Gakusen Toshi Asterisk (NL)

Volumen 10

Capítulo 1: El Discípulo Máximo

Parte 2

“Siento mucho lo que pasó. Me gustaría pedirles disculpas a todos ustedes una vez más”, dijo Claudia, con la cabeza inclinada, mientras los integrantes de su equipo llegaban a su sala de preparación el día de su combate en la semifinal.

Los otros cuatro miembros del equipo Enfield se miraron unos a otros en esta extraordinaria muestra de arrepentimiento.

Ayato había estado esperando que Julis saliera con dos o tres quejas menores más, además de las que había presentado la noche anterior, pero a esta vista, todo lo que podía hacer era soltar una tos nerviosa y poner sus manos sobre sus caderas. “Bueno, se acabó y ya está. De todos modos, ¿estás a la altura?”

“Creo que sí. Los sanadores del hospital son realmente increíbles. Y tampoco nos hemos enfrentado a ninguna sanción”, respondió Claudia con una ligera carcajada.

El tratamiento por parte de los curanderos fue ciertamente efectiva, pero los equipos que se apoyaron en ella durante la Festa normalmente incurren en algún tipo de penalización por hacerlo. En particular, si las lesiones se produjeron durante un combate de la Festa, los participantes que recibieran dicha curación podrían ser descalificados de una nueva competición.

Sin embargo, para que alguien pudiera recibir tal tratamiento, su vida tenía que estar en peligro de todos modos, así que en tales casos, realmente no había otra opción.

“Dicho esto, no puedo decir que todo sea perfecto…”

La herida en el pecho de Claudia estaba completamente curada, pero sus otras heridas, sin mencionar su fatiga, aún permanecían. Sería una exageración decir que ella estaba en condiciones óptimas de pelear.

“Pero aún así, estoy más preocupado por todos ustedes. Ninguna de ustedes se pasó ayer, ¿verdad?”

Para ser justos, aunque ella no estuviera en su mejor momento, él podía decir lo mismo de sí mismo y de los demás.

Ayato se había enfrentado en una amarga contienda contra el padre de Eishirou, Bujinsai, mientras que Julis, Saya, y Kirin habían luchado tanto contra Shadowstar como contra los miembros del clan Yabuki que parecían cercanos a la inmortalidad. Ninguno había sufrido lesiones graves, pero la experiencia les había dejado exhaustos.

Julis y Ayato estaban en muy mal estado. Julis se había esforzado al máximo con sus habilidades, mientras que Ayato se había visto obligado a romper su sello. No era tan malo como la primera vez que lo había hecho, ya que todavía podía moverse, aunque su cuerpo se sentía más pesado de lo normal, pero no sabía lo bien que podría luchar en el próximo combate.

“Bueno, tendremos que hacer lo que podamos”, dijo.

Saya, de pie junto a él, asintió. “Correcto. Lo que importa ahora es saber cómo ganar hoy. Claudia, necesitamos una estrategia”.

“Desafortunadamente,” Julis interrumpió con una nota de abatimiento en su voz, “probablemente vamos a tener problemas para enfrentarnos al Equipo Dragón Amarillo de esta manera.”

“Entiendo. En ese caso…”

“¡Ah! Um, antes de eso…” Kirin, que hasta ese momento había estado esperando en silencio, levantó tímidamente la mano. “C-Claudia, es el… ¿Es el Pan-Dora…?”

A esa pregunta, todos se giraron hacia ella. El ataque de ayer de la Emisión Nocturna, de hecho, incluso el sueño que tan catastróficamente había buscado hacer realidad, se remonta a ese Orga Lux, el Pan-Dora. Los cinco lo sabían.

No sería nada sorprendente si ella no quisiera tener nada más que ver con esto, de hecho, esa sería la forma más natural de actuar.

Pero Claudia simplemente brillaba con una sonrisa serena mientras desenvainaba de sus soportes a la cintura los activadores de la Orga Lux. “Sí. No culpo a esta querida. Y si queremos ganar, vamos a necesitar sus habilidades”.

“Si eso es lo que piensas, no intentaré discutir contigo, pero aún así…” Julis parecía no estar particularmente convencida.

Para ser honesto, Ayato pensaba lo mismo. Por extraordinarias que fueran sus habilidades, el Pan-Dora era simplemente demasiado peligroso.

“Ah-ha, no hay necesidad de preocuparse,” dijo Claudia con una risa suave. “Dado lo que ha pasado, no te culparé si no me crees, pero al menos por ahora, quiero tratar de entender cómo llevarme mejor con ella. Todavía no creo que haya sido capaz de sacar toda su fuerza.”

“…¿Qué quieres decir?” Preguntó Saya. “¿Crees que el Pan-Dora tiene otra habilidad?”

Claudia agitó la cabeza. “Es sólo una sensación, eso es todo.”

