería haber resistido. Debería haber luchado contra la locura de la iglesia antes de que se tragara todo lo que apreciaba.