Gakusen Toshi Asterisk (NL)

Volumen 9

Capítulo 1: Recuerdos I: La Noche Anterior

Parte 1

De niña, Claudia siempre había asumido que seguiría el mismo camino que sus padres.

Era una prodigio por cada definición de la palabra, dotada de una inteligencia y una capacidad física excepcionales. Era particularmente astuta cuando se trataba de leer cuidadosamente a la gente que la rodeaba, intuyendo fácilmente lo que deseaban y despreciaban. Además, estaba dotada de un control tan fino sobre las palabras y los gestos que podía crear en los demás la impresión de sí misma que tanto deseaba.

De hecho, debería haber estado suficientemente cualificada para un futuro así, tanto por su capacidad como por su crianza. (Su situación familiar fue particularmente importante en las fundaciones empresariales integradas europeas.) No debería haber sido en absoluto sorprendente ver su ascenso a los escalones superiores del reino de la FEI para sentarse entre el puñado de personas que tenían en sus manos el poder de cambiar el mundo.

Eso fue, si no hubiera nacido como una Genestella.

Un día, las cosas cambiarían. El número de Genestella, o mejor dicho, el porcentaje de Genestella dentro de la población general, estaba aumentando, aunque lentamente. En unas pocas décadas, quizás, o a lo sumo en unos pocos siglos, llegaría un momento en que los Genestella del mundo se libraría de las cadenas de ser una minoría temida.

Pero ese momento aún no había llegado.

En el mundo de hoy, Genestella era considerada como poco más que un fenómeno de la naturaleza. No importa lo talentosos que fueran, no importa sus logros, no había lugar para ellos en los niveles más altos del sistema.

Los padres de Claudia, Isabella y Nicolás, por supuesto, lo entendieron inmediatamente, al igual que Claudia cuando tenía diez años. Y sin embargo, al darse cuenta de ello, no había sucumbido al desaliento ni a la desesperación.

No tenía deseos particularmente fuertes, ni perseguía ninguna meta en particular.

Ella existía en un lugar muy alejado de cosas como los deseos o la pasión.

Esa era la clase de persona que era Claudia Enfield.

“¡Hiiyah!”

Una espada afilada como una navaja cayó ante ella.

Las relucientes y doradas garras de su oponente bailaban por el aire mientras ella se lanzaba hacia delante, imitando la forma en que su propia melena dorada aparecía ante sus ojos mientras saltaba de su camino.

“¡Un formidable ataque de la concursante Blanchard! ¡Pero la concursante Enfield lo ha
esquivado por una fracción de pulgada! ¡Qué competencia tan feroz por el último combate de este Rondo Versailles!”

Hubo muchos torneos de lucha que se clasificaron por debajo de la Festa, pero el Rondo, celebrado en varios países de Europa occidental, fue uno de los más famosos. La entrada estaba restringida a los menores de trece años, y había requisitos de seguridad mucho más estrictos que los de la Festa. Todos los concursantes estaban obligados a llevar armadura acolchada, sólo se permitían armas especialmente designadas, cada una de ellas Lux con su potencia de salida ajustada a su nivel mínimo, y había una prohibición total del uso de habilidades especiales. En definitiva, era lo más parecido a una Festa destinada a los niños. Por eso también se había introducido un sistema de puntos, se ganaban puntos por golpear la armadura de un oponente, siendo el ganador el concursante que más puntos marcaba.

Podría haber diferencias notables en la tasa de crecimiento físico entre Genestella, particularmente con respecto al físico, al desarrollo muscular y a la cantidad de prana de cada uno. Si bien la situación tendía a igualarse para cuando los niños llegaban a la pubertad, antes de eso, las diferencias en los niveles de prana eran particularmente evidentes, lo que significaba que la capacidad de una persona para defenderse adecuadamente podía ser limitada. Como tal, las medidas de seguridad eran una necesidad para tales torneos.

Sin embargo, esa precaución no se debió a la preocupación por el propio bienestar de los niños. Por el contrario, la intención era evitar que se dañaran los bienes para su valoración.

La mayoría de los torneos que se clasificaban por debajo de la Festa no tenían mucho valor comercial. Más bien, funcionaron como oportunidades para mostrar nuevos talentos a las diversas escuelas de Asterisk.