“Vamos. Deja de jugar” interrumpió Julis.

“De todos modos, no hay necesidad de preocuparse por mí. Incluso si algo sucediera, los tengo a todos aquí para ayudarme”.

Claudia puede haber tratado de hacer pasar eso como una broma, pero Ayato sabía que estaba tratando de ocultar su vergüenza. Ella había cambiado, al parecer.

“Sin embargo, y lo siento muchísimo, pero sólo me quedan unos sesenta segundos en mi reserva de precognición. Terminé usando bastante para evadir la emisión nocturna… Así que sólo planeo usarla para evitar ataques. Eso va para nuestro próximo combate, también, por supuesto.”

La Pan-Dora era, por naturaleza, más adecuada para la defensa que para el ataque, ya que si bien permitía a su usuario probar los posibles resultados a través del ensayo y el error, cuanto más complicado era el curso de los acontecimientos, mayor era el número de oportunidades disponibles.

“¿Cuál es nuestra estrategia para la semifinal?” Julis continuó.

“Ahora, ahora, no hay necesidad de apresurarse”, contestó Claudia con calma antes de tomar un trago de la bebida que había traído con ella. “Afortunadamente, aún nos queda tiempo, así que ¿por qué no nos tomamos un respiro primero?”

Actualmente era alrededor del mediodía.

En un principio, el combate se había programado para las primeras horas de la tarde, pero, dado que el otro encuentro de semifinales, que debía comenzar más tarde, se había cancelado, el suyo se había retrasado para compensar. Eso les dio más tiempo para descansar y una amplia oportunidad para decidir cómo proceder.

“Hmm… Supongo que podría estar apresurando las cosas demasiado rápido.” Julis suspiró.

“A-ah… Sí, tratemos de calmarnos primero”, añadió Kirin, dejando que se relaje.

Habían pasado tantas cosas en el último día que todos parecían un poco nerviosos.

“En ese caso, hay algo más que quiero quitar del camino”, comenzó Saya, levantando la mano. “Claudia se confesó a Ayato, ¿verdad? Quiero saber qué pasó después.”

“¿¡Bffft!?” Soltó Ayato.

“¿¡Qué!?” exclamó Claudia, casi derramando su bebida. Su cara se puso roja, y había levantado ambas manos a sus mejillas para cubrirlas mientras respiraba con dificultad, antes de girarse lentamente hacia Saya con un temblor. “¿Qué estás diciendo?”

Ayato nunca la había visto actuar así antes, y Julis y Kirin debían estar tan sorprendidas como él, porque ambas la miraban sospechosamente.

“Bueno, si piensas en lo que pasó, si piensas en por qué pasó, hasta Ayato ya debería haberse dado cuenta.”

“Eso es cierto…”, murmuró Claudia mientras apartaba la mirada.

Había algo indescriptiblemente adorable en la reacción.

“Um, Saya… La cosa es…”, comenzó Ayato, tratando de explicarlo, cuando Claudia le tendió una mano para detenerlo.

“Ah…” Respiró profundamente para calmar sus nervios y se puso una mano en el pecho, aunque sus mejillas aún estaban teñidas de rojo. “En lo que a mí respecta, mis pensamientos eran bastante desorganizados, y no era capaz de transmitir mis sentimientos de la manera que me hubiera gustado”, declaró claramente. “Por eso, algún día, le diré a Ayato cómo me siento. ¡Eso es todo!”

Saya asintió lentamente. “Ya veo. Eso es suficiente para mí…. En otras palabras, todavía tengo la ventaja. Eso es un alivio.”

“No sé qué decir… Realmente eres impresionante.” Claudia le devolvió la mirada con una admiración a regañadientes.

“Siéntete libre de elogiarme más a menudo.”

“No, no diría que te estaba elogiando, exactamente… Pero bueno, supongo que podemos llamarlo así.”

“¡Vamos, este no es el momento de preocuparse por ese tipo de cosas!” Julis gritó de repente, como si ya no pudiera soportar escuchar a los dos.

La expresión nerviosa de Julis era tan entrañable que rivalizaba con la de Claudia desde hace un momento.

Lo mismo sucedió con Kirin, de pie a su lado.

“¡A-Así es…!” tartamudeó. “Claudia, ¿qué hay del combate…?”

“Ah, sí. En ese caso…” Sacó su móvil y aclaró su voz. “Comencemos con un simple análisis. Para empezar, los cinco integrantes del Equipo Dragón Amarillo son artistas marciales de combate cuerpo a cuerpo altamente capacitados. Sin embargo, debido a esto, no ponen un énfasis significativo en el trabajo en equipo. Parece que dan prioridad a la toma de decisiones individuales sobre la coordinación de grupos”. Con eso, abrió cinco ventanas de aire que mostraban los perfiles de sus oponentes. “Esto no quiere decir que no haya división de roles entre ellos. Los gemelos Li, con los que Ayato y Julis lucharon durante el Fénix, sirven efectivamente para apoyar a los otros miembros del equipo. Es seguro decir que sus técnicas ilusionarias de seisenjutsu son extremadamente efectivas en situaciones de equipo”.

“¿Quieres decir que están apoyando a los otros, incluso sin coordinación?” Kirin se preguntó en voz alta.

Claudia asintió. “Sus técnicas crean oportunidades que los integrantes de su equipo pueden utilizar a su favor. Dicho esto, no puede llamarse coordinación”.

“Ya veo…”

“Siendo ese el caso, seré yo quien se encargue de esos dos”, declaró Claudia.

“¿Eh?” Ayato se asustó. “¿Por ti misma?”

Ciertamente, los gemelos podrían no ser tan poderosos como los otros, pero aún así eran formidables oponentes. Ayato lo sabía por experiencia. Además, se destacaron en el control de las condiciones de la arena. Serían aún más peligrosos si pudieran permitirse el lujo de dejar la ofensiva en manos de otra persona.

“Por supuesto, necesitaré que Julis y Saya me apoyen siempre que sea posible, pero soy la más adecuada para enfrentarme a ambos.”

“¿Mejor adaptada? ¿Qué significa eso?”

“Es simple, en realidad”, respondió Claudia con indiferencia. “Mi personalidad es aún peor que la de ellos.”

Ayato no sabía si asentir con la cabeza o no, pero no podía negar que ninguno de las demás sería capaz de ver a través de sus trucos de la forma en que ella podía. Al menos en ese aspecto, él y Julis habían sido completamente superados durante su encuentro con ellos en el Fénix.

“Sin embargo, Julis y Saya también se enfrentarán a Raigeki Senka y Tenka Musou, así que ambas tendrán que considerarlas como su máxima prioridad”, añadió Claudia mientras ampliaba dos de las ventanas de aire.

La primera contenía una foto de Cecily Wong, una joven con rasgos europeos una rareza en Jie Long mientras que el segundo era Hufeng Zhao, a quien Ayato había conocido durante el Gran Coliseo.

Las ventanas de aire pronto cambiaron a grabaciones de un combate. Ya lo habían visto varias veces antes, y por eso, Ayato inmediatamente lo reconoció como el combate del campeonato en el Phoenix cuatro años antes.

En ese momento, Cecily aún no había aprendido seisenjutsu, así que la pareja había luchado con el tipo de artes marciales típicas de los estudiantes de Jie Long.

En términos generales, Cecily destacaba en potencia y Hufeng en velocidad.

Incluso entonces, Hufeng se había movido increíblemente rápido.

“Sin duda se han hecho mucho más fuertes desde esta grabación.”

“Hmm…. No nos faltan oponentes, así que ¿por qué elegir a Saya y a mí?” preguntó Julis.

“¿Estamos preparadas para enfrentarnos a ellos o algo así?” Añadió Saya.

“No, me temo que no. Simplemente se reduce al proceso de eliminación”.

Julis parpadeó sorprendido ante esta admisión, rápidamente frunciendo el ceño. “¿Qué significa eso? Será mejor que no estés jugando”.

“No hay un significado oculto detrás de ello. Necesitamos que mantengas a esos dos abajo a toda costa. Porque ya ves…” Claudia se detuvo allí, girándose para enfrentarse a sus dos miembros aún desaparecidos. “Necesitamos que Ayato y Kirin se encarguen del último, Hagun Seikun… Aunque, no estoy segura de si ustedes dos juntos serán capaces de vencerlo.”

Ante esto, los cuatro se quedaron sin aliento.

“…cierto, Xiaohui Wu…”, susurró Julis.

No hace falta decir que Xiaohui Wu era fuerte. Abrumadoramente fuerte.

Ayato y Kirin estaban entre los luchadores de combate cuerpo a cuerpo de más alto rango en todo Asterisk, pero había muchas posibilidades de que incluso ellos, luchando juntos, no fueran suficientes para derrotarlo.

“Pero Ayato tiene el Ser Veresta”, señaló Kirin mientras se adelantaba.

“Correcto, eso debería contar para nuestra ventaja”, añadió Ayato. “Xiaohui Wu y los otros daoshi son básicamente sólo Dantes. No deberían tener sus propios Orga Luxes”.

Se decía que Stregas y Dantes eran inadecuados para usar Orga Luxes.

“Y dijiste que Ayato desató su tercer sello ayer. En ese caso”

“Ah, no, quiero decir…. Hacer eso de nuevo será…. difícil.”

Saya hablaba de cuando rechazó al padre de Eishirou, Bujinsai. Ayato ya se lo había explicado todo a todo el mundo, y dudaba de que pudiera volver a hacerlo.