…Hay que estar a un alto nivel para ser enviado a esos espectáculos de exhibición que se hacen pasar por escuelas, reflexionó Claudia mientras esquivaba a su oponente, quien continuó fluyendo hacia ella con gracia, como si estuviera en medio de un baile

Laetitia Blanchard, como ella, había llegado a la final a la edad de nueve años.

“Grrr, ¿por qué no te quedas quieta?” Laetitia se enfureció, empujando su espada hacia arriba.

Claudia, sin embargo, detuvo el golpe con su propia Lux de espada corta, antes de soltar una carcajada amable. “Estás mejorando, Laetitia.”

“¡Rargh! ¿Por qué siempre estás tan tranquila? ¡Toma esto!”

Su espada esculpida en el aire en un ángulo inesperado, se dirige directamente al pecho de Claudia. Los dos habían cruzado espadas innumerables veces antes, pero esta era la primera vez que Claudia había visto a Laetitia usar tal movimiento.

Laetitia rizó sus labios con una leve sonrisa, como si estuviese segura de la victoria.

Sin embargo

“¿¡Qué!?”

Claudia balanceó su cuerpo con todas sus fuerzas, dejando que el ataque pasara a toda velocidad, antes de que ella usara su propia espada para arremeter contra la armadura que protegía las piernas, los brazos y el pecho de Laetitia.

Casi inmediatamente, el sonido que anunciaba el final del combate resonó por el escenario.

Claudia, mostrando una sonrisa amable a su asombrada oponente, desactivó su Lux. “Lo siento. Ese último movimiento estuvo cerca.”

“¡Argh…!” Laetitia se mordió el labio, con la cara roja de indignación. “¡Sólo tuviste suerte! ¡No dejes que se te suba a la cabeza!”

“¿Suerte? Ya veo…. Probablemente tengas razón. Incluyendo los combates de práctica, son siete a mi favor ahora. Debes estar teniendo una mala racha, Laetitia.”

“Rrgh…. Es-eso es…”

“Pero la victoria siempre requiere un poco de suerte, así que, ¿puedo recomendar que la próxima vez la incluyas en tu estrategia?”

Laetitia, enojada y sin palabras, parecía lo suficientemente molesta como para llorar.

Claudia, sin embargo, aún sonriendo, extendió su mano. “…Dicho esto, la suerte puede estar a tu favor la próxima vez, también. Si eso sucede, por favor, no seas tan dura conmigo”.

“¡…!”

Laetitia se dio la vuelta por un momento para limpiarse los ojos, antes de girar hacia Claudia para tomar su mano. “¡Eso es correcto! No es propio de una dama no alabar a su oponente… Felicitaciones, Claudia. Pero la próxima vez, definitivamente, definitivamente voy a ganar”, declaró, con una sonrisa un poco forzada.

Su sonrisa no podía ocultar completamente sus sentimientos, pero no estaba claro si eso se debía a la incapacidad de tolerar la humillación de la derrota o a sus celos y envidia hacia la vencedora. Estaba claro, sin embargo, que sus elogios eran honestos.

Claudia tuvo que admitir que le gustaba ese lado de Laetitia.

Las dos chicas estrecharon la mano a los gritos de la multitud. Aunque el Rondo no tenía mucho valor comercial, se le prestaba mucha atención a su manera. Tantos espectadores habían venido a ver, de hecho, que ni siquiera había asientos suficientes para todos.

“¡Este año, hemos visto a las dos mismas concursantes pelearse en la final como lo hicimos la última vez! ¡Y como el año pasado, la ganadora es una vez más la concursante Enfield!”

Claudia irrumpió con una sonrisa divertida a la voz del comentarista. “Y además, no fuiste capaz de usar tus habilidades, así que no creo que yo te haya vencido”, le susurró después a Laetitia.

Laetitia era un Strega, capaz de crear y controlar brillantes alas de luz. Todavía lo estaba perfeccionando en formas ofensivas y defensivas especiales, pero no había duda de que incluso en su etapa actual, era una habilidad increíblemente poderosa. El hecho de que el uso de tales habilidades durante el Rondo estuviera prohibida significaba que Laetitia había luchado con una especie de desventaja.

“¡No soy tan vergonzosa como para culpar de mi pérdida a las reglas!” Tartamudeó.

Sin duda, la propia Laetitia era consciente de que no era la suerte la que había decidido el resultado; pero su orgullo, al parecer, no le permitía admitirlo en voz alta.

“Además, un día de estos, me enfrentaré a ti en un lugar más adecuado, y luego te derrotaré”, continuó.

“¿Estás pensando en Asterisk, entonces?”

“Bueno, quiero decir, tú también estarás allí”, contestó Laetitia, como si se tratara de un hecho predeterminado.

“Sí, así es… supongo.”

Claudia misma no tenía muy claro dónde se veía en el futuro.

No cabe duda de que la mayoría de las personas que participaron en el Rondo esperaban algún día entrar en Asterisk. Para bien o para mal, la Ciudad Académica en el Lejano Oriente era el único lugar en el mundo donde ser una Genestella tenía un significado real.

Dicho esto, no era como si la propia Claudia estuviera particularmente obsesionada con ello. Ya fuera entrando en el Rondo o puliendo sus habilidades, ella simplemente se había encontrado atrapada en el flujo de los eventos. No sentía ni más ni menos que eso.

Mirando sus propios talentos objetivamente, no había duda de que sería capaz de distinguirse en Asterisk. Al mismo tiempo, sin embargo, también sabía que había un sinnúmero de personas escondidas en todo el mundo con más talento del que ella tenía.

Además, cruzar ese muro no sería una tarea fácil, sin importar la determinación y el entrenamiento de cada uno.

Si ella tenía la motivación para escalar, podría haber tenido algún significado para ella el ir allí. Desafortunadamente, sin embargo, no fue tan tonta como para pensar que podría desafiar la forma en que el mundo fue creado.

“Por cierto, Laetitia…. Hace tiempo que me lo pregunto, ¿pero qué haces con tu forma de hablar?” preguntó Claudia, cambiando de tema.

“¿Eh? U-uh, eso es…” La otra chica miró hacia otro lado, sonrojada.

Por lo general, Laetitia tenía una forma de hablar un poco informal, como la de un niño.
Ahora, sin embargo, su tono era inusualmente educado, casi exagerado.

“Sí, bueno… El otro día conocí a cierto hermano y hermana… Eran tan sabios y nobles que pensé bien, pensé que eran tan maravillosos, y que me gustaría ser como ellos también, si pudiera, y acercarme a ellos…”, explicó Laetitia, inquieta y nerviosa.

Debe haber estado inspirada para cambiar su propio carácter. Claudia pensó dada su forma de pensar un tanto ingenua, eso no era particularmente inusual, y sin embargo

“¿Quizás te refieres a los hermanos de Fairclough?”

“¡O-oh!” Dijo Laetitia, sus ojos se iluminaron. “¿Los conoces, ah, quizás?”

“En absoluto. Nunca los he conocido. He oído rumores, sin embargo.”

Aunque es posible que no hayan aparecido en eventos públicos como el Rondo, era un hecho bien conocido que había dos hermanos, hermano y hermana, de la famosa familia Fairclough, los cuales sobresalían en el manejo de la espada. Además, a pesar de su falta de apariciones públicas, los rumores sobre sus habilidades eran lo suficientemente consistentes como para que parecieran ser lo más importante.

“Ah, así que esa última técnica tuya… ¿La aprendiste de ellos?”

“Bueno, podrías… decir eso…”, contestó Laetitia, rascándose la mejilla, su expresión entre la timidez y el orgullo. “De todos modos, dijeron que también irán a Asterisk, a Gallardworth, como yo.”

Tanto la familia Fairclough como la familia Blanchard pertenecían a la misma facción dentro de Elliott Pound, la fundación empresarial integrada que operaba la Academia Santa Gallardworth.

“Vas a ir a Seidoukan, ¿verdad? Espero verte en Asterisk”, dijo Laetitia con una sonrisa desafiante, como si el asunto ya hubiera sido resuelto.

“Hmm… Uno pensaría que sí, ¿no?” La respuesta de Claudia, sin embargo, estuvo acompañada de su habitual sonrisa vaga.

Las cosas pueden terminar sucediendo de esa manera, o no.

Para ella, poco importaba.