Su hermana, Haruka, parecía haberle puesto su sello en etapas. Ayato aún no había cumplido con las condiciones necesarias para liberar al último, aunque tenía la vaga sensación de que se estaba acercando.

Siendo así, quería evitar romper el sello por la fuerza, como había hecho la noche anterior.

Probablemente sólo pudo hacerlo entonces porque estaba tan desesperado por salvar a
Claudia. La simple verdad es que él no creía que podría volver a abrir esa puerta en circunstancias normales.

“La fuerza de Ayato era increíble cuando lo hizo… Pero es un factor incierto. No podemos confiar en eso en nuestra estrategia”.

“No hay forma de evitarlo”, murmuró Julis de acuerdo.

“De todos modos, Hagun Seikun será el líder de su equipo, al igual que en los anteriores combates. En otras palabras, no podemos ganar a menos que podamos derrotarlo. Así que todos contamos con ustedes dos.”

“Lo tengo. Ya se nos ocurrirá algo”, declaró Ayato.

“¡Correcto! Haremos todo lo posible”. Kirin asintió de acuerdo.

“Por supuesto, esto es sólo una especie de resumen, así que asegúrate de que todos estén al tanto de lo que los demás están haciendo en todo momento y apóyalos cuando sea necesario. En lo que respecta a patrones de coordinación más específicos…”

Y con eso, los cinco pasaron todo el resto de su tiempo antes del combate preparando su estrategia.

***

“¡Mmm, delicioso! ¡Realmente no hay nada mejor que beber té!”

Se encontraban dentro de las habitaciones privadas de Xinglou, en una habitación situada en una elegante torre rodeada de un amplio jardín desbordante de flores.

De todos sus discípulos, solo a Xiaohui se le había concedido permiso para entrar en este lugar, aunque dicho esto, nadie más habría podido encontrarlo. Los espacios dentro de la Sala del Dragón Amarillo se expandían y retorcían de formas aparentemente imposibles, siendo esta sección, en sus rincones más profundos e íntimos, la más confusa de todas.

Afuera, con el otoño acercándose, el aire se volvía más fresco cada día que pasaba, pero aquí, era una primavera perpetua.

Y en medio de ese paisaje suspendido había algo que nunca dejaba de reavivar los recuerdos lejanos de Xiaohui y hacer que le doliera el corazón.

“Xiaohui, ¿me sirves otro? preguntó Xinglou, sentada sobre una silla junto a una ventana, con las piernas como de una niña balanceándose de un lado a otro.

“…Como quieras.”

Xiaohui, que hasta ese momento había estado esperando pacientemente detrás de ella,
recogió los utensilios de té y empezó a preparar otra taza.

Después de pensarlo un poco, decidió preparar una taza de té Maofeng Huangshan. Los gustos de Xinglou podían ser impredecibles; había momentos en los que ella le decía directamente lo que quería, y otros en los que se lo dejaba todo a él. Comparativamente hablando, este último tiende a ser más común. Como si ella esperara que él viera a través de ella y leyera sus deseos.

Correcto, Xinglou sólo tendía a poner en palabras las necesidades básicas.

Por eso siempre se sentía incapaz de saber qué hacer.

¿Qué podía hacer para satisfacerla?

Después de todo, no era más que un discípulo tonto e ignorante, incapaz de responder a esa pregunta siempre apremiante.

Todo lo que podía hacer era elegir el té que creía que mejor se adaptaba a sus gustos en cada momento.

“Siento haberle hecho esperar, Maestra.”

“Oh-ho…. Qué espléndido aroma.” Xinglou llevó la copa a sus labios, sus ojos entrecerrados de alegría.

No había amargura en ese té amarillo-verde. Era de sabor suave, con una tenue dulzura que él había sospechado que complacería su estado de ánimo actual.

“Ahora bien… Xiaohui”, comenzó Xinglou, girando los ojos hacia él.

“…¿Maestra?

“Estoy deseando que llegue tu combate de semifinales”, dijo con ternura.

Sin embargo, había algo detrás de sus palabras que hizo que su cerebro se volviese loco.

Por supuesto, haría lo mismo que siempre hacía. No importa la situación, él siempre ponía todo lo que tenía para servirla.

Pero entendió que había un significado más profundo detrás de sus palabras.

“Pondré mi alma en ello.”

“…Hmm.” Xinglou asintió con satisfacción aparente antes de juntar sus dedos en un gesto simbólico.

En ese momento, una ráfaga de luz atravesó el centro de la habitación, y como si hubiera estado allí todo el tiempo, un espacio se abrió ante él.

Era su cuarto de preparación en el Domo Sirius.

Los otros miembros del Equipo Dragón Amarillo estaban todos arrodillados dentro. Xiaohui se giró hacia su maestra, poniendo su puño derecho en la palma de su mano izquierda como un gesto de reverencia, antes de salir a unirse a ellos.